Por Axel Christensen, director de Estrategia de Inversiones para América Latina e Iberia de BlackRock Junio 24, 2016

Después de una larga noche, marcada por el suspenso del ajustado conteo de votos, el resultado es claro así como inesperado: una mayoría de británicos (cerca de 52%) apoya el Brexit, o salida de la Unión Europea (UE). El resultado estaba dentro de lo esperable, si se tenía en cuenta lo apretado de las encuestas conocidas previo a la votación. Pero es también inesperado para la mayoría de los inversionistas, como lo evidencia la partida en falso de los mercados al alza al comienzo de la votación.

Con esto se abre un largo proceso de incertidumbre política, económica y financiera, tanto en el Reino Unido como la UE. Mal que mal, llevaban juntos 43 años, desde el ingreso británico a la entonces Comunidad Europea. Ello, porque se comienza un difícil período de negociación en un proceso de salida sin precedentes, que será liderado por un nuevo gobierno, al asumir el primer ministro actual David Cameron con su renuncia el costo político  –tanto por haber llamado a la consulta como por haberse jugado por la opción de Permanecer. Asimismo, la independencia de Escocia –donde ganó ampliamente la opción de permanecer en el UE– vuelve a abrirse.

Por el lado económico, el riesgo de que el Reino Unido caiga en una recesión en el corto plazo ha aumentado considerablemente. La incertidumbre generará una baja en la inversión y el consiguiente efecto sobre el empleo y el consumo. Las agencias de crédito seguramente llevarán a revisar a la baja su perspectiva de riesgo soberano sobre el Reino Unido.

La separación del Reino Unido y la UE será probablemente desordenada, prolongada y costosa, ya que significa desarmar un enjambre de leyes y regulaciones, así como renegociar acuerdos comerciales con una UE desdeñada y con el resto del mundo, incluyendo Chile. La significativa corrección de activos financieros ligados al Reino Unido –su moneda, su mercado bursátil, su mercado inmobiliario- refleja la incomodidad de los inversionistas ante ese escenario incierto, que incluye el efecto adverso sobre los sectores exportadores y flujos de inversión.

Este temor también se extiende casi con la misma magnitud al Euro y acciones europeas, así como bonos de países periféricos (Italia, Portugal y España) y de empresas, al poner de manifiesto las debilidades de la gobernanza de la UE y poner en duda su futuro, al menos como lo conocemos hasta ahora, e incluso generando movimientos para la salida de otros países. Por lo anterior, no se puede descartar que los bancos centrales de Europa e Inglaterra lleven a cabo acciones para asegurar un adecuado comportamiento en los sistemas financieros.

La corrección de mercados también se ha extendido globalmente, afectando mercados en Asia y monedas en América Latina, y todo activo que supone asumir riesgos. Por el contrario, los activos de refugio –bonos gubernamentales de países más grandes, monedas como el dólar o el franco suizo, oro- verán sus precios subir ante flujos masivos buscando seguridad.

No hay nada más difícil para un inversionista que enfrentar este tipo de eventos con resultados tan binarios como la salida o permanencia de una economía tan importante como el Reino Unido en la UE. Lo apropiado para un escenario no lo es para el otro, y viceversa.

A pesar de ello, esta reacción inicial de pánico indiscriminado también puede generar atractivas oportunidades de inversión, aunque puede tomarle tiempo a los inversionistas digerir este nuevo escenario.

EE.UU., Asia y América Latina sólo se debieran de ver marginalmente afectados por la salida del Reino Unido de la UE, y cuentan con el apoyo de una mezcla de políticas monetarias expansivas y crecimiento económico. La posibilidad del Brexit ya era identificado como un riesgo por la Reserva Federal, por lo que posiblemente posterguen su decisión de continuar el proceso de normalización de tasas de interés iniciado en diciembre pasado, lo que puede traer consecuencias positivas para el mercado estadounidense.

Incluso en el mercado británico habrán empresas que se beneficien por la ganancia de competitividad que supone la depreciación de su moneda; a la vez, las empresas que derivan sus negocios mayormente del mercado doméstico pueden sufrir. Con todo, los inversionistas le exigirán a sus posiciones en activos británicos un mayor premio por riesgo.

Todo esperable, y sin embargo, inesperado.

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