Por Rodrigo Vergara Julio 22, 2016

La semana no partía tan mal. Pese a perder a uno de sus mejores jugadores, el rostro del presidente de Colo Colo, Aníbal Mosa, no mostraba tristeza o enojo. Ya sabía que Jean André Beausejour, doble mundialista y doble campeón de América con la selección, partiría al archirrival: la Universidad de Chile. “Bose” se vestiría de azul tras el pago de una cláusula de US$ 2,5 millones. La cifra más alta de un traspaso entre clubes chilenos. “Un golpe al mercado”, como se definió en la prensa deportiva. Un golpe algo extraño, eso sí, al tomar en cuenta que el costo del futbolista es inusual para Chile, sobre todo para un profesional de 32 años con bajas posibilidades de reventa.

Por lo mismo, Mosa tenía, a la postre, más motivos para estar feliz que triste. Presentaría al nuevo entrenador del club, Pablo Guede, y tendría, además, dineros frescos para, en principio, reforzar el equipo. “Nadie se llevará los US$ 2,5 millones para la casa”, dijo con el objetivo de aclarar el punto.

Por su parte, el controlador de Azul Azul, Carlos Heller, debió hacer una inyección de capital a la sociedad para comprar el pase del lateral y puntero izquierdo de la selección.

Los costos de los planteles han subido en un 220% desde 2009, y las pérdidas se han incrementado desde el mismo año hasta el 2015 en un 407%. Todo esto, según cifras liberadas la semana pasada por la ANFP para explicar por qué decidieron, entre otras cosas, limitar los ascensos y descensos.

El efecto de la operación, según personeros que conocen el negocio, es un aporte al proceso que vive el mercado futbolístico nacional y que ha generado, entre otras cosas, que los costos de los planteles hayan subido en un 220% desde 2009 y que las pérdidas se incrementen desde el mismo año hasta el 2015 en un 407%. Todo esto, según cifras liberadas la semana pasada por la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP) para explicar por qué decidieron, entre otras cosas, limitar los ascensos y descensos en los campeonatos que se jugarán lo que queda de 2016 y el 2017. Situación que bajaría los costos debido a que el nivel de competencia se relajaría, pero que generó el malestar de los jugadores y una convocatoria a paro realizada por el Sindicato de Futbolistas (Sifup) que tiene la primera fecha del Campeonato de Apertura (se le llama así pese a ser el que cierra el año) suspendida y con una serie de negociaciones que, hasta                                                           el cierre de esta edición, no destrababan el asunto.

Esto, sumado a la debacle dejada por la administración de Sergio Jadue, tiene a la actividad en una crisis que describió con simpleza el futbolista David Pizarro: “Hoy somos campeones de América, pero la casa está hecha mierda”.

“Normalmente se evalúa la gestión dirigencial por los éxitos o derrotas en el fútbol y hoy día todo se piensa que es bonito, pero los clubes que son la esencia, la base de fútbol, están pasando por momentos difíciles desde el punto de vista económico porque tienen que pagar préstamos, deudas y deben seguir funcionando”, explica Carlos Soto, presidente del Sifup, quien agrega: “Hay un elemento pasional que a veces distorsiona. Tiene un elemento diferenciador con otras actividades. Aquí los directivos se hacen famosos. El mejor ejemplo de ello son los dirigentes famosos de los 90. (Peter) Dragicevic y (René) Orozco de Colo Colo y la U. También sirve de trampolín político. Hay que recordar a Gabriel Ruiz-Tagle y Piñera. El fútbol entrega ese valor que no lo entrega otra área de negocios”.

En la misma línea, pese a estar por ahora en un lado de la mesa contrario a Soto, apunta el director tesorero de la ANFP, Aldo Corradossi, quien reconoce la distorsión que pueden generar elementos subjetivos en el mercado de la pelota. “Es un negocio en el que las decisiones que se toman escapan a las 100% racionales que se pueden tomar en los negocios personales. Si ves a un dueño de un club de fútbol que se comporta de una manera en sus negocios tradicionales de retail, construcción o cualquier otra industria, en el fútbol no tiene esa racionalidad. Está la pasión y está también la figuración que te da”, explica el ejecutivo y también director de Audax Italiano.

