Por M. Cecilia González Diciembre 23, 2016

Dos jóvenes miran el cubo rojo que se alza frente a la playa. Lo rodean con cara de no entender mucho, hasta que uno toma la iniciativa y se mete en su interior. Desde adentro, la perspectiva cambia: es un marco, desde donde se puede mirar el mar. Se sienta, se queda ahí un rato, mientras la gente pasa al lado suyo trotando o practica yoga sobre la playa una mañana fría de diciembre. Esta escultura del artista visual Patrick Steeger no está ni en Buenos Aires ni en la galería de Patricia Ready. Está en la playa de El Durazno, en Quintero, una comuna acostumbrada a hacer noticia por la contaminación y los derrames de petróleo, pero que gracias a una alianza entre la municipalidad y GNL Quintero, la primera planta de reserva de gas natural licuado de Chile, está cambiando poco a poco de cara.

Así como este cubo, en los últimos cinco años Quintero se ha ido llenando de rincones que buscan recuperar la gloria que gozó el balneario durante la primera mitad del siglo XX. Escaleras con mosaicos, miradores hechos a medida para que los surfistas observen las olas, nuevos restaurantes en las caletas de pescadores. Y es sólo el principio. A través del programa Quintero Vive, la idea es volver a impulsar el turismo en uno de los lugares más olvidados de la Quinta Región.

Cuestión de confianza

Cuando GNL Quintero se instaló en 2009, no los recibieron con los brazos abiertos. Pese a que estaban cumpliendo con el mandato que Ricardo Lagos le había dado a la ENAP en 2005, luego de que Argentina cortara con el suministro de gas natural, los quinteranos salieron a protestar con banderas negras frente al muelle de casi dos kilómetros que se erige sobre la costa.

El enojo era entendible. Desde que Codelco instaló, en 1964, su fundición de cobre en Ventanas, la localidad que colinda con Quintero y que comparte la misma bahía, hasta la fecha se han instalado 19 industrias del área de la minería y la energía en la zona, las que por casi 30 años operaron prácticamente sin ningún tipo de fiscalización. Cuando se comenzaron a promulgar las primeras normas medioambientales en los 90, el daño ya era demasiado grande. En 1993 el eje Puchuncaví-Quintero fue declarado la primera zona de saturación ambiental en Chile, condición que le han vuelto a otorgar dos veces, la última en 2015.
La contaminación afectó el aire, el suelo y la tierra en las zonas aledañas al barrio industrial. Se murieron los peces, la lluvia ácida dejó inutilizable campos de cultivo, y el turismo, que incluso había visto cierta alcurnia de la mano de la familia Cousiño, que a fines del siglo XIX soñaba con hacer de Quintero un gran polo industrial y turístico, comenzó a desaparecer.

Pese a que 1/5 de la energía del SIC se produce en Quintero, en la ciudad las necesidades abundan. Además de la falta de agua potable y alcantarillado, hay sectores que nunca han sido pavimentados.

—Las plantas se empezaron a morir porque caía el polvillo de las termoeléctricas de carbón por todos lados. Había que dejar las ventanas cerradas para no ahogarse —recuerda Olga Reyes, profesora jubilada que nació en Quintero y ha vivido casi 70 años ahí.
En GNL Quintero se propusieron volver a ganar la confianza. Los motivos, dicen ellos, son más profundos que lo que se entiende normalmente como responsabilidad social empresarial: si iban a ser vecinos, querían cambiar su relación con la comunidad, para que todos salieran favorecidos.

—La pregunta es si hoy es posible seguir haciendo empresa como se hacía antes, a lo Milton Friedman. Ese modelo está en cuestionamiento. Si uno está en una comunidad con las características de Quintero y ves que no tienen las capacidades técnicas para presentar buenos proyectos, pero tú tienes acceso a todos los recursos, poner ese bagaje en la problemática local puede hacer una gran diferencia —dice Alfonso Salinas, gerente de sustentabilidad de GNL Quintero.
Para acercarse a las personas, comenzaron a entregar fondos concursables. La gente les pedía la plata para arreglar los techos de las sedes de las juntas de vecinos, o sets de ollas para los clubes del barrio. Era un buen primer paso, pero ellos tenían ganas de hacer cosas más ambiciosas.
La pieza que les faltaba llegó el 10 de octubre de 2012, cuando Mauricio Carrasco, candidato independiente apoyado por la DC, fue elegido alcalde.

El esplendor del pasado

Antes que él, los alcaldes de Quintero se habían caracterizado por no tener la mejor relación con el barrio industrial, que se extiende a la derecha de Loncura. Pero Carrasco llegó con un enfoque distinto: quería acercarse a él para ver si era posible construir, en conjunto, un plan de inversiones y desarrollo.

—Como quinterano, a mí me hubiese gustado una versión distinta de Quintero, pero el lineamiento que dio el Estado fue otro. Hoy ya está instalado el barrio industrial, ahora hay que trabajar para que no lleguen nuevas empresas y para que las que están cumplan la normativa. Estoy convencido de que es posible recuperar la bahía —afirma el alcalde, que este año fue reelegido como séptima mayoría nacional.
Alfonso Salinas y Felipe Manríquez, el equipo de sustentabilidad de GNL Quintero, se acercaron a conversar con él. Decidieron trabajar en conjunto, aprovechando los recursos y la experiencia de la empresa.

