Por Sebastián Rivas, desde Manchester, New Hampshire // Fotos: Sebastián Rivas Febrero 8, 2016

“No vote por los demócratas”. La frase podría estar colgada en cualquier parte de New Hampshire y se entendería como parte de la campaña, como algo natural y normal, esperable en la segunda estación de la carrera presidencial estadounidense. Pero que aparezca al leer el código de barras de un producto en el aeropuerto de Manchester, la capital del estado, invita a pensar que hay algo especial. Y es así: New Hampshire se toma muy, muy en serio su rol. Lo que vuelve bastante impredecible la primaria de este martes.

Si en Iowa, una semana atrás, la tónica era de calma antes de la tormenta, acá la tempestad se desató en más de una manera. En la literal, porque el viernes pasado y este lunes la nieve se apoderó del estado, dejando tras de sí muchos centímetros de nieve. En la metafórica, porque los candidatos no han parado en la última semana de recorrer las pequeñas ciudades del estado, todas –salvo Manchester- con menos de 100 mil habitantes.

Y aunque se espera que la nieve siga este martes, nadie pronostica que eso detendrá a los habitantes para ir a votar. Porque acá están orgullosos de ser los “primeros en la nación” en votar en una primaria clásica, con urnas y voto secreto –a diferencia de Iowa y su sistema de caucus-, y tradicionalmente New Hampshire tiene uno de los porcentajes más altos de la votación en primarias.

Eso sí, aunque los pronósticos apuntan a que Bernie Sanders y Donald Trump ganarán con cierta holgura en el lado demócrata y republicano, nadie se atreve a sellar pronóstico: el estado es famoso por sus sorpresas electorales de última hora y por votantes que deciden a último minuto en cuál de las dos primarias participarán y a qué candidato apoyarán. Ayer domingo, una encuesta apuntó a que el 40% de los electores no tenía resuelta su preferencia, margen suficiente para que haya un cambio. A un día de la elección, éstas son las claves que marcarán el análisis mañana martes en la noche.

1. UN PARTIDO VITAL PARA TRUMP

Donald Trump tiene dinero y ánimo suficientes para mantenerse por un largo tiempo en la contienda presidencial, pero hay coincidencia en que si no gana New Hampshire mañana sus posibilidades de ser el nominado republicano estarán al borde del despeñadero. A diferencia de Iowa, donde arremetió al final y nunca tuvo más de cinco puntos de ventaja en las encuestas sobre Ted Cruz (quien fue el ganador), acá los sondeos han sido consistentemente favorables y por márgenes de hasta 20 puntos.

¿Cómo se comportaría el magnate ante una nueva derrota? No está claro. El análisis es que a Trump le tomó un par de días reaccionar después de ser segundo en Iowa, incluso aunque era un partido que podía darse el lujo de perder. Adelantando una explicación hipotética, que algún otro aspirante lo desbancara hablaría de un sentimiento muy fuerte anti-Trump que haría casi inviable su triunfo. Y si hay un estado donde eso puede pasar es acá: la semana pasada, varios asistentes a los eventos de Bernie Sanders y Hillary Clinton comentaban que estaban evaluando ir a votar en la primaria republicana a favor del candidato con más opciones de ganarle al millonario. Una estrategia táctica que se da entre quienes conocen más de cerca el proceso de estas elecciones.

Eso sí, en caso de que se dé el escenario previsto y Trump se imponga con cierta comodidad, quedará en muy buena posición para mantenerse en carrera por varios meses. Los dos restantes estados que votan en febrero, Carolina del Sur y Nevada, lo debieran tener entre el primer y segundo lugar, y en una contienda en que las campañas en cada estado serán cada vez más cortas, el magnate contará con la ventaja táctica de ser la figura más atractiva para los medios, que cubren su campaña casi 24/7, como si se tratara de un reality show más.

2. REPUBLICANOS: SER SEGUNDO ES GANAR

La larga carrera de las primarias estadounidenses tiene mucho de victorias morales, guerras tácticas y estrategias de posicionamiento. Si en Iowa Marco Rubio se consagró como el vencedor testimonial por superar ampliamente las expectativas pese a ser tercero, en New Hampshire la vista estará puesta en quién es el candidato con el mayor apoyo excluyendo a Donald Trump.

Hasta el sábado en la noche, quien parecía tener todo a su favor era Rubio, quien incluso acuñó la frase “marcomentum” para reflejar el impulso de los caucus en Iowa. Pero en una contienda donde cualquier detalle se vuelve viral, en el último debate en New Hampshire el senador de origen latino cometió un error de principiante y repitió cuatro veces, casi textualmente, una frase de extraño armado y difícil comprensión: “Terminemos con esa idea de que Barack Obama no sabe lo que está haciendo. Él sabe exactamente lo que está haciendo”. Los otros aspirantes –que insistían en que Obama no sabe lo que hace- aprovecharon la insistencia de Rubio para marcarlo como “robótico” y “poco auténtico”. Y los memes de internet también hicieron su parte.

