Por Nicolás Alonso Marzo 5, 2015

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“Esto atrae a la comunidad científica mundial, y es capaz de frenar la fuga de cerebros”, dice el físico Claudio Dib, coordinador en Chile. “Todos estos experimentos generarían visibilidad y un polo científico, y fomentarían la industria tecnológica. Sería muy grave dejar pasar una oportunidad así”.

Le dijeron que habían pensado que les había escrito un loco. Y luego, que no tenían idea de qué esperar de la reunión. Pero el físico de partículas franco-argentino Xavier Bertou, de 41 años, se lo tomó con humor. Al menos era un avance: era 2010, y desde que se le había ocurrido el proyecto de su vida, instalar un laboratorio de 67.500 metros cúbicos en tres cavernas bajo 1.750 metros de roca de la cordillera de Los Andes, era la primera reunión importante que conseguía cerrar. 

Del otro lado estaban los directivos de Geoconsult, la empresa a cargo del primer diseño del túnel de Agua Negra, proyecto chileno-argentino que pasará 14 kilómetros bajo la montaña desde San Juan a La Serena, y  que este mes comenzará su licitación. Entonces todavía faltaban cinco años, pero Bertou sabía que tenía que moverse rápido. De regreso de una conferencia en Francia, como investigador del Observatorio Pierre Auger en Mendoza, el proyecto más importante del mundo de detección de rayos cósmicos -formado por cien instituciones de 18 países-, había leído en el diario sobre una reunión entre autoridades chilenas y argentinas para planear el túnel, y había comenzado a mandar mails a los involucrados, pero nadie le había respondido.

La idea, con que ese día lograría convencer a los atónitos ingenieros de la firma, le venía dando vueltas desde que había llegado desde Francia a hacer su doctorado a Argentina, en 1999, y había comenzado a observar la cordillera. Su trabajo entonces era afinar los detectores de radiación cósmica, partículas que vienen desde el fin del universo a arruinar el trabajo de los científicos que hacen física de partículas, generando interferencia en sus mediciones: el motivo por el que la docena de laboratorios más importantes del mundo en el tema -como SNOLAB en Canadá, Kamioka en Japón, Gran Sasso en Italia, o sus pares de Rusia, EE.UU., España y Francia- estén instalados miles de metros bajo tierra, en obras multimillonarias. Él veía los Andes, y lo que veía eran miles de metros de tierra hacia arriba.

Esa tarde, en que empezó a ganarse el apoyo que hoy ya incluye al gobierno argentino, instituciones mexicanas y brasileñas, y que está a la espera de la aprobación clave de las autoridades chilenas, trató de explicar, como lo haría en incontables oportunidades más, qué nivel de ciencia podría hacerse en Sudamérica con un proyecto como ese: lo que estaba en juego era, por ejemplo, poder estudiar en condiciones únicas a nivel mundial el neutrino, una de las partículas más misteriosas conocidas hasta hoy, que contradice las reglas con las que hoy entendemos el universo y que ya ha parido tres premios Nobel. O ser los primeros en detectar fehacientemente la materia oscura, ese 80% de la materia total del espacio que ni siquiera sabemos qué es. De lo que les estaba hablando, básicamente, era de subir el continente a la primera línea de la física mundial.

Y no se trataba de un delirio de grandeza: con la construcción del túnel aprobada -debería estar listo en 2023- podían aprovecharse las obras para construir el laboratorio por unos US$ 38 millones extra, cerca del 2,5% de una obra binacional que sobrepasará los mil millones de dólares.

-Este puede ser el tercer laboratorio más profundo del mundo y el segundo más grande, y sin necesidad de centenas de metros de plomo para protegernos, porque tenemos una montaña de 7 mil metros arriba. Esto es física de alto impacto mundial: detectar la materia oscura, por ejemplo, sería un viaje directo a Estocolmo -dice Bertou, hoy radicado en Bariloche como investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, y de la Comisión Nacional de Energía Atómica-. Y acá tenemos todos los apoyos. Pero si del lado chileno no se construye el apoyo del Ministerio de Obras Públicas, no se va a poder hacer.

