Por Emilio Maldonado Octubre 15, 2014

Jueves por la tarde en Curacaví. La comuna, que nació como un poblado agrícola y que hoy es un dormitorio del Gran Santiago, muestra una cara apacible. El viento de la costa agita los árboles y las pocas personas que caminan por las céntricas calles, lo hacen con cierta modorra. Son pasadas las tres y los primeros calores de la primavera aletargan a los habitantes del valle, distante 40 kilómetros de la capital.

Durante el último tiempo la tranquilidad del lugar ha sido imán para cientos de santiaguinos quienes, buscando paz y terrenos más grandes, han optado por radicarse en alguno de los valles y quebradas que rodean a Curacaví. Donde antes había extensos campos de limones o paltos, hoy florecen parcelas y condominios. Es el nuevo aire que vive la comuna.

Fueron precisamente esos atributos los que pusieron a Curacaví en el radar inmobiliario de un grupo muy particular de extranjeros. A diferencia de los santiaguinos, quienes compran parcelas y construyen sus casas sin despertar el interés de los habitantes del poblado, los foráneos no pasaron desapercibidos: el proyecto inmobiliario que están construyendo en los alrededores de Curacaví, y del cual ya se han vendido 60 propiedades de hasta 10 hectáreas cada una, fue concebido como un refugio para enfrentar el supuesto colapso del modelo económico capitalista, el cual ocurrirá en septiembre de 2015, según la cara visible de esta idea, Jeff Berwick.

Para ello buscaron por el mundo un lugar donde levantar una comunidad capaz de resistir la debacle financiera y, a partir de ella, refundar una sociedad libre, inspirada en uno de los pasajes de la novela La Rebelión de Atlas. Finalmente, lo encontraron a pocos kilómetros de Curacaví y ahí decidieron construir el proyecto Galt’s Gulch Chile, nombre en alusión al proyecto de John Galt, uno de los protagonistas de la ficción literaria y quien ideó una comunidad independiente del gobierno y con sus propias leyes.

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En medio del verdor del valle, un blanco y extenso muro, notoriamente recién pintado, sobresale de su entorno. Es el kilómetro 17 de la ruta que une Curacaví con Colliguay y la muralla, coronada con tejas chilenas, da la alerta de que el controversial proyecto Galt’s Gulch se esconde tras ella.

El portón de fierro que permite el acceso al condominio permanece cerrado con candado. Siempre se maneja de esa forma, según relatan quienes trabajan en la zona. Es una de las maneras de mantener alejados a los curiosos, quienes alentados por los mitos que envuelven al lugar, acuden con frecuencia a merodear. Muchas veces intentan, sin éxito, ingresar a la propiedad.

A lo lejos, una trabajadora identificada con el logo de Galt’s Gulch en su polera, camina hacia el exterior. De su mano derecha cuelga un manojo de llaves. Una vez que abre el pesado portón, comenta que Ken Johnson, uno de los socios fundadores del proyecto inmobiliario, está hablando por teléfono con Estados Unidos. Habrá que esperarlo.

Al interior de Galt’s Gulch, mientras Johnson está encerrado en su oficina, dos parejas de trabajadores circulan por el lugar. Dos de ellos realizan labores de mantención en una de las maquinarias. La otra dupla, notoriamente extranjeros, descansa en la terraza de lo que parece ser una casa patronal, hoy restaurada por completo.

Johnson aparece en el campo y saluda en un forzado español, lo cual lo obliga a continuar la conversación en inglés. Originario de Minnesota, al norte de Estados Unidos, Johnson se mudó a Chile hace un año y medio, en búsqueda del sueño de realizar, en las cercanías de Santiago, un megaproyecto inmobiliario.

Mientras camina por la propiedad explicando cómo han remodelado cada rincón que tenía la hacienda, cuenta que está al tanto de que en Curacaví se levantan muchos mitos sobre su proyecto. Dice que lo han tildado de líder de una secta y que él, apenas entendiendo algo de español, sólo se ríe.

