Por Sabine Drysdale Abril 16, 2015

"Lo que falta ahora es un gran diálogo nacional. Tenemos un gobierno que está dispuesto a sentarse a la mesa con su archienemigo, pero todavía no tenemos un gobierno que esté dispuesto a sentarse a la mesa con sus disidentes pacíficos".

La voz cantadita pero apresurada de Yoani Sánchez, algo resfriada por tanto viaje y cambio de temperatura, del calor tropical de Panamá, donde estuvo reporteando la Cumbre de las Américas para su nuevo diario electrónico 14 y medio, a la primavera helada de Washington DC, desde donde responde este llamado, está cada vez más lejos de apagarse, aunque así lo quisiera Raúl Castro. Aun cuando el dictador comunista cubano ha entablado inéditas conversaciones con Barack Obama con miras a reanudar las relaciones diplomáticas entre ambos países, cortadas desde hace más de medio siglo, y que abren la esperanza de una apertura de la isla hacia el mundo, el diario de la bloguera y periodista disidente Yoani Sánchez, con sus artículos de denuncia, aunque con tono amable, y una mezcla de información y  vivencias personales, es ilegal y está bloqueado en ese país. “Pero bueno, los cubanos somos muy creativos a la hora de encontrar todo lo que está censurado o prohibido o racionado”, dice a pocos días de llegar a Chile donde ha sido invitada por la Universidad Adolfo Ibáñez a dictar una serie de conferencias gratuitas y abiertas al público este 22 y 23 de abril. 

-¿Te tomaron por sorpresa las conversaciones de Castro con Obama?
-A todos nos tomó por sorpresa porque justamente era un momento en que el discurso oficial pasaba por uno de los puntos más agresivos en su retórica antiimperialista. Mientras  vociferaban, estaban negociando por detrás. Pero fue una grata sorpresa.

-¿Cómo explicas que Castro se haya sentado en la mesa con su eterno enemigo?
-Él no ha explicitado sus razones pero creo que  tiene mucho que ver con la situación de Venezuela. Ese país está en una franca caída económica donde ha tenido que recortar parte de los subsidios petroleros y económicos que envía a la isla. Y vivimos en  un país que siempre ha estado apoyado en otros; del subsidio soviético pasamos al subsidio venezolano. Uno de los elementos fundamentales  para este acuerdo son las urgencias económicas. El país está colapsado y eso lo ha empujado a hablar con el  eterno enemigo.

-¿Quién crees que va a ganar más, Washington o La Habana?
-La Habana va  a ganar recursos que le hacen falta, pero políticamente la ganancia  es más para la Casa Blanca. Esta ha sido una gran derrota para el castrismo. Cincuenta y seis años peleando con el enemigo y al final han tenido que pactar.

-¿Qué esperas de estas conversaciones?
-Lo que va a quedar en evidencia es quién es el que bloquea. Hasta ahora el gobierno cubano ha esgrimido que la población no puede entrar masivamente a internet por la culpa de Estados Unidos y sus restricciones relacionadas con el embargo. Pero ahora queda cada vez más en evidencia que por el lado de EE.UU. existe la intención de que los cubanos experimentemos la libertad de la red, y entonces ¿qué vemos al otro lado?, que el gobierno censuró nuestra página bloqueando, cancelando sitios o elevando las tarifas de conectividad. 

-Cómo están viviendo los cubanos este “alto al fuego”, como tú lo has llamado.
-Los cubanos dentro de la isla tenemos muchas expectativas, incluso demasiadas expectativas. La gente cree que ahora se van a empezar a solucionar todos los problemas, de las comunicaciones, del transporte, de los alimentos, hasta lo más sencillo de la vida cotidiana. 

-¿Estás escéptica?
-No estoy escéptica, pero sí cautelosa. He vivido otros procesos de muchas ilusiones y sé que toda frustración es hija de un exceso de expectativas. Sé también que el gobierno cubano tratará de sacar el mayor partido para sí mismo de estas conversaciones, tratará de dar las menores concesiones posibles. Pero también estoy consciente de que en la medida que se les va desbaratando el argumento de Goliat contra David, la gente dentro de Cuba se va a dar cuenta de quién pone el freno: aunque Obama haya anunciado una serie de medidas flexibilizadoras, todavía no hemos escuchado un anuncio de la parte cubana que vaya en paralelo a eso.

