Por Rodrigo Vergara Octubre 28, 2016

—¿Se siente un hombre poderoso?
—No. Me siento con una tremenda responsabilidad, pero no poderoso.

Al fiscal nacional, Jorge Abbott (69), su origen de inglés y porteño lo alcanza casi con cada gesto. Como por ejemplo cuando pide té con unas gotas de leche, tal como lo tomaba el primer Abbott que llegó a Valparaíso proveniente de Calcuta en 1840, Eduardo Abbott Fleurie, uno de los primeros dueños de la fatídica mina San José en Copiapó. También se nota en su forma de hablar pausada y su carácter apático que no lo traiciona, incluso, cuando las preguntas de esta entrevista no le agradan o le cansan porque las considera majaderas, reiterativas o injustas. Abbott es un caballero de corte inglés. Mesurado. Y se esfuerza por no mostrarse como un poderoso, el más influyente del sistema judicial chileno. Hay algo de pudor en sus palabras que, por cierto, cuida y resguarda como, según él, se deben resguardar las investigaciones que llevan los fiscales que están a su cargo. Y el pudor, al parecer, también viene de familia.

“Mi abuela siempre sostenía que más importante que tener dinero o poder era saber disimularlo”, explica a pocas semanas de cumplir un año en el cargo.

Por lo mismo, asume como un reconocimiento a la institución que dirige el posicionamiento que consigue. Pese a que su antecesor, Sabas Chahuán, no resultó ser el más influyente o poderoso en el mismo ejercicio realizado por Qué Pasa y Cadem el año pasado. Más aún en un año que a todas luces ha sido complicado. En el que los conflictos y las decisiones controversiales lo han hecho quedar, mediáticamente, como alguien que operaría en favor del poder.

—¿Le hacía ruido el protagonismo de Sabas Chahuán, quien asumió personalmente las causas políticas?
—Para nada. Sabas Chahuán tiene una personalidad especial. Es un hombre extrovertido y creo que tiene que ver con su personalidad que es distinta a la mía. Yo no tengo la sangre árabe de Sabas. Yo más bien tengo esa cosa medio flemática de los ingleses.

—¿Cree que su personalidad flemática, como usted dice, le ha jugado en contra por no aparecer un fiscal enérgico sobre todo en estos delitos de “cuello blanco”?
—A mí lo que me puede complicar es aparecer como un fiscal que no está haciendo su trabajo y el trabajo es dirigir una institución que tiene obligaciones legales y constitucionales que se deben cumplir.

—Pero se asocia que la Fiscalía ha operado con los políticos y en favor de los poderosos.
—Pero los hechos demuestran lo contrario, porque se han ido desarrollando las investigaciones con normalidad y se han ido afectando intereses importantes de personas importantes. Creo que todo esto nace del proceso de elección de fiscal nacional donde se creó un mito, se creó una historia. Y la prensa, o parte de la prensa, creó una historia y la prensa, desgraciadamente, cuando es una buena historia no la arruina con la verdad. Muchos no están dispuestos a matar una buena historia con la verdad. Y todo lo que se ha construido a partir del proceso de elección de fiscal nacional ha sido un constructo a partir de premisas falsas.

—Se refiere específicamente a que usted, para ser elegido, acordó ciertos niveles de impunidad con los políticos…
—Sí. Yo le puedo decir que había un acuerdo entre el Ejecutivo y el Senado que, para evitar que ocurriera lo del contralor (el rechazo en el Senado a Enrique Rajevic, el candidato propuesto por La Moneda), fuera el Senado el que le indicara al Poder Ejecutivo sobre qué personas tendrían ellos disponibilidad para ratificar como fiscal nacional y ellos dieron dos nombres, entre los cuales no estaba yo. Y la presidenta me elige a mí y eso provoca una molestia enorme en el Congreso.

