Por Emilio Maldonado Junio 11, 2015

El pequeño Adrián (4) camina hacia la plaza. De ojos grandes y negros como el color de su pelo, sus rasgos exóticos saltan a la vista. Adrián toma la mano de Inés (38), su madre, quien lo lleva esta tarde de otoño a los juegos infantiles antes de ir al supermercado. En su otra mano, Adrián sostiene un avión de metal. Apenas ve los columpios, el niño entrega el juguete a Inés y corre hacia ellos.

Inés se sienta en un banco de madera. Da un par de profundas inhaladas al cigarro que ya traía encendido y mira con detención el juguete de su hijo. Está nerviosa y el avión a escala le recuerda que su futuro junto a Adrián es incierto. Mientras enciende un segundo cigarro, su marido, el turco Cevdet Temürlenk (41), viene volando rumbo a Chile con el fin de llevarse a su hijo de regreso a Turquía, país donde nació Adrián en 2011, y del cual salió en marzo de 2013.

Desde que llegó a Chile hace dos años, Inés comenzó a vivir una pesadilla. Dejó Turquía, donde estuvo entre 2010 y 2013, para buscar una tranquilidad momentánea a su aproblemado matrimonio con Temürlenk. La violencia física y sicológica que sufrió, según acreditó ante el Consulado de Chile en ese país, empujaron a Inés a buscar un refugio en Los Andes, la ciudad de su familia paterna. Quería pensar cómo retomar su relación antes de regresar a Turquía junto a su marido. Pero esa pausa en su matrimonio hoy la persigue: Temürlenk la acusó de secuestro internacional e inició una cruzada -legal y mediática- para recuperar a su hijo. Luego de varias instancias judiciales en Chile, la Corte de Apelaciones de Valparaíso falló a favor de las pretensiones del padre: este jueves 11, en una audiencia programada en el Tribunal de Familia de Los Andes, Inés debía devolver a Adrián a su padre, para luego ser trasladado a Estambul, residencia de Temürlenk. Ella decidió no hacerlo y abandonó Los Andes para buscar alternativas judiciales fuera de Chile, específicamente en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Inés y Adrián no son sus verdaderos nombres a petición de la madre. Ahora están en la clandestinidad y ésta es su historia. Su teleserie turca.

SOLICITUD DE AMISTAD
En septiembre de 2008, Inés recibió un mensaje por Facebook. Le escribía un turco, de unos 35 años, llamado Cevdet. Comenzaron a intercambiar mensajes, después se dieron la dirección de Messenger y luego pasaron a las videoconferencias. Inés usaba el traductor de Google para comunicarse en inglés, idioma que la sicóloga no manejaba a la perfección.

Así pasaron el verano, hasta que en marzo de 2009 él le dijo que quería conocerla en persona. Seis meses más tarde, el amigo virtual -que ya se había convertido en un novio a distancia- llegó a Chile. Inés recuerda que fueron a Viña del Mar por unos días. En el camino, y arriba del bus, él se arrodilló y le propuso matrimonio. Ella le dijo que lo pensaría. Dos días antes de su retorno a Estambul, ella dio el sí.

En marzo de 2010 Inés se despidió de su familia y emigró a Turquía. En una pequeña ceremonia ante un juez turco, Cevdet e Inés se casaron en junio de ese año. Hoy Inés comenta que, una vez en Estambul, él se volvió muy agresivo, pero ella pensó que se debía al estrés causado por su familia: cuando el clan Temürlenk supo del matrimonio con una chilena, cortó relaciones con Cevdet. Según Inés, la religión aleví que profesa el clan promueve las uniones con personas de la misma creencia. Ella contravenía esos deseos.

En ese contexto, Inés se embarazó y en abril de 2011 nació Adrián. Al poco tiempo, la chilena intentó trabajar como profesora de español, pero Cevdet se opuso y ella renunció a tener ese ingreso. Ahí comenzaron los primeros problemas: Inés quedó a merced de los recursos que su marido, quien trabaja como tecnólogo médico en la Universidad de Estambul, le entregaba. Con el correr de los meses éstos, según Inés, se redujeron a 50 liras mensuales (unos $11.500).

De esta situación Inés jamás habló. No con sus amigas latinoamericanas en Estambul. Tampoco con su familia en Chile, a quienes siempre les dijo que estaba feliz con la decisión de haberse casado con el extraño. Tampoco les contó que en 2011, a pocos meses de haber nacido Adrián, su marido llegó ebrio a casa y ella, junto a su hijo, se encerró en un clóset y puso llave para evitar una agresión. Hoy, mientras está en el lugar que ha elegido como su escondite, recuerda aquellos malos tratos. También se justifica por haber aguantado tantos años. Creyó que, al ser sicóloga, podría manejar el carácter de un marido a veces violento.

