Por Cecilia Correa A. Febrero 10, 2017

Kelly Neibert (29) nunca había ido a una protesta. Antes de estudiar Pintura y Dibujo en el Instituto de Arte de Chicago foto kelly.jpgvivía con sus padres en Waynesboro, un pueblo de alrededor de 10.000 habitantes en Pennsylvania, uno de los estados donde ganó Donald Trump en las elecciones presidenciales de noviembre de 2016. “Es una especie de burbuja de la clase trabajadora blanca, donde siempre escuchas el inglés”, dice desde Chicago. Proveniente de una familia conservadora, cristiana y de tradición republicana, fue la primera de su familia en ir a la universidad. Ahí se le abrió el mundo: contrastó sus puntos de vista con otras historias de vida.

“Crecí con esa mentalidad de los republicanos de que no tenemos que hacernos cargo del planeta porque Jesucristo va a venir un día y la tierra desaparecerá”.

En sus años universitarios, su visión se separó de la de sus padres. Por eso votó en la primarias por el candidato demócrata Bernie Sanders y, luego por Hillary Clinton.

Pero más allá de haber participado en las urnas, no fue hasta el 8 de noviembre del año pasado que sintió que tenía que hacer algo más. Luego de constatar que la presidencia de Donald Trump era una realidad, Kelly sintió miedo. “Él tiene un historial de racismo, sexismo y maltrato a la mujer. Quiero a este país y voy a protestar por la gente que se siente oprimida”. También vio con preocupación el anuncio de Trump de recortar los fondos federales para los artistas.

Al día siguiente de la elección, el 9 de noviembre, se unió a otros cientos de manifestantes frente al edificio Trump International Hotel and Tower en Chicago. Por primera vez en su vida estaba en una marcha. Su malestar era el mismo de otras miles de mujeres norteamericanas.

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Desde Hawái, una abogada jubilada también sentía que tenía que hacer algo más. Creó un evento en Facebook la noche después de la elección y, sin pensarlo mucho, llamó a marchar en Washington al día siguiente de la toma de mando, el 20 de enero . Cuando despertó, el evento tenía 10.000 asistentes confirmados.

Esa misma noche, Bob Bland hacía lo mismo y con el mismo resultado. Esta emprendedora de la moda, fundadora de Manufacture New York, al darse cuenta de lo que hizo la otra mujer en Hawái, decidió contactarla para unir sus esfuerzos.

Así nació la que sería la mayor protesta de la historia de Estados Unidos, Women´s March. Alrededor de cinco millones de asistentes en todo el mundo, tres en Estados Unidos y un millón en Washington se manifestaron el 21 de enero contra las políticas del presidente Trump.

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Fue Vanessa Wruble, una de las cofundadoras y la jefa de operaciones de campaña de Women’s March, la que contactó a Bob Bland por Facebook y la juntó con las líderes de las tres comunidades más afectadas por las políticas de Trump y las que luego tomarían el mando de la protesta en el mundo: Tamika Mallory, representante de la comunidad negra, que reforzó su lucha por el control de armas luego del asesinato del padre de su hijo; Carmen Pérez, de madre mexicana y padre californiano, que es directora de The Gathering for Justice, un grupo de reforma de la justicia penal; y Linda Sarsour, musulmana de padres palestinos y criada en Brooklyn, quien recientemente lideró una exitosa campaña para cerrar las escuelas públicas de la ciudad de Nueva York en dos festividades musulmanas.

“Estados Unidos es un sistema patriarcal racista donde los privilegios los tienen los hombres blancos en desmedro de otra gente”, dice desde Nueva York la activista, que participó en la organización de las protestas contra la guerra de Irak en 2002 y trabajó estrechamente con el movimiento Ocupa Wall Street.

The Women’s March nació espontáneamente cuando mujeres de distintos puntos del país unieron sus esfuerzos a través de las redes sociales, convocando a cinco millones de personas en el mundo en contra de Trump.

Vanessa Wruble cuenta que nació con la necesidad de ayudar a las personas desde niña y gracias a que fue a un colegio que enfatizaba el servicio a otras personas y la importancia de la diversidad, se explica por qué ha construido su carrera alrededor de los que no tienen voz ni poder. Como era judía, su conocimiento de la historia de la persecución y del Holocauso le influyó en su lucha por lo más marginados. En 2011 fundó OkayAfrica, que hoy es la plataforma digital más grande de Estados Unidos dedicada a difundir la música, arte, política y cultura de África.