En todo caso, según el director de la ANFP, el problema no es particular de Chile, sino que también se ve en el resto del mundo. Asegura que por eso se genera el fenómeno de los grandes jeques árabes que compran clubes en Europa y demuestran que los pueden sostener y sacarlos campeones con sus riquezas. Así, la tradicional e histórica figura del mecenas que ha sostenido la actividad y a los principales clubes del país, se replica en el resto del mundo con diferentes formas.

La lógica de los empresarios, y donde estaría la clave del éxito económico, es que las fuertes inversiones traducidas en contrataciones caras, sueldos altos, comodidades y regalías para los futbolistas se transformen en logros deportivos que los lleven a las copas internacionales. Y ahí está la potencial ganancia. Por ejemplo, para la Copa Libertadores de este año, la Conmebol (organismo que agrupa a las asociaciones del fútbol sudamericano) entregó US$ 400 mil por partido de local en la etapa eliminatoria, en la fase de grupo el monto subió a US$ 450 mil y fue aumentando hasta llegar a los US$ 3 millones para el local en cada partido de la final que jugará Atlético Nacional de Medellín con Independiente del Valle de Ecuador. O sea, el club que gane la Copa Libertadores podría llevarse, además de la gloria deportiva, más de siete millones de dólares. Eso, sin contar eventuales ventas de jugadores y el aumento de la publicidad asociada a la imagen del equipo. O sea, es un negocio muy grande. El problema es que esto está reservado sólo a algunos pocos. Llegar ya es difícil y avanzar cada ronda es un logro que se ha hecho cada vez más prohibitivo para los clubes nacionales.

Un Modelo para nunca desarmar

Otro elemento que llama la atención apunta a que, a primera vista, los clubes aún no dan con un modelo de negocios claro. Y esto parecía estar más definido, incluso, cuando la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) partió en 2005. De hecho, la primera gestión exitosa fue la de Blanco y Negro (controlador de Colo Colo) al principio de su administración. Ya en 2008 la concesionaria había recaudado más de US$ 30 millones por la venta de los que ahora son cracks de la selección: Jorge Valdivia, Matías Fernández, Claudio Bravo y Arturo Vidal, entre otras figuras. El problema es que después de ese boom, las ventas disminuyeron. De acuerdo a quienes conocen el mercado, si bien las sociedades anónimas entienden que hay un potencial de ingresos fuerte en el traspaso de jugadores salidos de la cantera y, por lo mismo, han potenciado el trabajo en divisiones inferiores o fútbol joven, la misma exigencia de resultados rápidos frena el desarrollo. La razón es simple: los equipos llenan sus puestos clave, la denominada “columna vertebral” (arquero, volantes de creación y contención y delantero) con jugadores de renombre, generalmente venidos desde el extranjero, casi siempre de Argentina. “Así los chicos son tapados y no crecen”, dice Carlos Soto.

Por lo mismo, desde la ANFP han impulsado la baja de futbolistas internacionales en el país. En algún momento se permitía a siete deportistas, luego se disminuyó a cinco, y se pretende dejarlo en cuatro. Además, se estableció que, al menos, un futbolista sub-20 debía estar el 50% de minutos jugados en un campeonato por el club en la cancha.

Lo otro es comprar barato y vender caro. El punto es que esto también es una apuesta arriesgada. “El fútbol chileno debe entrar en un análisis para buscar un equilibrio adecuado. Entender cuál es el camino de la industria y saber qué costos pueden venir aparejados”, reflexiona Corradossi.

Gracias al CDF

Si el tema no ha colapsado por completo es gracias, en gran parte, al aporte mensual que hace el Canal del Fútbol (CDF) cuya propiedad pertenece a la ANFP en un 80% y a la familia Claro en el resto de la propiedad. Los beneficios de la televisora permiten que los clubes de Primera B reciban $ 44 millones mensuales y $ 105 millones los de Primera A, sin contar a Colo Colo, la U y la Católica. Estos últimos reciben más de $ 200 millones, porque son los que mueven más hinchas y generan, en teoría, más abonados.

El proyecto de reforma a la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas contempla que la propiedad se atomice y nadie pueda ser dueño de más del 20% del club. Además, busca darle más facultades a la Superintendencia de Valores y Seguros para fiscalizar a las sociedades, independiente si sean abiertas o cerradas.

