Por Patricio Jara Diciembre 30, 2016

Sabe que no hay una respuesta definitiva. A la hora de definir qué es guerrilla y qué es terrorismo, o más bien al momento de diferenciar los conceptos, Luis Felipe Silva, sociólogo de 34 años y autor de Vidas armadas. Cuarenta grupos guerrilleros y terroristas que cambiaron la historia, prefiere mejorar la pregunta antes que ofrecer una perorata: en qué momento y desde qué bando ideológico y moral intentamos comprender (y legitimar) ambos términos.

“El terrorismo es más una dinámica que una estructura”, precisa el autor en la introducción del volumen de 300 páginas y que aborda grupos germinados en todo el mundo desde la segunda mitad del siglo XX hasta hoy. “Generalmente, cuando pensamos en terrorismo solemos asociar el concepto a grupos o individuos que cometen actos criminales que buscan generar miedo o terror en sus enemigos”. Y complementa: “Guerrilla es una organización civil con fines ideológicos o religiosos que utiliza alguna forma de estructura militar para luchar por su objetivo desde la clandestinidad”.

“En el libro hay reseñados grupos como el MIR y el Frente Patriótico Manuel Rodríguez que, si yo no fuera chileno, no valdría la pena incluirlos pues su nivel de violencia fue muy pequeño, menos que básico. Quizás el MIR hizo más o algunos actos del FPMR pueden considerarse relevantes”.

Mientras escribía el libro, Silva terminaba su magíster en Relaciones Internacionales y pudo preguntarles a muchos expertos sobre las diferencias entre ambos términos, pero fue imposible llegar a una conclusión. Además, sumó otro concepto difícil de definir para las ciencias sociales modernas: el populismo. “Todo el mundo se trata de populista, todos hablamos de terrorismo, pero sólo sumamos definiciones”, dice.

Silva vivió cuatro años en México y se especializó en el estudio de grupos extremos. Su primer libro se tituló El fútbol y la guerra (2015), y prepara otro sobre las barras bravas en Chile. Trabajó en universidades del estado de Jalisco y como comentarista de TV. Fue entonces cuando comenzó a interesarse en el fenómeno que hoy lo ocupa.

“Allá conocí de cerca la violencia. Pese a que estaba en una zona tranquila, de todos modos se vive el miedo. El miedo original, por ejemplo, a que secuestraran a mi polola. Algo que acá en Chile jamás se me pasaría por la cabeza que pueda ocurrir. Allá hay una violencia civil, muy distinta a la que viene de algún ente del que uno podría esperarlo, como los aparatos de represión en una dictadura”.

—Como la diferencia entre violencia política y violencia narco.
—Claro. En este libro no toqué el narcotráfico porque me interesaban las motivaciones de la violencia a partir de ideales, no monetarias. El dinero siempre está presente, pero no sé si los grupos guerrilleros centroamericanos realmente pelean por dinero. Pelean por no ser tan pobres. Al final, todos los que se alzaron en armas consideraron que la institucionalidad en que vivían no les daba una forma de expresar su malestar.

Imagen LIBROOK—Tu libro está cruzado por la intimidación que genera la violencia.
—La intimidación es clave. En el mundo tenemos democracias por el miedo a las dictaduras. Todos odian la democracia, pero más odiamos a las dictaduras. Tenemos policías por miedo a matarnos entre nosotros. Mucha gente comienza a ir a la iglesia después de los 60 años porque intuye que pronto llegará su hora. El miedo a lo malo que nos pueda ocurrir define lo que somos como cultura.

—Pero la violencia siempre es relativa a nuestros intereses y eso genera doble estándar, ¿no?
—Sí, como cuando se pone al humanismo por debajo del idealismo: primero las ideas y luego las personas. El pinochetista acérrimo hace eso: primero habla de lo bueno que hizo la dictadura y luego admite que mató gente. Lo mismo un castrista duro.

—Revisando la historia de estos grupos, hay un elemento que influye bastante: las formas de violencia tienen que ver con la geografía.
—Sí, porque grupos insurgentes habrá siempre y en todos lados, pero la geografía es importante: están los territorios selváticos, útiles para las guerrillas porque permiten hacer mucho daño con poca gente y esconderse rápido. En el caso de Chile, la geografía no se presta para eso. Los grupos guerrilleros chilenos tuvieron ese problema. Somos un país muy vigilado. A diferencia de las selvas de Centroamérica, ¿qué se puede hacer en el desierto de Atacama? En el libro hay reseñados grupos como el MIR y el Frente Patriótico Manuel Rodríguez que, si yo no fuera chileno, no valdría la pena incluirlos pues su nivel de violencia fue muy pequeño, menos que básico. Quizás el MIR hizo más o algunos actos del FPMR pueden considerarse relevantes. En cualquier caso, me interesó incluirlos pues son una referencia para que el lector saque sus conclusiones en relación a los otros movimientos.

—El capítulo sobre el Ku Klux Klan en Estados Unidos inevitablemente será leído considerando la contingencia. Sobre todo por las razones que lo hicieron formar.
—El racismo en Estados Unidos es un invierno frío o un invierno seco, pero invierno igual. Es decir, está ahí, dormido o no. Y me interesó incluirlo en esta lista porque es una organización que genera terror. Si bien no es guerrillera como los centroamericanos o los asiáticos, sí genera intimidación y alarma con hechos concretos.