Fue en el desarrollo de esta relación, en la cual ella tenía puestas las esperanzas y seguía confiando en que podría salvar, que a mediados de 2012 él le propuso viajar a Chile los tres como familia. Ella aceptó e hizo los arreglos: volarían en marzo de 2013.

Tres meses antes del viaje, Temürlenk dijo que no vendría y le firmó un permiso para que Adrián pudiese viajar a Chile. La autorización tenía como fecha de expiración el 13 de abril de 2013.

SECUESTRO INTERNACIONAL

Estando en Chile, Inés cuenta que se sintió protegida y comenzó a pensar en que su matrimonio en Turquía jamás mejoraría. “Me cambió el esquema que yo tenía. Yo quería aguantar un par de años más para luego nacionalizarme, poder trabajar y separarme de él. Pero acá me di cuenta de que no era capaz de hacerlo”, explica mientras vigila a Adrián, quien corre de un balancín a otro.

Inés afirma que siempre pensó en volver a Estambul, pero a Adrián -quien tiene ambas nacionalidades- le administraron una dosis de la vacuna contra la meningitis y la segunda dosis quedó programada para después del 13 de abril, la fecha en la cual expiraba la autorización paterna. Ella no pensó que esto desencadenaría una guerra con su marido y que hoy, dos años después, tendría que negarse a restituir a su hijo y enviarlo a Turquía. Ya había venido antes a Chile y jamás imaginó que el retraso gatillaría la ira de Temürlenk.

“Cuando no volví, él comenzó a insultarme por teléfono y  amenazarme de muerte. En ese instante tomé la decisión de no volver nunca más a Turquía”, confiesa Inés. La grabación de esa conversación, de junio de 2013, ya estaría en poder del Ministerio Público.

Así pasaron los meses y Temürlenk no perdió la esperanza de que Inés volviera junto a Adrián. Pero el 13 de mayo de 2014 el ciudadano turco interpuso, por intermedio de la Corporación de Asistencia Judicial en Chile, una demanda de restitución internacional, amparándose en el Convenio de La Haya para estos casos. Inés fue notificada dos días después y decidió contratar a la abogada Pilar Valdés.

Como Inés estaba domiciliada en Los Andes, fue el Tribunal de Familia de esa ciudad el que dio curso a la demanda. Fue en ese lugar donde el matrimonio turco-chileno volvió a verse. Primero en la audiencia de preparación del juicio, en junio del año pasado, y luego en el desarrollo de ese proceso.

En noviembre de 2014 el tribunal le dio un respiro a Inés: rechazó la demanda de restitución internacional, porque de acuerdo al Convenio de La Haya, se establece un plazo máximo de un año para presentar la acción legal. Temürlenk inició la demanda un mes después de ese plazo, según la corte. Además, el juzgado hizo hincapié en que, de acuerdo a la Convención de los Derechos del Niño, Adrián había desarrollado un entorno en Chile, estaba inscrito en los programas de salud del Estado y, de acuerdo a los peritajes de asistentes sociales, estaba en óptimas condiciones.

Ante este revés, Temürlenk comenzó una campaña mediática en su país para denunciar que en Chile se tenía secuestrado a su hijo. Al mismo tiempo, acudió a la Corte de Apelaciones de Valparaíso para revertir el fallo, y el 25 de febrero de este año ese tribunal revocó lo dictaminado por la corte de Los Andes, precisando que la retención ilícita del menor comenzó en diciembre de 2013, cuando Inés tuvo intenciones de viajar a Turquía y no lo hizo, y por ende la demanda de Temürlenk estaba dentro de plazo.

Con este escenario, y luego de presentar un recurso de casación en el fondo ante la Corte Suprema, el cual no fue acogido, se cerraron las alternativas para Inés en Chile. Adrián debe volver a Turquía.

Pero en el último mes se abrió una ventana de esperanza. El 14 de mayo, con el patrocinio de los abogados Francisco Cox y Dinka Benítez, se ingresó una solicitud de medidas cautelares en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), para evitar que Adrián, apelando a su nacionalidad chilena, sea enviado a Turquía, país que no está en el Convenio Americano de Derechos Humanos, por lo tanto devolverlo a Chile, en caso que el organismo internacional lo ordene, se haría imposible. La CIDH desestimó la petición de medidas cautelares, pero los abogados ingresarán una denuncia de fondo. Sería el primer caso de este tipo que vea la CIDH, algo que alienta las esperanzas de Inés de poder retener a su hijo por la vía internacional. Mientras tanto, optó por alejarlo de su padre y de la corte en Los Andes, donde se espera que vaya a entregarlo.

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