Por Nicole Leiva // Fotos: José Miguel Méndez Enero 27, 2017

Miguel es dominicano, trabaja en la Vega Central como cargador, y se mueve en bicicleta para ir desde su casa en calle Vivaceta hasta su trabajo. Pero la verdad es que esta no lo acompañaba mucho. Estaba muy fea y desbaratada, como él mismo la describe. Un día que fue a la barbería, el barbero, que era un compatriota dominicano, le dijo: “Vamos a conseguirte una bicicleta, Miguel, cambia esa vaina, que eso no sirve”. Pero Miguel no tenía dinero para comprar otra, entonces el barbero le contó de una fundación donde los chilenos estaban ayudando a los migrantes, y les regalaban bicicletas. Al principio Miguel no creyó, “pensé que era una vaina”, dice sonriendo. Fue entonces cuando, en la misma barbería, conoció a Tomás Silva, uno de los fundadores de FoCo Migrante.

Según datos del Departamento de Extranjería y Migración del Ministerio del Interior (2005-2014), Santiago agrupa un 61,5% del total de la población migrante en Chile.

FoCo Migrante es una organización que se encarga de reunir, restaurar y distribuir bicicletas a migrantes en Santiago. Nació hace aproximadamente un año, pero funciona, formalmente, desde mayo de 2016.
Daniel Lanfranco, director de FoCo, explica: “El proyecto empezó con la motivación interna de los 6 integrantes fundadores. Queríamos hacer algo por la gente a través de la bicicleta, que nos unía a todos. Así comenzó, como una idea de tener un taller comunitario donde la gente pudiera llegar y arreglar sus cosas, como se hace en Canadá”.

Daniel Lanfranco y Tomás Silva se conocieron cuando Daniel, quien estudiaba Antropología en la Universidad de Toronto, Canadá, vino a Chile de intercambio (en el 2015). Tomás trabajaba en su taller de reparación de bicicletas, y fue ahí cuando decidieron generar un proyecto que combinara migrantes y bicicletas. La intención de ser un aporte para la vida de las personas que abandonan sus hogares buscando nuevas y mejores oportunidades, y de generar comunidad se convirtió en una realidad. Así, contactaron a una vieja amiga, Cheris Velarde, asistente social, quien vino a echarles una mano con los aspectos formales del proyecto.

Forasteros

“La discriminación es un tema día a día y me gritan de todo, pero me quedo así —hace un gesto de silencio— porque no pueden toparme. Me dicen ¡negro, ándate para tu país! ¡Mira, estos negros vienen a quitarle la pega a uno! Y se molestan por todo”. Miguel lleva poco más de un año en nuestro país, pero el tiempo no ha sido impedimento para conocer la cara más cruda del racismo en Chile.

De semblante tranquilo y ojos profundos, es alegre y espontáneo; cuesta creer que la vida ha sido tan dura con él. Los migrantes pobres, como él, se desplazan toda la vida buscando un mejor porvenir para sus familias. Si no es en un país, es en otro, y así pueden pasar años, décadas, y la vida entera buscando oportunidades que nunca llegan.

“Yo vengo de una guerra allá en Venezuela. Allá en Venezuela atracan mucho. Atracan mucho y matan. En Venezuela la vida es muy dura, el que sale a la calle no sabe si va a volver vivo a la casa”.

Hace una diferenciación entre Chile y Venezuela. Son los dos países por los que ha pasado (hasta ahora). Según su experiencia, Chile es más tranquilo, al menos no te roban todo el tiempo. También asegura que acá sí hay trabajo, y que, aunque la vida es bastante cara, se puede ganar “platica”. “Para tú conseguir un dólar en Venezuela es mejor hablar con el presidente, más fácil. Y no salir a la calle a comprar un dólar porque no lo vas a encontrar. Y si lo encuentras, lo encuentras chimbo (falso)”. Recuerda su paso por Venezuela y su rostro se ensombrece. Rememora también a su hijo de cuatro años que vive allá. Su rostro se entristece aún más.

