Por Ana María Sanhueza Marzo 26, 2015

© José Miguel Méndez

“Los ciudadanos que se presentan como el hombre nuevo y luminoso, son aquellos que evaden el Transantiago o compran sin boleta en las cunetas”.

Tanto en su vida política como subsecretario de Interior de Ricardo Lagos, como de ministro del Tribunal Constitucional (TC), a Jorge Correa Sutil le ha tocado estar en momentos polémicos: vivió el estallido del caso Mop-Gate, que reveló el pago de sobresueldos y, años después, en el TC votó en contra de las aspiraciones del primer gobierno de Michelle Bachelet al rechazar el crédito pedido al BID para el Transantiago. Para varios de sus cercanos en la DC, fue la razón por la que La Moneda no lo ratificó en el cargo.

Hoy está dedicado a trabajar como abogado en su oficina en el piso 9 de un antiguo edificio en el centro de Santiago, desde donde mira el poder bajootra perspectiva. De hecho, ve con preocupación el descrédito de las instituciones.

-¿Le preocupa más la desconfianza o el descrédito?

- Chile es un país desconfiado, pero al mismo tiempo uno de los menos corruptos. Y esas dos cosas van de la mano.La democracia se constituye con una cuota importante de desconfianza al poder. El problema que tenemos es el descrédito de las instituciones. Partiendo de menos a más,  está el Poder Judicial, los partidos políticos y el Congreso. Y el descrédito del Congreso es muy peligroso para la democracia, porque muchas veces se han erigido dictaduras en nombre de barrer con la política corrupta.

-¿Son buena o mala señal casos como Penta y SQM?

-En tiempos en que se persigue penalmente a personas que estaban en posición de poder, surgen dos tipos de voces. Las que miran el fenómeno como una crisis terminal y la destrucción de la institucionalidad, y las que ven la luz al final del túnel como el comienzo de una etapa esperanzadora que va a cambiar las cosas para bien.

-¿En cuál de esas voces está usted?

-Estoy en los optimistas, en los que creen ver que esto es el comienzo de algo nuevo. Primero, es la muerte de una forma y un orden que estaba con riesgos de enquistarse.  Nuestra democracia estaba excesivamente ‘elitizada’, porque las decisiones se tomaban en centros de poder que eran poco participativos y poco transparentes. Eso es lo que está siendo rechazado y va a morir en los grados que conocemos.

-Ese descrédito viene antes de Penta y SQM ¿Cuánto van a impactar estos casos?

-Va a aumentar la desconfianza en el poder; lo que no me preocupa. Pero se va a producir un descrédito mayor y eso sí que es un riesgo. Aunque también es el aliciente para que aquellos que están desacreditados, cambien las reglas del juego de su propia competencia y de su transparencia. Hemos tenido esfuerzos anteriores por transparentar la actividad política, en el 2003, sobre el financiamiento de la política o la creación de la Alta Dirección Pública. Fueron avances, pero no han sido suficientes. Sólo crisis de esta magnitud, hacen que las cosas cambien. Un impacto muy positivo es el miedo. Porque el miedo al castigo hace que la gente se comporte mejor. Yo creo que el caso Penta va producir más recaudación que la reforma tributaria. Y va a generar más limpieza de la relación de la política y el dinero que las propuestas que vengan de la comisión Engel.

-¿Por qué?

- Porque la gente aprende de los episodios que impactan. Por eso es que esto tiene una enorme función de educación cívica. Estos casos no se nos van a olvidar y van a hacer que nos comportemos mejor.

-¿Que se comporte mejor sólo la elite?

-La elite se va a comportar mejor. Es decir, ¿qué empresario va a dar plata ahora a un político para su campaña y después le va a dar boleta? Nunca más. Aunque no se modifique ninguna ley, nunca más. Por eso esto va a aumentar la recaudación y el buen comportamiento.

-¿Cómo ve las expectativas de las personas frente a estos casos?

- Hoy hay dos cosas en el ambiente. La primera es la ilusión de que puede haber un momento luminoso y refundacional donde entren los limpios y se reemplace a  los sucios. Eso es peligrosísimo, porque no hay limpios. Somos todos pecadores,  todos malos. Los ciudadanos que se presentan como el hombre nuevo y luminoso, son aquellos que evaden el Transantiago, compran sin boleta en las cunetas, etc. Los parlamentarios y los empresarios no son más malos que el resto de los chilenos. Hay, especialmente en los jóvenes, una sensación de que ellos son los limpios que van a sacar la suciedad que hay en la política y los negocios. Pero la suciedad está en los corazones de todos en la misma proporción. Por lo tanto, no nos hagamos la ilusión de que esto pasa simplemente por el cambio de personas.

-Los políticos se están dividiendo entre quienes han salido -y saldrán- salpicados por Penta y SQM y los que no.

-Sí. Y los ciudadanos creen que los políticos son una cáfila de mafiosos y se perciben a sí mismos como blancas palomas que no merecen tener a estos impuros en el poder. Pero nada de eso es cierto, porque somos todos impuros. Lo que debemos que tener  sobre nosotros es un conjunto de reglas, y de amenazas de eficacia de esas reglas, para que cuando accedamos a posiciones de mayor privilegio y poder, no las empleemos. Si no hay suficiente fiscalización y el Transantiago funciona mal, hay un porcentaje de la gente que no paga.

