Por Juan Pablo Garnham Julio 17, 2014

© Frannerd

 La ciudad de los habitantes proactivos, por Pablo Allard, Decano Facultad de Arquitectura UDD.

Algo está pasando en la capital que augura un futuro promisorio para nuestra calidad de vida. No se trata de nuevos proyectos de infraestructura, parques o líneas de Metro -todas necesarias y muy bienvenidas-, sino más bien del surgimiento de un nuevo ciudadano, más informado, más comprometido y más proactivo.

Algunos sociólogos hablan del 2011 como el año en que la ciudadanía recuperó la calle para reivindicar reformas políticas. Pero aquí no hablamos de grandes movimientos sociales, por el contrario, se trata de un ejercicio más íntimo, arraigado al barrio y, lo doméstico, un emergente “amor por la ciudad” que sin complejos comienza a apreciarse en el ambiente.

En un país tan desigual y complejo como Chile, esta mirada optimista de nuestro desarrollo podría pecar de ingenua. Pero más allá de los problemas de seguridad ciudadana, vandalismo e injusticia, estudios recientes indican que los santiaguinos estamos cambiando nuestra actitud hacia la ciudad.

Si en 2006 una encuesta de Chilectra y Feedback acusaba que para los extranjeros residentes en la capital lo peor era la falta de cortesía de sus habitantes, un estudio reciente de IBM, analizando la semántica de cientos de miles de tuiteos efectuados en la capital indica que hoy la mayoría de las menciones no son quejas, críticas o trolleos, sino más bien mensajes optimistas, datos y orientaciones.

Otro ejemplo es la proliferación de cuentas como @santiagoadicto en Twitter,  autodenominada como “un lugar para los que aman Santiago, con datos, picadas y todo lo que ayude a tirarle buenas vibras a esta tremenda ciudad”, que ya suma más de 50 mil seguidores.

En este contexto, las organizaciones ciudadanas están también pasando de la queja y la denuncia a la acción constructiva. Ya no sólo fiscalizan a las autoridades de gobierno, municipios o empresas, ahora se hacen cargo de proponer, innovar y contribuir a la construcción de mejor ciudadanía y mejor ciudad. Así pasamos de organizaciones como Defendamos la Ciudad de los 90 a Ciudad Emergente, o de los Furiosos Ciclistas a los Happy Ciclistas, entre otras.

Para visibilizar este cambio de paradigma, revista Qué Pasa junto al Foro Santiago 2041 han decidido reconocer en este número aquellas iniciativas públicas, privadas o ciudadanas que apunten a mejorar nuestra calidad de vida, en ámbitos como “Infraestructura y Movilidad”, “Comunidad y Energía”, “Ciudad Digital y Espacio Público”. Si queremos el 2041 celebrar los 500 años de Santiago como una ciudad desarrollada e integral, tenemos que partir por celebrar a aquellos pioneros que por amor a la ciudad dedican sus fuerzas a construir esa nueva ciudadanía.

 

MAPOCHO PEDALEABLE: NUNCA EL MISMO RÍO

Era la época cuando el Mapocho Navegable estaba en los diarios y en los noticieros. Pero, para algunos arquitectos, ese proyecto no hacía sentido. “No era utilitario, era súper caro y era inviable geográficamente. El render lo aguanta todo, pero la realidad no aceptaba algo así”, dice Tomás Echiburú. “Nosotros entonces dijimos: ¿por qué no mejor hacer un Mapocho pedaleable, una alternativa con función clara y barata, que lograra acerca la gente al río?”. Echiburú, quien es parte de la Corporación Pedaleable, fue uno de los impulsores de esta iniciativa que busca aprovechar la ribera sur del Mapocho y transformarla en un espacio para los peatones y los ciclistas. “Es ocupar lo que tenemos: la caja del río, con una pequeña pavimentación, admite ser recorrida. El tramo canalizado son siete kilómetros de la zona más densa de la ciudad, donde hay 21 puentes, lo que significa 21 semáforos”, explica Echiburú.