El proceso se fue dando de manera natural. Además de los fondos concursables —que a la fecha han entregado $ 350 millones—, uno de los grandes proyectos de GNL Quintero fue la construcción del borde costero, un paseo peatonal que une el centro de la ciudad con Loncura, y que era una de las deudas históricas en temas de infraestructura. Si bien se trataba de una compensación que les exigía la RCA, bastaba con construir una vereda. Pero ellos quisieron hacer algo mucho más grande que eso. Contrataron al arquitecto David Jolly, quien diseñó el paseo donde hoy se encuentra el cubo de Patrick Steeger, además de una ciclovía, un skate park y un parque de juegos que asemeja un barco hundido. Y aunque les costó 5 años y una inversión de US$ 6,5 millones sacar el proyecto adelante, se volvieron expertos en tramitar obras de este tipo.

Por eso, era evidente que si lo que se buscaba era hacer una alianza fructífera entre la empresa y la municipalidad, la recuperación urbana era un buen campo de batalla. Como la península de Quintero no es tan grande, hacer un esfuerzo sistemático y profesional para ordenar los espacios públicos podía provocar una diferencia notoria. Esa fue la lógica detrás de Quintero Vive, el programa que agrupa 20 proyectos que van a intervenir desde el acceso a Quintero, hasta su municipalidad, caletas y multicanchas.

La decisión, sin embargo, no fue fácil. Pese a que 1/5 de la energía del SIC se produce en Quintero, en la ciudad las necesidades abundan. Además de la falta de agua potable y alcantarillado, hay sectores que nunca han sido pavimentados y por la escasez de doctores, los quinteranos tienen que viajar hasta el hospital Gustavo Fricke, en Viña del Mar, para atenderse.

—No vamos a resolver el tema de salud ni el tema de educación con una empresa. En cambio, la línea de recuperación de espacios públicos era algo accesible y que podíamos lograr en un tiempo relativamente corto —explica el alcalde.
La apuesta, entonces fue, recomponer el autoestima de los quinteranos, y aunque a algunos les pueda parecer una tarea superflua, al final lo que se pretende es aumentar el PIB de la ciudad.

070616_8117.jpgEscepticismo local

De los 20 proyectos, hasta el momento cuatro ya están terminados: el borde costero, el Centro Cívico de Loncura, la feria libre de Quintero y la recuperación de la ex estación de Ferrocarriles, una casona roja en la plaza principal de la ciudad que hoy funciona como la Casa de la Cultura. El Centro Cívico de Quintero, que fue diseñado por el arquitecto Sebastián Irarrázabal, y el nuevo Parque Municipal ya están listos para comenzar a ser construidos. Mientras que otros proyectos, como el nuevo terminal de buses de Quintero, la unificación de las fachadas de los locales comerciales del centro de la ciudad y la construcción de un parque en los sitios baldíos que dejó la línea del tren, avanzan a buen paso.

Las claves detrás del éxito son dos. Siempre se apunta a tener los estándares más altos, con arquitectos de renombre, como Felipe Burguño y el ya mencionado Sebastián Irarrázabal. Para capacitar a quienes están a cargo de los nuevos restaurantes, se organizó un evento donde los chefs Ciro Watanabe y Cristián Correa, entre otros, enseñaron a preparar platos gourmet en base a jibia, el producto estrella de la bahía. Y para fundar una escuela de buceo recurrieron a Mery Salazar, ex campeona nacional de este deporte. Pero sobre todo, ha sido fundamental que el equipo de GNL Quintero esté dedicado exclusivamente a sacar adelante estos proyectos, lo que ha permitido obtener permisos que se pueden demorar tres años en la mitad del tiempo.

En septiembre ya se había ejecutado el 40% de lo planificado, con una inversión de $ 10 mil millones. El financiamiento, sin embargo, proviene de distintos lugares. GNL Quintero financió el borde costero y el desarrollo de varios proyectos, como la feria libre y los centros cívicos. Para la ejecución, en cambio, han recurrido a fondos de distintas instituciones, como el Minvu y la Corfo. Además, una de las cosas que más valoran desde la municipalidad es que muchas otras empresas se han sumado a los esfuerzos. Por ejemplo, Gasmar y Oxiquim colaboraron en la remodelación de la Casa de la Cultura; AES Gener está financiado el Parque Municipal; ENAP está construyendo una piscina terapéutica; y Copec está instalando canchas sintéticas.

El escepticismo, sin embargo, no se ha ido del todo. Quienes critican el proyecto alegan que el foco esté puesto en las zonas urbanas, dejando de lado los sectores rurales que son los más pobres.

—¿Cómo va a cambiar la postal de Quintero si en la playa siguen instaladas todas las industrias? Dejando de lado la contaminación, las estructuras de las fábricas permanentemente afectan nuestra vista, nuestra forma de respirar— dice Joshua Cadima, músico y ex vocero del movimiento Salvemos Quintero.
No obstante, los resultados hasta el momento han sido alentadores. A la orilla del borde costero se instalaron quioscos de helado, preparándose para el verano que busca repetir el éxito que vivió el año pasado, cuando la playa por primera vez se llenó de bote a bote, mucho más allá de la cabaña roja que históricamente había marcado el límite imaginario donde empezaba el barrio industrial.

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