Pero no todo en Chile ha sido tan malo.
—No, claro, hay de todo.
—¿Y qué es algo bueno que le ha pasado acá?
—Haber conocido a Tomás Silva, en una barbería de Santiago. Es de las cosas buenas y bonitas que recuerda.

Veinte focas

La primera “foca” (como denominan a las bicicletas los integrantes de FoCo) fue entregada a Miguel, el dominicano, hace ya seis meses. A la fecha han regalado veinte bicicletas, a niños y adultos. “Consideramos que es tremendo logro”, señala Cheris Velarde, asistente social.

Otra foca se fue con Ágatha, una niña de 13 años, afrodescendiente chilena, que estudia en el Colegio Miguel de Cervantes, en la comuna de Santiago. Ágatha vive muy lejos de la escuela, en Cerro Navia. Ella se iba todos los días trotando al lado de su madre —quien iba en bicicleta— hasta el colegio. Con frío, con calor, con lluvia, con viento, no importaba nada. Siempre llegaba puntual a clases.

biciCecilia Brito, directora del Colegio Miguel de Cervantes de Santiago, recuerda: “Cuando yo me di cuenta, llamé a Tomás y le conté de Ágatha. Entonces llegó él y Daniel al otro día con una bicicleta para Ágatha. Entonces les pedí que fueran parte de los talleres de la escuela, como espacios educativos comunitarios”.

A partir de ese momento, el colegio les cedió un espacio para poder funcionar como organización. Una especie de bodega, donde se guardaba principalmente mobiliario, y que hoy se ha convertido en el taller de FoCo Migrante. En ese lugar reciben, reparan y entregan las bicicletas. Al mismo tiempo comenzaron a impartir los primeros talleres para niños/as sobre educación vial y bicicletas. “Los talleres buscan sumergir a los niños en el mundo de la bici porque, para ellos, así será más fácil asimilarlo después en su futuro. Para mí, si yo puedo enseñarle a un niño o una niña a andar en bicicleta, es un auto menos en los próximos 15 años. Es una persona que tiene un transporte activo y, por ende, hace ejercicio en su vida diaria. Es una persona que le cuesta menos plata al sistema de salud, que respeta y conoce los símbolos y la educación vial, y también a los otros medios de transporte”, explica Daniel Lanfranco.

Bono estatal

Se han inventado diversas formas de financiamiento: reparaciones express de bicicletas por aportes voluntarios, donaciones —de bicicletas nuevas o usadas, herramientas y dinero—, comidas a bajo costo, entre otras.

Cheris Velarde, asistente social, señala: “Nosotros tratamos de que la comilona que hacemos una vez al mes nos permita financiar un mes de trabajo. También funcionamos con el voluntariado. De hecho, en estos momentos estamos haciendo una campaña que se llama ¨Regálanos un día de trabajo¨. La idea es que personas que sepan de mecánica de bicicletas nos quieran regalar una jornada laboral”.

En tanto, Daniel explica: “Lo ideal sería que nos pagaran por hacer esto, este proyecto es baratísimo; nosotros, con cien lucas al mes, hacemos milagros. Imagínate que nos dieran un palo (1 millón de pesos) de todo lo que desperdician en el gobierno en fondos concursables. Ideal sería que nosotros postuláramos a través de los distintos fondos del Estado para que nos financiaran y para que pudiéramos tener un taller propio. Lo más bonito sería tener un taller que fuera abierto y cualquiera pudiera decir ‘oye, necesito arreglar mi bicicleta, no sé cómo hacerlo’. Nosotros le enseñamos y le prestamos las herramientas. Sería ideal”.

El objetivo final es generar comunidad. En palabras de Daniel Lanfranco, se genera comunidad distribuyendo bicicletas, haciendo educación vial, enseñándole a la gente que tiene que haber respeto tanto de los autos como de los ciclistas, y enseñándoles a los automovilistas que la calle es de todos.

¿Cómo fue la experiencia con FoCo? Miguel asiente sonriendo: —Ellos me trataron muy bien, marcaron la diferencia. Han sido de mucha ayuda.

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