Eso, cuenta el físico, siempre lo tuvo claro: el proyecto, si existía, tendría que ser al menos chileno-argentino. Por eso, una vez que las cosas comenzaron a andar, lo primero que hizo fue contactar al físico de partículas nacional Claudio Dib, de la U. Técnica Federico Santa María, a quien había conocido en algunos congresos, y quien alguna vez había intentado, sin éxito, idear un experimento subterráneo de detección de partículas en la división El Teniente de Codelco. La profundidad de la mina, 600 metros, estaba lejos de poder parar los rayos cósmicos.

Le planteó la idea en un congreso, y no le costó más que unos minutos transformarlo en coordinador en Chile del proyecto, y acordar hacer un primer workshop en 2011 en Buenos Aires, y otro al año siguiente en Valparaíso. Pronto las cosas se fueron haciendo reales: en los años que siguieron, formalizaron la iniciativa bajo el nombre ANDES (Agua Negra Deep Experiment Site), nombraron a físicos top en Brasil y México como coordinadores, firmaron un acuerdo internacional en el Centro Latinoamericano de Física, y fueron consiguiendo el apoyo formal de decenas de instituciones y universidades en los cuatro países (en Chile: la U. de La Serena, la USACH, la U. Austral, la U. Católica, la U. de Chile y la U. Técnica Federico Santa María), así como cartas de apoyo y futura colaboración de los principales laboratorios subterráneos del mundo, junto a su asesoría total en el diseño del proyecto.

Pero el apoyo político no avanzó igual de rápido en ambos lados de la cordillera. Luego de que el 23 de diciembre pasado los cancilleres de Chile y Argentina aprobaran los protocolos para la administración del tunel, el paso decisivo para llamar a una licitación que se espera comience este mes, Dib y Bertou se comenzaron a poner nerviosos. Pese al apoyo en el país trasandino, tanto del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, como del de Planificación, en Chile recién el mes pasado Claudio Dib pudo tener su primera reunión con el Ministerio de Obras Públicas, que venía pidiendo desde hace varios años. Antes, sólo había recibido apoyo de Conicyt, sobre todo de su director Francisco Brieva y de algunos funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores. Con una segunda reunión con el MOP pendiente, los físicos saben que de no incluirse el laboratorio en la licitación, agregarlo cuando la obra ya esté adjudicada aumentaría en un 20% el costo total.

-Del lado chileno, más que todo, falta poder llegar a los que toman la decisión. Está el Conicyt, que tiene dos ministerios encima, y Claudio está bailando bastante sin lograr llegar a la gente -dice Bertou, coordinador general de ANDES-. Acá el ministerio sólo se dedica a la ciencia, y un proyecto de esa magnitud no puede no estar bajo su radar. También nos pasa que en Chile las universidades privadas nos preguntan por el modelo de negocios. Puede que haya una diferencia de pensamiento.

 EL UNIVERSO BAJO TIERRA
Cuando estaba estudiando su doctorado en Stanford, a principios de los 80, y a pesar de trabajar en el acelerador de electrones más largo del mundo, Claudio Dib tuvo que tomar una decisión realista: se había hecho físico con la esperanza de que estudiando las partículas elementales podría entender todo el universo, pero lo haría desde la teoría. Quería volver a Chile, y estaba convencido de que aquí nunca tendría el dinero para hacer física experimental relevante. De todas formas hizo el intento: junto al grupo de física experimental en la U. Técnica Federico Santa María, trató de armar un proyecto en la división El Teniente, pero pronto entendió que no era posible. 

Entonces optaron por el camino de colaboración internacional tradicional: contactó a un grupo del CERN y en 2007 fueron el único equipo chileno, en conjunto con físicos de la U. Católica, en incorporarse a ATLAS, un nuevo detector de partículas en construcción que involucra a 151 instituciones en 34 países. Incluso montaron un laboratorio en la UTFSM para construir piezas de alta complejidad, donde hoy están haciendo partes de los detectores del colisionador. Pero hasta que recibió la llamada del otro lado de la cordillera, nunca imaginó que un proyecto de esa magnitud iba a ser planteado en Sudamérica.