UNA ESPERA DE 56 AÑOS
-Castro le pidió paciencia a Obama. Obama parece más apurado.

-Es muy simpático. Se supone que los revolucionarios son más rápidos, ¿no? A Raúl Castro, un poco en broma, un poco en serio, le decimos en Cuba el “revolucionario paulatino”, porque para todo se toma su tiempo, con calma, sin apuro.

-¿Cómo ves que va a confluir esta diferencia de estilo, de premura?

-Creo que el gobierno cubano tendrá que tomar un ritmo más rápido, porque ellos hablan ahora de paciencia, pero el asunto es que llevamos 56 años esperando. No es que comience la cuenta regresiva ahora, la cuenta regresiva lleva mucho tiempo en marcha. Para mi generación, la generación de mi hijo y de mi madre, el tiempo apremia.

-¿Esa tensión dentro de Cuba podría generar un levantamiento de la gente?
-No creo que vaya a haber ningún tipo de revuelta popular. No lo desearía, nadie en Cuba quiere una situación de violencia, de caos. Y, por otro lado, no creo que los cubanos se lancen a las calles, porque antes que eso se lanzarán al mar. La historia reciente ha demostrado que cuando hay situaciones de carestía, de colapso económico, de frustración general, la gente prefiere emigrar que rebelarse.

-¿Eso es parte de la personalidad cubana?
-Tiene mucho que ver con el carácter de la isla. De la isla siempre se escapa. Pero se abre un nuevo escenario. Hay  gente más suspicaz , otros más confiados, pero para mí, que he vivido desde que nací con esa confrontación, es una magnífica oportunidad que se nos ha dado; empezar a poner las cosas en orden hacia afuera nos acerca a poner las cosas en orden hacia adentro. Lo que falta ahora es un gran diálogo nacional. Tenemos un gobierno que está dispuesto a sentarse a la mesa con su archienemigo, pero todavía no tenemos un gobierno que esté dispuesto a sentarse a la mesa con sus disidentes pacíficos.

-¿Crees que alguna vez puedas sentarte en la mesa con Castro?
-No lo creo, además no estoy interesada.

-¿Por qué dices que no estás interesada?
-Porque prefiero narrar la historia que hacerla. Ahora bien, si me invitan como periodista, no me lo perdería por nada.

-En una  eventual apertura, ¿quisieras entrar en la política?
-No tengo interés, no porque no considere la carrera política interesante y  digna, que ojalá que esa carrera sea hecha por los mejores  hijos de la tierra cubana, pero hace mucho tiempo decidí que mi camino está en la información. Más que preguntarme quién va a ser el próximo presidente de Cuba, me pregunto quiénes serán los próximos ciudadanos.

-¿Ves una  nueva generación en Cuba que esté interesada?
-Estoy feliz de ver cómo crecemos en número los que queremos un cambio democrático y pacífico en Cuba. Cuando abrí el blog en abril del año 2007 me sentía solitaria en este terreno crítico del mundo virtual. Hoy somos centenares. Hace unas semanas salieron los resultados de una encuesta muy seria dentro de Cuba  y resulta que el sector crítico es más popular que el Partido Comunista. Pero mientras el gobierno no permita que nos reunamos libremente, mientras no permita que podamos registrar nuestras asociaciones, que podamos registrar 14 y medio como un medio independiente que pueda funcionar de manera legal, estamos condenados a la precariedad.

-El pueblo cubano ha sido un pueblo oprimido. ¿Eso podría afectar la renovación política?
-Sí,  pero  yo no creo en la genética de los pueblos cobardes o de los pueblos valientes. Creo que cada pueblo se comporta valientemente o cobardemente según las circunstancias. Al pueblo cubano le han hecho una  jaula muy sofisticada. Esos mismos cubanos, toman un avión y se van a Santiago de Chile o a Berlín y en tres semanas están reclamando en las calles un aumento salarial, están exigiendo un cambio político. No es que no sepamos comportarnos democráticamente, es simplemente que el contexto no nos lo permite. Así que en un contexto más favorable, seremos demócratas.

