Por Francisco Aravena Octubre 22, 2014

“Estamos en tierra de nadie”, se lamenta el académico y presidente del Colegio de Arquitectos de Chile, SebastiánGray, apenas se inicia esta conversación sobre los modelos de desarrollo (o la falta de los mismos) de las grandes ciudades chilenas, particularmente de Santiago. “Nuestras ciudades son herederas de una visión del modernismo que pensaba que podían expandirse para siempre”, elabora, haciendo un poco de historia. “Y por otra parte viven una etapa de densificación, que es más bien resultado de un modelo muy ciego, muy miope que ve al desarrollo inmobiliario como motor de la máquina económica chilena”.

Iván Poduje, arquitecto y urbanista, acota que el gran cambio desde el crecimiento expansivo de las ciudades a la densificación de las zonas centrales se ha notado sobre todo en los últimos 10 años. “Vemos un cambio muy relevante. Y la razón principal es que las personas quieren vivir más cerca del centro, y los hogares son más pequeños, por razones demográficas y culturales: hay  personas solas,  personas separadas,  viejos,  jóvenes. La congestión empieza a ser un problema y las ciudades se empiezan a compactar. Y de alguna manera con eso se materializa ese imaginario que existía cuando la expansión se producía, de que la ciudad se tenía que densificar. Y nos damos cuenta entonces de que esto no era la receta que pensábamos”, advierte. “Es un caso interesante de cómo se da vuelta la película, y hoy nos lamentamos por la densificación que antes añorábamos. Ambos expertos acusan, sobre todo en Santiago, una densificación sin control, sin visión de ciudad y que ha generado colapsos y la aparición de lo que se ha llamado “guetos verticales” en el centro de la ciudad.

Ante tan poco auspicioso panorama, ambos expertos coinciden en apuntar responsabilidades y problemas urgentes por subsanar, en busca de un desarrollo más sustentable para nuestras ciudades.

Los privados. “Hay buenas razones para que las ciudades se densifiquen”, acota Gray. “El problema en Chile es que el empresariado no es particularmente culto ni tampoco está particularmente comprometido con el destino de la ciudad”.

Poduje concuerda. “Efectivamente, creo que las empresas inmobiliarias han hecho edificios, productos, con poca consideración por el entorno y cuya explicación siempre ha sido es lo que la norma indica. Cuando les dices que hay un problema, que las veredas son de un metro, que revientan las densidades, dicen lo mismo: que hacen lo que la norma les dice. Entonces hay un problema de enfoque. Y está costando caro”.

El estado. “El Estado no diseña buenas normas, que en Chile son laxas, y se han modificado constantemente para abrirles uno y otro resquicio”, destaca Poduje. “Eso genera incertidumbre y reglas de juego muy generales, que impiden diseñar una ciudad de calidad”.

“El Estado, un ente abstracto, ha estado más bien extraviado en sus visiones de buena ciudad”, acusa Gray. “Se ha inhibido de explorar otros modelos posibles de urbanización que pueden ser tanto o más densos que los que imaginamos únicos posibles en Chile, y que dan origen a otro modelo de ciudad. Podemos pensar, por ejemplo, en la ordenanza Brunner del centro de Santiago (1934), que es uno de los modelos más exitosos de urbanismo que ha tenido la ciudad, más coherentes, vigente hasta el día de hoy”.

“Hoy gran parte del Estado entiende la planificación como poner reglas a los privados o entregar subsidios”, comenta Poduje. “Si escuchas al ministro de Transportes, la mitad de su discurso es cuántos subsidios va a entregar. Si escuchas a la ministra de Vivienda, lo mismo. Regular y subsidiar. Y los parques, las avenidas, la caja del río, son inversiones, son proyectos. Lo que le está faltando a la ciudad son proyectos estratégicos, que den valor a lo público”, comenta, y agrega un dato. “Ahora acabo de escuchar a una autoridad de gobierno decir que hacer un trazado subterráneo del metro que, en superficie, cortará en dos la comuna de Lo Espejo y  Pedro Aguirre Cerda, es caro”, dice.

“Santiago debe ser una de las ciudades más segregadas del mundo, donde la segregación es más dolorosa, escandalosa”, agrega Gray. “El metro es un gran igualador social. Y otro gran igualador son los espacios públicos, y Chile no ha invertido en serio en eso en 50 años. Las grandes inversiones que un Estado debería hacer deben estar ahí donde hay menos. Y eso hay que hacerlo durante unos 10 o 15 años para equiparar las expectativas y terminar con una sensación de injusticia que es sumamente fundada”, concluye Gray.

La institucionalidad. Es inevitable, aparentemente, llegar a este punto en cualquier conversación sobre los problemas del desarrollo urbano en Chile: la necesidad de una autoridad con atribuciones para coordinar y actuar por sobre los alcaldes y ministerios sectoriales en esta materia. Un “alcalde mayor” o, como propone Gray, una entidad como en su momento fue la Cormu (Corporación de Mejoramiento Urbano). “Es muy difícil  resolver los problemas desde una estructura de gobierno como la que tenemos hoy. Con 37 alcaldes y seis ministros, es imposible”, acota Poduje.

La academia. Es una autocrítica gremial en la que ambos arquitectos y docentes coinciden. “Por años la academia ha mirado este problema de lejos y no ha generado temas de estudio, salvo excepciones. Es el gran aporte de Alejandro Aravena con Elemental: toma una reflexión y le da un diseño, una calidad que no existía en la vivienda social”, destaca Poduje. “En la clase media, que es el 60% de lo que se construye, esa reflexión sencillamente no existe. La academia ha mirado para el lado y ha dicho: esta ciudad no nos gusta, pero los prototipos, la innovación para que las constructoras la incorporen, el buscar influir en las construcciones, ha sido muy débil”. Gray concuerda: “No hemos sido capaces de transmitir una gran cantidad de conocimientos que nos permitirían ser un país distinto”.

Todos nosotros.
“Tenemos una clase alta y media muy individualista; muy demandante de sus derechos, consciente de lo que el Estado les debe proveer, pero muy resistente ante cualquier transformación”, advierte Poduje. “Creo que hay un problema de individualismo muy serio, y así va a ser difícil que hagamos los proyectos que son necesarios”.

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