Por Javier Rodríguez Mayo 23, 2016

La tarde del sábado los chilenos pensaron, por un momento, que estaban en un cuento de realismo mágico. Franco Ferrada, un joven de 20 años, había saltado a la jaula de los leones en el zoológico metropolitano, obligando a los funcionarios a dar muerte a los animales que, provocados por Ferrada, comenzaban a morderlo. En su pantalón se encontró una carta suicida donde explicaba que él era Jesús y las razones bíblicas que habrían motivado su decisión.

A partir de la muerte de los animales, las reacciones en redes sociales fueron inmediatas, llegando muchos a cuestionar la decisión del zoológico de priorizar la vida del joven por sobre la de los leones, reviviendo el debate sobre los potenciales derechos de los animales.

Polémicas como ésta proliferan en Chile, y se dan a la vez que el mercado chileno de alimentos y productos de mascotas se sofistica y crece, moviendo US$465,7 millones al año, y que aumenta la aparición de psicólogos y terapeutas especialistas en animales de compañía. Todos son cambios culturales que dan cuenta del giro animal que se ha producido tanto a nivel de la academia como en la mentalidad de las personas, según el ex decano de filosofía de la Universidad de Chile Bernardo Subercaseaux. “Hay una comprensión que destruye la supremacía absoluta del ser humano sobre las otras especies animales, que habla del hombre como una especie más. Se está cuestionando el antropocentrismo clásico”, señala.

Este cuestionamiento genera preguntas que dan cuenta de un largo debate que, al contrario de lo que algunos superficialmente pueden pensar, ha interpelado a varios de los más grandes intelectuales contemporáneos, como Jacques Derrida o J.M. Coetzee, para quien los animales, según ha escrito, “son los prisioneros de una larga guerra que libramos hace mucho tiempo y que ganamos gracias a las armas de fuego”.

1. La filosofía

Desde la antigüedad, la condición humana y la animal fueron consideradas en carriles distintos, siendo el hombre el centro de la creación y los animales meros medios para alcanzar otros fines. Esto fue refrendado por el “Pienso, luego existo” de Descartes y por Santo Tomás de Aquino, entre otros. Fue Darwin, con El origen de las especies, quien pateó el tablero y demostró que lo que nos separa de los animales es mucho menos que lo que establecía la teología y la filosofía. De hecho, fueron los descubrimientos darwinianos y el desarrollo de la filosofía utilitarista los que llevaron al inglés Jeremy Bentham a replantear la pregunta para pensar moralmente a los animales, pasando del ¿pueden razonar? a la pregunta sobre su capacidad para sufrir como los humanos.

Esto fue recogido y sistematizado por pensadores actuales, quienes han barrido con el antropocentrismo clásico para proponer un modelo biocéntrico, donde el hombre es un animal más entre las otras especies. Peter Singer, filósofo australiano y profesor en Princeton, es el principal exponente de esta escuela. En 1975 publicó el libro que todos los defensores de los derechos de los animales sindican como su biblia: Liberación animal. En él postula que el ser humano es parte de una totalidad compuesta por todos los seres vivos como iguales y sólo después de aceptado esto, dice, se pueden hacer distingos: entre hombres y mujeres, o entre especies.

Para Singer, el concepto esencial es liberar a los animales. Pero, ¿liberarlos de qué?

“En términos simples, del sufrimiento. Eso implica entender que el dolor es tan malo para el humano como para el perro o el cerdo. Cada uno debería sufrir en la misma cantidad que el otro, no más. Desafortunadamente existen muchas prácticas humanas que involucran a los animales –especialmente su crianza en granjas para el consumo humano– donde se ignora su sufrimiento, con el simple fin de que podamos comprar productos por un precio un poco menor al que conlleva una crianza normal”, explica Singer por correo electrónico.

Carla Cordua, filósofa chilena y Premio Nacional de Humanidades, cuenta que al leer a Singer pudo aproximarse de una forma distinta a los animales. De la compasión y la ternura, dice, comprendió que los animales son capaces de sufrir como nosotros, y que, en consecuencia, se les puede reconocer ciertos derechos”. “Cuando Singer habla de derechos se refiere a un concepto que admite una variedad interna grande, porque él le reconoce derechos a los animales, sin embargo, nunca hemos visto a un animal que tome un abogado para que defienda sus derechos en la corte”, señala.

