Por Javier Rodríguez // Fotos: José Miguel Méndez Enero 27, 2017

El complejo deportivo Montego Sport está ubicado en la calle 44 de La Plata, a casi una hora y media en auto de Buenos Aires. Administrado por Gabriel Palermo, hermano de Martín, los platenses acuden a jugar MARTIN PALERMO_-6.jpgbaby fútbol, pero también a sacarse fotos. Porque en ese lugar se encuentra uno de los regalos más originales en la historia del fútbol mundial. En esas canchitas de La Plata está exhibido, como una pieza de museo, el arco del mítico estadio La Bombonera, que Boca Juniors le regaló a su máximo goleador cuando jugó su último partido por los xeneizes, el 12 de junio de 2011.

Martín Palermo —el mismo que eliminó a River Plate de la Libertadores luego de meses fuera de las canchas por una lesión de ligamentos, que le hizo dos goles al Real Madrid en la Copa Intercontinental y que con 36 años salvó a Diego Maradona del papelón clasificando a la selección argentina que él dirigía al Mundial de Sudáfrica 2010— quiere dejar atrás los años de locura y ponerse serio.

Los goles ya están hechos. Hoy quiere escribir otra historia.
Y al mando de Unión Española, un equipo cuyo máximo logro internacional es haber llegado a la final de Copa Libertadores en 1975, vuelve al torneo que lo hizo famoso alrededor del mundo.

—Tenemos un fixture difícil. Pero lo lindo es eso: competir. Mientras más exigencia, más se exige uno. Yo nunca me conformé, siempre pretendí obtener algo más y eso trato de transmitirle a mis jugadores. Uno puede lograr quedar en la historia de un club. Y si lo logramos y la cosa sigue, bueno: vamos por más —dice, sentado en la pequeña sala de prensa del Estadio Santa Laura, mientras juega con los cierres de los bolsillos de sus shorts, generando un sonido que acompañará el resto de la conversación.

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Son las cinco de la tarde de un caluroso lunes 28 de noviembre. Uno de los clubes sensación del torneo chileno se juega sus opciones al campeonato en el estadio de La Cisterna. Unión Española viene golpeada: la fecha
anterior la U le había dado vuelta un 2-0 en contra y había sido eliminada de la Copa Chile. Era la última oportunidad para que el grupo que en junio había tomado Martín Palermo siguiera en la lucha por el campeonato.

Inversión en producción local, pantalla caliente y un plan propio para cada avisador es la fórmula de Macarena Cerda. “Tenemos un porcentaje de inversión publicitaria mucho más alto que nuestro rating”, señala.

Pero algo pasó. El equipo, según reconoce uno de sus delanteros, Carlos “el Turco” Salom, no fue un equipo.

—Cada uno quería salvar el partido por su cuenta. Parecía que estuviéramos en un entrenamiento, no jugándonos el campeonato —recuerda.

El entrenador lograba disimular su enojo, pero una situación lo sacó de quicio. Cuando el mismo Salom se perdió el penal que podría haber metido a Unión de vuelta en el partido y el capitán Jorge Ampuero lo encaró, se vio a un Palermo que no se había visto en todo el campeonato.

¡Qué imagen estamos dando! No seamos pelotudos, ¿somos un equipo o no? Si lo somos, demostrémoslo y dejemos de pelotudear, les dijo furioso.

Unión perdió el partido y se bajó de la lucha por el torneo. Pero eso no fue lo que más le importó al ex técnico de Arsenal de Sarandí. Dejó pasar un par de días para hablar con el plantel: les pidió que se enfocaran en volver a Martin Palermojugar como en los partidos anteriores. Por una mala semana no podían tirar todo por la borda. No podían volver a dejar los principios a un lado. Porque si algo destacan sus jugadores, es la humildad con la que Palermo enfrenta su trabajo. Y esa humildad es la que quiere ver reflejada en la cancha.

Johnny Ashwell, gerente general del club, reconoce que terminaron eligiendo al argentino porque en su propuesta él asumió que quería crecer y, en ese crecimiento hacer crecer a Unión Española. Y aunque el ex defensa de la U declina confirmar el sueldo que recibe el cuerpo técnico, dice que es menor al de los entrenadores de los principales equipos de primera división.

