Por quepasa_admin Junio 25, 2015

El hacker lleva una década espiando a Carolina Palacios:"Partió con mi Hotmail; siguió con Messenger. Luego con mi Facebook. Después empecé a recibir correos privados de muchas personas a mi propio mail. Incluso, mi boleta de la cuenta de luz venía intervenida con mensajes obscenos".

Si esta historia tuviera música de fondo, sería la de una película de terror. Porque durante 13 años, al menos 50 personas, entre ellas una familia completa y su entorno de amistades, han sido espiadas por un hacker extranjero. Ha leído sus correos electrónicos, sabe los nombres de sus hijos y el colegio en el que estudian; conoce sus direcciones, el lugar donde trabajan y quiénes son sus amigos. También ha robado sus fotos personales para intervenirlas con Photoshop y subirlas a páginas pornográficas.

No es todo. Robando sus claves y usando sus cuentas de correos, ha enviado mensajes obscenos, suplantando la identidad de sus víctimas, e involucrando cada vez  a más personas: profesores, apoderados de los colegios donde tienen a sus niños, compañeros de trabajo, clientes con los que sólo deberían hablar temas laborales y hasta a sus familiares, a quienes ha enemistado con falsos emails.

Una pesadilla que nadie quisiera vivir, pero de la que no han podido salir pese a  presentar denuncias con las que hasta hoy no han logrado resultados.

“La familia está quebrada. Se han generado desconfianzas. Hay quienes han tenido problemas en sus trabajos y otros de pareja”, cuenta Catalina Brahm, una de las víctimas.

Catalina es ex alumna del colegio Villa María. Se convirtió en uno de los primeros blancos del hacker, cuando a partir del 2000 comenzó a recibir extraños correos electrónicos con mensajes de contenido sexual.  Sus sospechas, que mantiene hasta hoy, sindican a un extranjero que fue pareja de una de sus hermanas durante dos años. Todo apunta a que cuando se terminó la relación, concentró toda su ira en contra de la familia, a la que responsabiliza del quiebre. Luego sumó a sus víctimas a gran parte de su entorno, en especial a las amigas más cercanas.

Sin embargo, con el tiempo su rabia fue ampliándose hacia cualquier persona que tuviera contacto vía email con ese grupo, robando sus identidades sin discriminar.

El hacker ha ido sofisticando sus ataques a medida que avanza la tecnología: partió con Hotmail, siguió con Messenger, Gmail, Facebook. Y ahora llegó a sus teléfonos.

A Catalina, por ejemplo, le ha robado todas las contraseñas de las cuentas de los emails que ha creado durante estos años. También lo hizo con su prima, la profesora Josefina Besoain. Y abrió un Facebook de ex alumnas del Villa María Academy (VMA), con mucho éxito, y puso una foto de Catalina para ridiculizarla: aparece con cachos negros de látex.

"Ese episodio de suplantación significó que tuve que pedir perdón al colegio y explicar a todas mis ex compañeras y a la red de ex alumnas lo que pasa. Mi generación sabe, pero obviamente existe desconfianza. No es posible abordar a todo el mundo para decir que no eres tú", cuenta.
Pero comparado con todos los otros episodios que ha vivido la familia, la intervención de la cuenta de Facebook del VMA parece casi una anécdota. Simone Renard, la hija mayor de Catalina, ha sido víctima de este hacker desde los 13 años. Lo peor vino cuando fueron enviados con su identidad correos electrónicos de contenido sexual a su profesor de religión y a otros adolescentes amigos. También intentó apoderarse de la cuenta de Facebook de la hija de la periodista Carolina Urrejola cuando era menor de edad, pero alcanzó a cerrarlo justo a tiempo.

Hoy Simone está en primer año de Ingeniería en la Universidad Católica. Y en marzo de este año, apenas entró a clases, se vio obligada a enviar una misiva al subdirector de Asuntos Estudiantiles de la escuela: “Junto con saludarlo, le mando esta carta para comunicarle que hay una persona que hackea mis cuentas electrónicas constantemente. Esa persona viene hackeándome a mí y a mi familia hace aproximadamente 13 años, por lo que tenemos un caso en fiscalía. Los casos de violación de privacidad y de derechos de internet no son muy expeditos y menos cuando el hacker es del extranjero. Quiero dejar constancia ante la eventualidad de que este hacker encuentre mi mail UC y empiece a hablar o mandar material inapropiado a mi nombre, a profesores o a compañeros de carrera. Prefiero avisar de antemano de que existe esa posibilidad”.

