Por Paula Namur Y. Junio 23, 2017

“Chile necesita mejores servicios públicos y regulación ambiental, menos abuso de monopolios y una sociedad menos desigual. Eso equivale a mejorar ‘el modelo’ en vez de reemplazarlo por razones ideológicas. Esta labor podría recaer en Piñera”. Con esta frase concluía una de las últimas columnas de The Economist sobre Chile hace algunas semanas. Pero la revista británica no siempre ha sido amable con el ex presidente y actual precandidato. Durante su gobierno, el Economist publicó que Piñera era políticamente inepto. También ha tenido críticas para la presidenta Bachelet por el caso Caval, y por no querer volcarse hacia el centro; y últimamente ha entrado de lleno en el debate por la reforma educacional en el país.

"El 70% de los chilenos dice que quiere una nueva Constitución. Lo que no se pregunta es si realmente es muy importante. Si se preguntara eso, pocos dirían que lo es"

El inglés Michael Reid es quien está detrás de la mayor parte de estas columnas. Desde 1990 el analista ha escrito sobre la región para el semanario, y también ha publicado algunos libros sobre temas de la región. Después de vivir dos años y medio en Lima, hace un año volvió a Europa, específicamente a Madrid, para seguir escribiendo desde allá su columna semanal sobre Latinoamérica —“Bello”—.

En un español con marcado acento británico, pero con un dominio perfecto de los modismos, se desenvuelve con soltura sobre la realidad política chilena y se excusa diciendo que a Guillier no lo conoce en persona. Por ahora no tiene pensado viajar a Chile, pero sí espera hacerlo antes de la elección de noviembre.

—¿Cómo ve la carrera presidencial de Chile?

—Cuando la presidenta Michelle Bachelet dijo varias veces en el primer año de su segundo gobierno que si las reformas fracasaran la alternativa a ella era un populismo radical, siempre pensé que la alternativa más plausible era que volviera Sebastián Piñera. No sabemos todavía quiénes serán los candidatos al final, pero todo indica que la Nueva Mayoría va a ir dividida y que Piñera será el candidato de una derecha más unida, y todo indica que va a ganar. Dicho eso, faltando cinco meses para la elección, muchas cosas imprevistas pueden pasar.

—Según las encuestas, Piñera es el mejor posicionado. ¿Es un buen candidato o es el menos malo?

—Si uno mira objetivamente al gobierno de Sebastián Piñera, fue un gobierno bastante efectivo. Fue visto por muchos como el quinto gobierno de la Concertación, había sensación de continuidad. El desempeño económico fue bueno. Es verdad que el clima internacional ayudó, y aunque fue muy impopular durante un buen tiempo de su gobierno, él fue respondiendo a las demandas principales de los estudiantes, en términos de igualar la tasa de interés, por ejemplo. No era muy popular cuando salió porque no supo aprovechar políticamente su gobierno, pero si uno lo mira, no está mal. Además está el factor de los desencantados en los últimos tres años. Esos factores hacen que sea el probable ganador considerando todos los candidatos.

—Pero llevado a esta elección, ¿es un candidato bueno o es el menos malo?

—Si hubiera algún candidato brillante de la Nueva Mayoría, podría cambiar las cosas. Yo diría que no es un mal candidato.

—¿Quién podría haber sido ese candidato brillante?

—En primer lugar, la división es dañina para cualquier coalición. En segundo lugar, si uno ve la última encuesta CEP, por ejemplo, se nota que la mayoría de los chilenos están desencantados con el gobierno de Michelle Bachelet. Y Guillier —a quien no he tenido el gusto de conocer personalmente— está posicionándose como un candidato de continuidad de Michelle Bachelet. Dado lo que indica la encuesta CEP sobre la desaprobación del gobierno, no me parece una estrategia ganadora.

—¿Él eligió esta continuidad?

—No sé. Ahí entran en debate dos cosas: qué tienes que hacer para ser el candidato de la Nueva Mayoría y qué tienes que hacer para ser el candidato que gane la elección general. Puede ser que tomes posiciones distintas, pero es curioso que se haya optado por un candidato independiente. Me parece demasiado sofisticado tratar de hacer dos cosas a la vez.

