Por Rosario Zanetta Septiembre 4, 2014

El día en que la selección chilena clasificó al Mundial de Brasil 2014, el 15 de octubre de 2013, el quiebre entre Puma y la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP) se hizo evidente. Tras derrotar a Ecuador, los jugadores de Jorge Sampaoli participaron esa noche de una celebración con música y fuegos artificiales en el Estadio Nacional. Arturo Vidal, Mauricio Pinilla, Gonzalo Jara, Mark González. Uno a uno, los seleccionados fueron apareciendo al centro de la cancha: todos, menos Claudio Bravo y Jorge Valdivia, vestidos con una camiseta roja diseñada especialmente por la ANFP para la ocasión. “Clasificamos Brasil 2014” decía por delante. En la espalda sólo tenía el logo de la Asociación. La imagen de Puma no estaba en ninguna parte.

El acuerdo entre la marca alemana y el fútbol nacional había nacido tres años atrás. En agosto de 2010 y bajo la administración de Harold Mayne Nicholls, la ANFP firmó un contrato a cinco años por US$ 15 millones con Puma. La firma obtuvo entonces los derechos de vestir a los jugadores de la selección adulta, juvenil y femenina, además de otras categorías. Ese 6 de agosto los directivos de la Asociación anunciaron el pacto con bombos y platillos: era el mayor acuerdo alcanzado hasta entonces por la ANFP con un sponsor.

Hoy, sin embargo, la relación entre ambos pasa por su momento más delicado. Pese a que el contrato que los vincula termina en julio de 2015, fuentes al interior de la ANFP aseguran que, al igual como ocurrió con Brooks, hace 5 años, el contrato con Puma podría expirar antes de tiempo. Al interior de Quilín sostienen que su socio ha “incumplido sistemáticamente” lo negociado por Mayne Nicholls. Las acusaciones contra Puma van desde la entrega fuera de plazo de la indumentaria deportiva para el Mundial de Brasil, hasta la negación de la compañía a proporcionar información sobre la venta de camisetas. Acusaciones que Puma asegura que no son ciertas.

Más allá de la polémica, hoy el abogado Sergio Fernández, ex ministro del Interior de Pinochet, en su rol de árbitro de la Cámara de Comercio de Santiago, trabaja en zanjar un conflicto que se agudiza cada día que pasa. Está en juego quién será el sponsor de la Roja durante la Copa América que se realizará en Chile en junio próximo. La cita, según los conocedores de las negociaciones, es calificada como clave para la venta de camisetas y, además, es vista en la industria como un activo poderoso de la ANFP, a la hora de negociar un contrato millonario con una nueva marca. Y aunque el propio Sergio Jadue ha asegurado en privado que no existe ningún acuerdo con otras firmas, fuentes de la ANFP sostienen que hay más de un interesado a la espera de que el actual contrato se dé por terminado.

¿FAIR PLAY?
Esta no es la primera vez que la ANFP se enfrenta con uno de sus auspiciadores. En 2010, fue el abogado Fernando Barros quien tuvo que dirimir otro conflicto parecido. Tras dos años de imputaciones mutuas, Brooks y la ANFP lograron, -gracias a las gestiones de Barros como árbitro-, poner término anticipado al contrato que los asociaba a ambos hasta el 2019. Entonces la ANFP se comprometió a pagar una multa por US$ 2,5 millones a la marca del grupo Forus, ligado al empresario Alfonso Swett, para dar por finiquitado el acuerdo. Esto le permitía a la Asociación de Fútbol Profesional hacer borrón y cuenta nueva y así volver a negociar la venta de sus derechos.

Aunque a esas alturas ya se había jugado el Mundial de Sudáfrica, a la ANFP no le faltaron ofertas de interesados en vestir de ahí en adelante a la selección. Las marcas deportivas estaban conscientes de lo poderosa que resultaba la alianza con la Roja y por eso participaron del proceso para convertirse en sus auspiciadores oficiales. Pese a los roces del arbitraje, incluso Brooks estuvo dispuesta a hacer una nueva propuesta para volver a fabricar la indumentaria de los deportistas. No fue el único en carrera: Adidas y Puma también apostaron sus fichas. Finalmente fue la última la que logró hacerse del preciado botín: ofertó un 20% más que Adidas y de paso echó por tierra las aspiraciones de Brooks de llegar a un nuevo contrato.

Las condiciones del acuerdo entre la multinacional y la ANFP incluían un punto clave: si Puma quería vestir a la selección nacional tendría entonces que pagar, además del monto comprometido y un royalty del 30% de las ventas, la multa que Barros había fijado a la Asociación de Fútbol para dar por concluido su capítulo con Brooks. Era tan bueno el acuerdo en términos de márketing, que la marca alemana aceptó las condiciones. “Ni siquiera Colo Colo, que es el club con mayor número de hinchas en Chile, tiene tanto porcentaje del mercado como la Roja, por lo que vestir a la selección es un negocio demasiado potente”, comenta una fuente cercana a la ANFP.

