Por Javier Rodríguez Enero 20, 2017

La fría y lejana Islandia está adornada por fiordos y montañas integradas a las ciudades. De hecho, los deportes más practicados por los islandeses son el esquí y el senderismo. Por eso cuando Björk, su más reconocida embajadora, visitó Santiago en marzo de 2012 para cantar en Lollapalooza, visitó el Santa Lucía. El paseo fue corto, debido al asedio de los fans pero, según consignan, la autora de “Army of Me” se enamoró del lugar.

Etienne Lefranc es arquitecto de la UC y director ejecutivo de la fundación Santiago Cerros Isla.Cuatro años antes, un grupo de jóvenes arquitectos había vivido un proceso similar. Etienne Lefranc, diseñador industrial de 28 años que estudiaba Arquitectura en la UC, tomó un curso con el destacado arquitecto Rodrigo Pérez de Arce, donde les pidió a sus alumnos que tomaran al río Mapocho como detonador de proyectos arquitectónicos. Cada grupo tomaría una porción de la costa y vería qué se podía hacer, respetando su autonomía.

—Nos tocó el tramo frente al cerro Alvarado, en Vitacura. Al final del curso hicimos un zoom out y nos encontramos con que no es sólo uno, tenemos 26 cerros isla en la ciudad—explica Etienne Lefranc, director ejecutivo de Santiago Cerros Isla.

El entusiasmo estaba. Junto a Catalina Picón y Fernanda Ruiz, ambas estudiantes de Arquitectura de la UC, se comunicaron con la Municipalidad de Vitacura  para preguntarles por qué se estaba loteando parte del cerro para hacer casas ya que, según el plan regulador metropolitano, no se podía.

Se encontraron con un portazo. La administración de Raúl Torrealba nunca los quiso recibir con su plan para construir un parque en el cerro. Ahí se dieron cuenta de que no existía una manera de concretar la protección a los cerros. La presión urbana los amenazaba. Y no sólo al Alvarado: el cerro San Luis, al lado del Club de Golf Los Leones, también terminó con desarrollos inmobiliarios.

Postularon a un fondo de investigación del Centro de Políticas Públicas de la UC y, en 2011, comenzaron a trabajar en él para darle sustento a sus ideas y dar cuenta del estado actual de los 26 cerros isla de Santiago.

Contra la Desigualdad

Con la investigación se dieron cuenta de que el 80% de los cerros son propiedad de privados, y que,el 20% que pertenece al gobierno se divide entre instituciones como el Ejército, municipalidades, terrenos fiscales y de secretarías regionales ministeriales.

Públicos sólo son el Santa Lucía y el San Cristóbal en su totalidad. Parcialmente, los cerros Chena (San Bernardo) y Renca, con 200 hectáreas municipales, incluyendo la del famoso letrero. Si querían hacer algo, debían encontrar la forma de poner de acuerdo a particulares y el Estado.

Luego del estudio, decidieron conformarse como fundación. Sentían que era urgente comenzar a trabajar en una ciudad donde vive casi el 40% de la población del país.

Según Etienne Lefranc, los cerros son una oportunidad de redistribuir las áreas verdes dentro de la ciudad y mejorar la calidad de vida de la gente que vive en Puente Alto, Renca, Maipú, Pudahuel.  Las víctimas del desarrollo.

En Santiago, dice Lefranc, las áreas verdes están mal distribuidas. Donde está la mayor cantidad de ingresos per cápita existe la mayor cantidad de áreas verdes. Mientras Vitacura tiene 9,1 metros cuadrados por habitante —casi llegando a los 9,2 metros recomendados por la OMS— San Bernardo tiene sólo 4,0 metros.

Para Luis Bresciani, presidente del Consejo Nacional de Desarrollo Urbano, el principal problema de Santiago es la desigualdad de acceso a bienes públicos entre las comunas. Y los cerros isla podrían ser claves para combatirla.

—Los grandes parques urbanos  generan mayores niveles de calidad de vida para los ciudadanos. Por eso es que impulsar una política de financiar y desarrollar proyectos de parques en los sectores más vulnerables es prioritario. Y la geografía de Santiago lo permite. Muchos cerros isla tienen la capacidad de acoger nuevos parques —explica el máster en Diseño Urbano de Harvard.

Y el foco de Santiago Cerros Isla es, precisamente ese.  Según Lefranc, los cerros son una oportunidad de redistribuir las áreas verdes dentro de la ciudad y mejorar la calidad de vida de la gente que vive en Puente Alto, Renca, Maipú, Pudahuel. Las víctimas del desarrollo.

El primer cerro que lograron intervenir fue el cerro Rinconada, en Huechuraba. Organizaron un proyecto de participación ciudadana vinculante que duró entre 2014 y 2015, donde trabajaron con Ecomabi, una fundación ligada a la ecología, y Ciudad y Sociedad, dedicados a fomentar la participación.

Durante dos años se juntaron, todos los sábados en la mañana con niños y adultos de la comuna. Se hacían talleres de biología donde se les explicaba cómo funcionaba la cadena trófica (la corriente de energía y nutrientes que se establece entre las distintas especies de un ecosistema), sobre las distintas especies del cerro, con el fin de que se apropiaran del espacio. Luego, ellos mismos iban y lo “raleaban”: sacaban los árboles muertos y plantaban  nuevos.