Singer propone que el derecho central del animal –en vista de sus diferencias con los seres humanos– es a llevar una vida sin sufrimiento. De este derivan todos los demás, como el derecho a no vivir encerrados. “Para entenderlo, es mejor hablar de igual consideración de intereses. En otras palabras, hay que evadir el ‘especismo’ (discriminación basada en la diferencia de especie), el cual es incorrecto por las mismas razones que el racismo o el sexismo, en el sentido de que es una manera de ignorar los intereses de aquellos que quedaron fuera de esa línea que alguna vez dibujamos para hacernos parecer más importantes que los que dejamos fuera”, explica.

2. La legalidad

A nivel mundial, desde 1978 existe la Declaración Universal de los Derechos del Animal, aprobada por la Unesco y la ONU, según la cual cualquier acto que conlleve la matanza injustificada de un animal doméstico o silvestre implica un biocidio, un crimen contra la vida. En Chile, si bien no se habla textualmente de derechos de los animales, la legislación sí los protege del sufrimiento. Para esto existen tres herramientas jurídicas: la figura del delito de maltrato animal, tipificado en el código penal, la Ley sobre Protección de Animales y la suscripción de la Convención Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites).

Con respecto al delito, en nuestro país se castiga con presidio menor en su grado mínimo (61 a 540 días) y una multa de uno a diez ingresos mínimos mensuales al que incurre en maltrato animal. La Ley sobre Protección de Animales, que rige desde 2009, establece normas destinadas a “conocer, proteger y respetar a los animales, como seres vivos y parte de la naturaleza, con el fin de darles un trato adecuado y evitarles sufrimientos innecesarios”.

La abogada Celeste Jiménez se ha especializado en derecho animal desde que era estudiante y conoció a Godofredo Stutzin, conocido como el precursor de la legislación ambiental en Chile y fundador del Comité Pro Defensa de la Flora y la Fauna. “Tenemos leyes, pero nos falta la institucionalidad adecuada para velar por los animales. Porque el Ministerio de Salud los ve como plagas o portadores de enfermedades, y las municipalidades la única partida presupuestaria que tienen para ocuparse de ellos, es la de Aseo y Ornato. O los ven como enfermedad o como basura. Y el SAG está sobrepasado y no puede aplicar las normas vigentes”, señala.

Quien ha estado promoviendo una discusión legislativa referida al tema es el senador Fulvio Rossi, a quien su padre le inculcó el interés por el cuidado de los animales leyéndole a San Francisco –que los trataba de “hermanos menores de los hombres”–. Así, Rossi apoyó la promulgación el 2009 de la ley de protección animal, pero aún es crítico de la legislación actual. “Es insuficiente porque no ejerce efecto disuasivo en relación al acto de maltrato o crueldad. Se requieren acciones más drásticas y una socialización, tanto a nivel civil como de autoridades, para que se hagan cumplir las leyes. Muchas veces el Ministerio Público no persigue estos delitos de maltrato. Y si no los persigue, hay impunidad”, señala el senador.

3. La crueldad

En septiembre de 2013, en las celebraciones de Fiestas Patrias, trece activistas de la Sociedad Chilena de Protección Animal saltaron a la medialuna del Parque Intercomunal para manifestarse contra el rodeo, haciendo chocar los derechos que decían defender con la tradición de los amantes de aquel deporte. Para Carla Cordua, el asunto no debería ser ni discutido. “Si pienso en el rodeo, me avergüenzo de ser chilena. En España ha habido alguna reacción, se están cerrando las plazas de toros, pero aquí contra el rodeo no hay absolutamente ninguna y tiene un público que se envanece de su chilenidad torturando animales de manera bestial. Gozar de eso como una distracción que se reclama como parte de la identidad nacional lo encuentro un asco”, afirma.

El 2008, cuando aún era decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile, Subercaseaux tuvo que enfrentarse a una jauría de más de 40 perros que se había afincado en el campus Juan Gómez Millas. Y si bien había un grupo que proponía el sacrificio de los canes, finalmente los esterilizaron, se construyó un canil y muchos perros fueron adoptados, primando lo que él llama el “sentido común”, el mismo que pide para el debate sobre los espectáculos donde se ocupan animales. “Conozco los circos y es lamentable. Los animales están en condiciones de maltrato en las que se utiliza el hambre como mecanismo para que hagan trucos. Ahora, en el rodeo y en lo de los toros hay tradiciones culturales afincadas. No vayamos a llegar a la exageración de que comerse una lechuga es matar a una especie”, señala.

 

Relacionados