Por Javier Rodríguez // Foto: Diego Giudice / Archivolatino Septiembre 9, 2016

Hace poco más de un año, el argentino Jorge Lanata (55) entró a la historia de la medicina latinoamericana al convertirse en el primer paciente del subcontinente en recibir un trasplante cruzado de riñón. La inédita operación necesitó de una autorización judicial que permitiera a un joven donar su órgano al periodista cuya mujer, por su parte, le dio uno de los suyos al joven. El tema generó un amplio debate al otro lado de la cordillera, que el mismo Lanata impulsó con la idea de que se legislara al respecto.

“Como la mayoría de las cosas en Argentina, no pasó de la mera discusión”, dice Lanata desde Buenos Aires, ciudad a la que volvió luego de cuatro meses residiendo en Miami, donde le fue imposible desconectarse de su país natal. “No dejé de hacer radio un solo día, por lo que no lo viví como estar fuera”, explica. Para lo que sí tuvo tiempo, dice, fue para explorar su obsesión con las formas. Se entusiasmó con el estudio de las artes plásticas, convirtiéndose en coleccionista de obras, entre las que se cuentan piezas de la chilena Matilde Pérez.

Esa obsesión por la forma —para él tan importante como el mensaje— es la que lo ha llevado a ser nominado al premio Emmy Internacional por su especial “La ruta del dinero K”, de su programa Periodismo para Todos, cuyo nombre hace alusión a Fútbol para Todos, programa gubernamental que significó la compra de los derechos de transmisión de los partidos del fútbol argentino, donde el gobierno de Cristina Kirchner programaba los partidos de River Plate y Boca Juniors a la misma hora que el programa de Lanata. Fue en ese especial donde dio cuenta de los fondos que los gobiernos de Néstor Kirchner y de su esposa y sucesora, Cristina Fernández, supuestamente obtuvieron de manera irregular y movilizaron a distintos puntos, incluido un monasterio en las afueras de Buenos Aires.

Este 22 de noviembre llega a Chile como invitado estelar del encuentro “La corrupción como erosión de la democracia. Periodismo de investigación”, donde será acompañado por Mónica González y Patricio Fernández, directores de Ciper y The Clinic, respectivamente.

—La charla que viene a dar habla del daño que la corrupción le hace a la democracia. Luego del término del mandato de Cristina Fernández, del que fue opositor, ¿cree que Argentina empieza a sanarse?
—El problema de corrupción no se le puede adjudicar a un solo gobierno. Es algo que responde a la historia de cada país y al concepto de cómo ve la ley, de qué rol juega el Estado. La época del kirchnerismo fue lejos la más corrupta en la historia de la Argentina, porque desarrolló un tipo de corrupción muy particular.

"Cuando la corrupción está acompañada de la impunidad, que fue lo que pasó durante los 12 años del kirchnerismo aquí, ahí están en un problema. Hoy la justicia chilena está ante la posibilidad histórica de ver cómo conducirse y de qué resultados van a proponer"

—¿En qué sentido?
—En la época de Menem, su gobierno simplemente pedía coimas a las empresas. Durante la época de los Kirchner, los tipos participaban de la propiedad de las mismas, lo cual creaba un aparato mucho más estable de recaudación. Ellos tenían el 5% de tal autopista o el 10% de tal ruta, y así. Entonces, todos los meses pasaban a cobrar. Esto les generó mucho más dinero y les dio una estabilidad en la corrupción mucho mayor.

—¿Se institucionalizó la corrupción?
—Sí, y hay muchos países donde funciona así. Lo que pasó en Brasil o lo que está pasando en Chile también son sistemas que funcionan de manera autónoma, donde todos los actores participan de él. En Brasil se vio claro con el caso de Petrobras.

—Dilma ha calificado el impeachment que la sacó de la presidencia de golpe de Estado.
—No estoy de acuerdo con la tesis del golpe de Estado, porque esto se resolvió institucionalmente. Lo que pasó en Brasil fue una prueba para la democracia brasileña, que mostró que podía funcionar aun en una crisis casi terminal. Eso no tiene nada que ver con el hecho de que quienes hayan juzgado a Dilma hayan sido tan delincuentes como los del oficialismo. Estamos hablando de funcionarios que estaban cumpliendo con su rol. Si después los tipos son culpables de otra cosa, habrá que juzgarlos por eso.

—Incluye a Chile en su análisis.
—Tengo la sensación de que Chile un día despertó y se dio cuenta de que no era Suiza. Y es una buena prueba para ustedes. La corrupción nunca se va a poder erradicar de un modo completo. El problema es cómo funciona la justicia. Si la justicia condena o no. Cuando la corrupción está acompañada de la impunidad, que fue lo que pasó durante los 12 años del kirchnerismo aquí, ahí están en un problema. Hoy la justicia chilena está ante la posibilidad histórica de ver cómo conducirse y de qué resultados van a proponer.

