Hangzhou, Nankín, Johannesburgo, Ankara, Estambul, Río de Janeiro, Ciudad de México, Varsovia y Santiago. Un grupo dispar de grandes ciudades, con realidades opuestas y en diferentes latitudes, pero que gracias a una serie de algoritmos hoy aparecen como urbes hermanas.
De acuerdo a la última publicación del Global Cities Initiative, hecha en conjunto entre el centro de estudios Brookings y el JP Morgan Chase, Santiago —la ciudad que fue analizada en esta tercera versión del análisis— apareció entre este conjunto de 8 ciudades. La idea fue analizar cómo las zonas metropolitanas más importantes del mundo, con una economía mayor a los US$ 50 mil millones, se posicionan ante el desarrollo económico y humano y cómo se proyectan hacia el futuro.
El resultado del estudio, que en Chile fue patrocinado por el Centro de Estudios Públicos, fue presentado en Santiago por Jesús Leal Trujillo, uno de los investigadores a cargo del Global Cities Initiative. Según su análisis, la zona metropolitana está bien posicionada en casi todas las categorías evaluadas —innovación, capital humano, gobernabilidad, infraestructura y comercio—, pero no destaca en ninguna. Es un alumno con buenas notas, pero no para sobresalir. Esto último, más que ser una desventaja, según Leal Trujillo, es una oportunidad para posicionarse como un centro que atraiga inversiones e investigación, claves para el salto al desarrollo.
—¿Por qué eligieron Santiago para hacer este estudio?
—Fueron varias razones. Este estudio es una derivación de otro (Metro Monitor) que mide las 300 economías metropolitanas más grandes del mundo. Nuestro trabajo era encontrar bases de datos que pudieran ser comparables utilizando el modelo de investigación que usamos en Estados Unidos, donde hay mayor riqueza de datos. Entonces, el primer reto fue encontrar una cantidad de datos críticos para ciertas zonas metropolitanas que tuviesen un PIB por sobre los US$ 50.000 millones anuales. Con ese corte, quedamos con 123 ciudades a nivel mundial y pusimos los ojos en Latinoamérica, luego de haber hecho el estudio en Europa (Estocolmo) y África (Johannesburgo). Vimos Buenos Aires, pero no tenía datos suficientes. Santiago apareció como una alternativa destacada, debido al nivel de desarrollo que tiene su economía por sobre todas las ciudades de la región.
—¿Cuál es el objetivo de este estudio aplicado en Santiago?
—El propósito de este estudio es darles a los tomadores de decisiones, ya sean miembros del sector público o actores interesados en temas de desarrollo económico, un diagnóstico concreto que les permita entender en qué aspectos de estas cinco dimensiones una ciudad es competitiva, en qué áreas tendrá que mejorar y cuáles son las mejores prácticas que ciudades similares en el mundo han estado desarrollando. En resumen, trazar líneas generales para que tomadores de decisiones armen sus propias agendas de inversión y desarrollo. Ese es el propósito del proyecto y hasta ahora lo hemos implementado en tres ciudades, siendo la primera Estocolmo, que tiene niveles de desarrollo muy elevados y una economía volcada hacia los servicios y tecnologías de la información. Luego, el año pasado, lo hicimos en Johannesburgo, una metrópoli cuya dependencia hacia las materias primas sigue siendo elevada. El próximo año iremos a Seúl y, posteriormente, a París.
—¿Por qué eligen comparar a Santiago con estas 8 ciudades?
—Queríamos tener una comparación lo más técnica posible. Tomamos 23 variables económicas y corrimos un algoritmo de aglomeramiento. Esa fórmula ubicó a Santiago en un grupo de ciudades, entre las cuales aparecía Hangzhou y Nankín, en China, Estambul y Ankara en Turquía, Varsovia (Polonia), Johannesburgo (Sudáfrica), Ciudad de México (México) y Río de Janeiro (Brasil). Haciendo un análisis posterior, se determinó que ese grupo son las más parecidas en su composición industrial, PIB per cápita, PIB general, participación de la población en la fuerza laboral, etc. Además, cuando miramos indicadores de innovación, de capital humano o de comercio, nos dimos cuenta de que todas estas ciudades están más o menos al mismo nivel. Fue un proceso de cierta manera científico que refleja similitudes en múltiples dimensiones. Quizás a simple vista no resulta tan intuitivo ver a Santiago en la misma casilla que Ciudad de México, pero cuando uno ve que ambas son economías enfocadas en los servicios, que el PIB per cápita es similar, que sus niveles de innovación andan por ahí, tanto Santiago como el Distrito Federal están en el mismo nivel.
—Mirando el estudio, aparece que Santiago no es el alumno destacado. Estamos en la media.