Pero con todo, él parece seguir siendo el nombre que suscita más consenso. El conservador Ted Cruz no tiene tanto sustento en un estado más liberal, cuyo lema es “Vive libre o muere”. Y el trío de gobernadores y ex gobernadores en carrera –Jeb Bush, Chris Christie y John Kasich- parece empatado en torno al 10%. Lo claro es que después de New Hampshire habrá presión en este grupo para no retrasar lo que muchos retratan como una necesidad urgente del establishment republicano: unir todas las fuerzas más moderadas en un nombre que aglutine el rechazo a Trump.

3. SET POINT PARA SANDERS

Las encuestas en el lado demócrata proyectan que Bernie Sanders le ganaría a Hillary Clinton mañana por un margen que varía entre 9 y 33 puntos. Y sus seguidores saben que lo que se juega el senador es un tremendo golpe de efecto. Por eso, hordas de voluntarios arribaron este fin de semana a New Hampshire desde el vecino estado de Vermont, donde Sanders ha construido su carrera política. Sasha Issenberg, uno de los más prestigiosos reporteros en cuanto a campañas en terreno, aportó esta semana un dato que asombra: la campaña del senador debió avisarle a la policía que tendría voluntarios en terreno incluso en zonas aisladas, porque algunos vecinos llamaron a la policía al ver por primera vez a jóvenes extraños golpeando su puerta.

El entusiasmo es palpable. Sobre todo entre los más jóvenes, a los que no les importa construir un escenario mientras una tormenta de nieve azota Manchester, o viajar cientos de kilómetros para apoyarlo. De alguna forma, lo que vendrá después no será tan puro y alegre: si gana, la prensa –que hasta ahora le ha dado una cobertura muy favorable- empezará a indagar en su historia previa, a levantar sus contradicciones pasadas y a buscar que tome definiciones que vayan más allá de su mensaje contra los millonarios y su llamado a la “revolución política”.

Pero por ahora, Sanders es la estrella. Si faltaba algo, lo selló el sábado pasado, cuando prácticamente fue el protagonista de Saturday Night Live, el programa satírico por excelencia en lo que a campañas se refiere. Ahí, actuó junto al comediante Larry David –con el que comparte un asombroso parecido-, hizo bromas sobre su origen judío y provocó carcajadas con un vestido similar al de un marinero. Es la segunda juventud del hombre que a los 73 años es la revelación de la campaña.

4. HILLARY Y LOS FANTASMAS DE 2008

Hace una semana en Iowa, uno de los tantos miembros del Partido Demócrata que apoyan oficialmente a Hillary Clinton se despachó con una confesión llamativa: “Estaba en un programa de radio y todo iba muy bien, hasta que me preguntaron cuál es el mensaje central de la campaña”. Aunque después, entre risas, aclaró que había logrado salir del paso, la definición da en el clavo del principal problema que enfrenta la ex primera dama: su equipo ha organizado hasta el más mínimo detalle, pero no logra generar la motivación que le permita terminar de una vez por todas con la amenaza de Sanders.

En el equipo de Hillary estratégicamente preparan el ánimo para una derrota, aunque la propia candidata dijo que no abandonaría la campaña en el estado. Y en realidad, eso sería aceptable, dado que Sanders es un candidato del área de Nueva Inglaterra, que incluye New Hampshire: o sea, juega casi de local. Lo más preocupante, sin embargo, es que en la última semana han empezado a haber señales que recuerdan a su campaña frustrada en 2008 contra Barack Obama.

La primera fue la información de que en enero el ejército de pequeños donantes de Sanders recaudó US$5 millones más que la ex secretaria de Estado. Eso se refleja en temas prácticos tan domésticos como que el viernes, en un acto organizado por el Partido Demócrata en Manchester y en que los dos candidatos expusieron, la campaña del senador competía de igual a igual con poleras y carteles que entregaba gratis a los asistentes que lo quisieran. O más sensibles, como que en las últimas semanas Sanders ha gastado tres veces más que Clinton en avisos de TV.

Sin embargo, quizás la señal que más recordó a los errores de 2008 no vino directamente de Hillary, sino que de su esposo, Bill Clinton. El domingo, el ex presidente lanzó un duro ataque contra Sanders y sus seguidores, acusándolos de misoginia y de tener un discurso vacío. La tensión entre ambos campos es evidente: por ejemplo, los adherentes de Sanders pifiaron varias veces cuando se mencionó a Clinton en el acto del viernes, y más de la mitad se retiró antes de que ella diera su discurso. Sin embargo, hasta ayer eso no había pasado a un ataque frontal. Por eso, Hillary deberá cuidar sus pasos: si bien Nevada y Carolina del Sur, los dos estados que vienen en el calendario, le son favorables, elevar la intensidad de la campaña le puede terminar jugando en contra en el largo plazo.

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