La juventud maravillosa

—En distintas ocasiones ha hablado de la necesidad de renovación de la centroizquierda latinoamericana. Acá en Chile, Ricardo Lagos recién anunció que estaba dispuesto a volver a ser candidato.
—Si lo que estamos pidiendo es renovación, Lagos no va por ese camino. Hasta por una cuestión de edad. Estoy en contra de las repeticiones en cualquier cargo. Creo que desde el concejal al presidente, la gente tiene que estar cuatro años y luego irse a su casa. Porque si siempre trabajaron para el Estado, eso facilita el tema de la corrupción, terminan volviéndose una casta.

"Acá antes de las querellas hay una audiencia de conciliación, pero como ni Cristina ni yo queremos conciliarnos, probablemente vayamos a juicio.  Una vez estando en juicio, pediré que le hagan una pericia psiquiátrica"

—También está el tema ideológico. Lagos es parte de un grupo de socialistas que en los 90 lograron convivir con el capitalismo. Usted ha dicho que esa fórmula se gastó.
—Eso es parte de un problema global. La filosofía se quedó atrás de la tecnología, que avanzó muchísimo más que el pensamiento que la sostiene. Esto no es tan teórico. Por ejemplo, la aparición de iTunes y Spotify es una solución comercial al problema de las bajas ventas de discos. Eso ha redefinido filosóficamente el concepto de propiedad porque dónde está la propiedad, ¿en el que la usa o en el que la tiene? Lo que pasó en la filosofía, pasó en la política. Hoy no hay una izquierda que esté de acuerdo con la tecnología. Y a la derecha le pasa lo mismo. No hay respuestas políticas a problemas concretos que ya están sucediendo.

—Siguiendo esa línea, habla de la necesidad de la intelectualidad latinoamericana de izquierda de los 60 y 70 de hacer una autocrítica. ¿Es respecto a este tema, también?
—Es respecto a todo. A nosotros, en Argentina, la generación del 70 nos cagó la vida y nos enfermó la cabeza durante décadas. Se sienten acreedores morales.

—¿Quiénes son esos intelectuales?
—Acá hablo de los tipos que validaron la violencia política, el discurso apologético de la guerrilla, de lo que acá llaman la Juventud Maravillosa (N. de la R.: también llamada Juventud Peronista, de la que nacen movimientos como La Cámpora). Nos mintieron. Estar en Cuba no era como ellos decían. Es una generación que nos jodió mucho. No he escuchado de su lado una autocrítica.

—¿Qué referentes internacionales de esa generación siguen vigentes?
—Neruda fue uno. Yo lo digo con dolor, pero es cierto que su peor literatura es la política. Si leo hoy su “Oda a Stalin me da tristeza”.

Cambio de paradigma

Lanata dice que aún no terminamos de comprender qué es internet. Es una pregunta que lo obsesiona y que desde hace un tiempo intenta contestarse a través de la creación de Ducto, un sitio web de noticias que va de a poco construyendo, a la vez que escribe y reportea los capítulos de una serie documental que prepara con el destacado director argentino Juan José Campanella (El secreto de sus ojos) sobre la década de los 70 en Argentina, que se estrenará el próximo año.

“Tratamos internet como si fuera un complemento de los medios y no lo es. Es un medio en sí mismo. Hay que reinventar los diarios, la radio, la televisión, las revistas. Porque lo que va a prevalecer va a ser la web. Esto significa un cambio de todo tipo. No solo formal, sino también de sintaxis. Hay que rediscutir cada sección, qué es lo que queremos contar”, explica.

—Las redes sociales y la cobertura de los medios han hecho que los políticos parezcan menos intocables que antes, pero tampoco tanto. A usted, Cristina Fernández lo tiene amenazado con una querella por difamación. ¿En qué está eso?
—Bueno, acá antes de las querellas está la audiencia de conciliación, pero como ni Cristina ni yo queremos conciliarnos, probablemente vayamos a juicio. Una vez estando en juicio pediré que le hagan una pericia psiquiátrica.

—¿Por qué?
—Porque creo que es una persona que está desequilibrada. Pero no desde ahora, lo que pasa es que nadie lo dice porque a todo el mundo le da miedo.

— Muchos medios escritos discuten su paso de impreso a digital, pero más que por un criterio periodístico, por reducción de gastos.
—No sirve pasar a digital lo mismo que tienes en papel. No es esa la idea. Lo del papel ya no funciona porque es viejo el papel y porque la manera de comunicar en papel ya fue, es una cuestión generacional. A lo mejor, las notas no tienen que tener 10 mil caracteres, quizás tienen que tener 500 en un soporte, luego cuatro minutos en audio y tantos minutos en video, y ser todo parte de lo mismo. Los diarios son productos del siglo XIX hechos en el XXI. No tiene ningún sentido.

— ¿El periodismo está en una crisis?
—No todavía, porque aún pasa que cuando hay que difundir WikiLeaks o los Panama Papers, los medios tradicionales siguen sirviendo, porque aún la credibilidad de internet es menor. Lo que hay que hacer es construir credibilidad en internet. Y ahí aparece una paradoja interesante, que la credibilidad está pasando de las corporaciones a las personas.

— ¿Y le gusta eso?
—Claramente.

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