—¿Usted cree que el proceso de elección de fiscal nacional es sano?
—No. No fue un buen proceso y eso nos ha pasado la cuenta durante todo este año. No se llevó a cabo de buena forma. Hubo acciones y actuaciones que yo creo contaminaron el proceso y hemos pagado el costo. Por ejemplo, le puedo decir que yo no hablé con ningún ministro de la Corte Suprema en el proceso de selección (los supremos eligen una quina del universo de postulantes para enviar a la presidenta, quien elige uno que debe ser ratificado por los senadores). Con ninguno.

—Pero usted era el favorito de Sabas Chahuán, ¿no era ese ya bastante apoyo?
—Él pensaba que dentro de las personas que postulaban yo era la más adecuada, pero nunca le pedí yo a él que me apoyara.
—¿Hay algún tipo de autocrítica por decisiones que, con el tiempo, pueden interpretarse como erróneas, como por ejemplo, abrir un sumario al fiscal Emiliano Arias luego de dar una entrevista en La Tercera?
—El sumario que se ordenó abrir tenía como objeto establecer si es que existía alguna infracción reglamentaria luego de dar la entrevista. Y, en definitiva, el fiscal a cargo del sumario, Andrés Montes, llegó a la conclusión de que no había ninguna infracción administrativa y que sí había algunos reproches que se debían formular en las evaluaciones.

—¿No considera que fue un error abrirle un sumario, tomando en cuenta los efectos que eso generó?
—Yo no puedo medir los actos por los efectos que estos produzcan a continuación. Yo tengo que medir los actos en función de la realidad y de mi convicción respecto del cumplimiento de mi obligación. Y en ese minuto yo estimé que era necesario abrir una investigación para ver si existía o no una infracción reglamentaria. Que eso haya provocado que el fiscal haya ejercido un derecho y haya recurrido de protección a la Corte, está dentro de su derecho y él ejerció su potestad y yo ejercí la mía.

—Lo digo, porque usted aparece sacando a un fiscal que estaba investigando a fondo y que estaba llegando a resultados con los políticos.
—Mi obligación es que quienes estén a cargo de las investigaciones sean personas que cumplan absoluta y cabalmente con las obligaciones que ya he indicado. Con el principio de objetividad y el principio de legalidad, y si no se cumple cabal y absolutamente con esos principios, yo puedo determinar que las investigaciones sigan a cargo de otras personas.
—¿Tiene fiscales rebeldes dentro de su equipo de regionales?
—Para nada. Los fiscales son personas que expresan su opinión a través de las instancias formales en el Ministerio Público, como lo es el consejo o directamente conmigo, y yo no he tenido manifestaciones de esa naturaleza.

—Se habló incluso de que había fiscales regionales que buscaban su cargo, ya que usted renunciaría pronto.
—Esto, de verdad, lo encuentro fantástico. Aquí hay una mitología que es notable. Esto de que yo vaya a renunciar. Eso tiene que estar en la imaginación de alguien y empezó a aparecer en los medios y no tiene ningún correlato con la realidad. Ninguno. Jamás he pensado en renunciar y eso apareció como un hecho.

—Pero no se puede negar que el rumor fue potenciado por su problema de salud (cardíaco) que lo tuvo un mes fuera a principios de su gestión.
—Está bien que me digan que me voy a morir (ríe), pero es una especulación porque tengo un problema al corazón, pero que yo vaya a renunciar… es otra cosa. Me parece que se va creando un mito y se van creando verdades que no son. Volvamos atrás al tema de la elección de fiscal. Cuando asumo, lo primero que hago es entregar todas las causas políticas a los fiscales regionales con el objeto de disipar cualquier duda de que había un compromiso de manejar esas causas y sólo me quedo con la causa de Corpesca, porque la estaba llevando la fiscal Ximena Chong en términos ejemplares y no era necesario que yo participara directamente y esperé a designar a un nuevo fiscal regional (Arias) para que se hiciera cargo. Me desvinculé absolutamente de las causas y eso es un claro gesto para señalar que no iba a tener ninguna intervención personal.

—¿Usted cree que la imagen de que opera con el poder es permanente?
—Creo que con el correr de los acontecimientos esa duda se ha disipado.

