Por Nicolás Alonso Julio 15, 2015

CATEGORÍA CIUDAD DIGITAL Y ESPACIO PÚBLICO

  • La villa verde de Maipú

Todo empezó con un ceibo, con un grupo de vecinos abrazados a él, y un centenar de árboles talados alrededor.

Lo que pasó ese 13 de enero de 2004, el día que  la villa Cuatro Álamos de Maipú –entonces un lugar de terrenos baldíos y pobreza explícita– no pudo evitar que le arrasaran el único parque que tenían para construir un colegio, fue el comienzo de otra villa.

Luego de dos meses de enfrentamientos con la municipalidad, y de esa mañana en que Fuerzas Especiales desalojó a medio centenar de vecinos –la mayoría viejos, muchos llorando– que se abrazaban a los árboles, lo que quedó fue eso: un ceibo, un único árbol, y el principio de una historia. La cuenta, mirándolo, Ricardo Acuña, presidente desde hace una década de la junta de vecinos del lugar, y uno de los que primero entendieron que lo que había pasado en la villa, la unión de los vecinos en torno a esa pelea que perdieron, tenía que derivar en algo mayor: en la creación, primero, del Centro El Ceibo, para impedir que volviera a ocurrir algo como eso, y luego, en un plan ambicioso: convertirse en el primer ecobarrio de Chile.

Mientras camina y cuenta la historia –el plan para ser un ecobarrio en 2018, con apoyo de la municipalidad, el fondo que consiguieron de la ONU, el contacto con la tesista de Ecología María Inés Díaz para el diseño–, lo que tiene a su alrededor, en la villa de diez hectáreas y 28 blocks antes conocida por el narcotráfico y por haber sido un fuerte bastión de resistencia a la dictadura, son cosas como éstas: un jardín botánico, construido sobre un ex basural, con 150 árboles y arbustos de la zona central, de 35 especies distintas, con lienzos que explican su orígenes e importancia. Distintas divisiones: árboles de las quebradas, zona de espinos, arbustos de la cordillera y, bajo ellos, los maceteros que son coches, tambores de lavarropas, canastos, bañeras, cosas que la gente tenía en sus casas y que llevó para empezar a plantar.

–Esto ha mejorado la autoestima. En los 90 nos decían la “Cuatro jálamos”, estábamos estigmatizados, ahora la gente se ha empoderado, y no hay delincuencia. Ven su villa bonita y han empezado a ocupar los espacios, a no dejar que los rompan.

A una cuadra del jardín botánico está la plaza de los frutales, con duraznos, mandarinas, limones, naranjas, guindos, caquis y nogales, cada uno cuidado por un niño de la comunidad, que llenan fichas mensuales con su estado. Sobre ellos, la luminaria fotovoltaica impide lo que antes era común en la villa: que los cortes de luz dejen las calles totalmente a oscuras.

Una manzana más allá, otra plaza tiene árboles nativos, plantados en honor a los vecinos que han fallecido, otra más muestra los resultados del taller de huertos de los sábados: cultivos de todo tipo –en altura, verticales, permacultura, en espiral, compost, lombriculturas–, con cilantro, lechuga, habas, acelgas, ají y repollos, entre otros vegetales, que los vecinos sacan y cuidan sin ningún régimen de cuotas.

Hoy quieren promover la idea de los ecobarrios a través de una fundación, y  están trabajando con la municipalidad para llevarla a otras cuatro villas. También viajaron a Noruega para firmar un convenio con la ONG Change The World, y han recibido a estudiantes de ese país y de Francia interesados en estudiar el modelo de cultivos y autosustento barrial.

El gran sueño, dicen en la villa, es transformar su ejemplo en una política pública.

Transformar cada basural en un jardín.


CATEGORÍA INFRAESTRUCTURA Y MOVILIDAD

  • Las nuevas ruedas de Santiago 

Todo partió de una encrucijada:cómo mejorar la movilidad de una comuna, Santiago, que es el punto neurálgico del tránsito de la capital, con más de 1,9 millones de viajes por día, y el mayor uso de transporte público de todo el país, sin la posibilidad de ampliar sus calles, por el valor patrimonial de sus edificios. 

Las propuestas, incluidas en el nuevo Plan Integral de Movilidad de la comuna presentado este año por la alcaldesa Carolina Tohá, están enfocadas en un cambio total de eje:priorizar a los peatones, ciclistas y transporte público, en ese orden, por sobre los vehículos de carga y, por último, los particulares. 

Entre las principales medidas está la conversión de las calles Compañía-Merced, Santo Domingo, Bandera, Mac-Iver, San Antonio, San Martín y Amunátegui en vías exclusivas, de 19 a 21 horas, para locomoción colectiva, y la ampliación de sus veredas para mejorar el tránsito de peatones.

Otro de los puntos principales es la creación de dos ciclovías para atravesar el casco histórico. Una de norte a sur –que fue inaugurada en mayo en Teatinos–, y otra de oriente a poniente que aún se está definiendo. La idea es ocuparlas como ejes principales de una futura red que abarque toda la comuna, apoyada por la instalación de mil bicicleteros (ya van 600) y 40 estaciones de bicicletas públicas.

El plan también incluye, en distintas etapas, mejorar la conexión con Independencia a través de dos nuevos puentes, ubicados en San Martín y Amunátegui;techar la Autopista Central; y construir el Paseo Welén, una peatonal de 80.000 m2 desde el cerro Santa Lucía hasta el Parque Quinta Normal.


CATEGORÍA COMUNIDAD Y ENERGÍA

  • El colegio autosustentable

Son 96 placas azules, que ocupan desde el mes pasado 174 metros cuadrados del techo del edificio de básica, y son también el punto de partida hacia la meta más ambiciosa que se ha impuesto el Colegio Suizo de Santiago:transformarse, de aquí a 2018, y en base a energía solar, en el primer colegio autosustentable de Latinoamérica.

La planta fotovoltaica –que surgió luego de que en 2013 un grupo de apoderados pidiera al directorio darles más ejemplos de sustentabilidad a los alumnos– es la primera fase de un plan que incluye adaptar todas las materias dictadas en los cursos a un mensaje medioambientalista, hacer talleres de soluciones y prácticas autosustentables para situaciones cotidianas, cambiar toda la luminaria a Led, y bajar al mínimo indispensable el consumo eléctrico del colegio.

Hasta este punto, el plan de energía solar del colegio –impulsado por su nueva gerencia de sustentabilidad– no ha implicado ninguna inversión: tras firmar un contrato, la firma de energía no convencional Rame Energy les cedió los paneles por 15 años, a cambio del cobro, en ese periodo, del total de la energía que produzcan a un precio similar al del sistema tradicional. Luego de eso, la tecnología pasará a ser del colegio.

En las tres semanas que lleva funcionando, el Colegio Suizo ha obtenido un 20% de su electricidad del sol, y los fines de semana venden la que producen a Chilectra.  En un año, habrán producido 40 mil  kilowatts/hora sin ninguna emisión de CO2 al medioambiente.

 

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