La abuela de Simone también ha sido víctima de los ataques: le abrió un Facebook a su nombre, subió fotos groseras y contaminó a todas las personas que aceptaban su invitación de amistad en la red.

Blanca Besoain, prima de Catalina, ha sufrido situaciones similares. Su mamá también ha sido afectada: hay páginas triple X en que el hacker puso una foto de su rostro y, usando Photoshop, la acompañó con la frase “la gran masturbadora del sexo tántrico”.

Blanca trabaja en una reconocida productora audiovisual que ha hecho publicidad y varias campañas políticas, incluso, presidenciales. El hacker le robó su cuenta del correo de la oficina. “Me llamó un cliente para decirme que qué me había creído; que él era un hombre casado con hijos; que el tono del email que yo le había mandado era de contenido sexual. Estaba enfurecido. Me dijo que me tenía confianza y que yo se le había caído”.

El daño ya estaba hecho. Blanca Besoain  tuvo que dar explicaciones en la productora. Por precaución la dejaron fuera de la campaña más importante. Perdió  una oportunidad relevante: "Hablé con mi jefe. Me dijo que entendía la situación, pero que no podía poner en riesgo el trabajo".

Entonces, de la productora llamaron a un experto informático que protegió los computadores. La sorpresa fue mayor: “El hacker tiraba un virus que era como una araña, y mi teclado era un espejo con el suyo. Tenía acceso a todo lo que yo hacía. Una vez me mandó un email de una conversación mía con mi marido por Skype que él había grabado. Por eso hoy todos los Mac de la oficina tienen sus cámaras tapadas con scotch, porque hacía videos ”.

El "virus" al que se refiere Blanca es el mismo que encontró el ingeniero civil informático Nelson Maureira, a quienes muchas de las víctimas contrataron el año pasado para protegerse. "

"La mayoría tenía dentro de sus computadores un programa conocido como Key Logger, que implica que todo lo que escribían en sus teclados lo podía ver el hacker. Incluso, sacar fotos desde la cámara de su computador", cuenta.

Fue la constatación de que un hacker, además de leer correos privados y suplantar la identidad de sus víctimas, también puede espiar sus vidas.

Maureira explica que el programa lo propagó enviando correos a todas sus víctimas, los que ellas abrían sin saber de qué se trataba. Esto, porque mandaba los emails con nombres de sus conocidos, pues se había apropiado de muchas cuentas. “Generalmente, eran unas fotos en las que para verlas había que pinchar un link”. Y añade: “En los años que trabajo en seguridad, nunca antes vi un caso tan oscuro como este, en el que se ha dañado a una familia completa y al menos a unas 50 personas”.

EL CÍRCULO SE AMPLÍA

Es el verano de 1999 y un viaje de vacaciones de un grupo de amigas veinteañeras a México, y que habían esperado con ansias, se convirtió en una pesadilla. Fue así como empezó esta historia que, finalmente, llegó al Ministerio Público.

Junto a la hermana de Catalina viajaron varias amigas, entre ellas Soledad González, dueña del café Wonderful y Carolina Palacios, quien trabaja en un factoring. En ese entonces ambas estudiaban Periodismo. Eran compañeras de universidad de Carolina Urrejola, hoy conductora de Canal 13, quien a su vez era amiga desde niña de la hermana de Catalina en el colegio Villa María.

Fue en ese viaje donde su amiga empezó su relación de pareja y se fue a vivir fuera de Chile. Pero regresó en 2001, alertada por su entorno, que había comenzado a recibir correos extraños que no parecían escritos por alguien a quien conocían tan bien. Temieron que había sido hackeada.
Carolina Urrejola se puso en alerta: "Sus respuestas eran extrañas, con alto contenido lésbico, cuestión que era rarísima en ella. Empecé a hacerle preguntas que sólo ella habría podido contestar. Y nos dimos cuenta que lo mismo le estaba pasando a sus hermanas y a otras amigas".