-¿Es lo mismo para usted no pagar el Transantiago que financiar campañas con impuestos de los chilenos?
-Cada uno comete los pecados que puede conforme a las oportunidades que se le dan. Pero no es que tengamos políticos malos o empresarios pérfidos, sino que tenemos reglas que han permitido excederse, abusar y cometer ilícitos y tenemos muy poca fiscalización. Pero después de esta fiscalización, los políticos y los empresarios  se van a comportar mucho mejor. Porque les entró miedo.

- ¿Qué opina del caso que involucra al hijo de la presidenta? ¿Contribuye a la desconfianza?

-Salvo que se descubra tráfico de influencias para cambiar el plan regulador, no veo en eso un delito. Lo que hay es un aprovechamiento de una posición de poder y un negocio lícito que no es de aquellos que enorgullecen al mundo de la Concertación o la Nueva Mayoría. Las pasadas parecen repudiables a la ética de este sector. Me parece que los hijos de quienes ocupan posiciones de poder, no forman parte del núcleo duro de un gobierno. Si el gobierno hubiera repudiado este negocio y explicado que la salida de Dávalos se debió a una decisión de gobierno y no a la suya, me parece que estaría en una mucho mejor posición.

-¿Eso es lo que más ha complicado al gobierno?

-Al gobierno le ha jugado una mala pasada dos cosas. La primera es el hiperpresidencialismo chileno. Es peligroso, pues los presidentes son seres humanos. Y,  la segunda, una personalización del poder excesiva en la actual administración, lo que ha hecho muy difícil que el gobierno, que es más que un presidente, un gabinete y un conjunto de partidos, haya podido criticar esta actuación y haberla dejado atrás con más severidad y prontitud. Si el hiperpresidencialismo fuera menos fuerte y existiera menos personalización, el gobierno, no necesariamente la presidenta para quien supongo humanamente es muy difícil, podría haber reaccionado en la forma sugerida.

-Usted vivió el caso Mop-Gate en el gobierno de Lagos. ¿Cómo se sale de una crisis así?

-En lo personal, para mí fue devastador, particularmente cuando salió a la luz pública lo de los sobresueldos. De eso cuesta salir. Cuando arrecia la crítica pública sobre uno, la gente lo percibe como un corrupto y un ladrón. Cuesta un rato volver a pararse. Yo creo que pudimos pararnos porque hubo un reconocimiento rápido de que esa era la práctica, la de los sobresueldos. Lo segundo que ayudó mucho es que esa práctica, siendo oscura, tenía reglas claras. A cada ministro y subsecretario se le pagaba el doble, pero a los niveles de lo que hoy se paga. No había reglas más oscuras que esas y había que reconocer una sola cosa. Por lo tanto, no estaba desfondado, había un cumplimiento cabal de esa regla.  También hubo ánimo, voluntad y liderazgo para corregirlo de inmediato.


EL ROL DE LOS FISCALES
-¿Qué le pareció que se transmitiera la formalización de los imputados en Penta en directo?

-La publicidad está garantizada por ley. Pero que sean públicos no es sinónimo de televisación directa. Y en eso hay un riesgo, como algunas de las frases para la galería que emitieron algunos abogados. Eso tiene un costo, porque cuando decimos frases rimbombantes para la tele en un estrado judicial, más bien distanciamos la empatía y la credibilidad que tenemos ante el juez.  También hay un riesgo de que los jueces puedan quedar imbuidos por una opinión pública que se hace más intensa en la transmisión. Pero aún así, los beneficios superan este riesgo.

-¿Por la transparencia?

-El beneficio es un gran curso de educación cívica. Porque las instituciones duran en cuanto la gente aprecia, quiere y valora. Y en eso la televización en directo es insuperable, porque el proceso penal se valoró como nunca antes.  Escuchar los alegatos en los que hay que que hacerse cargo de las pruebas en razón de los dichos, ayuda  sofisticar el debate público. Sin embargo, también me parece que hay excesos muy criticables.

-¿Cuáles excesos?

-El uso de redes sociales de intervinientes, como la fiscalía, transmitiendo cosas que no son capaces de decir en los juicios. Hubo un tuiteo del Ministerio Público presentando una suspicacia en torno al forward entre Penta y Bancard, además de trascendidos respecto de diligencias que no tienen por qué ser públicas. Por ejemplo, el embargo de los computadores de Andrés Velasco. No lo estoy defendiendo, pero me parece inaceptable que se hiciera ante la prensa.

-¿Eso no es transparencia?

-No. Lo que ayuda a la transparencia es que los documentos que se incauten sean detenidamente expuestos en una audiencia pública y que eso trascienda a la prensa. Y entonces se sabrá qué es lo que había de ilícito o no en el computador de Pedro, Juan y Diego.

-¿Cree que el Ministerio Público ha tenido un excesivo protagonismo?

-Yo creo que tiene que cuidarse de actuaciones como esas, pero en lo demás,  ha tenido una actuación muy positiva y a la altura, porque lo prestigia.

-Dada la contingencia, ¿podría el Ministerio Público y los jueces llenar el vacío dejado por los políticos y tener más credibilidad?

-Me alegro que los jueces y fiscales ganen prestigio y hagan un enorme aporte en evitar la corrupción. Pero no vamos a salir de este problema sobre la base de las actuaciones del Ministerio Público. Ellos pueden hacer una enorme contribución, porque el castigo es esencial. Pero sólo vamos a salir de esto si la política se hace cargo del problema.

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