Por Paula Molina // Fotos: José Miguel Méndez Agosto 5, 2016

Una de las teleseries que el economista Claudio Ferraz ha analizado en sus estudios es O Bem-Amado, que llegó a Chile a mediados de los 90 como Sucupira. La serie sobre la turbia carrera del alcalde que interpretaba Héctor Noguera en la versión nacional se estrenó en Brasil el año 1973, y el guionista Alfredo de Freitas Dias Gomes la utilizó como caballo de Troya de la dictadura de la época.

“Era una novela sobre una ciudad pequeña con un político muy corrupto y generó toda una discusión que resulta increíble para la época”, describe Ferraz, académico de la Universidad Católica de Río de Janeiro y profesor afiliado del Poverty Action Lab (J-PAL), profesor visitante del MIT, y antes de las universidades de Stanford y la London School of Economics y que aborda en esta entrevista con Qué Pasa.

“Como no podía escribir directamente sobre la dictadura, que era además muy moralista, Dias Gomes escribía estas historias políticas y las rodeaba de sexo. Le ponía 3 o 4 amantes al alcalde, y mientras los militares se preocupaban de censurar el adulterio o la homosexualidad, él lograba pasar sus mensajes contra el sistema político. Así que aunque la cadena Globo dijera en su noticiero nocturno que el país andaba bien, la telenovela iba minando el apoyo a la dictadura”.

El rol de los medios puede ser vital frente a la corrupción, especialmente en las comunidades locales, y no sólo con la ayuda de las telenovelas. Ferraz ha cuantificado ese efecto, desafiando parte de la literatura vigente sobre el tema, y de eso habla en esta entrevista.

"En Brasil durante la dictadura había elecciones, pero sólo para alcaldes. Entonces miramos los datos de las elecciones en los años 70. Y encontramos que en aquellos lugares donde entraban las teleseries de Globo, la gente votaba menos por los partidos que apoyaban a la dictadura".

—Usted tiene un estudio muy interesante respecto al efecto de las denuncias de corrupción sobre los electores, emplazando la idea de que los políticos pueden ser inmunes al escándalo, porque la gente les va a dar su voto igual, independiente de las denuncias.
—Nosotros iniciamos este proyecto en Brasil, donde la Contraloría General de la Unión, que es similar a la que existe en Chile, estableció un sistema de auditorías por sorteo. Cada dos meses se elegían 600 municipios que los auditores visitaban durante dos semanas, para chequear el uso de los fondos federales que recibían, que son muchos, porque los municipios hacen educación primaria, salud, obras viales. Los auditores van a terreno y luego publican sus resultados en internet, además de informar a la policía y a los fiscales.

—O sea, la información era pública...
—En un país tan grande como Brasil, el efecto de internet no está todavía muy claro en municipios pequeños, rurales. Y los diarios tampoco son muy importantes, porque publican información muy centralizada y porque lamentablemente la gente lee poco. Así que los dos medios relevantes son la radio y la televisión, y sobre todo la radio, porque las noticias locales en Brasil se difunden a través de las radios. Así que fuimos y recolectamos los datos sobre los municipios donde había radios locales, además de las denuncias y de los municipios. Y cuantificamos un efecto que era muy directo: cuanto más denuncias de corrupción hiciera la Contraloría, menos votos tenía el alcalde. Pero cuando existía una radio local que divulgaba esa información, el efecto llegaba casi al doble.

—Pero hay algo esperanzador en su estudio previo, porque muestra que los votantes no son indiferentes a la corrupción.
—Exacto. Es un estudio muy citado porque antes de él había mucha evidencia, de Estados Unidos, de Italia, de que las acusaciones de corrupción no importaban, porque los acusados seguían siendo elegidos. Pero esos estudios, primero, se referían a acusaciones de corrupción que no siempre estaban probadas, a veces eran denuncias por la prensa, o acusaciones de otros candidatos. Aquí se daban dos cosas diferentes: que la fuente que acusa corrupción es la Contraloría, que es una fuente neutra, porque nosotros buscamos los sesgos en la lotería y no los encontramos. Pero la otra cosa importante es que cuando en Brasil, y también en Chile, un diputado es acusado de corrupción, no sabemos bien en qué nos afecta esa acusación directamente. Pero en el caso de los alcaldes, que están a cargo de la salud de tu mamá, la educación de tus hijos, las calles por donde caminas, el efecto es muy claro. Y cuando sabes que se perdió plata, sabes que te afecta. Eso magnifica la reacción de las personas y el castigo electoral a los corruptos.

—¿Y eso pasa independiente de la educación de las personas, por ejemplo?
—Eso pasa en municipios donde el nivel de educación es muy bajo. Y eso contradice de nuevo mucha literatura, trabajos de James A. Robinson, Acemoglu, Andy Schleifer de Harvard, que plantean que “todo está en la educación”, y que es necesario educar a la gente para mejorar la política, porque si la gente no tiene educación, no se puede hacer nada. Nuestro estudio dice que tal vez no, tal vez la misma gente, con cualquier educación, puede reaccionar contra la corrupción cuando tiene la información. Lo que estamos planteando es que quizás no necesitamos que todo el mundo esté supereducado para transformar las instituciones políticas. Podemos partir ahora.

