Por Javier Rodríguez // Foto: José Miguel Méndez Diciembre 16, 2016

Dice Ernesto Samper (66 años, miembro del Partido Liberal Colombiano) que, en sus últimos meses en ejercicio, los presidentes sólo reciben malas noticias. El abogado colombiano, ex mandatario de Colombia entre 1994 y 1998, en uno de los puntos más álgidos de la lucha contra el narcotráfico, fue consciente de esto al visitar el lunes a la presidenta Michelle Bachelet en su calidad de secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
—Hicimos una revisión de dos temas que le interesan con respecto a Unasur. Uno es salud y el otro es el tema de la mujer. Ella fue la que incluyó el tema en un esfuerzo porque se mirara transversalmente en todos los consejos sectoriales. Le conté, también, que inauguramos un salón Pablo Neruda, que será el más importante de Unasur. Cosas gratas para un mandatario, que a estas alturas no le traen sino malas noticias — dice.

"Venezuela no es una dictadura. Tiene un Congreso y un presidente elegidos democráticamente e instituciones que funcionan".

Como representante de Unasur busca tocar temas regionales, pero no elude la política interna de su país. Menos cuando el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, acaba de ganar el Nobel de la Paz por sus “decididos esfuerzos” para poner fin al conflicto con las FARC.

—¿Qué opinión le merece la entrega del galardón? En Colombia ha generado polémica.
—Es un justo reconocimiento al sufrimiento que ha vivido el país por más de medio siglo. Para mí es un reconocimiento que se hace al presidente, pero que tenemos derecho a compartir todos los colombianos y especialmente las víctimas de la violencia.

—¿Hay autocrítica? Se dice que el plebiscito fue muy cercano a su anuncio, que hubo una sobreconfianza.
—Una de las principales fallas del proceso de paz de La Habana es que no se incorporó suficientemente a la sociedad civil. Al terminar la firma de los acuerdos, la gente estaba de acuerdo con la paz, pero no estaba de acuerdo en hacer ninguna concesión a las FARC.

—Si los colombianos no quieren hacer ninguna concesión a las FARC, ¿hay posibilidad de acuerdo?
—Con el tiempo los colombianos han ido entendiendo que la paz no es gratis. Lo que se firmó en La Habana es la paz negativa. La ausencia del enfrentamiento armado. La paz definitiva va a resultar cuando seamos capaces de construir una sociedad que pueda vivir en el postconflicto. Ahí es donde comienza el verdadero desafío. Y eso depende de la reconstrucción del tejido social y económico. La tarea que viene para Colombia es del tamaño de una catedral. Vamos a tener que aprender en dos o tres generaciones, aprender a solucionar nuestras diferencias sin recurrir a la violencia.

—¿Se puede decir que los colombianos votaron No a la paz?
—Sí, pero el No a la Paz en Colombia es muy parecido al No del brexit. Hoy es tremendamente peligroso llevar a decisión popular este tipo de procesos porque, como alguien decía, el No de los plebiscitos lo carga el diablo. La gente vota en contra, aunque no necesariamente en contra de los que votan Sí. La gente votó en contra de los impuestos, votó en contra de Santos, de las FARC, pero no votó contra la paz. Eso se vio claro con las encuestas posteriores en que la gente se declaraba arrepentida de haber votado No.

—En los últimos años la cultura popular colombiana ha estado asociada a James Rodríguez o a Shakira. Pero este año con Narcos hubo un revival de la cultura del narco. ¿Han perdido fuerza los carteles en Colombia?
—Ha perdido fuerza pero no ha desaparecido. Los grandes carteles que nos tocó combatir en los 90, de Cali y de Medellín, se han diseminado en muchos y dinámicos carteles.

—Mientras usted era presidente de Colombia, Bill Clinton le canceló el visado por no cooperar con la lucha contra el narcotráfico e, incluso, la Cámara Baja lo investigó por las acusaciones de que el Cartel de Cali financió su campaña presidencial. Su jefe de campaña y ex ministro, Fernando Botero Zea, terminó en prisión. ¿Todavía sostiene su inocencia?
—No sólo la sostengo yo, la sostiene la Corte Suprema de justicia, que estableció que estos dineros que habían entrado a mi campaña procedentes del narcotráfico habían sido usados, de alguna manera, por el gerente de mi campaña, Fernando Botero, para lavar pesos. Él recibió a escondidas los dineros del narcotráfico y los trasladó a sus cuentas haciendo un canje con los dineros que estaban entrando lícitamente a mi campaña. El Congreso me exoneró.

LOTERÍA SUDAMERICANA

— ¿Cree que los gobiernos sudamericanos están teniendo un giro a la derecha? Ganó Macri en Argentina, acá Piñera lidera las encuestas.
—Sin duda hay un cambio de signo, que creo que se explica por una verdad sencilla: cuando los gobiernos llevan determinado tiempo y las cosas comienzan a salir mal, la gente busca cambiarlos. La región vive una crisis económica muy profunda. Esa ha sido como la gran tragedia de los sudamericanos, porque jugamos a la lotería. Como tenemos una región tan rica, no nos hemos puesto la tarea de agregarle valor a esto o desarrollar actividades productivas que nos permitan salirnos de la dependencia de los precios de los productos básicos.

