Por Ana María Sanhueza Noviembre 13, 2014

© Hernán Kirsten

SOFISTICACIÓN Y TECNOLOGÍA
La noche del 10 de agosto de este año, apenas dos días antes del millonario asalto a un camión de valores en el Aeropuerto Arturo Merino Benítez y del bombazo a la Primera Comisaría de Santiago, Carabineros detuvo en las calles Santo Domingo con Morandé, en pleno centro de la capital, a dos hombres de no más de 30 años de edad, ambos con antecedentes policiales, con una mochila. Preocupados de que pudiera tratarse de otro artefacto explosivo, la revisaron. Y lo que allí encontraron es sintomático del nivel de sofisticación al que han llegado muchos de los delincuentes locales, o bien de lo que en las propias cárceles ya denominan como la nueva delincuencia chilena: tenían, entre otras especies, un inhibidor de señal, que no sólo es capaz de bloquear teléfonos celulares y GPS desde 500 metros a un kilómetro a la redonda, sino que, incluso, la frecuencia encriptada de las radios policiales.

Esa noche, de inmediato Carabineros dio cuenta al fiscal de turno de la Fiscalía Centro Norte, Luis Isla. Y aunque uno de los dos hombres quedó detenido por un robo anterior de 2011 -tenía una orden pendiente de aprehensión- y hoy está a la espera del juicio, la causa quedó archivada. La razón: como aparentemente no estaban cometiendo ningún ilícito, se optó por incautar el inhibidor de señal -conocido también como Barre o Hummer - y dejarlo en custodia y así sacarlo de circulación.

La “estrategia” de la fiscalía sólo se explica porque de llevar a ambos individuos a juicio, tenía un alto riesgo de que fueran absueltos por falta de pruebas en un tribunal y, por tanto, que finalmente volvieran a  sus manos todas las especies incautadas.

Pero no es el único caso. Este año la policía ha incautado varios de estos aparatos, los mismos que Gendarmería usa al interior de las cárceles para evitar  los llamados de los reclusos hacia el exterior. Por ejemplo, en el OS-9 de Carabineros, encargados de investigar la mayoría de los asaltos a camiones de valores, han hallado esta misma tecnología en algunos de los vehículos, la que es usada por los delincuentes para bloquear el GPS al momento de huir y así lograr que se les pierda el rastro.

“Los delincuentes han ido evolucionando, al igual que la sociedad, pero criminalmente”, explica un miembro del OS-9. De hecho, con el tiempo las mismas estrategias policiales para capturarlos han tenido que variar  gracias a una sofisticación cada vez mayor. Pero aun peor, hay tecnología que usan habitualmente y que está al alcance de cualquiera: es el caso de los inhibidores de señal, que pueden ser comprados por internet. Y hoy la legislación no contempla que sea delito que alguien tenga uno en su poder, a excepción de que se demuestre como prueba de que estaba siendo utilizado al cometer un hecho delictual.

También se ha detectado que utilizan Google Eearth, programa que les permite una vista aérea y detallada de cualquier lugar.

PINCHAZO DE TELÉFONOS
Si en los casos de narcotráfico el pinchazo o intervención telefónica es clave, también lo es para los casos de los grandes asaltos o para las bandas que roban cajeros automáticos. Hay viejos ejemplos emblemáticos al respecto, aunque del mundo del narco: el poco cuidado en sus conversaciones que tuvo en los 90 Mario Silva Leiva, alias el Cabro Carrera. O las largas charlas que tenía el jefe del clan de los Gaete, Marcelo Gaete, alias el Viejo Chico, con integrantes de su banda. Varias de esas comunicaciones caen en lo anecdótico: era tal el relajo de Gaete, que hasta daba las instrucciones por teléfono a sus cercanos de cómo quería que un joyero le hiciera un anillo de oro en forma de escorpión con un brillante en cada ojo.

Pero de todas esas experiencias, cuentan quienes han investigado el crimen organizado en Chile, los nuevos delincuentes han aprendido. “En las cárceles, entre ellos mismos se preguntan: ‘¿y tú cómo caíste?’ Y así es como se van informando”, dice un ex policía. A eso hay que sumarle que están muy atentos a los juicios orales de sus cercanos y a que ven con especial atención los programas policiales que están de moda hoy en la TV.

Hoy las pesquisas a las bandas de asaltantes han mostrado que se cuidan especialmente en sus conversaciones.  Tanto, que para cometer sus atracos muchos de ellos adquieren celulares especialmente para el delito. Y luego de ello, los botan. “Cambiar el celular es una práctica que viene del tráfico de drogas”, explica el abogado penalista Carlos Quezada, quien ha llevado varios casos de robos.

Más rebuscado aún, según cuenta un ex policía experto en inteligencia, han detectado que hoy los delincuentes más preparados se preocupan de adquirir los escasos “teléfonos limpios” que quedan en las compañías telefónicas. Es decir, números de celulares que no han tenido un dueño anterior. “Son capaces de pagar hasta cinco veces por ellos. De hecho, hay un mercado que compra todos los que puede y luego los mueve”, añade.