Hoy, en su oficina en el Centro Científico Tecnológico de Valparaíso, se entusiasma al explicar las posibilidades del proyecto ANDES. Dice que científicos de todo el mundo sueñan con que haya un laboratorio así en el hemisferio sur, sobre todo los involucrados en el estudio del neutrino, la partícula de moda en la física de frontera. Propuesta en 1930 por el físico austríaco Wolfgang Pauli y recién observada dos décadas después, se trata de pequeñas partículas sin carga eléctrica que son lanzadas al espacio por el Sol o por la explosión de supernovas -o en masa por los reactores nucleares-, y que al no tener carga eléctrica pueden atravesar miles de kilómetros de materia antes de chocar con un átomo. Pero la historia grande del neutrino, cuenta el físico chileno, empezó hace sólo 15 años, cuando en los megalaboratorios subterráneos de Japón y Canadá se descubrió que, a diferencia de lo que se creía hasta entonces, sí tenían masa. Y eso contradecía el modelo estándar de la física.

-Esto es la primera puerta a algo que está fuera de nuestra teoría, a física totalmente nueva. Hay un gran espacio en la escala de masas entre lo que sabemos de las partículas elementales y la ley más general de la gravedad. Algo tiene que haber entremedio, más fundamental que todo lo que conocemos, y no hay nada excepto los neutrinos que lo muestren.                                                                 

Esta sería la disposición del laboratorio, de concretarse el proyecto. El ingreso principal, a metros de la frontera, se encontraría por el tunel sur que va desde Chile a Argentina.

Además de abrir esa puerta, en ANDES quieren estudiar los neutrinos como un canal de información del universo. Una de las líneas de investigación es analizar los que provienen del Sol para entender mejor el centro de éste, y los que atraviesan la Tierra para obtener una radiografía de su núcleo, más rica que las que se pueden obtener de las ondas sísmicas. Otra idea ya planteada es hacer estudios biológicos de la formación de organismos en contextos de cero radiación. Pero el gran golpe sería intentar detectar la materia oscura. En el laboratorio de Gran Sasso, en Italia, aseguran haber logrado detectarla al analizar los flujos de energía en los meses en que la Tierra gira en torno al Sol de forma contraria a la materia oscura en el universo, pero hasta que no sea hecha la misma prueba en el hemisferio sur, cuenta Dib, no se puede descartar que sea un efecto climático. De ahí el entusiasmo internacional por un gran laboratorio bajo la cordillera de Los Andes.

-Esto atrae a la comunidad científica mundial, y es capaz de frenar la fuga de cerebros -dice Claudio Dib-. Todos estos experimentos generarían visibilidad y un polo científico, además de fomentar la industria tecnológica. Sería muy grave dejar pasar una oportunidad así.

Mientras esperan los resultados de las gestiones en Chile, y sueñan con la posibilidad de la firma de un acuerdo binacional para el financiamiento estatal del laboratorio, los físicos están ideando un espejo regional del CERN, al que llaman Consorcio Latinoamericano de Experimentos Subterráneos (CLES). La idea es crear un organismo continental sobre ANDES que gestione tanto el financiamiento anual del laboratorio, como los programas de doctorado, institutos asociados, talleres temáticos y formación a todo nivel de estudiantes de ciencia que genere un salto exponencial en la física experimental sudamericana.

-Queremos hacer un hermano latinoamericano del CERN. Esto es un proyecto para décadas, que nos va a exceder a todos nosotros -dice Osvaldo Civitarese, uno de los físicos teóricos más importantes de Argentina y coordinador de ANDES-. El sueño es crecer como comunidad, formar jóvenes científicos, conectarnos con la industria. Una integración real donde no se trate de que vengan al país experimentos formados, se vayan y no dejen nada.

Ese sueño, que relata Civitarese, lo repiten con las mismas palabras Bertou y Dib. También dicen los tres que tienen confianza, que ante una oportunidad así tiene que primar la razón, pero saben que para llegar a hacer ciencia de ese nivel, se necesitan tantos científicos como políticos.

Por una vez, los hombres de ciencia cruzan los dedos.

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