Los habitantes de Curacaví aún no salían del estupor causado por Ramón Castillo Gaete, más conocido como Antares de la Luz, cuando se enteraron que apenas a 15 kilómetros de donde fue quemado vivo un recién nacido a manos de los integrantes de la llamada secta de Colliguay, se estaba instalando un grupo de extranjeros, mayoritariamente estadounidenses.

De ellos poco se sabía, pero sí que venían a Chile luego de haber comprado 3 mil hectáreas en la zona de Lepe, donde querían instalar una comunidad, exclusivamente de extranjeros, para resguardarse del colapso del capitalismo en 2015. De inmediato, los rumores de una nueva secta en el valle de Colliguay se esparcieron por la comuna.

Johnson conoce cada uno de los comentarios, y sabe el origen de ellos.

Arriba, Ken Johnson, actual administrador de Galt’s Gulch. Abajo, Jeff Berwick, autodefinido como anarco-capitalista y quien quiso crear una comunidad libertaria en Curacaví.

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En el otoño de 2012, en una conferencia en Palm Springs, California, Jeff Berwick conoció a Ken Johnson. Según recuerda Berwick, Johnson se le acercó asegurando que se había convertido al libertarismo. Es decir, abrazaba la filosofía de una sociedad sin regulaciones, evitando el control del gobierno y de los bancos centrales, ideas que el mismo Berwick se ha encargado de difundir a través de los medios electrónicos de su propiedad, como The Dollar Vigilante o Anarchast. Él se ha autodefinido como un anarcocapitalista y sus blogs son su forma de evangelizar e incitar a una lucha contra sus dos grandes enemigos: el Estado y las regulaciones al mercado.

Fue en esa reunión en California que Johnson le comentó que quería invertir dinero en su holding de medios. Ambos conversaron un par de veces y Johnson terminó poniendo dinero en TDV Media & Services. Al cabo de unos meses, volvieron a hablar de negocios, pero esta vez en el área inmobiliaria. Berwick recuerda que su nuevo socio le dijo que había una gran oportunidad en Chile, en las cercanías de la capital. En agosto de 2012 viajaron a Sudamérica y recorrieron el valle de Lepe. Decidieron que levantarían ahí una comunidad, cuyo énfasis serían los cultivos orgánicos y la autogeneración de energías limpias. Berwick creyó encontrar el lugar perfecto para levantar ahí el sueño del personaje de La Rebelión de Atlas: Galt’s Gulch Chile comenzaba a tomar forma.

Luego de decidir que cada uno tendría el 50% del proyecto, porcentaje que fue modificado posteriormente para permitir el ingreso de otros cuatro socios -a quienes Berwick llama “los fundadores” -, la dupla acordó que Johnson sería el director, por sus conocimientos en el rubro. Berwick volvió a Estados Unidos y su socio se mudó a Chile. Hoy divide su semana entre Reñaca, donde tiene un departamento, y la casa de huéspedes al interior de Galt’s Gulch.

Durante 2013 comenzó a gestarse el proyecto inmobiliario. Mientras en Chile Johnson daba forma a la comunidad, Berwick hacía el marketing en Estados Unidos, tanto a través de sus medios de comunicación como también echando mano a su red de contactos, la cual fue construyendo durante las últimas décadas luego de haber fundado Stockhouse.com, uno de los portales de inversiones más consultados por empresarios entre 1994 y 2002, año en que vendió el sitio web.

Conseguir inversionistas para Galt’s Gulch no fue difícil. En pocos meses, sesenta compradores, en su mayoría norteamericanos y que abrazaban las ideas libertarias, decidieron poner sus fichas -en terrenos que van desde los US$ 400.000 hasta los US$ 550 mil- en la comunidad de Berwick y Johnson. Muchos de ellos, alrededor del 20%, lo hicieron utilizando bitcoin, la moneda digital libre de regulaciones y que ha sido la preferida por los libertarios.

Con parte de ese dinero recaudado, Johnson pagó las 2.773 hectáreas y se hizo de derechos de agua equivalentes, en la actualidad, a 800 litros por segundo. El paraíso libertario tomaba forma.

Pasaron los meses, y a medida que comenzaba a avanzar el proyecto, el edén fue tornándose en un infierno.


