Por Camilo Salas, desde Nueva York Abril 23, 2015

© Daniela Clementi

En el río Hudson de Nueva York siempre hay movimiento: taxis acuáticos, ferris que cruzan desde el estado de Nueva Jersey a la ciudad, barcos particulares, yates turísticos. Pero hoy un gran trimarán de competición (“de los que sólo hay 17 en el mundo”, de acuerdo a un tripulante) se mueve por el río a gran velocidad. Es capaz de alcanzar hasta 40 nudos, unos 73 kilómetros por hora sin necesidad de motor, sólo con la ayuda del viento. Está lejos de los 95 kilómetros por hora que logra el trimarán a vela más rápido del mundo, pero la misión del MOD70 “Race for Water” no es romper récords sino más bien crear conciencia.

Marco Simeoni es un emprendedor suizo cuyo hobby es navegar por el mundo. En sus travesías descubrió un problema del que cada vez sabemos más: los océanos están llenos de plástico. “Estaba navegando mucho alrededor de Europa, en el mar Mediterráneo. También navegué por Gran Bretaña hacia Inglaterra y en la Polinesia, muchos lugares. Siempre, siempre vi plástico y basura en todos lados, es terrible”, dice. Por eso un buen día tomó los millones de euros que ganó vendiendo una de sus empresas y se lanzó a una travesía: comprar un trimarán de competición, conseguir una tripulación y cruzar los océanos en busca de los vórtices marinos, que es donde las corrientes y el viento llevan estos plásticos que desechamos en tierra firme. Race for Water es el nombre del proyecto, y la siguiente parada de esta travesía que comenzó en Francia los llevará a Valparaíso y luego a la Isla de Pascua, situada justo en medio del vórtice del Pacífico Sur.

“Tuve esta idea porque desde hace muchos años amo navegar”, dice Simeoni, parado en un puerto del Hudson y a pocos metros del nuevo edificio ícono de la ciudad, el One World Trade Center. “He navegado durante mucho tiempo y mientras más tiempo paso en el océano, veo más basura, grandes pedazos de basura. Un día me dije: ‘Detente, tienes que actuar, no puedes quedarte sin hacer nada y sólo ver lo que sucede. Es terrible, haz algo’, y decidí hace cinco años crear la fundación Race for Water (carrera por el agua). El objetivo de esta fundación es la preservación del agua dulce y salada”.

EN EL MAR
Viajar en barco por el mundo no es una odisea menor y la dificultad crece exponencialmente cuando lo que se utiliza es un velero de competición, no un barco apto para esta tarea. El trimarán en cuestión tiene 21 metros de longitud por 29 de altura y lo que ocupa casi toda su superficie es una gran vela azul con blanco que tiene bandera suiza. La tripulación consta de 6 personas, Simeoni incluido, y la mayoría son navegantes franceses. Pero llegar al barco no es fácil: lo primero es vestir equipo de seguridad, casco y un flotador y abordar un pequeño bote a motor que nos llevará en dirección a la Estatua de la Libertad, entremedio del río Hudson, que es donde el MOD70 está recibiendo a los periodistas.

Lo primero que salta a los ojos, además del agua que nos rodea, es el pequeño compartimiento en que la tripulación duerme. Son dos cubículos con camas a cada extremo del casco principal. Entremedio hay ollas, ropa y equipos electrónicos de navegación y comunicación. El baño es el mar y como sólo hay tres camas, el equipo debe turnarse: pasan 3 horas despiertos y toman turnos de 3 horas de sueño. Consultados sobre lo más difícil del viaje, la tripulación coincide: el sonido del mar que retumba y el frío que devora. El resto es una aventura y hasta el tripulante francés más viejo, de unos 65  años, sonríe cuando acciona un mecanismo y mueve la vela que nos lleva a unos 25 nudos. Es un poco más de la mitad de la velocidad que alcanza el trimarán y pareciera que estuviéramos volando sobre el agua.

El plan de Race for Water es navegar por los cinco vórtices de plástico en 300 días, deteniéndose en Panamá, Hawai, Tokio, Shanghái, Sudáfrica, Río de Janeiro, y de vuelta a Burdeos, Francia, además de algunas islas. Luego de Panamá, los puertos donde recalará son Valparaíso e Isla de Pascua.