Pero el dinero, de acuerdo a la ANFP, no cubre los costos mensuales. Por lo mismo, se maneja la posibilidad de comprar el 20% de la propiedad que no está en manos de la ANFP y generar negocios con los derechos de los goles a nivel internacional. Este es uno de los proyectos que tiene la actual administración liderada por Arturo Salah para potenciar la salida de la crisis.

Otro elemento que se maneja es cambiar la estructura de los campeonatos. Pasar de dos torneos cortos a uno largo es una posibilidad que ya toma cuerpo y está bastante consensuada entre los dirigentes. Esto último dejaría sólo una ventana anual de traspasos y no dos, como es ahora. Así el negocio tendería a enfriarse con menos compras y ventas de jugadores en el año y los costos irían a la baja.

“Acá todo responde a la ley de oferta y demanda, y cuando se tiene una demanda que está por sobre la oferta obviamente los precios se van a inflar. Esto responde a una demanda sobreexigida porque ahora hay un nivel de competitividad muy alto, lo que ha generado decisiones más allá de lo racional y que, efectivamente, han hecho que los sueldos (de los jugadores) en los últimos cinco o seis años sean más que doblados”, explica Corradossi.

El espíritu de la Ley

Con todo, la crisis generada por el escándalo Jadue, quien en su gestión logró maquillar en parte el déficit de los clubes con los dineros que repartió por los beneficios de la selección y contratos publicitarios, y los problemas de cajas, actuales han generado que se levanten voces pidiendo, incluso, la derogación de la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas Profesionales (SADP). La mayoría de quienes están insertos en el mundo del fútbol señalan que eso sería un despropósito. Argumentan que lo que hay es infinitamente mejor que lo que había antes.

Esa es la opinión de Danilo Díaz, Premio Nacional de Periodismo Deportivo y uno de los que más saben de la actividad en el medio. “No es la panacea lo que hay, pero lo que hay es mucho mejor de lo que había antes, porque hoy día está normado. Hoy lo más importante son los trabajadores del fútbol y cuando hablamos de los trabajadores hablamos de los jugadores, entrenadores, utileros, paramédicos, kinesiólogos, cancheros, etc. Hoy día los trabajadores del fútbol están resguardados y funcionando. Hoy los clubes están mucho mejor. Hoy día hay alguien que responde y eso es un salto adelante con relación a lo que ocurrió antiguamente”, dice el profesional.

Díaz señala que, en todo caso, sí hay espacios para mejoras a la ley. Sobre todo, enfocadas en las sociedades anónimas cerradas (todos, menos los tres clubes grandes de la capital, que cotizan en Bolsa). Según él, si bien la Superintendencia fiscaliza, no lo hace con la intensidad que controla a quienes se transan en la Bolsa: “Se debe mejorar lo que hay”. Sobre quienes piden el término del sistema de sociedades anónimas, es enfático: “Es una irresponsabilidad y es legislar para la galería”.

Aldo Corradossi también va en la misma línea. De hecho, reconoce que existe un reglamento interno de fair play financiero que apunta a que los clubes no pueden gastar más allá del 70% de sus ingresos totales en refuerzos para el plantel, pero que no se cumple. Los controladores prefieren pagar las multas antes que dejar de invertir: “Hay que entrar en un análisis profundo a nivel del ente organizador para que esto cambie. Y en eso estamos porque hoy hay que tener reglas claras para que nuevos inversionistas puedan verse atraídos y los que hoy existen puedan mantenerse”.

En el Parlamento, actualmente, un proyecto patrocinado por el diputado DC Matías Walker apunta a reformar la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas. Dentro de los principales elementos de este proyecto está la idea de que los hinchas y socios participen de la propiedad y administración de los clubes en un 51%. O sea, algo similar al modelo alemán. También contempla que la propiedad se atomice y nadie pueda ser dueño de más del 20% del club y, por cierto, ninguna persona podría tener acciones en más de un equipo.

Además, busca darle más facultades a la Superintendencia de Valores y Seguros para fiscalizar a las sociedades, independiente si sean abiertas o cerradas. “La ley no puede ser derogatoria. No puede afectar derechos adquiridos”, explica Walker. “Derogar la actual ley sería un error, dejaría al fútbol en la desregulación absoluta. Queremos cambios dentro de la actual institucionalidad”.
Mientras, la pelota debe seguir rodando. De no mediar un paro, por supuesto.

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