Por Sabine Drysdale Octubre 16, 2014

Al teléfono, desde Milán, el destacado sicoanalista junguiano Luigi Zoja advierte que vivimos rodeados de políticos paranoicos, de políticos mentalmente enfermos, aunque en apariencia racionales. “Está lleno”, dice. “No es que necesariamente el político sea en sí mismo más paranoico, pero existen los paranoicos que, desafortunadamente, con un mensaje simplificado, como Hitler -que les echa toda la culpa a los judíos, a la conspiración judía-, han tenido éxito porque así explican todos los males. Como también lo hacen ahora esos movimientos populistas de extrema derecha en Europa que les echan  la culpa de todo a los inmigrantes”, agrega.

-¿Entonces hay que ser paranoico de los paranoicos?
-Ése es el problema. La paranoia es un pensamiento extremadamente contagioso.  

Luigi Zoja lleva casi 45 años junto al diván atendiendo a gente que se pregunta por el sentido de la vida, tiempo que comparte escribiendo libros donde intenta usar el sicoanálisis para interpretar la historia. Por esta mirada más social que clínica lo han llamado el  “sicólogo antropológico”. También ha sido presidente del Centro Italiano di Psicologia Analitica y de la International Association for Analytical Psychology, que agrupa a los sicoanalistas junguianos de todo el mundo. Sus ensayos han sido premiados con el Gradiva Awards en EE.UU y sus libros traducidos a catorce idiomas.

Es sobre su último libro publicado, Paranoia, la locura que hace la historia, que trata la conferencia que dará en el festival Puerto de Ideas, que se realizará en Valparaíso entre el 7 y 9 de noviembre. Esta es la segunda vez que viene a Chile, país que, asegura, marcha mucho mejor que Italia, donde él nació y donde “nada funciona y todo es mentira”, dice.

En Valparaíso profundizará sobre este fenómeno colectivo que tiene un efecto tan absurdamente contagioso que ha llevado a la humanidad a la guerra y a la muerte: léanse Hitler, Stalin o George W. Bush, entre varios otros paranoicos que, según Zoja,  han estado en el poder y que han despertado esta locura entre hombres y mujeres comunes y corrientes.

Luigi Zoja llegó al sicoanálisis por un camino algo curvo. Es hijo de una familia burguesa comerciante “sin muchos intereses” cuya tradición era tener una pequeña empresa. “Estudié en una escuela privada católica donde no había estímulos, donde no había chicas y no se conocía el mundo. El fascismo había terminado, pero los libros eran todavía muy cerrados”, dice. Sin otra razón que seguir la tradición familiar entró a estudiar Economía, pero luego vinieron los 60 con sus movimientos sociales y estudiantiles, Luigi Zoja descubrió la sociología y comenzó a estudiarla. Al poco tiempo, tras trabajar como voluntario atendiendo una línea telefónica para personas desesperadas, sus intereses giraron hacia la sicología, y se mudó a Suiza para entrar al Instituto Jung de Zürich. “Mi papá me decía que el profesor de sociología lo había llamado por teléfono tratando de convencerlo de que no me dejara ir a Zürich porque él me quería como sociólogo en Italia. Lo divertido es que este sociólogo, que era muy izquierdista, telefoneaba a mi papá, que era un burgués capitalista para persuadirlo de que me obligara, cuando la temática siempre fue la rebelión frente a los padres”, dice. Como en una receta, echando mano a una pizca de economía, otra de sociología, en una olla llena de práctica sicoanalítica, fue que Luigi Zoja se convirtió en un interpretador sicológico de la historia colectiva.

-¿Cómo es que el sicoanálisis sirve para explicar la historia?

-El fenómeno escisión, separación y proyección del mal es recurrente en la historia. Le llamamos “la búsqueda del chivo expiatorio”, que es algo que viene desde la civilización primitiva. La sicología es muy colectiva y a veces se proyecta el mal en alguien o se ritualiza. En la civilización tribal era un mecanismo muy sencillo para proteger la unidad del grupo. Había sacrificios humanos, después se pasó al sacrificio de animales, al final ya no se mata el animal, sino que hay una expulsión simbólica del chivo como portador del mal y hay una purificación. Eso es sicoterapia colectiva.

-¿La paranoia, entonces, es una manera de mantener la unión de los pueblos?

-Sí. Decimos que es un gran proceso de chivo expiatorio.