EL VÓRTICE DEL PACÍFICO SUR
Que exista plástico en los océanos es un gran problema. Según datos de las Naciones Unidas, de las 250 toneladas de plástico que se producen cada año, un 10% termina en el mar. Esto significa que un 80% de la polución de los océanos es debido a este tipo de desechos. En las áreas costeras, un millón de pájaros mueren cada año debido al plástico y más de 3.500 millones de personas dependen de los océanos para subsistir. Pero acá no acaba el problema, porque el plástico ha estado tanto tiempo en el agua que se está empezando a descomponer en pequeños pedazos que ya casi no se pueden ver.

Marco Simeoni lo explica de la siguiente manera: “Mucho del plástico proviene de la tierra. Viene desde aquí (señala la ciudad) y debido a los ríos y al viento termina en el océano. Comenzó como grandes pedazos de plástico, pero debido a las corrientes, las olas y el sol, el plástico se está descomponiendo y luego de cinco o diez años sólo encuentras pedazos muy pequeños, lo que nosotros llamamos microplásticos. Es muy, muy espantoso porque son tan pequeños que ya no puedes limpiar los océanos y los peces están comiendo esto, los pájaros están comiendo esto y, por ende, los animales. Algún día tendremos plástico en nuestros platos”.

Chile tiene 6.435 kilómetros de borde costero, lo que nos hace especialmente susceptibles a este problema, es por eso que Simeoni y su equipo estarán el próximo 7 de mayo en Valparaíso, donde se reunirán con el ministro de Medio Ambiente y el Comandante en Jefe de la Armada. También tendrán una presentación en el Congreso, donde hablarán sobre el problema más grave que nos aqueja, el vórtice que rodea a Isla de Pascua:  “Isla de Pascua está en el centro de lo que llamamos el vórtice del Pacífico Sur. El objetivo de esta misión es ir a todos los vórtices del mundo. Existen cinco: en el océano Pacífico Norte y Sur, en el océano Atlántico Norte y Sur y en el Océano Índico”, dice Simeoni.

SOLUCIÓN EN LAS COSTAS
Mucho hemos escuchado sobre las islas de plástico que existen en el medio del mar, pero esto es un mito más que una realidad. Simeoni asegura que estas moles flotantes de desechos por las que puedes caminar no existen, “lo que sí hay son pequeños pedazos de plástico en todos lados”, señala. Su misión entonces es hablar sobre el tema, crear conciencia, cambiar el mundo una milla marina a la vez: “Queremos federar a las personas. Tenemos un programa llamado Race 4 Water ‘Guardian Program’ (el programa guardián) y la misión es que muchas personas sepan sobre este problema y que juntos seamos más fuertes para cambiar las leyes y hablar con los gobiernos. Podemos tener más conciencia y cambiar las formas de recolectar y reciclar”.

-¿Qué podemos hacer? ¿Hay vuelta atrás? ¿Cuál es el peor escenario?
-No quiero pensar en el peor escenario, quiero ser positivo. Deseo que todos podamos hacer tareas diarias y contribuir positivamente a detener este problema. Yo no quiero imaginar qué puede pasar, sólo sé que estoy haciendo esto porque estoy seguro que todos van a actuar positivamente y van a querer cambiar lo que sucede.

La solución, asegura Simeoni, es trabajar en distintas áreas: “Debemos trabajar en crear conciencia, pero también tenemos que enseñarles a las nuevas generaciones lo que sucede con los plásticos. Tenemos que trabajar con las compañías e industrias para cambiar la forma en que se construye el plástico y tenemos que trabajar en limpiar el océano.”

-¿Es posible limpiar el océano?
-No es posible limpiar lo que está en la mitad del océano, pero sí podemos limpiar las ciudades costeras, porque la mayoría de la polución proviene de ahí.

-Entonces podemos empeorar el problema.
-Siempre se puede empeorar, es cosa de no hacer nada. Creo que muchas más personas están conscientes y piensan en este problema. Esto es nuestro futuro, el agua es nuestro futuro y sin agua no podemos hacer nada.

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