—Él y su equipo se adaptaron a nuestro presupuesto —afirma escuetamente.
Era la vuelta al banquillo después de más de un año sin dirigir, luego de discretas experiencias en Godoy Cruz y Arsenal de Sarandí, ambos de Argentina. Ese año, reformuló su forma de trabajar. En junio de 2015 viajó a Italia, para jugar el partido de las leyendas de Boca Juniors contra las de la Juventus. Acompañado del Pato Abbondanzieri, aprovecharon de juntarse con Massimiliano Allegri, DT de la Juventus; el español Rafa Benítez, en ese entonces entrenador del Napoli; y luego con Diego Simeone, líder del Atlético de Madrid más exitoso de la historia y con quien Palermo identifica su estilo de juego.

Seis meses después tuvo una charla que, sin saberlo, sería clave para su futuro como entrenador en Chile. En diciembre viajó a Miami como invitado a los Premios Univisión Deportes, donde conoció a Jorge Sampaoli, que aún celebraba la obtención de la primera Copa América para Chile.

—Me habló mucho del jugador chileno, explicándome sobre la exigencia que necesita: uno tiene que estar encima para sacarle el mayor rendimiento. Y en estos seis meses lo he comprobado.

En mayo de 2016 se concretó la posibilidad de llegar a Unión Española. Palermo conocía el club: lo había eliminado de la Libertadores 2014 con Arsenal. Además, uno de sus amigos, Cristián Chávez, ex compañero suyo en Boca, había jugado por los rojos ese mismo año.

Y aunque para muchos venir a Chile podía ser visto como un retroceso, para Palermo terminó siendo el camino para relanzar su carrera. Porque acá, dice, recién logró sentir el cargo de entrenador.

— En Argentina hubiera sido imposible esta maduración. Acá hay exigencia, pero sin el acoso y la vorágine del fútbol argentino. Esa necesidad agobiante de resultado que no te permite disfrutar del trabajo ni hacer las cosas como a uno le gustaría.

—¿En Argentina era imposible esa maduración?
—Sí, al comienzo la gente me seguía viendo como futbolista. Y a mí también me costó darme cuenta de que debía dejar de lado al jugador y empoderarme. A veces quería participar en los entrenamientos. Los partidos no los vivía como entrenador, sino como jugador. Quería resolver yo las jugadas. Me fui dando cuenta de a poco del lugar que me correspondía y, más allá de que a veces participo o corro con los jugadores, sé que debo enfocarme en mi rol.

—Es que la figura de Palermo jugador y la de entrenador son bien distintas. ¿No extraña esa época del pelo teñido, de las sesiones de fotos disfrazado de mujer?
—No. Le exprimí al fútbol todo lo que pude como jugador, y el fútbol me lo exprimió a mí. Las cosas que mencionás las podía hacer porque respondía dentro de la cancha. Si no hacía goles, lo otro no servía.

En Santa Laura, Palermo se encontró con un camarín golpeado, que comenzaba a acostumbrarse a esa cómoda zona que es la medianía de la tabla. Pero cuando los jugadores supieron que él sería su entrenador, no lo MARTIN PALERMO_.jpgpudieron creer. Al estar de vacaciones, se enteraron por la prensa de los rumores. Comenzaron a elucubrar en sus grupos de WhatsApp, hasta que recibieron la confirmación del club.

El trabajo, por su parte, había comenzado. Palermo nunca fue un jugador habilidoso como Jorge Valdivia, por ejemplo, pero dice que sabía sus virtudes y las potenciaba. Lo mismo hace con sus jugadores hoy. El gran problema de Carlos Salom, por ejemplo, era que era capaz de pasarse a varios rivales pero, cuando estaba frente al arquero, se angustiaba, se aceleraba. Y fallaba.

—Me dio el ejemplo de Rodrigo Palacio (delantero del Inter de Milán), al que le pasaba lo mismo. Palermo me dijo que me quedara tranquilo, que jugara para el equipo y los goles llegarían solos. Le hice caso y los goles llegaron —dice el delantero, que el semestre pasado vivió el mejor campeonato de su carrera. También le tocó convencer a Pablo Galdames, la joven promesa del equipo, de permanecer en Santa Laura y no partir a Colo Colo.

“Como quiero dirigir a Boca alguna vez, también quiero dirigir a Estudiantes, el equipo de mis inicios. Y como soy yo, de siempre querer más, ¿por qué no pensar en la selección argentina?”, dice.

Tanto el equipo como Palermo fueron encontrando su mejor forma. El Titán es feliz en Santiago, vive junto a su mujer y su hijo pequeño, Gianluca —nombre que tiene tatuado en el brazo derecho— en un departamento en la avenida Kennedy y disfruta de la confianza que le da la dirigencia de Unión. Esa confianza la traspasó al equipo, que llegó a ser puntero varias fechas del campeonato. El punto de quiebre, eso sí, fue el 15 de octubre cuando, luego de un primer tiempo perfecto, donde los rojos de Santa Laura se fueron al descanso con un 2-0 a favor, Universidad Católica terminó dando vuelta el partido en un doloroso 4-3.