Al mismo tiempo, Kelly Neibert se unía a varios eventos y grupos en Facebook: Stop the Trump Agenda, Latinxs Against Trump Protest, Trump Tax March Chicago. Y por cierto, The Women’s March. El fin de semana del 20 de enero viajó 1.128 kilómetros en bus desde Chicago a Washington D.C. para asistir a la mayor protesta de la historia de Estados Unidos, que se realizó paralelamente en los cinco continentes. También Chile fue parte de las más de 600 marchas solidarias en el mundo, al frente de la embajada norteamericana. Los temas contra los que protestaron fueron desde el racismo, la islamofobia, antiinmigración, explotación del capitalismo, privilegios de los blancos, la igualdad económica y de género, la construcción del muro, la autonomía reproductiva de la mujer a los derechos de la comunidad LGTB.

“Desperté en la mañana, tomé el Washington Post y leí en el titular “Trump toma el poder”. ¡No lo creo!, ¡Aquí está el poder, aquí está la mayoría de América!, gritó Michael Moore ese día. El documentalista y uno de los primeros en predecir el triunfo de Trump habló junto a varios cineastas, artistas, escritores y activistas, como Scarlett Johansson, Robert de Niro, Ashely Judd, la feminista Angela Davis, Alicia Keys, Madonna, entre otros.

Otra de las principales oradoras fue Gloria Steinem, ícono del feminismo estadounidense en los años 60 y 70 y dibujo 2.jpgreferente intelectual en temas de género. En 2013, el presidente Obama le concedió la Medalla Presidencial de la Libertad, el más alto honor civil. El año pasado publicó su primer libro en veinte años, My Life on the Road, que fue New York Times Best Seller.

La atracción de Gloria por la política y por las personas con dificultades se debió a que creció con una madre que le contaba cómo los presidentes Theodore y Franklin Roosevelt las salvaron durante la Depresión. Pero fue hasta que escuchó a las mujeres hablar sobre las injusticias que sufrían en los mismos movimientos de derechos civiles y de los trabajadores agrícolas que ella defendía, cuando se dio cuenta de que tenía que existir un movimiento de mujeres más amplio y diverso. “Esa fue una gran revelación que le dio sentido a mi experiencia de vida”, cuenta. Desde entonces que ha dedicado su carrera a trabajar por los derechos de las mujeres.

“Trump es tan claramente peligroso para las mujeres, tanto por su propia conducta como por oponerse a la libertad reproductiva y poner nuestros cuerpos bajo el control del gobierno”, sostiene.

El presidente ha provocado la indignación por sus dichos misóginos y el trato que ha mostrado con las mujeres. El año mundopasado se reveló un audio en que decía tener relaciones sexuales con una mujer casada y que debido a que es una celebridad puede “agarrar por la vagina” a las mujeres. Los sombreros rosados que tiñeron la marcha aludían a este hecho, por el que nació Pussyhat Project.

“The Women’s March fue histórica”, sentencia Steinem, asegurando que las personas están conversando y empoderándose de una nueva manera. “Esta fue la primera vez en mi vida que una marcha masiva, nacional y global, de múltiples temas, y que incluyó a hombres y mujeres, fue dirigida por mujeres”, dice la periodista, y agrega que incluso las protestas contra la guerra de Vietnam no alcanzaron tal dimensión en cuanto a masividad y representatividad generacional.

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Pero los esfuerzos no se quedaron sólo en la marcha y tuvieron un efecto contagio.
Cuando Kelly Neibert supo del anuncio del decreto de inmigración el 27 de enero, que prohibía la entrada a Estados Unidos de los ciudadanos provenientes de los siete países de mayoría musulmana, lo primero que pensó fue en su mejor amiga que llegó a EE.UU. como refugiada de la guerra de Bosnia en los años ‘90. El deseo que le evocó ese recuerdo por defender a los refugiados sirios la impulsó a partir en tren, a los pocos minutos, hacia el Aeropuerto Internacional de Chicago-O’Hare, donde se congregó una multitud de manifestantes. Lo mismo sucedía en los principales aeropuertos del país.

Pero no salió de su casa sin antes postear un llamado en Facebook. “Mi mejor amiga vino como refugiada, no soporto pensar en lo que habría sucedido si nuestras fronteras se hubieran cerrado para ella y su familia. O’Hare, ahora mismo, Terminal 5”.

La primera declaración de la ex candidata demócrata, Hillary Clinton, después de la toma de mando, en una conferencia en California esta semana fue: “A pesar de todos los desafíos que enfrentamos, estoy convencida de que el futuro es femenino”.
El curso de este movimiento de mujeres no está claro. Pero de algo Vanessa Wruble está segura: “Cambiamos el mundo”.

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