—Su artículo sobre las teleseries y los noticieros apunta en esa misma dirección...
—Sí. Mi coautora, Eliana LaFerrara, tenía un paper muy interesante que analiza cómo las telenovelas impactan en las normas sociales y los comportamientos cotidianos. Y estudia las teleseries de Globo, que en los 70 entraron con mucha fuerza en lugares que no tenían acceso a la modernización, la urbanización. Las novelas mostraban lo que pasaba en las ciudades de São Paulo o Río de Janeiro, así que si vivías en el nordeste, todo esto era información nueva. Y ella observa dos cosas: qué pasa con la fertilidad, porque en la televisión las familias tenían dos hijos, cuando en el nordeste la gente de esa época tenía 7, 8. Y encuentra que la fertilidad cae allí donde entran las novelas. Que había un efecto de roles que impactaba en las familias. Y que lo mismo pasaba con el divorcio, que se asociaba a la modernización, el trabajo femenino, el aumento de ingresos. El divorcio era muy raro en las zonas rurales, donde la gente vive toda su vida en el mismo lugar; pero no en las novelas. Y la realidad empieza a cambiar.

"Te preguntas si Chile es ahora más corrupto de lo que era antes. Probablemente no. Probablemente esas cosas ya pasaban hace bastante tiempo. Lo que pasa es que cuando tienes más información y más transparencia vas a terminar descubriendo más cosas".

—¿Y qué efecto político de las teleseries están estudiando ahora?
—En Brasil durante la dictadura había elecciones, pero sólo para alcaldes. Entonces miramos los datos de las elecciones en los años 70. Y encontramos que en aquellos lugares donde entraban las teleseries de Globo, la gente votaba menos por los partidos que apoyaban a la dictadura. Globo tiene un sitio, Memória Globo, donde resume todas sus novelas: la historia principal, los personajes, si los censuraron o no. Miramos eso, analizamos los contenidos, identificamos el contenido político, los temas morales, y encontramos esta relación. Lo que vimos es que, en un contexto de dictadura, los medios pueden tener un efecto importante en la política, tal como lo tienen sobre las normas sociales.

—También están mirando qué pasa con las redes sociales.
—Ahora estamos recolectando datos en Brasil para tratar de entender el efecto de Facebook en el proceso de responsabilización de los políticos. Hoy en Brasil todos los diputados tienen una cuenta de FB, y queremos ver cómo la entrada de internet a través de teléfonos celulares ha afectado a los políticos y cómo define su interacción con los electores.

Brasil, ¿“el más corrupto”?

—Sobre el discurso general respecto a corrupción y medios, Brasil quedó marcado en estos últimos meses como un país con mucha corrupción. ¿Le parece que es un retrato justo?
—Sí. Hay dos partes en esta historia. Una es el aspecto institucional, porque el sistema político brasileño genera corrupción debido a su sistema electoral, a que las empresas financian las campañas y a lo caras que son. El segundo componente es que Brasil pasó por un enorme boom de recursos. El caso de Petrobras es, en parte, un caso clásico de la “maldición de los recursos”, donde había tanta plata, que se perdió todo el control. La combinación de plata con instituciones débiles es horrible. Así que creo que sí, que Brasil tienen una alta tasa de corrupción.

—Dicho eso…
—Dicho eso, Brasil también es un país muy transparente. Hay dos cosas que ayudaron a destapar la corrupción. Una fue que, aunque los medios están muy concentrados, también están muy activos. Y varios de los escándalos se descubrieron gracias a los medios, que siguieron los casos, descubrieron cosas. Revistas incluso muy sesgadas, como Veja, que hoy es muy de derecha, tienen un gran poder investigativo. Entonces aunque las instituciones son débiles, los medios funcionan.

—Y además están los fiscales...
—Que vienen de las reformas de la Constitución de 1988, que dieron gran poder al Ministerio Público Federal. De ahí viene el poder de un fiscal como Moro, y otros que pudieron ir tras la información, reunirla, generar los casos. Por eso hemos podido saber de cosas que antes no sabíamos.

—¿Pero hay más corrupción en Brasil que en otros países?
—Sí, creo que hay más corrupción en Brasil que en otros lugares, pero mucho es porque en otros lugares no se sabe.

—¿Si lo compara con Chile?
—Veamos el caso de Chile. Todo ese escándalo que se ha destapado de diputados recibiendo plata era algo que pasaba hace mucho tiempo, pero se descubrió ahora. Entonces te preguntas si Chile es ahora más corrupto de lo que era antes. Probablemente no. Probablemente esas cosas ya pasaban hace bastante tiempo. Lo que pasa es que cuando tienes más información y más transparencia vas a terminar descubriendo más cosas.

—Paradójicamente entonces, las noticias sobre corrupción son buenas noticias.
—Brasil está pasando por una transformación que va a dejar un país muy diferente. Hoy todo se ve muy mal, pero espero que algunas reformas y las lecciones aprendidas mejoren el país en los próximos 20, 30 años. Creo que las cosas cambian para mejor con los escándalos, la transparencia. El hecho de que por primera vez tengas a políticos y dueños de grandes empresas yendo a la cárcel por casos de corrupción es alguno único, que nunca había pasado en Brasil.

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