Por Ivana Romero, desde Rosario Julio 17, 2014

Rosario es la cuna de la bandera argentina, según los manuales de historia. Ciudad sin fundador, sin linaje patricio, crecida al calor de un puerto cerealero que la puso en contacto con las culturas del mundo a partir del siglo XIX. La ciudad que se recuesta sobre el río Paraná. La que está habitada por las chicas y los chicos más lindos de Argentina (es probable que las oleadas migratorias sean las responsables). La que tiene una periferia que aún admite clubes de barrio de donde surgen estrellas de fútbol como Lionel Messi.

Para recorrer Rosario decido perderme, caminar, tomar notas. Esta ciudad está ubicada al sur de la provincia de Santa Fe, a casi 300 kilómetros de Buenos Aires. Es una distancia corta pero suficiente para que las dos ciudades se miren con interés, tengan vínculos comunes, trafiquen ideas. Especialmente en arte, diseño, literatura. “La potencialidad del diseño rosarino es enorme porque todo el tiempo están surgiendo talentos nuevos”, asegura Silvia Cagnone, que junto a Nerina Pizzarotti y Cristián Fernández están al frente de Darkhaus, una firma de diseño de muebles de autor. Los tres socios decidieron apostar por este emprendimiento, que se afianzó gracias a la contracara de la crisis del 2001: el boom inmobiliario. Y es que desde 2005 se han edificado en la zona de la costa rosarina varios complejos de lujo, que suman cuatro millones de metros cuadrados.

Darkhaus, que también tiene su propia galería de arte, está ubicada en calle Corrientes “al fondo”, según indica un taxista que me lleva hasta ahí. “Al fondo” es, casi literalmente, de bruces contra el río. Y es que Rosario, a diferencia de Buenos Aires, ha dejado de darle la espalda a esta enorme extensión de agua manchada de islas, que interesó a escritores en tránsito como Raymond Carver. “La terraza del Jockey Club / Rosario, Argentina / Desde donde miro el ancho río / que refleja la luz de las ventanas abiertas del comedor”, escribió en su poema “Cutlery”, durante una breve visita que hizo en los 80, aunque hay quien asegura que esa visita no existió, que es otro invento de los rosarinos, tan dados a crear sus propios mitos.

En octubre, continúa Silvia Cagnone, se lanzará el circuito de diseño Zona 1, que reúne espacios culturales, galerías y locales como Darkhaus en un espacio geográfico específico donde el río es un límite y el otro es, además de algunas calles cercanas, el Museo de Arte Contemporáneo (Macro). De éste, lo primero que llama la atención es su estructura tubular, pintada de varios colores. Y es que se trata, realmente, de un museo que, con sus diez pisos, es más alto que ancho. ¿Por qué? Porque está construido en ocho cilindros que a principios del siglo pasado almacenaban toneladas de cereal, conocidos como los silos Davis. En esta construcción, que fue reciclada por la municipalidad de Rosario para el emplazamiento del museo, se atesoran obras de creadores contemporáneos argentinos.

Desde lo que será Zona 1 pude llegar caminando. También podría haberlo hecho en bicicleta porque, a diferencia de las grandes metrópolis, las distancias aquí son más cortas y amigables. Pero caminar admite andar un poco a la deriva. Así descubro la vidriera con lucecitas del Club Editorial Río Paraná, un espacio que funciona como librería y galería (sí, en esta zona todos los espacios se las ingenian para tener galerías). Allí se reúnen gran parte de la producción de las editoriales independientes de la ciudad. Y es que en Rosario hay tantos escritores como libreros y editores. Nadie sabe decirme por qué. “Es una ciudad donde se puede perder tiempo”, intentó explicar alguna vez Roberto Fontanarrosa, consultado sobre la profusión de creadores.

Cruzo hasta el Complejo Davis, ubicado frente al Macro, un restaurante, o restó como les llaman acá, que también tiene buenas opciones de finger food si no hay tiempo de detenerse en su carta de platos, que cambia cada semana. El Davis es un balcón privilegiado con vista al Paraná. Otro más tradicional es la Peña Náutica Bajada España, que casi cuelga de la barranca, donde sirven pescados de río deliciosos; en especial boga, pacú y dorado.