Hay coincidencia entre las víctimas que fue la separación lo que detonó la ira del hacker. Hasta hoy les envía correos desde distintas direcciones. Varias de ellas las ha creado con  combinaciones de su nombre;  en otras, usa las identidades que ha ido robando con los años. Muchos correos contienen mensajes que van desde groserías hasta hacerles saber que conoce detalles de sus vidas. Por ejemplo, el nombre de sus hijos. También envía emails cruzados a todas las personas del círculo que ha intervenido. Una de ellas es la periodista Marcia Scantlebury, miembro del directorio de TVN y tía de  Urrejola.

Carolina Palacios lleva más de una década dando explicaciones en sus trabajos, amigos y conocidos. “Primero me llegaron mails describiendo imágenes de tríos sexuales. Luego otros de tipo lésbico. Partió con mi Hotmail; siguió con Messenger. Luego con mi Facebook”, relata. “Después empecé a recibir correos privados de muchas personas a mi propio mail. Incluso, mi boleta de la cuenta de luz venía intervenida con mensajes obscenos. Lo mismo la del gas, el agua y la de la compañía de seguros”.

Carolina se ve angustiada. El hacker sabe el nombre de su hija y ha enviado correos con propuestas obscenas a otras apoderadas del colegio. También ha mandado fotos pornográficas intervenidas con su cara a muchos de sus contactos.  “Me han llegado correos de ex compañeros de colegio que no veo desde 1991. Esas son las personas que se han atrevido a decirme algo. Pero hay tantas otras que no lo han hecho. Es horrible que toda mi relación por internet sea a través de cuentos eróticos, hackers enfermos o sicópatas sexuales. Que la gente me relacione con eso es terrible”.

Soledad González ha pasado por lo mismo. Y cada vez que está a punto de hacer un negocio, debe avisar a sus contactos  y contarles lo que vive hace años. Su marido, el norteamericano Ian O’connor, también ha sufrido los ataques: el hacker se inmiscuyó en algunos correos del colegio Nido de Águilas, donde estudian sus hijas. Envió mail a varios apoderados con su nombre y con falsas fotos obscenas de él desnudo.

Tuvieron que dar explicaciones al rector y advertir de la pesadilla que viven hasta hoy.

Ian nunca conoció al hacker. Pero lo heredó.

EL CASO LLEGA A LA FISCALÍA

La periodista Carolina Urrejola fue una de las primeras del grupo en presentar una denuncia. Llevaba años con sus correos intervenidos. Una experiencia grave ocurrió en 2004, cuando viajó a Punta del Este con su hija de vacaciones. "Llegué al lobby del hotel y me avisaron que me habían llamado urgente desde Chile. Un conocido dijo que había chateado conmigo y que estaba muy preocupado porque yo estaba deprimida. Y que, incluso, yo le había dicho que no descartaba el suicidio".

Decidió cerrar esa cuenta y abrir un Gmail, que mantuvo por ocho años, hasta que varios amigos le avisaron que no sólo hacía insinuaciones sexuales a sus contactos, sino que también les decía que estaba deprimida."“Supuestamente les decía que mi vida era miserable. Pero en la realidad yo me había casado recién. Es decir, contrastaba totalmente con lo que estaba viviendo", cuenta.

Luego el hacker  le creó un Facebook falso con su foto. En la página la periodista aparecía preguntando si alguien "había probado el sexo tántrico". Por su cuenta de Twitter, donde tiene 967 mil seguidores, aclaró que no tenía Facebook y que alguien usaba maliciosamente su cuenta.

Poco después siguió con su hija, cuando ella era menor de edad y estaba en tercero medio. Trató de apoderarse de su Facebook, pero alcanzó a cerrar su cuenta. "Sabe quien es mi hija. También ha perjudicado a sus amigas", dice Urrejola.

La periodista dio aviso al colegio Villa María. "Me pareció peligroso. Si se involucró con uno podía hacerlo con otros". También decidió presentar una denuncia en 2012 ante el Cibercrimen. Lo mismo que hizo su ex compañera de universidad Carolina Palacios, pero ante Carabineros y la Fiscalía de Ñuñoa, al darse cuenta que el hacker había entrado en su teléfono.