EXPULSIÓN DEL PARAÍSO

En junio de 2013, la amistad entre Berwick y Johnson comenzó a mostrar las primeras fricciones. Según Berwick, hubo diferencias en el propósito que tendría Galt’s Gulch Chile. Mientras el anarcocapitalista quería que fuese una comunidad para vivir alejados de los controles de los gobiernos, especialmente del estadounidense, Johnson veía en el valle de Curacaví el terreno ideal para levantar un megacomplejo residencial. De hecho, quiso dividir las casi 3 mil hectáreas en tres mil terrenos, desatando la ira de Berwick.

A partir de ese entonces, el intercambio de correos electrónicos y llamados entre ambos se redujo al mínimo y sólo para recriminarse algún tipo de decisión tomada respecto al proyecto. A fines de 2013, Johnson logró que el resto de los socios le pidieran la salida a Berwick. Acordaron una compensación, la cual ascendió apenas a US$500.000, debido a las pérdidas que registraba Galt’s Gulch. Junto con ello, le dijeron que guardara silencio.

Mientras recorre los cerros al interior del predio, Ken Johnson explica que el complejo será en un 80% residencial, dejando la superficie restante a la producción de hortalizas y frutos orgánicos. Asegura que ya están certificando su primera producción, de 65 hectáreas de limones, bajo un sello que avale que están libres de pesticidas. En el futuro, agrega, quieren tener su propia línea de productos orgánicos y venderlos en los supermercados de Chile, para generar ingresos a la comunidad. También está en el plan de negocios la construcción de una central solar que genere 3 MW.

Ése es el régimen que Johnson y sus socios han trazado para el proyecto habitacional. Asegura que será un espacio para que cualquiera pueda construir su casa y disfrutar de un entorno libre de contaminación. Jamás, y es enfático en explicar aquello, estuvo en la cabeza de los inversionistas armar una comunidad cerrada. Mucho menos un refugio para el fin del capitalismo.

Mientras maneja su todoterreno por las quebradas, las cuales serán a futuro los caminos que unirán los diferentes barrios, Johnson dice que tiene conciencia de que Galt’s Gulch arrastra una imagen de ser una secta. De hecho, dice que ni siquiera le gusta el nombre. “Es muy político”, explica. Habría sido Berwick el que, a cargo del marketing de la empresa inmobiliaria, lo habría bautizado de esa manera.

El actual socio admite que muchos inversionistas compraron terrenos en respuesta a esa idea y ellos, para sacudirse de esa imagen, están dispuestos a devolver el dinero. “Queremos ser una comunidad autosuficiente y con cultivos orgánicos. Nada más elaborado que eso”, agrega.

Aclara que la expulsión de Berwick nada tiene que ver con el manejo de la administración de la comunidad, como ha señalado el ex socio. Johnson esgrime como razón una millonaria deuda que Berwick tendría con él, luego de haber invertido en TDV Media & Services. “Él no me repartió las utilidades como correspondía. Le cobré y nunca pagó”, expresa Johnson, junto con cifrar en más de US$ 100 mil lo adeudado por el líder del libertarismo. Fue ahí que la amistad se quebró.

Hoy Galt’s Gulch sigue adelante, pero a un ritmo más lento. Johnson explica que se han tomado un tiempo para reformular el proyecto, debido a la mala publicidad que ha hecho Berwick en el exterior. Reconoce que aquello los ha afectado en la venta de terrenos, y que gran parte de los rumores sobre la comunidad están originados por los comentarios que ha hecho el ex fundador en las redes sociales y en los medios de su propiedad. De hecho, en The Dollar Vigilante es común ver posteos sobre lo mal administrado de Galt’s Gulch Chile. Incluso Berwick ha ido más lejos: ha calificado al proyecto como una estafa, debido a que aún no se entregan terrenos a los propietarios.

El difícil debut no ha desanimado a sus socios para seguir adelante. Confían en que pronto comenzarán las obras para dar vida a los barrios y parcelaciones, y transformarse en una zona residencial de paz y tranquilidad. Dos atributos que le han sido esquivos a Galt’s Gulch Chile en sus orígenes.

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