-¿Crees que va  a  haber una apertura hacia el consumismo?
-Sin lugar a dudas, pero no nos corresponde reprobar esto éticamente. Recuerda  que hemos estado en un país donde durante demasiados años hemos carecido de demasiadas cosas. Por lo tanto, vería como algo natural que muchos cubanos quisieran recuperar el tiempo perdido y probar esos sabores, experimentar esas sensaciones que no les han permitido. Simplemente poder disfrutar de un vaso de leche, sin que nadie de la familia tenga que sumergirse en el mercado negro a comprarlo, ya será bienvenido. Hoy la única manera de tomar un vaso de leche es a través del mercado racionado de los niños menores de 7 años. Así que el día que podamos comprar un litro de leche en la tienda y tomárnoslo de una sentada, creo que muchos vamos a disfrutarlo. Será una etapa y luego la gente calmará muchos de esos apetitos.

-¿Crees que Cuba va  a volver al esplendor que tuvo antes del castrismo?
-Es difícil saberlo. Nadie tiene la máquina del tiempo para volver a antes de enero del 1959. Creo que el gran reto de Cuba  es volver a ser un país próspero donde la gente quiera quedarse. Aprender la lección de estos 56 años, preservar algunas cosas que me parecen importantes como la extensión de la educación, que habrá que quitarle la parte ideológica y mejorar el reconocimiento salarial de los profesionales, pero que en cada lugar haya una escuela, me parece que hay que rescatarlo para el futuro.

-Y la democracia, esa palabra, ¿la vislumbras en el futuro?
-Yo creo que sí, porque no somos un pueblo que no tenga en su ADN la posibilidad de hacer una democracia. Como todo pueblo, Cuba aspira a la libertad y a los espacios democráticos. Pero tendremos que empezar desde cero, tenemos muy poca cultura de la elección, de la opinión, de respetar las diferencias. Empezaremos como niños y nos haremos adultos, espero que en poco tiempo.

-¿Sueñas con una Cuba capitalista?
-Sueño con una Cuba libre. Yo ya vivo en una Cuba capitalista, lo que pasa es que es una Cuba capitalista de Estado, donde el patrón es el gobierno, que es el que decide la plusvalía que gana, que explota a los obreros, que les paga míseros salarios y no les permite el derecho a la huelga.

-¿Con qué se van a encontrar los estadounidenses en Cuba?
-Con un lugar  que está muy lejos de los estereotipos que puedan tener. Si van buscando  los autos antiguos, las ruinas bellas, y un país paralizado en la mitad del siglo XX, verán algo de eso, pero también verán una nación que tiene ansias de desarrollo, de cambios,  de transformaciones y de modernidad.

-¿Si las conversaciones avanzan, Castro tiene los días contados?
-Él tiene los días contados en la vida porque la biología indica que está al final de su vida. Más allá de lo que pase con los EE.UU., estamos asistiendo al final  del castrismo que es un sistema muy personalista que no va a sobrevivir a la muerte de los dos hombres que lo han llevado a cabo.

-¿Qué hay debajo del castrismo?
-Habría que preguntarles a ellos qué quieren. Ya no estamos en esos momentos en que se podría hacer una transferencia de poder genéticamente. Ya no estamos en las circunstancias en que logren hacer un capitalismo a lo chino o a lo ruso dentro de Cuba. Somos un país muy  cosmopolita, muy abierto al mundo, un país donde ha habido una tradición democrática que se interrumpió pero que existió.

-Si Cuba se abre al mundo podría convertirse en una mina de oro. ¿No te da miedo que llegue gente a “hacerse la Cuba”?

-Me da miedo, pero si el gobierno actual fuera un gobierno que de verdad quiere priorizar el cambio para los cubanos, desde ya permitiría la inversión de los propios nacionales. ¿Qué ha hecho en su lugar? Envió una ley de inversiones extranjeras donde sólo pueden invertir y comprar propiedades la gente que está fuera del territorio nacional. Ahora mismo un francés, un alemán o un chileno podría ir a mi país y comprarse la mitad de una fábrica, en cambio un nacional no puede hacer lo mismo. Eso nos pone en desventaja.

-¿Cómo notaste emocionalmente a Castro en la Cumbre de Panamá?
-Lo vi bastante servil. Toda la conducta gestual, no verbal, era muy de complacencia, de una risa nerviosa, dándole halagos a Obama. Absolutamente paradójico.

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