—Es una elección atípica…

—Sí, pero también lo es por otros motivos más estructurales. Primero, porque este es el gobierno con peor desempeño económico desde la vuelta a la democracia. Es verdad que es en parte porque el precio del cobre cayó mucho en el gobierno de Michelle Bachelet, pero se ha recuperado algo con el pasar del tiempo. Uno ve otros sectores de la economía y está claro que la incertidumbre política ha tenido un efecto económico. Por otro lado, la centroizquierda ha perdido su rumbo. Bachelet lo llevó más a la izquierda con la Nueva Mayoría. Hay un sector importante que quiere seguir ese rumbo más a la izquierda, ya sea dentro o fuera de la Nueva Mayoría. Pero también hay sectores importantes de la NM que son más de centro y a quienes les gustaría volver a la forma de política más consensuada y de más excelencia tecnocrática de los gobiernos previos de la Concertación. Para mí, el futuro de la centroizquierda no está claro porque hay un factor adicional: el impacto de la reforma electoral, podría volver a tener tres tercios, pero el centro sería menos que eso. Pero el sistema político es más fluido en este momento que entre 1990 y 2014, porque la reforma electoral cambia las reglas y no obliga tanto a tener sólo dos coaliciones y, por otro lado, por las divisiones políticas dentro de la centroizquierda. Además, hay una sensación de que el rumbo de Chile está en duda.

—¿Lo ven así?

—Chile siempre es visto como el mejor ejemplo, el país más institucionalizado, menos populista, con mejores instituciones y bastante avanzado en la región, pero quienes miramos Latinoamérica de cerca ahora lo vemos con un signo de interrogación.

—¿Es algo inédito o lo habías percibido desde el regreso a la democracia?

—Sí, es inédito.

—¿Hay un punto de inflexión?

—Es más bien un punto de incertidumbre. El instinto de la presidenta Bachelet de que Chile necesitaba cambios para ser una sociedad más igualitaria y con más acceso a las oportunidades, menos oligárquica y con políticas públicas mejores en temas como, por ejemplo, medioambiente, todo eso está bien. Pero la ejecución ha creado mucha incertidumbre. No me queda claro si la reforma educacional de este gobierno tendrá un buen impacto o si va a lograr lo que quiere en términos de hacer el sistema más equitativo y mejor. Habrá que ver. Por otra parte, está claro que la reforma tributaria impositiva fue un fracaso, y mucha gente en la NM piensa esto. En cuanto a una nueva Constitución, el 70% de los chilenos dice que sí quiere una nueva Constitución. Lo que no se pregunta es si realmente es muy importante. Si se preguntara eso, pocos dirían que lo es. El efecto de esta discusión ha sido mantener la incertidumbre sobre las reglas del juego, que genera un desincentivo para invertir.

—¿Ese desincentivo se despeja una vez pasadas las elecciones o sólo ganando un candidato que prometa no hacer ese cambio?

—Depende del gobierno que sea. Entiendo que Piñera haría unas reformas puntuales en la Constitución, pero no una nueva. Es importante que Chile Vamos no desdeñe lo que hay detrás de las reformas de Bachelet, que es que Chile sea una sociedad más abierta, más igualitaria y menos oligárquica.

—¿Es una carrera corrida para Piñera esta elección?

—No va a ser una elección con una victoria amplia. Va a ser relativamente peleada. Es verdad que Piñera suscita rechazo en un sector importante de Chile. En una sociedad que quiere más igualdad él es un hombre muy rico y siempre hay riesgo de que surjan temas de conflictos de interés. Dicho eso, los chilenos lo eligieron una vez y como dije, pienso que va a ganar otra vez.

—¿Qué representa Piñera?

—Piñera inspira en muchos chilenos un respeto por el buen manejo que hizo de la economía, pero no inspira mucho entusiasmo, porque es visto como distante por el chileno promedio. Por el contrario, Bachelet hace cuatro años en su campaña claramente inspiró sentimientos positivos, aunque después se disipó con el escándalo de su nuera y por el mediocre desempeño de la economía.

—¿Cómo recordará la gente a Bachelet?

—Las intenciones de ella detrás de las reformas son buenas, pero la ejecución fue desastrosa, no creo que el impacto a largo plazo sea positivo. El segundo gobierno será recordado como una gran decepción porque podría haber tenido un lado positivo.

—¿Fue bueno que en la carrera presidencial actual quedaran fuera próceres como Lagos e Insulza?

—No quiero entrar en casos individuales. Lagos e Insulza merecen respeto por lo que han hecho en la política y por lo que son. Pero en América Latina en general hay una necesidad importante de renovación política de figuras más jóvenes, nuevas caras, porque en la región hay una población importante de millennials, 150 millones en la región y se necesita una renovación en los partidos.

Relacionados