Pero intervenir los teléfonos no es tan fácil ni tan rápido, se quejan muchos investigadores: con la reforma hay que pedir autorización a los jueces de garantía, lo que a veces demora más de lo esperado.

No es todo. Los nuevos delincuentes han descubierto cómo borrar las conversaciones que tienen por WhatsApp, que podrían ser una prueba clave en caso de caer detenidos. Incluso, se han cambiado de sistema y no son pocos los que usan el Telegram, hasta hoy el mejor método para sostener un diálogo sin dejar rastro: la comunicación Se elimina sin dejar huella.


La policía ha detectado varios inhibidores de  señal capaces de bloquear celulares y radios encriptadas.

 

PLANIFICACIÓN
El asalto al camión de valores de la empresa Brinks en el Aeropuerto Arturo Merino Benítez del pasado 12 de agosto, en el que seis individuos se hicieron de $ 6 mil millones prácticamente en tres minutos luego de intimidar con armas a los guardias, demostró no sólo la fragilidad del sistema cuya seguridad estaba en manos de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC), sino la profesionalización y el alto grado de planificación de quienes cometieron el delito.

No sólo no hirieron a nadie. También usaron varios autos para huir (incluso habrían quemado uno como elemento distractor en la Ruta 68), se vistieron como funcionarios del aeropuerto, lanzaron una bomba lacrimógena y se taparon la cara. Tampoco hablaron mientras cometían el atraco: hoy todos los delincuentes saben que la voz puede ser una muy buena prueba en su contra en el juicio oral.

Tanta era la planificación, que en su momento muchos recordaron los asaltos a bancos que en los 80 realizaban grupos subversivos, los mismos que a mediados de los 90 se mezclaron en las cárceles con delincuentes comunes. Un abogado penalista resume esa fusión así: “Inteligencia y preparación más el poder del dinero”.

Sin embargo, explican en Carabineros, aunque la nueva delincuencia tiene en común con los ex subversivos la planificación, hay algo que los distingue: el gusto por el lujo. Hasta ahora, nadie ha visto a un ex frentista o lautarista en un convertible o un auto de los más caros del mercado, pero sí a muchos delincuentes comunes.

Hoy, a diferencia de la vieja guardia de ladrones, los nuevos delincuentes no se juntan en sus casas a planificar sus atracos. La policía los ha grabado en reuniones-desayuno; arrendando cabañas en diversos balnearios, en parcelas e, incluso, en canchas de futbolito.

“Tampoco van a Cartagena, como antes, que después de robar se iban con su familia todo el verano a la playa a gastar la plata. Hoy se van a Europa”, dice un policía.

ESTRUCTURA DE NEGOCIOS
Una característica clave en la nueva delincuencia, explican en el 0S-9 de Carabineros, es que tienen lo que ellos llaman “una estructura de negocios, pero ilícita”.

Esa estructura supone recursos, porque para un asalto, ahora se invierte. “Ellos tienen la lógica del país en que vivimos: es una inversión con la que esperan recibir un rédito muy superior, con la salvedad de que tratan de no herir personas. Están conscientes de que es un negocio riesgoso, pero más riesgoso es tocar vidas ajenas”, dice Carlos Quezada.

Eso, sumado a la planificación, la tecnología y los cada vez mayores conocimientos del derecho -en ocasiones hasta han ido a ver juicios orales de sus “colegas”- se han convertido en una mezcla explosiva, que tiene como resultado que sólo este año los asaltos a camiones blindados sumen $10 mil millones, lo mismo que antes se robaba en una década.

Pero no es todo. Lo que se ha detectado hasta ahora es que, además, hay una alta especialización. Mientras antes eran los mismos ladrones los que hacían prácticamente todo, como ocurrió con el robo al Banco Bice en 2004 en Vitacura con sus autores Carlos Iturriaga, alias “Carlos Joya” y Mario Améstica, hoy reclutan por especialidad: hay expertos en oxicorte; hay choferes peritos en conducción a alta velocidad (los loros, les llaman en la jerga); hay delincuentes “subcontratados” para lanzar miguelitos; otros para manejar el explosivo a gas que les permitirá robar el cajero automático, y hay a quienes se les encarga conseguir el auto “de alto poder” para cometer el delito.

También se recluta a gente para que haga barricadas y dificulte el tránsito de la policía, como fue el caso del robo al aeropuerto. Han encontrado, además de miguelitos,muebles viejos incendiándose en el camino.  Y varios llamados distractores a la policía durante un asalto.

