Por Beatriz Aliste Diciembre 17, 2014

© Frannerd

En el proceso de admisión 2013-2014, en  casi 900 colegios  al alumno de mejor promedio ni siquiera le alcanzó el puntaje para postular.  A ello se suma que sólo la mitad de los alumnos que ingresan a la enseñanza media entran a la educación superior. Y de los que lo hacen, un 50% va a la universidad y el resto de la matrícula se distribuye en formación técnica.

Hay que tener en cuenta que existen instituciones como los centros de formación técnica e institutos profesionales que no recurren a la selección tradicional, pues no  exigen como requisito de ingreso los puntajes PSU o las notas del colegio.

Por eso el mal resultado no es una causa de vida o muerte, y es posible volver a dar la prueba o bien replantearse un nuevo proyecto de vida, otra carrera o educación técnica. La motivación sí importa y la experiencia vivida hay que enfrentarla. Según los especialistas, las recetas para enfrentar esta frustración son variadas, van desde armar un plan B, optar por un año sabático, un trabajo part time, viajar para mejorar o aprender idiomas.

 

1. NO DESESPERARSE
La PSU es una evaluación importante, pero no la única y no obtener el puntaje deseado no significa ser un perdedor, ya que es posible volver a darla todas las veces que se quiera. Los resultados del examen no tienen que ver con que una persona sea buena o mala, sino con diversos factores que influyen, como nerviosismo, ansiedad frente a la evaluación, poca preparación o pobres hábitos de estudio, explica Magdalena Scepanovic, jefe del área de Desarrollo de Carrera de Mandomedio.

Está claro que ante una experiencia de este tipo, las formas de manejo van a depender mucho de las expectativas que el estudiante tenía sobre su rendimiento y futura participación en la vida universitaria. Cada alumno va a resentir la situación de distinta forma, dependiendo de cuán altas están las expectativas y fuertes las presiones, especialmente las parentales.

Por eso la clave está en reconocer la experiencia, comprenderla y que no se produzca una negación a la frustración, dice Pablo González, sicólogo de Penta UC. “La constelación de emociones, fantasías y consecuencias que un estudiante puede vivir a propósito de un mal resultado en la PSU es bastante amplia y compleja”, añade.

También es importante disminuir lo más posible la incertidumbre, y aceptar que siempre en el camino habrá momentos inesperados ante los cuales hay que reformular la ruta.


2. ECHAR A ANDAR UN PLAN B

El nuevo proyecto debe ser realista y trabajarse en torno a la vocación de cada uno. Así se abre un abanico de opciones para el desarrollo, otras carreras en institutos profesionales o centros de formación técnica  que ofrecen muy buenas alternativas de carreras técnicas con alta empleabilidad, casi mejor que muchas carreras tradicionales, dice Magdalena Scepanovic.

La misma opinión comparte la orientadora vocacional Verónica Lillo, quien hace un llamado a que los estudiantes tengan una mentalidad exploradora para buscar un plan alternativo que no sea respuesta a la frustración, sino más bien fruto del análisis de las distintas variables que deben tomarse a la hora de escoger: empleabilidad, acreditación y condiciones de renta.

Hoy el acceso a la información es ilimitado, por eso Lillo recomienda hacer un mapeo de navegación amplio, que incluya las carreras, institutos, campo laboral, condiciones de renta y áreas de desempeño. Y mejor aún si se realiza con un grupo de amigos, con la familia y asesorado por una persona con experiencia.

Entonces el llamado vocacional debe ser integral, vinculante y participativo. Las inquietudes básicas son: ¿hacia dónde va la productividad del país? ¿Por qué han surgido tantas carreras nuevas, en especial en el ámbito técnico-profesional? Lo que sí está claro es que la educación es y será continua.

3. IDENTIFICAR DÓNDE ESTUVO EL ERROR
Revisar los aspectos de mejora siempre será un buen ejercicio para un posterior desempeño laboral. El examen de conciencia debe ser exhaustivo: ¿qué ocurrió en el momento? Nerviosismo, ansiedad, falta de estudio o si la manera de estudiar no fue la más adecuada.

Una vez identificada la falla, visualizar una estrategia para abordarla. En el caso de falta de preparación, ver la posibilidad de contratar algún programa o seguir preparándose, a través de clases particulares o preuniversitarios. Si fue ansiedad o nerviosismo, averiguar con profesionales acerca de técnicas o tratamientos que pueden ayudar a combatir esas emociones.

Frases como “aquí no ha pasado nada” o “no valió la pena el sacrificio del año anterior” no contribuyen a superar la situación que se está viviendo. Es importante tener en mente que los significados que cada estudiante le atribuye a la PSU y al ingreso a la educación superior van más allá de la mera atribución académica, sino que transitan en temas de identidad, autoestima, valoración de los padres, valoración del entorno, autoexigencia y creencias y juicios sobre sí mismo, puntualiza el sicólogo Pablo González.

Sin embargo, siempre existirá un nivel de incertidumbre y aspectos imposibles de planificar. La invitación es a disminuirlos

lo más posible.

También olvidarse de justificar los malos puntajes con “la prueba estaba mal hecha” y, aunque así lo fuera, a la hora de recibir los puntajes no hay manera de dar vuelta atrás, añade Magdalena Scepanovic.

4. NO CAER EN EL SEDENTARISMO
La máxima es mantener siempre una actividad, generando un horario que contemple horas destinadas al estudio, otras al deporte y ocio, ya que se debe evitar a toda costa entrar en una dinámica sedentaria. Las alternativas son diversas, desde conseguir un trabajo part time que dé disciplina y constancia, hasta viajar para mejorar o aprender un idioma.

En los últimos años, lo que se está viviendo, en particular en Europa, es que los jóvenes entre 18 y 30 años se tomen un año sabático para ayudar a la población más necesitada  o para mejorar idiomas. “Suelen usar lo que  llaman year off o gap year. Viajan por un año a otros países para reflexionar sobre su futuro, encontrarse a ellos mismos y decidir qué camino seguir, a la vez que adquieren experiencia y colaboran con comunidades más pobres”, dice Magdalena Scepanovic.

Sin embargo, esta opción sabática en nuestro país tiene pocos seguidores, porque es un periodo que debe ser costeado por la familia, el cual puede llegar a valer entre US$ 10 mil y US$ 30 mil.

También se estila que antes de ingresar a la educación superior, los estudiantes europeos de cuarto medio trabajen en un área afín con el objetivo de adquirir un mínimo de conocimiento laboral, indica Lillo.

 

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