—Es verdad que no sobresale en ninguna de las categorías, pero Santiago, a diferencia de las otras ciudades, está muy balanceada y eso sí es positivo. El único elemento por donde tiene un margen amplio para mejorar es en infraestructura. Sin embargo, haciendo un balance, al comparar Santiago con otras zonas metropolitanas, en efecto no tiene una prevalencia absoluta en alguna de las dimensiones, pero sí se ubica en posiciones muy buenas en varias de ellas.
Al final del día esto sirve para mirar qué están haciendo estas otras ciudades y no tanto para un valor o crítica al desempeño general de la economía de Santiago. Economía que, sacando de la ecuación a las dos urbes chinas, ha sido la que más ha crecido en el grupo y en toda América Latina en los últimos 15 años.
—¿Por qué estamos tan mal evaluados en infraestructura? Con tanta inversión en líneas de metro, autopistas, etc., llama la atención que estemos al final del ranking...
—Hay que entender que este índice no mide infraestructura interna, como autopistas o líneas de metro, porque no tenemos una base de datos comparable donde podamos medir qué tantos kilómetros de infraestructura tiene Santiago versus Río de Janeiro o Ciudad de México. Probablemente en esa comparación Santiago sea muy superior a esa y a las otras ciudades del listado, porque ha invertido, y mucho, en su modernización. Este estudio penaliza a Santiago en su bajo nivel de conexiones internacionales, y eso tiene que ver en parte con su posición geográfica. De hecho, en el reporte mencionamos que es difícil acceder a esta zona, que hay sólo uno o dos puertos cercanos y que tiene un mal aeropuerto internacional, que concentra todos los viajes del país y que tiene poco acceso a rutas internacionales.
SANTIAGO HACIA EL DESARROLLO
—La capital vivió un boom económico que duró más de dos décadas, pero ahora la economía está en desaceleración. ¿Está Santiago preparado para abandonar su dependencia de los commodities o está llegando tarde a ese cambio de modelo?
—Creo que Santiago está llegando en un momento muy adecuado a esta transición económica y tiene las bases para diversificar la economía y los activos que le permitan generar crecimiento económico de largo plazo. El boom de los commodities es un mecanismo importante del crecimiento y no hay que dejarlo de lado, sin embargo, el crecimiento de largo plazo tiene que estar fundamentado en innovación, entendida como la forma de generar nuevos o mejores productos mediante la inversión en investigación y desarrollo. Eso es lo que permitirá explicar la diferencia entre naciones.
Santiago tiene dos universidades bien ubicadas globalmente en temas de investigación, con alto impacto científico. El tema en que están rezagados es en la colaboración con el sector privado, algo que afecta a toda Latinoamérica, no solo a Santiago. Encontrar una forma de traducir el trabajo que se hace en universidades, entidades que tienen más de la mitad de las patentes que se producen en la región, en beneficio del sector privado hará que ciudades como ésta den el salto hacia el desarrollo y sigan atrayendo inversionistas.
—¿Hacia qué áreas deberíamos volcar nuestra economía?
—Santiago ya tiene experiencia y muchas oportunidades en la prestación de servicios. Ahora le toca impulsar una mayor concentración y atracción de este tipo de industrias. Santiago es conocido mundialmente, junto con México, como lugares en los cuales las compañías pueden hacer externalización de sus procesos administrativos. Lo que eso significa es que una empresa como Verizon, de Estados Unidos, hace sus respaldos de seguridad informática en México, porque hay ingenieros capacitados que son más baratos y más competitivos. Google y McAfee lo están haciendo en Santiago. El reto es cómo todas estas compañías, que ya están aquí, a las cuales ya se les proveen servicios, terminan instalando gran parte de sus operaciones en la ciudad.
—¿Qué tipo de políticas debe impulsar el gobierno central para la diversificación de la economía? ¿Cómo lo han resuelto otras ciudades?
—La principal lección que pueden recoger las autoridades chilenas es que el tema de la competencia y productividad no es exclusivo del sector privado. La gran falla en las zonas metropolitanas a nivel global es esta disociación entre sector público y privado, donde no hay una comunicación constante entre ambos. Y en esto el sector gobierno tiene un rol principal, porque es el gran financista de investigación en universidades. Puede crear incentivos para fomentar la participación del sector privado en este ámbito. Por su parte, los privados pueden ser más abiertos y tener diálogos con las universidades, algo que se hace mucho en Alemania. Ese tipo de iniciativas, de acciones en conjunto, son las que pueden tener incidencia en el desarrollo de las economías de las zonas metropolitanas. Eso puede tomarse en Santiago y puede tomarse como una prioridad.
Santiago promedio
¿Qué tiene en común una zona industrial en China con la capital chilena? Un estudio del Brookings Institution comparó a 123 zonas metropolitanas y, en su tercera edición, dedicó el análisis a las ventajas comparativas de Santiago. Los resultados destacan que la capital chilena no lidera en ninguna categoría. Jesús Leal Trujillo, uno de los investigadores a cargo del Global Cities Initiative, explica que esa puede ser justamente una oportunidad.