Para empujar la realización de este proyecto, Mapocho Pedaleable ha realizado cicletadas anuales por el río, que comenzaron en 2011. En la primera ocasión llegaron 500 personas, a pesar de haberlo organizado de manera casi espontánea. “Salió en los diarios, se instaló el debate. Lo primero era crear una necesidad. La gente tenía que ver que era posible”, dice el arquitecto. En paralelo, comenzaron a trabajar el proyecto con distintas organizaciones e instituciones. Antes de la última elección de alcaldes, convencieron a Carolina Tohá y a Josefa Errázuriz de la importancia de la iniciativa y ellas lo incluyeron en sus programas de gobierno. La idea de Mapocho Pedaleable es que, cuando las alcaldesas terminen sus mandatos, hayan inaugurado al menos un acceso para peatones y ciclistas en la comuna de Santiago y otro en Providencia.

Mientras tanto, han seguido organizando sus cicletadas. “Este año hubo cinco mil personas en el río, cinco mil personas que probablemente nunca habían visto la ciudad desde esa perspectiva”, dice Echiburú, quien con sus colegas arquitectos ya diseñó los accesos a la ribera, la ciclovía y la calzada para peatones. Pero Echiburú aclara que la obra no es su verdadero orgullo. “Me siento muy contento de haber detonado una manera distinta de hacer ciudad. Yo no había visto nunca a la ciudadanía organizada en función de propuesta”, explica el arquitecto, “es muy normal que las personas se manifiesten en contra de una autopista, pero decir ‘queremos esto’ es algo nuevo y da cuenta de una ciudadanía mucho más madura”.

Mapocho Pedaleable es el proyecto ganador en la categoría Infraestructura y Movilidad.

 

RECICLAJE DE ACEITE: ALIMENTO COMBUSTIBLE

Partieron con una juguera, mezclando aceite de cocina usado con metanol (que actúa como reactivo) y soda cáustica (el catalizador en la fórmula). “Era para demostrar que se podía hacer. Cuando aprendimos los procedimientos, diseñamos y mandamos a construir un reactor de biodiesel”, dice Manuel Valencia. “Desde entonces empezamos a producir, ya hace seis años”. Valencia es el director de Gestión Ambiental de La Pintana, donde se creó este programa que permite obtener cien litros diarios de biodiesel, que luego se utilizan en camiones del municipio, cubriendo el 25% de su demanda interna.

Este proyecto es sólo una parte del completo trabajo de gestión ambiental que se ha hecho en La Pintana y que este año cumple dos décadas. “Nosotros siempre decimos que los nichos hay que ocuparlos y, en ese sentido, hemos ido haciendo todas las experiencias que hemos podido relacionadas con el medioambiente”, dice Valencia. Lo del aceite comenzó tratando de evitar la contaminación de suelos y aguas, y se acopló al programa de reciclaje que existe en la comuna. “Al poco andar nos dimos cuenta de que esto podría ser productivo y, además, generar un combustible que emite menos gases de efecto invernadero”, agrega.

Para lograr que la recolección de estos aceites usados sea eficiente, han debido educar a la población y convencer a los comerciantes. Pero, además, han usado su astucia: han regularizado la situación de vendedores ambulantes de frituras, poniéndoles como condición que deben entregarles sus aceites usados. La iniciativa ha traído más ventajas de las que esperaban: el uso de biodiesel ha mejorado el rendimiento de los motores de los camiones y ha disminuido el particulado. “En las revisiones técnicas, nuestro índice de opacidad es impecable. De 1,6 que es el máximo permitido, nuestros vehículos no superan el 0,5%”, explica Valencia.

El programa de reciclaje de aceites usados de la Municipalidad de La Pintana, es el proyecto ganador en la categoría Comunidad y Energía.

 

APLICACIONES PARA TAXIS: TE LLEVO PARA QUE ME LLEVE

“Más que taxis inteligentes, son taxistas inteligentes que deciden ser parte de esta tecnología”, dice Manuel Parraguez, gerente general de Easy Taxi en Chile. Pero quizás la frase se queda corta: las aplicaciones para solicitar taxis no sólo están contribuyendo a mejorar la situación de los choferes, sino a crear un sistema de transporte más eficiente, con menos tiempos de espera y menos taxis vacíos circulando por la ciudad. “Nuestro objetivo es mejorar el sistema actual, cambiarlo por uno nuevo, más rápido, más seguro”, dice el gerente general de Safer Taxi, Cristóbal Llugany (en la foto). “Una ciudad, una smart city, debería tener todo su transporte público basado en tecnologías como éstas”.