—Dejó pasar un par de días y golpeó la mesa. Con pocas palabras, te dice lo que no le parece y hay que corregir, pero siempre de buena manera. Nunca le ha faltado el respeto a nadie —dice Nicolás Berardo, lateral izquierdo de Unión.

Pero el equipo siguió luchando, con Diego Churín como figura. Alto, corpulento, fuerte, rubio, goleador. No, la descripción no corresponde a la de Palermo, sino a la del mismo Churín, quien quizás mejor refleja la forma de ver el fútbol del Titán.

—El ejemplo que más me ha marcado es su forma de ser. Siempre ha sido diez puntos y eso hace que uno le quiera responder dentro del campo —dice el ex Curicó Unido.

Y si bien Unión no logró el campeonato, la buena campaña tuvo premio: el paso a la fase previa de la Copa Libertadores, donde debuta el 31 de enero en Uruguay, contra Atlético Cerro.

***

Los once titulares se forman en la cancha 2 de Santa Laura mirando hacia el norte. El arquero, Diego “el Mono” Sánchez, toma la pelota y se la da a uno de los defensas. A su lado está Palermo con un pito en la boca y un balón. La idea es que salgan jugando rápido. A uno, máximo dos toques. Que los delanteros se desmarquen, los mediocampistas hagan diagonales, que los defensas sean opción de pase. Si se demoran mucho en una jugada, Palermo toca el pito y se enoja.

Óscar Hernández, uno de los más jóvenes del equipo, se equivoca. Suena el silbato. Precisióóón. Control orientado y pase. Muéstrate. No caminen, aquí no se camina. Los pases firmes. Palermo toma uno de los balones, se mete a la cancha y muestra cómo tiene que ser el pase.

Probablemente, a él le gustaría estar definiendo las jugadas.
Termina el entrenamiento y él mismo, junto a su cuerpo técnico, ordenan los arcos. Los jugadores elongan junto al preparador físico Gustavo Mendoza y toman bebidas isotónicas. Son las 11 de la mañana del lunes 23 de enero.

Para Palermo, la formación es clave en su trabajo. Por eso en su equipo han sido protagonistas José Luis Sierra (hoy en la selección sub-20, hijo del ídolo ´homónimo), Pablo Aránguiz y Pablo Galdames, quien con 19 años ya ha sido citado a la selección adulta por Juan Antonio Pizzi y es la mayor promesa del club. Galdames, precisamente, ya tenía referencias de Palermo: entre 2003 y 2006 vivió en Buenos Aires, mientras su padre jugaba por Racing y luego por Quilmes. Allí le tocó ser compañero del hijo mayor del Titán, Ryduan Palermo. “Pablito”, como lo llama la hinchada roja, recuerda que para las reuniones de apoderados se generaba un caos: todos —estudiantes, profesores y apoderados— querían una foto con el Loco.

—Nos gusta ir incorporándolos al plantel, que vayan creciendo. Pero no tiene que recaer la responsabilidad en ellos. Los juveniles no pueden ser la salvación —dice Palermo.

—Con Galdames a uno se le olvida eso. Parece mayor.
—Es que él tiene otra cabeza, una madurez que lo lleva a estar un escalón más arriba que otros juveniles. Tiene mucho potencial, pero también muchísimo por aprender. Pero ya está respondiendo, por algo Pizzi lo citó.

—Si se diera la opción, ¿dirigiría la selección chilena?
—Uno está abierto a todo. Obviamente que preferiría la de mi país. Pero no dudaría en dirigir la de Chile, Paraguay, Colombia. Es lo máximo a lo que uno puede aspirar como técnico.

—Imagino que su sueño es volver a Boca.
—El tiempo dirá. Como quiero dirigir a Boca alguna vez, también quiero dirigir a Estudiantes, el equipo de mis inicios. Y como soy yo, de querer siempre más, ¿por qué no pensar en la selección argentina?
Palermo apunta alto. Y si bien no se apura, no niega que algún día espera dirigir a un grande de Europa. El Real Madrid, la Juventus, el Manchester United. Pero antes quiere hacer historia con Unión Española.

—Así cuando se vaya, en una de esas, le regalan un arco de Santa Laura.
—Sería lindo, aunque tendría que comprar un terreno nuevo. Así lo pongo frente a frente con el de La Bombonera —dice, dejando de jugar con los cierres del short, dando así por finalizada la conversación.

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