—¿Usted cree? Pese a que usted mismo dice que aparecen mitos en la prensa que se han perpetuado y esos mitos, a la larga, son perjudiciales para la Fiscalía.
—Creo que es un sector muy pequeño.

—Pero los discursos crean realidades, y se ha escrito mucho y se ha hablado mucho de eso. Pareciera estar establecido que es así. Aparte, usted mismo se declara como una persona republicana y respetuosa de las instituciones.
— Hay que distinguir. Una cosa es la responsabilidad personal, que es lo que corresponde investigar y perseguir, y otra son las instituciones. Es decir, si hay malos congresistas, yo no puedo atacar al Congreso. No corresponde. Lo que corresponde es que las personas individuales que hayan cometido hechos ilícitos sean perseguidas, pero pasar de eso a cuestionar e impugnar a las instituciones fundamentales de la República me parece que es un paso que uno no puede dar.

— Es complejo, sobre todo cuando hay instituciones de la República tan importantes, como la misma Presidencia, que se han visto, de alguna manera, salpicadas por investigaciones. Me refiero, en específico, al caso Caval, donde la presidenta ha declarado como testigo.
—Pero no es la Presidencia.

—Pero la presidenta es la Presidencia… una institución en sí misma.
—Es una persona que ejerce una función. Es como el fiscal nacional que es una persona. Si el día de mañana yo cometo un delito, yo espero que me persigan a mí y no al Ministerio Público.

—Pero es difícil separar al fiscal nacional del Ministerio Público.
—Pero por qué ha de ser responsable una institución, que es un ente ficticio, de los hechos que son responsables sus miembros…

—¿Estas causas políticas han eclipsado el legado que usted desea plasmar en la Fiscalía? Acaba de lanzar un proyecto de análisis delictual que ataca lo que se cree es la gran deuda del sistema en Chile, los delitos contra la propiedad, y a nadie pareciera importarle…
—Lo que pasa es que los medios han estado preocupados de esas causas, pero el Ministerio Público ha seguido trabajando exactamente igual. Yo he recorrido parte importante del país y el Ministerio Público sigue trabajando igual. Con el compromiso de siempre. Estamos desarrollando una serie de programas, planes y proyectos que se invisibilizan con estas causas que tienen un interés mediático mayor.

—¿Hay una tendencia en Chile a penalizar todo lo que sucede?
—Creo que hay una tendencia a buscar en todos los hechos que aparecen como irregulares la comisión de un delito y llegan al Ministerio Público denuncias que terminan, muchas de ellas, desechadas. Efectivamente, hay una tendencia a penalizar las conductas que parecen irregulares y que son, muchas veces, infracciones de carácter administrativo o que no son dolosas o culposas.

—¿Y eso es sano para el sistema?
—Nos genera más trabajo y también genera expectativas en la población en el sentido de que va a haber algún reproche penal y cuando ese reproche penal no llega porque los hechos no son constitutivos de delitos, hay cierta decepción de la ciudadanía.

—¿Cómo evalúa usted este año de gestión en el cargo?
—Ha sido extraordinariamente productivo en términos de que hemos ido avanzando fuertemente en proyectos que son importantísimos para el Ministerio Público.

—¿Cómo le gustaría ser recordado o por qué cree usted que va a ser recordada su gestión?
—Yo quisiera ser recordado como un fiscal que hizo bien su trabajo. Honesto y trabajador. Y que cambió el eje de interés del Ministerio Público hacia las víctimas y que mejoró la eficacia de la persecución penal.

—Las unidades de análisis estarán operativas en todo Chile en 2018, ¿usted cree que impactará en la victimización?
—Lo que esperamos con esas unidades es poder apuntar a bandas criminales y delincuentes prolíficos. Y pensamos que, si somos eficaces en ese tipo de investigaciones, en algún momento debería impactar en la comunidad. Debería impactar en las cifras, pero no sé cuán significativamente.

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