Por Emilio Maldonado Noviembre 13, 2015

En noviembre de 2012, ya acercándose el verano, las autoridades de Coyhaique aún recordaban que la ciudad había pasado uno de los inviernos más críticos. La falta de lluvias y los constantes días de frío hicieron del año un verdadero tormento para los consultorios de la ciudad: cientos de niños y personas de la tercera edad colapsaron los servicios de salud, debido a enfermedades respiratorias. Al igual que en años anteriores, hubo un solo culpable: la calefacción a leña.

Desde 2007 que el gobierno central y de manera coordinada con autoridades de la zona, primero bajo la administración de Michelle Bachelet y luego de Sebastián Piñera, comenzó a hacer un seguimiento a las condiciones atmosféricas de Aysén. El término de ese trabajo llegó en noviembre de 2012: el 28 de ese mes, el Ministerio del Medio Ambiente determinó que Coyhaique, al igual que otras ciudades del centro y sur de Chile, como Chillán, Temuco y Osorno, debía ser declarada zona saturada de partículas contaminantes. A partir de esa fecha, la capital regional entró al desgraciado grupo de las ciudades más contaminadas de América Latina, superando con creces a la siempre cuestionada capital chilena.

La noticia no impactó a sus habitantes; lo veían venir. En efecto, querían que así fuera: por años suplicaron por planes de descontaminación, y el decreto de la autoridad les pavimentaría el camino para limpiar la ciudad. Tres años después, la situación ambiental sigue igual: cada invierno, Coyhaique desaparece bajo el esmog.

“Nosotros producimos hidroelectricidad y el resto lo generamos con energía nuclear. Todo lo demás debemos importarlo. Eso nos hace dependientes de las decisiones de otros. Queremos ser sustentables con nuestros propios recursos y Chile debería hacer lo mismo”, afirma Leuthard.

A pesar de que el decretar a Coyhaique como zona saturada no ha cambiado las cosas, la noticia sí tuvo impacto miles de kilómetros hacia el noreste. Precisamente, a los pies de los Alpes: en Suiza, país que al igual que Chile importa casi la totalidad de sus fuentes de calefacción —como gas y petróleo—, en el pasado la leña amenazó con convertir a sus pueblos en nubes grises, hasta que el gobierno local decidió actuar. Hoy, Suiza sigue calentando gran parte de sus hogares con leña, pero el aire que respiran sus habitantes está entre los más limpios del mundo desarrollado.

Esta disímil realidad motivó a que el gobierno helvético pusiera sus ojos en Aysén. Desde este año comenzó a trabajar un plan piloto en la ciudad austral, precisamente para erradicar la idea de que la leña es la culpable. De acuerdo al trabajo que han realizado los funcionarios suizos —al alero de la embajada con sede en Santiago—, es el mal uso de la misma lo que causa las crisis medioambientales año tras año. Para ello, se propusieron implementar en esa ciudad el modelo ya aplicado en los Alpes, apoyado en dos pilares fundamentales: mejor uso del material disponible y el reacondicionar los hogares para disminuir el consumo de leña.

Fue en ese contexto en que, hace dos semanas, la autoridad suiza más importante en la materia aterrizó en Santiago. Por pocas horas, la consejera federal Doris Leuthard estuvo en Santiago y sostuvo importantes reuniones con empresarios suizos, chilenos, y con los ministros de Energía, del Medio Ambiente y con el de Transportes y Telecomunicaciones, Andrés Gómez-Lobo. El motivo de su apretada agenda: la leña y la eficiencia energética.

SUSTENTABILIDAD CONSTITUCIONAL

Doris-LeuthardLeuthard hace una pausa a su agitada visita a Chile. Lleva dos días en Santiago y recién puede ver la piscina con cascada que domina el jardín del hotel Grand Hyatt. Ella, a pesar de detentar un cargo similar al de un ministro en Chile, tiene una gran diferencia: bajo su administración tiene siete “ministerios”. Y no cualquier cartera, sino las más importantes para Suiza: medio ambiente, transportes, energía, comunicaciones e infraestructura figuran entre las reparticiones que deben ser supervisadas por Leuthard.

El círculo cercano a la representante del gobierno suizo afirma que ella tiene una pauta similar a la de un presidente en visita de Estado. Que tiene reuniones pactadas con múltiples ministerios en Chile y en apenas 48 horas. Cómo no notar que en su currículum figura que ella fue presidenta de la Confederación Suiza durante 2010. Sabe, entonces, de agendas apretadas.

