Por Paula Molina Junio 24, 2015

"Me gusta Sánchez, porque tiene 'garra charrúa'. Aquí Arsenal siempre fue un buen equipo, pero nada más. Era un equipo de jugadores con buen toque, pero flojitos. Sánchez le cambió la mentalidad al Arsenal. Era un buen equipo, pero con Sánchez es mejor".

Escritor y periodista, master de la Universidad de Cambridge, Campomar es de origen uruguayo, pero vive y trabaja en el Reino Unido, como director de la editorial más antigua de Inglaterra. En Londres, ha visto cómo el chileno Sánchez le cambió la cara a uno de los más populares equipos británicos, el Arsenal.

Campomar es además sobrino nieto de Enrique Buero, el diplomático que convenció , en 1924, a Jules Rimet –el mismo que da su nombre a la Copa del Mundo– de organizar el primer Mundial de Fútbol de la historia (1930) en Uruguay. "Era un snob, un pituco", se decía en la familia Campomar de Buero, quien fue también el primer vicepresidente de la FIFA en Latinoamérica, casi un siglo antes de que la organización se convirtiera en símbolo de corrupción y escándalo.

"Hay cosas negras en la FIFA, todos sabemos, pero hay que entender una cosa: a Joseph Blatter lo que le interesa es el poder, no el dinero. Él no es el ladrón. Hubo otros a los que les importaba más la plata que el poder, esos son los que detuvieron en Suiza. Pero lo de Blatter es pura ansia de poder", reflexiona. 

Desde Londres, Campomar sigue de madrugada los partidos de la Copa América, porque cree que el certamen que se realiza en Santiago reúne a los mejores jugadores del mundo y al mejor fútbol del planeta. Que allí continúa la historia que escribió en su Golazo! The complete history of  how soccer shaped Latin America. En la Copa América, Campomar ve el futuro de la historia futbolera latinoamericana. Y sobre eso habla con Qué Pasa.

–¿Qué admiras de la Copa América?

–Para mí el fútbol en América Latina es fenomenal, desde México hasta Chile, desde Tijuana hasta Punta Arenas. Es un fútbol completamente diferente al de Europa. Tenemos a los mejores jugadores del mundo: a Messi, Suárez, Neymar, Sánchez. Latinoamérica es un continente que ha tenido épocas doradas y épocas muy tristes, pero sobre ellas siempre hemos tenido algo que nos enorgullece: el fútbol.

–Los jugadores que mencionas juegan en Europa. Y de Messi incluso has dicho que "le falta calle", porque casi no alcanzó a jugar en Latinoamérica.

–Bueno, pero es que ése es el futuro de nuestros jugadores. Serán nacidos en Latinoamérica, pero hechos en Europa. No serán como los jugadores de antes, que jugaban en Uruguay, en Argentina, quizás en Chile, luego en Colombia... Hoy llegan a Europa con 11, 12 años, casi no han jugado en equipos de Montevideo o Buenos Aires o Santiago. Messi es nacido en Argentina y formado en Europa. Tiene algo de esos dos mundos. Así es ahora.

–¿Y crees que eso es bueno?

–Creo que no es bueno ni malo: es así. Los países latinoamericanos están conectados, ya no son unas islas.  Es un mundo globalizado.

–Pelé es tu jugador favorito. ¿Crees que Pelé habría sido el mismo si se hubiera ido a Europa a los 11 años?

–No sé. Pero sé que uno de los problemas del fútbol en Latinoamérica es la nostalgia, siempre estamos comparando: Messi o Maradona, Pelé o Neymar. Son jugadores que no se pueden comparar porque pertenecen a épocas totalmente distintas. El fútbol de la máquina de River Plate de los años 40 no tiene nada que ver con el fútbol de hoy. Creo que nos comparamos con el pasado porque somos un continente nostálgico. En el Río de la Plata tenemos una cierta tristeza, y creo que en Santiago también. Además tenemos esta duda permanente sobre nuestra identidad, sobre qué somos.

–Quizás esa nostalgia viene de un pasado esplendoroso: el Uruguay que organiza la Copa del Mundo, sin ir más lejos, porque está en una época de gloria.

–Claro, y está la gloria de Colo Colo en 1927, están las giras por Europa de los años 20, de Nacional de Uruguay, Boca. Esos equipos partían a jugar, pero además definían una cierta identidad latinoamericana ante los europeos.

–Tú asocias el fútbol latinoamericano a dos cosas muy relevantes: a la búsqueda de una identidad, que a veces creemos encontrar en el balompié, y a nuestra tendencia natural a mirar siempre hacia atrás, donde el fútbol nos ofrece algunos hitos importantes...

–Sí. El fútbol es parte de nuestra historia y de nuestra identidad. Latinoamérica fue por mucho tiempo "el continente olvidado", reconocido sólo por su cultura y algunos grandes autores, como Neruda, Borges, Galeano, y luego por las dictaduras, las torturas y los negocios sucios. Hoy los buenos jugadores son nuestros embajadores. En Londres, hoy, la imagen de Chile viene de Alexis Sánchez. Todavía se mencionan la dictadura de Pinochet y los vinos, pero Sánchez es lejos el chileno más conocido en Europa.

–Pasó antes, cuando Iván Zamorano se fue a jugar al Real Madrid, en los 90.

–Sí, cómo no. A nosotros nos pasa lo mismo con Suárez. Para un europeo, los jugadores latinoamericanos son más conocidos que los presidentes de Perú,  Chile o Uruguay. (José) Mujica era muy conocido, pero él era una excepción. Del actual nadie va a saber.