-Una manera bastante enferma de mantenernos unidos.
-Sí, pero esta enfermedad es prácticamente normal. Eso es lo trágico. Hay dos  guerras mundiales que lo expresan, incluso la llamada guerra fría. Cuando los medios de comunicación se transforman en medios masivos, la manera más sencilla de transmitir información para las masas es la simplificación del mensaje. Y la búsqueda del chivo  expiatorio es la más fácil de las simplificaciones.

Cita el final de la Primera Guerra Mundial, cuando Alemania, hasta entonces una potencia económica y cultural, queda humillada y en la ruina económica. “Y se les empieza a echar la culpa  a los judíos. Eso es una gran simplificación”. 

Lo mismo sucede con las dictaduras de izquierda, advierte Zoja. “El origen del comunismo está en la falta de justicia social, lo que es un hecho cierto que hay que tratar de corregir, pero el régimen comunista se vuelve totalitario, manipula la información y todas las responsabilidades son echadas encima de los capitalistas y las clases burguesas, en el interior, y en los enemigos internacionales, en el exterior”.

La paranoia fue una de las primeras definiciones de la  siquiatría moderna en el siglo XIX, y se definió como la “locura lúcida”, donde el asunto inicial es delirante. “Hitler no sólo iba contra los judíos, sino que decía que la mezcla de razas es genéticamente negativa como un veneno. Decía que era una ley natural, que gatos y perros y gatos y ratones no se cruzan. Pero esas son especies diferentes, que no es lo mismo que razas”.

-¿George W. Bush también es un paranoico?
-Bastante. El paranoico extremo recurre al ataque preventivo. Decimos de manera muy simplificada: si estoy convencido de que el otro es mi irreductible enemigo y que  está conspirando, entonces no tengo más alternativa que atacar primero y matar primero. Ésa es mi persuasión.

-¿Esa fue la guerra contra Irak?

-Sí. Y no sólo en Irak, sino que fue una doctrina de política internacional de Bush, que Obama modificó para hacerla más respetuosa con la democracia. Sin embargo, en la situación actual no podemos simplemente defendernos de un enemigo de manera tradicional, y eso tiene sentido,  particularmente después de los ataques a las Torres Gemelas, que fueron una sorpresa para los norteamericanos y los políticos. De ahí la doctrina del ataque preventivo. Cuando uno no tiene suficiente información ni pruebas, pero sí señales, muchas señales desembocan en una  decisión. No puedes esperar hasta el  ataque del otro porque no va a haber una declaración de guerra, el ataque tiene que ser preventivo.

-Eso tiene sentido.
-Sí, claro, la paranoia siempre es lúcida y tiene sentido. Sólo que la premisa o el fundamento granítico puede ser completamente delirante, como las ideas hitlerianas.

-En el caso de Irak, ¿la premisa serían las supuestas armas de destrucción masiva?
-Exactamente. Se  convierte en la doctrina de base no demostrada, pero los otros pasajes son lógicos, “tenemos que hacer algo”. La paranoia es la exageración de la sospecha. La sospecha es un mecanismo mental, un mecanismo instintivo que tiene un sentido: no podemos confiar en todo el mundo.

-¿El ser humano tiene que estar dudando permanentemente de sus propias sospechas?
-Sí, tiene que balancear  entre sospecha y confianza. Lo que se vuelve totalmente problemático y enfermo es cuando sólo vivo de sospechas.

-En Chile, hoy un gran tema es el de la seguridad pública. La gente teme que la asalten...
-Eso pasa en todo el mundo. Hay una exigencia  normal, práctica, absolutamente lógica y al mismo tiempo hay una exageración. Casi siempre hay de las dos cosas y uno tiene que evaluar y rechazar la exageración. Todos los estudios dicen que la percepción del aumento de la criminalidad está muy exagerada.

-¿Lo que está faltando, entonces, es la reflexión personal?
-Absolutamente.  El  paranoico verdadero, el enfermo, no es sólo una persona en estado de ansiedad que desconfía, sino que es el sujeto antisicológico por excelencia. Es decir, uno que no  tiene mirada interior, que no es capaz de insight.

-¿Y por qué esta falta de reflexión personal?
-Porque nos cansa. Cuando  subes un edificio, si hay muchos pisos, usas el ascensor. Te cansa emplear tus piernas, tu cuerpo, y también emplear la psiquis. El ser humano normal prefiere no cansarse y no pensar.

Ése es su papel, dice, cuando escribe: hacer que incluso los que no necesitan ir a la consulta de un sicoanalista, reflexionen. “Nuestra civilización necesita un poco más de reflexión y de autocrítica, y la paranoia es exactamente lo contrario de la autocrítica”.

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