Mientras prepara su reunión con el ministro Gómez-Lobo, Leuthard —quien además ha sido ministra de Economía y ha representado a Suiza ante la Organización Mundial de Comercio— dice que su cargo, o los siete que tiene bajo su administración, no responde meramente a una reducción de ministerios. Según la consejera, en Suiza el desarrollo sustentable está garantizado en la Constitución, por lo cual la multiplicidad de carteras responde a ello: “Tiene todo el sentido que la infraestructura, el desarrollo de energías, las comunicaciones y el transporte tengan un desarrollo pensando en el medio ambiente y en su sustentabilidad. Precisamente las áreas que yo manejo. Por eso es que Suiza ha decidido que todo esté bajo una misma persona, para potenciar este desarrollo que es mandatado por la propia Constitución”.

La realidad chilena es otra. Al menos en la forma cómo se resuelve el tema del desarrollo. No de manera focalizada, bajo un único criterio, abordando la sustentabilidad desde una sola cartera. Pero, según la funcionaria suiza, de todas formas hay similitudes entre ambos países y de ahí que ella esté de visita en Chile. “Tanto Suiza como este país importan casi toda su energía. Nosotros producimos hidroelectricidad, al igual que Chile, y el resto lo generamos con energía nuclear.
Todo lo demás debemos importarlo. Eso, tal como le ocurre a Chile, nos hace dependientes de las decisiones de otros y hemos decidido no hacerlo más. Queremos ser sustentables con nuestros propios recursos y Chile debería hacer lo mismo”, afirma.

De ahí que para su gobierno, la leña debe seguir siendo parte de la matriz energética. Chile, comenta, tiene riqueza en la producción de madera y debe potenciarla en vez de combatirla. “En Suiza también tenemos este tipo de calefacción, pero hemos conseguido disminuir su consumo hacia uno más eficiente y sin contaminación”. De eso fue lo que habló con Pacheco y Badenier.

CALOR SEGURO

“Queremos que nuestros niños vayan a escuelas temperadas, pero también que no sufran de enfermedades respiratorias por ello”, cuenta Leuthard. En Chile, y en Aysén en particular, también se puede lograr, explica.

Parte del programa piloto desarrollado por el gobierno suizo contempló la creación de un centro de biomasa en Coyhaique.

Antes, de acuerdo a su diagnóstico, existía mucha informalidad en la venta de los casi 300 mil metros cúbicos de leña que se consumen anualmente en la ciudad. Con el programa de biomasa se trazó como objetivo el vender —a través de proveedores registrados— leña seca y astillas de buena calidad, tanto para entregar al mercado artículos de alto grado calórico (que reduzcan la cantidad de leña quemada) y que, a su vez, no fuesen contaminantes.

La creación de este centro ha sido un caso que, en los Alpes, ha sido llevado con éxito como parte angular de un nuevo modelo energético. En Suiza, por ejemplo, se han creado estos centros, junto con un sistema de calefacción distrital, el cual permite llevar a todos los hogares agua caliente a bajo costo. Para asegurar esto último y la permanencia en el tiempo del sistema, se crearon sociedades anónimas para hacer rentable el modelo. Más de la mitad de las acciones de esas sociedades quedaron en manos de la comunidad, lo cual creó interés en los propios habitantes por preservar el modelo.

Pero no todo pasa, según Leuthard, por mejorar la calidad de la leña. En su visita pudo percatarse que casi la totalidad de las edificaciones en Chile no están aptas para sistemas eficientes de climatización, generando un consumo innecesario de energía. Precisamente, ese ha sido el foco en materia energética de Suiza en los últimos años: además de mejorar las tecnologías para hacerlas menos contaminantes, han apostado por reducir el consumo.

La consejera aprovechó la visita a los ministerios de Energía y Medio Ambiente para compartir la receta: “En Suiza cobramos un impuesto alto a quien emite CO2. Eso se devuelve a quien haga inversiones en mejorar su casa, en aislarla y en dejarla en óptimas condiciones para un consumo inteligente de la calefacción. Eso podría hacerse en Chile y bajar el consumo de combustibles y tener calor seguro y económico en las zonas del centro y sur”, afirma la funcionaria suiza.

Parte de la receta helvética para enfrentar los próximos inviernos en Aysén sin tener que cambiar toda la matriz.

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