Llego con mi cuaderno y un libro que compré en el Club Editorial. Es, en realidad, una publicación anual que se llama así, Anuario, que es interesante para un visitante a la caza de nuevas tendencias. Editado por Lila Siegrist, Georgina Ricci y Pablo Montini -una gestora cultural, una diseñadora y un crítico de arte, respectivamente-, es “un coro polifónico de autores que da cuenta de gran parte de la producción cultural, orientado hacia las artes visuales”, según me contará más tarde Siegrist.

En esta edición de Anuario, la artista y diseñadora Flor Balestra escribe sobre Cultura Pam, un encuentro de “arte & música & gente” que, con distintos nombres, se viene haciendo hace diez años en una de las zonas más deliciosas y escondidas del microcentro: el Pasaje Pam. Abierta desde fines del siglo XIX, se trata de la galería más antigua de Rosario. Allí está Peccata Minuta -el local de “objetos irresistibles” (ése es su slogan) donde se consiguen artículos de diseño y papelería a precios buenísimos-, además de un taller de lutiería, oficinas y estudios de diseñadores e incluso… la filial de la Asociación Rosarina de Esperanto.

Aunque la ciudad tiene un millón de habitantes, es la tercera de Argentina, es posible cruzarse más o menos al mismo grupo de gente en más o menos la misma zona pasado cierto tiempo. A muchos rosarinos este clima “de aldea” -así le dicen- les encanta y a otros, los incomoda. Sin embargo, la ciudad mantiene una identidad sofisticada, aunque a veces no se anime a mostrar lo desprejuiciada que puede ser. Se ve, por ejemplo, en la ropa de diseño que las chicas compran a buen precio en ferias como Cooltura, Pop Up Couture o Las Ferias. Es un poco misterioso saber cuándo usan esos diseños y colores osados, porque en las calles, el estilo de vestir es más bien conservador.

Pero si se trata de refugiarse en un ambiente desprejuiciado, nada mejor que ciertos bares nocturnos. Uno que adoro especialmente es El Diablito. Situado donde funcionó la tradicional whiskería Escorpio, mantiene su estética original de madera y espejos con azogue gastado que remite a aquellos clubes nocturnos europeos de comienzos del siglo pasado. No me dan temor los tragos fuertes. Así que pido el shot característico del bar: Tía María, Triple Sec y Vodka en tres partes iguales. El detalle es que debe ser flambeado. Es decir, arder por un instante mientras el día va quedando atrás.

Rosario, ciudad de diseño

AGENDA ROSARINA

En los próximos meses, hay un par de actividades imperdibles en Rosario para los amantes del diseño y el arte.

• El Macro trabaja en alianza con el Museo de Bellas Artes Juan B. Castagnino, que alberga obras de arte clásico. Del 18 de julio al 30 de septiembre se puede visitar ahí La colección Gambartes. Un homenaje a Emilio Ellena. Se trata de 31 obras en exposición que  formaron parte de la colección particular del coleccionista y mecenas Emilio Ellena, quien, a pesar de haber nacido en Rosario, vivió en Santiago de Chile más de cuarenta años, donde falleció en 2011. Las obras dan cuenta de la amistad  que lo unió a Leónidas Gambartes, uno de los artistas más importantes del país, que desarrolló toda su obra en Rosario.
www.macromuseo.org.ar

• El lanzamiento del circuito de diseño Zona 1 se realizará en el marco de la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo, entre el 13 y el 18 de octubre. El 29 de octubre, como parte de la  Semana del Arte de Rosario (un evento anual que se realiza en distintos lugares de la ciudad para llevar el arte al espacio urbano), se realizará en Darkhaus la subasta de arte La Fugaz, con el fin de promover artistas locales y estimular el mercado de arte.
www.darkhausweb.com

• Entre el 16 y el 18 de agosto se montará la Primera Feria de Diseño Cooltura Deluxe, focalizada en vestuario y accesorios.
www.culturadeluxe.com.ar

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