—Como líder de Unasur, ¿cómo evalúa el año de la región? Ha estado marcado por el impeachment a Dilma, la crisis en Venezuela. ¿Hay una crisis de legitimidad?
—Hay una crisis de gobernabilidad por la insurgencia de unos poderes fácticos, de lo cual es buena expresión lo que pasó en Brasil. Hay unos poderes fácticos que son actores políticos que están haciendo política sin responsabilidad política. Me refiero a algunos grupos comunicacionales, ciertos grupos económicos, jueces y fiscales que están convertidos en estrellas mediáticas, organizaciones no gubernamentales y ciertas redes que, de alguna manera, están creando condiciones de ingobernabilidad.

—¿No es sano para una democracia el empoderamiento de estos actores?
—No es sano mientras no tengan una responsabilidad política, porque además ellos están actuando en el campo que les ha dejado la crisis de los partidos. El telón de fondo de las dificultades de gobernabilidad que tiene en este momento la región son los partidos que ya no representan a los electores, que están clientelizados por cuenta de su relación con el gobierno y que han sido objeto de la corrupción. De tal manera que con unos partidos débiles que deberían ser los representantes auténticos de los intereses populares, hay otros sectores y actores que han asumido esta representación y que están causando estragos porque esa representación la hacen en función de sus propios intereses, no en función a la democracia.

— ¿Cuál es su posición sobre Venezuela?
—Creo que Venezuela está en dificultades serias, pero considero que estas tienen un origen bastante parecido al que está afectando otros países, que es la crisis del petróleo. La crisis del petróleo le quitó gran posibilidad de acción, especialmente en los temas sociales que eran en los los cuales se apoyaba la legitimidad de la revolución bolivariana. Creo que tienen condiciones para salir adelante si hace dos cosas: si nivelan la cancha de la democracia a través del diálogo con la oposición y si hace unos ajustes económicos fundamentales para unificar la tasa cambiaria para trasladarles los subsidios a las personas, focalizarlos en las personas, y subir los precios de la energía para refinanciar el tema fiscal.

—¿Lo ve posible en el gobierno de Maduro?
—Pienso que él ha venido haciendo ajustes importantes. Aceptó sentarse a la mesa de diálogo. Se han venido haciendo concesiones puntuales como la elección de miembros del Consejo Nacional Electoral, la elección de los diputados del Amazonas que le darían la mayoría a la asamblea. Maduro aceptó los resultados electorales que le dieron el 70% de la asamblea a la oposición. Si Venezuela logra estabilizar su economía, estabilizara su política.

—¿Concuerda con quienes dicen que hoy Venezuela vive sumida en una dictadura?
—Por supuesto que Venezuela no es una dictadura. Existen las dificultades propias de la concentración del poder durante muchos años, no sólo en Venezuela sino también en otros países donde la reelección sucesiva de los presidentes terminó concentrando los poderes. Pero Venezuela tiene un Congreso y un presidente elegidos democráticamente e instituciones que funcionan.

—¿Cómo puede afectar el triunfo de Donald Trump a los países sudamericanos?
—Muchísimo. Por cuenta de la política de Estados Unidos apoyamos la lucha contra el narcotráfico, la lucha contra los comunistas, la lucha contra los terroristas. Y ahora nosotros somos los terroristas, los traficantes, porque la pelea de Trump es para sacar a los latinos que les están quitando trabajo a los estadounidenses, impedir que lleguen nuestros productos porque les hacen competencia a los locales. El triunfo de Donald Trump va a unir a América Latina.

NI SUIZA NI ÁFRICA

—Acá en Chile se vislumbran como candidatos presidenciales Ricardo Lagos y Sebastián Piñera. ¿Qué opinión le merece cuando hay una ciudadanía absolutamente disconforme con la clase política?
—Creo que el desafío de ellos es demostrar que no solamente tienen capacidad de renovar el mensaje, sino de renovar el mensajero. Tienen que lograr demostrar otras maneras de hacer y entender la política. Las personas que menciona tienen la capacidad de hacerlo, particularmente Lagos, que es mi amigo. No necesariamente los cambios políticos son cambios de caras.

—¿Ha podido conversar con Lagos?
—Hablo con él con cierta frecuencia. No hemos hablado de sus temas de político, pero me encantaría poder hacerlo. Está en campaña.

—Chile se veía a sí mismo como el jaguar de Sudamérica. Jorge Lanatta dice que nos despertamos y nos dimos cuenta de que no éramos Suiza. ¿Está de acuerdo?
—No es Suiza, pero tampoco una dictadura africana. Es un país que ha trabajado una política independiente como resultado de su propio aislamiento geográfico. Es una pieza distinta en el engranaje de la integración.

— ¿Incómoda?
— No. Juega su política de una apertura multiregional que es válida. Estoy contento con el aporte a Unasur de Chile. Es un aporte constructivo y a los países hay que juzgarlos por sus resultados. Desde el punto de vista de la internacionalización, Chile está en los primeros lugares de América Latina. Y eso es lo que cuenta.

Relacionados