El entonces gerente general de Puma, José Arias, estaba consciente de la relevancia del contrato y se encargó de destacarlo en la prensa. “Este proyecto, por la asociación de imagen de la selección, es negocio para nosotros”, dijo Arias entonces, y dejó la puerta abierta para los nuevos productos que tras la firma del contrato se podrían comercializar bajo la nueva alianza.

La noche elegida para el debut de la nueva polera fue la del 17 de noviembre de 2010. La selección nacional conmemoraba su centenario y además jugaba por última vez un partido bajo la dirección técnica de Marcelo Bielsa. Ese día, por primera vez, la Roja se vistió de Puma.

CADENA DE ERRORES
Pero la que al principio fue una relación fluida, poco a poco comenzó a desgastarse. Tras la clasificación al Mundial de Brasil se hizo notorio el malestar entre ambos. Primero vino el episodio de las camisetas la noche de la celebración en el Nacional. Luego, en una entrevista, publicada una semana después de la clasificación de Chile a Brasil, el propio Sergio Jadue calificó la negociación hecha durante la era Mayne Nicholls con Puma como un acuerdo que estaba “por debajo de lo que podríamos obtener”. Jadue fue más allá y dio luces de lo que se avecinaba: “Creemos que podemos multiplicar esa cifra. Fue una mala negociación”.

Las discrepancias se volvieron cada vez más frecuentes. Con el Mundial de Brasil ad portas la ANFP lanzó el primer misil y aseguró que Puma había entregado con rezago las camisetas que tendría que usar la selección durante el certamen internacional. Desde Puma aseguran que la indumentaria se puso a disposición de la selección en el plazo solicitado por la FIFA y que fue entregada al mismo tiempo que la ropa de las selecciones de Italia, Suiza, Argelia, Costa de Marfil, Uruguay, Ghana y Camerún, equipos de los que también son auspiciadores.

Tras el episodio, el conflicto se profundizó. Cercanos a Puma aseguran que Jadue ya no les respondía el teléfono, que el contacto era nulo. Por el contrario, fuentes al interior de la ANFP sostienen que Puma no estuvo a la altura y lo grafican con el viaje que hizo el equipo de Sampaoli y los directivos de la Asociación a Alemania en marzo pasado para jugar un amistoso con la selección de ese país. Durante el viaje, los dirigentes esperaban ser recibidos por la marca que los patrocina en su país de origen. Una reunión, una comida, en la que se limaran las asperezas. Pero ese encuentro nunca se produjo. 

Poco tiempo pasó antes de que la alianza viviera un nuevo tropiezo. A mediados de mayo, parte del staff de Juan Pinto Durán encontró, entre la ropa despachada por Puma, implementos que tenían el logo de la selección de Ghana (a la derecha, en la foto). Puntualmente el short de los arqueros tenía el emblema equivocado, por lo que la ANFP hizo ver su molestia a la multinacional alemana.

En ese minuto Puma no respondió públicamente por el impasse, argumentando que no tenían vocero en Chile y planteando que se trataba de un “error puntual”. Carlos Laje, gerente general de Puma para América Latina, asegura que una vez que se enteraron de ese hecho le pidieron a la ANFP que les enviara de vuelta la mercadería equivocada para poder revisarla. “La ropa que nosotros le enviamos a la ANFP equivalía a dos cuartos de un hotel, lo que ellos nos enviaron de vuelta fue solamente un short. ¡Un short!”, argumenta Laje.

Estos no fueron los únicos roces que se generaron entre ambos. Según la ANFP, su sponsor incurrió en otros incumplimientos al entregarles balones en mal estado para el campeonato nacional; al no realizar estudios de mercado y de publicidad y al no revelarles información sobre las ventas de las camisetas. En Puma refutan estas críticas y argumentan que las entregaron oportunamente.

El último capítulo de las desavenencias ocurrió el martes pasado. Ad portas del amistoso del sábado 6 con la selección de México, un mail que circuló internamente en la ANFP alertó de un nuevo problema: acusaba que la indumentaria que recibió la selección para el encuentro no correspondía a la vestimenta oficial, sino que más bien se trataba de réplicas. Es decir, eran las camisetas que están disponibles en el retail y no las confeccionadas exclusivamente para los jugadores de la Roja. Laje asegura que ambos productos son “prácticamente iguales”, excepto por el lugar de producción y que si a una persona no le alertan que son camisetas distintas no notaría las diferencias. 

En todo caso, a esas alturas la disputa entre ambos socios ya había tomado otro cariz. Los últimos días de mayo la ANFP decidió presentar una denuncia ante la Cámara de Comercio de Santiago para que un árbitro zanjara las divergencias entre ambas partes. Conocedores del proceso aseguran que Fernández, quien tomó el caso, le ha solicitado a ambos entregar una serie de antecedentes y que continúa en el proceso de recolección de información.

Mientras el proceso corre por su cuenta, los plazos del fútbol se acortan. La ANFP está consciente de que 2015 es un año relevante: la Copa América y el Mundial Sub 17 se jugarán en Chile, en junio y octubre respectivamente, lo que debería reportarles nuevos ingresos. Si Puma se beneficia, al menos de la primera instancia, es algo que todavía está por resolverse.

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