Safer Taxi fue la primera en llegar a Santiago, hace dos años y medio, y Llugany pudo ver cómo el uso de la aplicación se fue difundiendo rápidamente por el boca a boca. Sin embargo, convencer a los taxistas fue algo más difícil. “Tener datos ilimitados no era algo normal y el conductor promedio no tenía un smartphone que soportara aplicaciones de alto rendimiento”, explica. En su empresa debieron ofrecer teléfonos y motivar a los conductores de diversas maneras, pero finalmente el uso explotó por otra razón: la ley de alcoholes. “El crecimiento entonces fue muy rápido. Transantiago no pasaba de noche, el Metro tampoco. Ahí la Conacet nos planteó como una de las soluciones”, dice Llugany.

A estas dos empresas se han sumado otras, como Uber y Cabify, las cuales aprovechan especialmente las noches, cuando es más difícil encontrar taxis. A su vez, los taxistas ganan en seguridad. “Por primera vez el conductor con el usuario se conocen de antemano. Esto cambió las restricciones que los mismos conductores se ponían por la delincuencia”, explica el fundador de Safer Taxi, empresa que está pronta a comenzar sus servicios en Viña del Mar y analiza dos nuevas ciudades para el futuro. Mientras tanto, Easy Taxi ya funciona en Iquique y espera partir el próximo año en dos regiones en el sur. “Nosotros pensamos que esto todavía tiene un potencial de crecimiento importantísimo”, dice Manuel Parraguez de Easy Taxi. “La penetración de smartphones sigue creciendo y yo creo que ni siquiera hemos llegado a la fase de maduración. Esperamos que esto dé para largo”.

Las apps para taxis han sido premiadas en la categoría Ciudad Digital y Espacio Público.

 

MALÓN URBANO: CARA A CARA VECINAL

Dicen que cada vez que están preparando una de sus iniciativas, les pasa lo mismo. Los miembros de Ciudad Emergente llegan al barrio donde van a organizar uno de sus malones urbanos -parte de sus “tácticas urbanas”, acciones rápidas, livianas, baratas de hacer-, y no falta el que les dice “esto aquí no va a funcionar”. “Te dicen sí, claro, funcionó allá, pero en mi comunidad no va a funcionar. Pero cuando tú llevas adelante la idea, ellos son los más entusiasmados”, dice Javier Vergara, cofundador y director ejecutivo de Ciudad Emergente, entidad que se define como un laboratorio de tácticas y herramientas para el urbanismo ciudadano.

Entre muchas de sus iniciativas, el Malón Urbano es una de las que más ha llamado la atención. “Es súper sencillo en concepto: invitar a personas a sentarse en una mesa, compartir y conocer su comunidad, con el objetivo de debatir un problema de largo plazo”, explica Vergara. Esto permite resolver problemas de la comunidad, mejorar la sensación de seguridad en los barrios e incluso algo tan simple y relevante como conocerse, verse las caras. El primero que hicieron fue en el barrio Bellavista, en marzo de 2012, y luego han seguido en los cerros de Valparaíso, en el barrio Yungay y en distintos puntos de Antofagasta. “Hemos hecho más o menos un malón por mes, involucrando a más de 300 organizaciones ciudadanas, porque esto no es que lo hagamos solos”, dice Vergara.

Ahora se encuentran organizando una versión masiva de estos eventos, el Gran Malón Urbano, inspirado en iniciativas similares como The Big Lunch en Inglaterra. La fecha tentativa sería en enero, aprovechando el verano. “Queremos invitar a todos los santiaguinos a conocer a sus vecinos”, concluye Vergara. “Es un día para juntarse y sacar las mesas a la calle”.

El programa Malón Urbano fue distinguido con una Mención Honrosa en la categoría Ciudadanía.

 

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