Por Danilo Díaz Diciembre 23, 2014

Sin saberlo, Alexis Sánchez apostó por una de las máximas de Lenin: un paso atrás, dos adelante. Partir del FC Barcelona, en cualquier circunstancia, siempre será considerado un retroceso. El embrujo del club catalán y lo que sembró a partir del maravilloso ciclo de Pep Guardiola generaron una percepción de que no existe un mejor lugar en el mundo del fútbol que el Camp Nou.

Llegar al Barcelona en 2011 fue considerado el mayor hito de un futbolista nacional. Sumarse a la orquesta culé, que dirigía el actual entrenador del Bayern Múnich, con Lionel Messi como solista permanente, implicó instalarse en una galería global. La decisión significó retroceder en el protagonismo que en otro sitio hubiera sido natural. Subordinarse a un padrón de juego donde el zurdo rosarino impone los términos.

Ni siquiera la extraordinaria campaña 2013-2014, con 19 goles en 34 partidos de la Liga, anotando en el derbi ante Real Madrid o en la fecha final frente al Atlético de Madrid, fue suficiente para conseguir el reconocimiento que su efectividad y entrega ameritaban.

Fernando Felicevich, su agente, actuó con frialdad y olfato. Eligió una excelente oferta económica, pero no se equivocó en el club ni en la competencia. Anclar en el Arsenal es un acierto. Los gunners son uno de los cinco equipos más relevantes de la Premier League inglesa, poseen una hinchada enorme y fiel, pero sobre todo en la banca estaba el entrenador ideal para el tocopillano.

Arsène Wenger ha demostrado desde 1996 su capacidad para elegir jugadores, otorgarles confianza y conseguir el mayor rendimiento posible. Con Arsenal será difícil que Alexis pueda torcer el destino de la Premier, donde Chelsea, Manchester City y el Manchester United -en transición después de la salida de Alex Ferguson- mandan, pero nadie puede dudar que alcanzó el estatus necesario para convertirse en una gran estrella del fútbol mundial.

Los ingleses valoran ante todo el conjunto, el esfuerzo y la entrega del talento al bien superior del equipo. El “jugadorazo” sostuvo en alguna ocasión que en el Barcelona debió aprender a jugar nuevamente al fútbol. Una metáfora que el Arsenal supo aprovechar, al transformarlo en su jugador más importante y desequilibrante (parecen sinónimos, pero no son lo mismo en este deporte). Es clave en la estructura, pero cuando el funcionamiento no alcanza, aparece el 17 para modificar el destino.

Arsenal ofreció a Alexis Sánchez el espacio necesario para demostrar que era mucho más que un habilidoso y veloz delantero. Lo dijo Wenger cuando los analistas británicos cuestionaban por qué Liverpool no reemplazó a Luis Suárez con el chileno. “La ciudad de Londres, la participación en la Champions, el estilo de juego... y poder jugar más asiduamente que en el Barça”, agregando que “parece hecho para jugar en la Premier. Su estilo es instintivo y duro”.

Los cerca de 40 millones de euros que pagaron los gunners por el atacante de la selección nacional no son una inversión desmesurada. Alexis ya está entre los cinco mejores de la Premier, su equipo tiene una llave asequible en los octavos de la Champions League. Con un par de retoques, Arsenal está en condiciones de pelear por el título, más allá de que se cuestione la frialdad de sus jugadores en instancias decisivas.

Pero quizás el mayor acierto de Alexis y Felicevich es que optaron por una institución que lo potenció e instala en la gran vidriera. Arsenal suele transferir a sus cracks a los gigantes, como sucedió con el holandés Robin van Persie, quien pasó al Manchester United.

El 2014 fue un gran año para Alexis Sánchez. El futuro se ve mucho mejor.

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