“Esto es Hollywood”, dice un ex policía de inteligencia que dejó hace poco la institución. Y para ello echa mano a al menos un par de ejemplos recientes. El pasado 12 de septiembre, otro camión de valores, de la empresa Prosegur, fue asaltado por una banda, llevándose $100 millones. El modus operandi: un ciclista simuló ser atropellado, y cuando los guardias bajaron a socorrerlo, fueron intimidados con armas de fuego. Por cierto, las noticias titularon el hecho así: “Delincuentes protagonizan cinematográfico robo”.

El segundo caso: el 27 de octubre, apenas 24 horas después de un robo similar en San Bernardo, otro camión de valores fue asaltado frente al Banco Estado y a sólo dos cuadras de La Moneda. El ladrón se subió al camión y amenazó al guardia mostrándole fotos de su familia, según su versión.


IMPORTACIÓN DE CONOCIMIENTOS

Así como en los años 70 -explica Víctor Carriel, ex jefe nacional de Crimen Organizado de la PDI- el robo con intimidación se “importó” desde Argentina, el de cajeros de automáticos partió en España y luego se “chilenizó”.

De hecho, casi un mes antes del asalto al aeropuerto Arturo Merino Benítez, ocurrió un hecho de similares características en el terminal aéreo Alfonso López Pumarejo de Colombia: incluyó robo de vehículos, rostros tapados y destrucción de accesos al lugar.

Hay coincidencia que la globalización también ha contribuido mucho en el perfeccionamiento de los nuevos delincuentes. Pero también sus viajes. “El lanza chileno, por ejemplo, ha recogido mucha experiencia fuera, sobre todo de este tipo de robos al patrimonio. Viaja, vuelve, lleva a su familia, a sus amigos y va recogiendo conocimientos”, dice Mauricio Fernández, director de la Unidad de Lavado de Dinero y Crimen Organizado de la Fiscalía Nacional.

Un ejemplo de ello es el caso de uno de los pocos asaltos a un camión de valores en los que hay detenidos. El pasado 30 de octubre cayeron dos de los cinco integrantes del grupo. Uno de ellos es un ex lanza internacional que había sido deportado desde Noruega y España y que está confeso.

Su historia es un botón de muestra de la planificación.

El asalto ocurrió el 17 de julio, en la intersección de Américo Vespucio con La Florida, en el estacionamiento de un supermercado: huyeron con $ 260 millones. En la audiencia de formalización, el fiscal Jorge Martínez, de la Fiscalía Oriente, mostró que el vehículo usado para el hecho había sido robado un mes antes, mientras que el imputado confesó que la ropa que debía usar para el asalto, muy similar a la de los empleados que trabajaban en el lugar, se le entregó la noche anterior. Parte del botín, además, se lo pasaron 36 horas después. Fueron, según él, $ 30 millones. Con ellos, se compró una moto de apenas un millón de pesos. Sin embargo, no delató a ninguno de sus cómplices, algo que el fiscal catalogó en la audiencia como “un pacto de silencio”.

SIN HUELLAS Y SIN LAVADO
Parte de la profesionalización  de los nuevos delincuentes se muestra, además, en que se cuidan de no dejar huellas en el sitio del suceso. “Antes dejaban huellas en todas partes, ya no. También, en los 90 sólo algunos usaban máscaras. Hoy lo hacen todos”, dice Carriel.

También han cambiado varias prácticas. Pese a que siguen comprando autos de lujo, ya no es tan fácil detectarlos. Usan testaferros, generalmente a sus mujeres. “Y tienen muchas”, dice un investigador. También se han mudado de los lugares donde habitaban. “Ya no están arraigados a sus poblaciones. Porque antes había grupos que se podían identificar en su sector. Ahora, esta nueva delincuencia puede vivir en cualquier lugar, donde no llaman la atención sus autos”, dice un policía. Y añade: “Para cometer un delito, incluso se trasladan a otras regiones”.

Aunque la discreción en sus gastos no ha sido lo habitual, esta vez , aparentemente, quienes han robado los camiones de valores este año, como el caso del aeropuerto, han tenido especial cuidado en eso: hay $10 mil millones desaparecidos.

Y si invirtieran ese dinero sin ser descubiertos, un vacío legal los favorece.  Esto, porque a diferencia de los bienes y activos que provienen del tráfico de drogas, no existe el lavado de dinero para los grandes robos, lo que incluye los asaltos a transportes de valores. Un problema que, incluso, se ha hecho evidente con las peticiones de investigación que han hecho varios países europeos que intentan pesquisar el ocultamiento de las ganancias obtenidas por algunos lanzas internacionales chilenos.

“Hoy, todas las maniobras destinadas a ocultar o disimular el origen de los activos que adquieren, no es lavado de dinero”, dice Mauricio Fernández, de la Fiscalía Nacional.

La modificación a la ley, sin embargo, recién podría estar lista en diciembre próximo, después de siete años de tramitación en el Congreso. Sólo después de eso una banda que roba se expondría a lo que más les duele. En este caso no es una pena más alta, pues no es lo que les importa mayormente, sino a la incautación de su millonario botín.

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