–Ya que mencionas a Galeano: hay dos miradas hacia el fútbol. Para algunos intelectuales el fútbol es "el opio de los pueblos". Al revés, otros dicen que el fútbol es  el único lugar donde todos somos iguales.

–El fútbol es el juego, como dice Mario Vargas Llosa, y nada más. Pero la cancha, los jugadores, la hinchada, todo eso es parte de nuestra historia. Sería imposible entender a Montevideo o Buenos Aires sin sus clubes de barrio. No pasó en Santiago, pero en esas ciudades hubo fútbol de barrio, y los estadios, las hinchadas, se hicieron parte de su historia. Buenos Aires sin fútbol no tiene sentido.

–¿Y refleja el fútbol la identidad de los países latinoamericanos?

–Refleja a los pueblos: los argentinos son fanfarrones, y así juegan. Los uruguayos son duros, y así juegan. Los peruanos y los brasileños siempre han sido de un fútbol de buen toque. Los chilenos... los chilenos eran distintos.

–¿Cómo era distinto el fútbol chileno?

–En los años 1910, 1920, Chile tenía equipos rapidísimos, pero que no tenían buen toque. Hoy eso ha cambiado: el fútbol chileno es una mezcla de Argentina con algo de Uruguay, combinada con esa rapidez que siempre tuvo.

–De Chile se dice que era un fútbol defensivo, "apocado", que se volvió vertiginoso y de ataque con Marcelo Bielsa.

–Fue por la cordillera que el fútbol chileno avanzó más despacio. En el siglo XIX se hacían muchas giras de clubes entre Montevideo y Buenos Aires, pero Chile quedó fuera de esa competencia por las dificultades para cruzar la frontera. El fútbol argentino y el uruguayo se influenciaron. El chileno no. Hasta hoy, que se "argentinizó". Traen a directores técnicos argentinos, jugadores argentinos. Las hinchadas chilenas hablan como porteños y cantan canciones de Buenos Aires. El fútbol chileno ha cambiado mucho en los últimos años.

–Chile es más pequeño y fue menos cosmopolita que Argentina y Uruguay, que siempre miraron hacia Europa, pero es un país que ha crecido mucho económicamente, que dejó de “achicarse” ante Argentina, por ejemplo. ¿Crees que eso influyó en el cambio?

–Bueno, es una cultura diferente también. La cordillera, de nuevo, hizo de Chile un país diferente. La argentina, la uruguaya, son culturas nostálgicas. La chilena no, es una cultura que mira más hacia el futuro. Es un poco fría también. Porque con todo, Uruguay y Buenos Aires tienen algo alegre, tienen carnaval. Santiago, no. No ves mucha alegría cuando caminas por Santiago.

FÚTBOL DE MEDIO PELO

–En la Copa América, Brasil fue derrotado por Colombia, Neymar quedó expulsado, y ya hay quienes dicen que Brasil no es el mismo. ¿Crees que van a ir cambiando los viejos paradigmas futbolísticos latinoamericanos? ¿O las copas se las van a seguir repartiendo Brasil, Uruguay y Argentina?

–Las personas esperan que las tradiciones se mantengan. En 1993, cuando Colombia le ganó a Argentina 5 a 1, Maradona dijo: "Vamos a ver si cambia la historia". Pensamos que porque Argentina y Brasil van a seguir siempre igual porque tienen una historia futbolística de grandes clubes y grandes jugadores. Pero no es así. Piensa en Venezuela. Por años, Venezuela era el país que casi-jugaba al fútbol. Su excepcionalidad era que no jugaba al fútbol. Han cambiado. Hoy Brasil es un fútbol de medio–pelo, está en una mala época. Vamos a ver cómo sigue.

–Y en Copa América ¿a quién has visto jugar bien?

–A Argentina, que no es sólo Messi. Argentina tiene fuerza, tiene profundidad en el plantel, tiene buenos jugadores. Para mí el equipo de esta Copa América es Argentina. Además, tiene el elemento sicológico: para Chile y Perú es un problema jugarle a Argentina, por la historia. En Chile un empate contra Argentina es un triunfo.

–¿Y cuál crees que es el mejor jugador latinoamericano?

–Messi. El mejor latinoamericano es Messi, sin duda. Messi tiene todo.

–¿Y después de Messi?

–Me gusta Sánchez, porque tiene "garra charrúa". Aquí Arsenal siempre fue un buen equipo, pero nada más. Era un equipo de jugadores con buen toque, pero flojitos. Sánchez le cambió la mentalidad al Arsenal. Era un buen equipo, pero con Sánchez es mejor.

–¿Qué significa para un uruguayo que un chileno tenga "garra charrúa"?

–Quiere decir que Sánchez quiere ganar. Hay muchos jugadores que juegan bien, tienen buen toque, pero que en el fondo son "pecho frío". A mí me gustan los jugadores como Sánchez, como Suárez, que quieren ganar.

–¿Qué sabes de tu tío abuelo? ¿Cómo llegó a organizar el Mundial en Uruguay?

–Sé que en esa época, 1924, Buero, que era tío abuelo de mi padre, escribió una carta a Montevideo diciendo que teníamos que "salir de las sombras". Y para Uruguay fue importante salir de la sombra de Argentina, de Brasil, de Estados Unidos. En esa época era muy amigo de Jules Rimet. Pero no le fue fácil traer el Mundial para Montevideo. Los ingleses, irlandeses, galeses, escoceses, dijeron:"We don’t go". No estamos interesados en ir a jugar al culo del mundo. Si miras a los países que vinieron, Yugoslavia, Francia, muchos de América, casi no fue un Mundial, casi fue una Copa América. Porque muchos de los países no quisieron venir.

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