Ninguna de las denuncias tuvo eco. “En Cibercrimen me tomaron declaración, pero la Fiscalía nunca tramitó la denuncia. A las tres semanas me avisaron que estaba archivada. Me dijeron que se investiga cuando se involucra a menores en actos de connotación sexual o robo, y que era difícil porque el hacker no estaba en Chile. Quedé con mucha frustración, porque era la respuesta que habían recibido varias amigas: que por ser extranjero, no había nada que hacer”, cuenta Urrejola.  “Encontré oídos sordos en las instituciones que tienen que investigar. Esto genera rabia. Impotencia. Temor.  Me frustra que los organismos que tienen que perseguir los delitos, por temas de fronteras no hagan nada”, añade.

Lo mismo ocurrió con la denuncia que presentó la hermana de Catalina ante la Fiscalía Oriente: fue archivada temporalmente en abril luego de que las empresas proveedoras de internet extranjeras nunca respondieran.

Se trata de un problema con el que los fiscales chilenos suelen encontrarse debido a los vacíos legales y la antigua ley de delitos informáticos que rige desde 1993 y que sanciona el espionaje y el sabotaje. Cuando el autor del ilícito es extranjero, las cosas se complican. Una de las razones, explica Alejandro Moreira, subdirector de la Unidad Especializada en Lavado de Dinero, Delitos Económicos y Crimen Organizado de la Fiscalía Nacional (ULDECCO), es lo "prehistórica" de la legislación, que no está acorde al avance de la tecnología.

Pero otro punto en contra, agrega Moreira, es que Chile no ha suscrito la Convención de Budapest, a la que están adheridos el 90 % de los países que son proveedores de internet. Ser parte de este tratado implicaría la obligación de entregar la información solicitada, incluso, en 24 horas. En cambio, hoy el trámite es tan largo –requiere autorización judicial de un tribunal del país que es requerido– que la respuesta de las empresas puede durar meses,  años o no llegar nunca: “Si esto fuera así, la tasa de esclarecimiento de muchos de estos casos sería exorbitantemente mayor, porque podríamos pedir mucha información en línea”, afirma.

El comisario Esteban Maldonado, de Cibercrimen, agrega: “Si se pide información sobre un hackeo y ese IP aparece en un territorio distinto al nacional, nos responden que no pueden entregar información porque está fuera de la jurisdicción chilena. Es algo que puede sonar extraño, porque la internet es global, pero lamentablemente es así”.

En tanto, el jefe del Cibercrimen, prefecto Jaime Jara, recomienda no asociar a un mismo correo electrónico todas las cuentas de redes sociales porque eso genera vulnerabilidad. Añade que nunca hay que compartir las contraseñas, menos con una pareja. Y que jamás hay que usar password relacionados con las preferencias o datos personales: “Quien sabe tus gustos, puede adivinar tus claves”.

Gonzalo Sánchez y Andrés Grunewaldt, de Silva & Cía Abogados, estudio que se ha especializado en este tipo de delitos, hacen hincapié en un problema adicional. A la necesidad urgente de adecuar la ley actual a las nuevas tecnologías, suman otro factor: “Si bien la usurpación de nombre está sancionada en el Código Penal, el problema práctico en las nuevas tecnologías es la acreditación del delito. Es muy difícil probarlo y va a depender mucho de cuán precavido fue el infractor y qué tipo de dirección IP usó. Fuera de Chile hay redes privadas virtuales que se pueden usar para conectar varios computadores o bien, para invisibilizar y ocultar el número IP. Por eso,  en general la gran dificultad de la policía y la fiscalía es la acreditación”.

Mientras tanto, el hacker sigue molestando a sus víctimas. Hace apenas un mes volvió en contra de Blanca Besoain: “En un email le pedía a una compañera de trabajo que me grabara junto a mi marido un video erótico porque yo quería entrar en el comercio sexual”.

Hace dos semanas chateó con Carolina Palacios. Ella lo increpó. "Llama a Interpol o a Disney", le respondió burlón.

Carolina guardó la conversación, como lo ha hecho durante años, al igual que todas las víctimas. Lo hizo por si alguna vez puede hacer algo con sus pruebas.

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