Según Sonia Reyes, directora de la Sociedad de Ecología de Chile y profesora de Agronomía UC, entre la región de Valparaíso y la Metropolitana habitan más del 48% de las especies de vertebrados nacionales. El 57% de las aves nativas y el 37% de los mamíferos, para ser exactos.

—Al no estar urbanizados, los cerros isla son algunos de los últimos refugios de estas especies en la ciudad. Varias investigaciones han mostrado que muchas aves, como la codorniz y la loica, se mueven a estos emplazamientos al no poder vivir en zonas urbanas —señala.

Con esta información, siguieron tocando puertas y, ahora sí, les abrieron. El intendente Claudio Orrego se interesó en su propuesta y, en 2014, organizó el concurso Santiago Cerros Isla. El ganador sería transformado en el “nuevo Santa Lucía”. En tanto, la fundación conformó una mesa de trabajo en conjunto con la UC y los equipos de los municipios.

Los finalistas, por su impacto e importancia para la región, fueron: el cerro Blanco, de Recoleta; Las Cabras, en Puente Alto; el Chena, de San Bernardo y Renca.

El ganador fue el Chena, por estar ubicado en la zona con menos áreas verdes de Santiago y, sobre todo, por su carácter patrimonial: este cerro fue uno de los primeros en ser considerados sagrados, al ser ocupados por los incas a modo de huaca, espacio de valor sagrado. Aquí sus ocupantes celebraban la fiesta del sol, Inti Raymi. Chena, en quéchua, significa “puma en celo”.

Para Olaya Sanfuentes, historiadora y académica del magíster de Patrimonio de la UC, el tema patrimonial es clave. Ella le adjudica a los arquitectos el haber vuelto a poner los cerros isla en la mira.

—Hay cerros que resuenan más,  por su importancia en la historia de Chile (cerro Santa Lucía), en el esparcimiento (San Cristóbal) o por algunas particularidades históricas, como el Blanco para los arqueólogos o el Calán para los astrónomos. Es importante trabajar con las comunidades para ver los usos y valoraciones que los usuarios dan a sus cerros y generar productos específicos que ayuden en el fortalecimiento de su identidad comunal —dice.

El proyecto del cerro Chena, hoy en curso, considera un puente peatonal, senderos, un teleférico, lagunas recreativas, anfiteatros al aire libre y conectividad con medios de transporte para las comunas aledañas.

Pero los demás no se quedarán con las manos vacías. En Renca, que logró el segundo lugar, ya se conversa un proyecto: el funicular a la punta del cerro. Antes de la entrevista, Etienne conversa con los “dueños de los cerros” por celular, coordinando reuniones y contándoles cómo puede beneficiarles.

Porque el Renca, admite Lefranc, es una de sus obsesiones.

—Es que es uno de los cerros que van a crear mayor impacto en la ciudad. Tiene 800 hectáreas y el San Cristóbal tiene 721. Y de esas 800, 200 son de propiedad del municipio. Por ende, no hay que convencer a ningún privado de traspasar estos terrenos y que hagamos algo en él. Hay una carretera que va a cruzar el cerro y va a descomprimir el nodo vial de Américo Vespucio con la Norte Sur, y hay un alcalde nuevo con la voluntad de poder transformar estas áreas en parques.

Según cuenta, el proyecto del recién electo alcalde de la comuna, Claudio Castro, es consolidar parte del cerro como un parque urbano. Pero para eso, explica, él y las demás autoridades deben entender que los resultados no serán inmediatos.

Al Renca se suman trabajos en los cerros Chena y Las Cabras, donde la Intendencia comprometió recursos, además del cerro del Medio, en Lo Barnechea, donde la semana pasada su alcalde, Felipe Guevara, anunció la construcción de un parque abierto de 64,7 hectáreas, a cargo del mejor paisajista del país, Juan Grimm.

Pero faltan. Y, para la fundación es algo urgente. Porque hoy, como está creciendo la ciudad, no aguanta.

Fuera los Eucaliptus

Para Santiago Cerros Isla, lo principal es diseñar una estructura que permita que el Estado y privados se interesen y financien la rehabilitación de los cerros. Su ideal es un banco de proyectos donde los privados puedan hacer pago de compensaciones por sus emisiones de, por ejemplo, material particulado.

Para convencer a los grandes inversores, en junio lanzarán Cerros de Santiago: patrimonio natural y cultural del país, libro donde contarán la historia de los 26 cerros capitalinos en profundidad, dándoles identidad propia y mostrando las posibles intervenciones. Entremedio de esto han tenido presentaciones en el MIT y Harvard, donde Catalina Picón, arquitecta del equipo de la fundación, hizo un máster en Paisajismo y Planificación Urbana.

Y, a pesar de que su foco está en Santiago, no evaden la crítica situación de la V Región.

—¿Tienen alguna opinión sobre lo que está ocurriendo en Valparaíso?

—Estamos alineados con la visión de Sharp. No sé por qué en este país se creyó en algún minuto que lo mejor era introducir plantas de afuera. El eucaliptus es una planta australiana. Por la industria maderera, nosotros tenemos mucho pino y eucaliptus.

—¿Es posible una reforestación?

—Sí, pero es un trabajo a largo plazo. Tú puedes replantar todo lo que hay ahí. Pero hay que hacer un trabajo de largo plazo. Hay que ver las plantas que se introducirán, descalcificar, trabajar la tierra. Deberían ser plantas nativas. Nosotros nunca hemos pensado plantar eucaliptus en los cerros isla. No corresponde y no funcionaría.

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