—Eso hoy es clave en las redes sociales. No sólo es propaganda, también es una advertencia, una demostración de fuerza o de hasta dónde pueden llegar.
—Es un arma que antes no existía. Están los videos que ha difundido el Estado Islámico. Aunque hoy se debate si es que algunos son trucados e incluso confeccionados por la CIA, existe mucho material que demuestra la preparación que tienen. Ellos buscan unir al mundo árabe contra un enemigo común, el que los hará crecer a todos convencidos. A diferencia de los grupos de Centroamérica que en los 70 lanzaban panfletos contra el imperialismo y el sistema capitalista en pueblos donde la gente apenas sabía leer... bueno, y por eso terminaron asociando todo a la Teología de la Liberación: el cristianismo como reflejo socialista y Jesús expulsando a los mercaderes del templo. La religión fue una manera efectiva de unir a la población, tal como terminó ocurriendo en el mundo árabe. Dejaron de mirar al imperialismo israelita y estadounidense... ahora son judíos y cristianos peleando contra musulmanes.

—¿Cuál fue el grupo más difícil de entender?
—En nuestro caso, desde Chile podemos tener más sintonía con los grupos que actuaron o actúan en el resto de América y de Europa, pues sus razones son, en general, políticas; con los grupos religiosos es similar: uno puede entender de dónde vienen sus ideas sin ser religioso. Pero con los africanos, como Boko Haram o Al-Shabaab, fue complicado pues viven en una sociedad diferente. Sus problemas son muy distintos... pero siempre hay una manera de entender. Incluso el peor de los violentos tiene una solución creativa que lo exculpa de sus pecados.

—La disonancia cognoscitiva: buscar la manera de justificarse y legitimar.
—Todos tienen una manera de explicar lo que hacen. Boko Haram y Al-Shabaab luchan por la educación, lo que puede ser loable, pero según nuestra mirada es una educación terrible, privativa con las mujeres, entre muchas otras restricciones. Los zapatistas son muy famosos en el mundo, pero han asesinado a cuatro o cinco personas en toda su historia, en cambio Boko Haram en cada atentado deja 100 o 200 muertos y es muy poco lo que sabemos de ellos.

—Todo tiene una forma de acomodar las cosas.
—Las guerras religiosas y la intervención norteamericana son eso. Desde nuestra mirada de sociedad católica vemos todo de manera más calmada. Nos cuesta pensar en una guerra religiosa porque somos o nos creemos más tranquilos y civilizados, pero desde el punto de vista de Medio Oriente, ellos ven a un grupo de cristianos asesinando a musulmanes. Es curioso el tema, pero abarca todos los ámbitos. Incluso el deportivo: cuando el Real Madrid hace sus giras por el mundo árabe, quita la cruz de su insignia. Y ninguna camiseta del club que se vende allá la tiene.

—Las conclusiones de tu libro son pesimistas. Pese a que dices que muchos grupos activos van a desaparecer.
—Sé que el Estado Islámico va a desaparecer sin que haya logrado el total de lo que se propuso, pero van a dejar un montón de escuelas detrás, pues los problemas de la región hasta ahora no tienen manera de solucionarse. No hay gobiernos fuertes, Estados Unidos sigue presente y nadie espera que Israel se vaya. Incluso los grupos más fuertes no piden eso sino que las cosas vuelvan a las fronteras que había antes de la guerra de 1967. Pero seguirán los grupos que verán en la religión una fuente para el éxito. Aunque el Estado Islámico fracase, dejaron un precedente mundial, incluso absorbiendo a Al Qaeda. Su objetivo es ser un ejército fuerte, capaz de defenderse en el desierto de manera efectiva. Además, saben que Trump no mandará tropas. Al menos en un primer momento y, si se decide a hacerlo, de seguro las cosas se pondrán peores.

—¿Y en Sudamérica?
—Debiéramos estar tranquilos. La vía democrática se ha asegurado bastante bien. Que Venezuela no haya presentado movimientos de guerrilla fuertes asegura que aprendimos la lección. Traté de buscar grupos armados venezolanos relevantes, pero todos son muy pequeños. Aunque sí han derivado al pandillismo.

—Son los “descolgados”, ¿no? Como las maras en El Salvador.
—Es la gente que queda fuera. Son los del “¿Y ahora qué?”. Se han vuelto expertos en armas. Dicen: “Terminó la guerra, pero mi ideología sigue y me quedé con las armas. Entonces voy a la calle”. En Chile eso no ocurrió porque el poderío del Ejército y la policía fue muy superior al de los movimientos armados. Y eso se ve en La Araucanía. ¿Hay allá guerrilla? No. Ni guerrilla ni terrorismo.

—Pese a la cobertura mediática.
—Mucha. Pero es porque somos un país muy nuevo e inocente al respecto. Lo que pasa con (la coordinadora) Arauco Malleco, si ocurriera en Centroamérica, sería como un grupo de vecinos que está enojado. Nada más.

—Y entonces volvemos a la pregunta inicial.
—Si el Ejército Libertador de los Andes existiera hoy, sería un grupo terrorista... o un grupo guerrillero, pero una vez logrado su objetivo y liberado el país, se transformaron en como se les recuerda: un ejército libertador. Y eso está cruzado por la ideología. Y por la moral.

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