Por Verónica Muñoz // Foto: José Miguel Méndez. Julio 7, 2017

El comienzo

“Mis padres me apoyaron,  pero pensaron ‘¿Qué está haciendo este niño? No tiene ningún sentido, se está endeudando”.

Sebastián Salinas (29) es ingeniero comercial de la Universidad Adolfo Ibáñez y fundó Balloon Chile para hacer surgir negocios en pequeñas comunidades. Es una empresa de innovación social que se creó en 2011 para combatir la pobreza con la ayuda de jóvenes profesionales extranjeros que pagan por recibir un curso intensivo en innovación y emprendimiento. Luego aplican este conocimiento en comunidades rurales para potenciar proyectos mientras conocen un entorno diferente. Su primera experiencia fue en Galvarino (Araucanía) y luego exportó el programa a Kenia, África. Hasta ahora han participado casi 454 profesionales de 54 países. Con este modelo, Salinas ganó el premio para ser un fellow de Ashoka (EE.UU.) —The Ashoka Globalizer— para líderes mundiales en emprendimiento social.

—¿Por qué te embarcaste en esto?

—Existen dos opciones ante la desigualdad: o nos hacemos cargo o nos hacemos los locos. Y me di cuenta de que hay mucho por hacer. El mundo está en un momento muy interesante: mucha gente está sensibilizada con estos temas. Se están dando el espacio para pensar que sí pueden vivir de algo que les apasiona.

—¿Cómo acercas tu modelo a las comunidades?

—Partes por entender cuáles son tus recursos y la gente que tienes para hacer algo, luego vas a buscar ese objetivo. Lo que marca una diferencia muy grande es cuando trabajas de manera endógena, como un recurso más, vinculándote de manera completamente distinta.

—¿Cuáles son los problemas que enfrenta Chile en materia de innovación social?

—Chile es un polo de innovación y un referente a nivel latinoamericano tanto en calidad política como económica y también por temas de fomento al emprendimiento. Estamos dando de que hablar por esta articulación público-privada.

—El 2012 y 2013 pediste 14 fondos. ¿Cómo fue esto?

—Llegué con esta idea loca y la gente quería pagar por venir a desarrollar un negocio dentro de una comunidad en Chile. Mis padres me apoyaron, pero pensaron “¿Qué está haciendo este niño? No tiene ningún sentido, se está endeudando”. Hubo una frase que me acompañó: “Más ruido hace un árbol que cae, que un bosque que crece”. Finalmente, hay un bosque que crece y que se está haciendo fuerte. Los primeros dos años fueron duros, pero me levanté, vi de lo que era capaz, los empleos que se estaban generando y cómo había impactado. Al mes, estaba convencido, tras mi experiencia en Kenia (África), de que ese modelo se podía hacer en Latinoamérica.

—¿A qué otros países han exportado el modelo?

Trabajamos en Caracas un año y medio, pero tuvimos que cerrar hace dos meses. Era peligroso estar en Venezuela. El 2018 esperamos poder volverlo a abrir. Tenemos las fichas puestas en Colombia. Hay mucho trabajo que hacer con las comunidades y tenemos buenos partners locales.

—¿Qué desafíos enfrenta ahora Balloon?

—Somos un referente en términos de medición de impacto en Latinoamérica. Sin embargo, hay comunidades en las que Balloon, no tiene ninguna posibilidad por no tener un partner local que esté dispuesto a pagar el costo del programa. Ahora intentamos reducir esta dependencia. Junto a la UAI nos encontramos desarrollando un fondo de inversión local. Iremos a la Patagonia. Identificamos qur ésta es una comunidad con necesidadas, y allíno dependemos de un partner local. El desafío es ver cómo podemos llegar a comunidades donde nadie llega, con un modelo autosustentable.

Relacionados