Por Sabine Drysdale Julio 10, 2014

Cuando se refiere a los últimos cuatro años de su vida, Carolina Schmidt habla tan rápido, que a ratos no se entiende lo que dice. Pero, esta vez, sus palabras atropelladas no nacen del apremio, ni de las marchas, ni de las tomas, ni del estrés. La cuarta y última ministra de Educación de Sebastián Piñera luce relajada, ha pasado los últimos tres meses viajando, primero con su marido e hijos, luego con sus padres; el regreso de la esposa, madre, y la hija que el cargo de gobierno había secuestrado. Y en lo laboral, ha cambiado los gritos de los estudiantes por la música clásica: Carolina Schmidt es la nueva directora ejecutiva del Teatro del Lago, el emprendimiento cultural de la familia Schiess.

Es lunes, son las diez de la mañana y ella está sentada en la salita de su casa en Vitacura, vestida con unos pantalones negros ajustados, botines de charol, chaqueta negra, un collar enorme, el maquillaje sutil, el pelo perfecto, rodeada de fotos familiares y libros de arte. Bebe un té verde, picotea quesillo, conversa con su hijo Max, de vacaciones, que a esta hora da vueltas por la casa en pijama. Han pasado cuatro meses desde que salió del gabinete, pero en su cara no se advierte rastro de la moledora de carne que es el Ministerio de Educación.

Ella lo llama “la boca del león”.

Entró en esas fauces tras la destitución de Harald Beyer cuando siendo ministra del Sernam y, de la mano del posnatal de seis meses, era la estrella del gabinete. Entró en esas fauces presionada: “No era algo que yo quería hacer, era algo que se necesitaba que yo hiciera” y el presidente Piñera supo pedírselo: un domingo al mediodía la citó de improviso a su casa junto a toda su familia. Cuando la llamó, venían de bajar el cerro Manquehue. Llegaron a la residencia presidencial de buzo y zapatillas embarradas. Carolina Schmidt intuyó inmediatamente de qué se trataba. Dos días antes la había llamado un ministro para tantearla, y le había respondido con un rotundo no. “Pero, obviamente al Presidente no se le dice que no”, afirma.

“Necesitaba que se tranquilizara toda la efervescencia, que claramente era  muy negativa. Y una de las características de mi persona es que se lleva bien, sabe escuchar, dialogar. Se logró apaciguar los ánimos”. Sin embargo, la primera consecuencia fue un desplome en las encuestas, bajó de 71% a 35% de aprobación en la Adimark.

-¿Mamá, qué paso?
-Mi amor, no pasó nada.
-En la  encuesta no te fue bien.
-No, mi amor.
-Ya no eres primera, entonces.
-No, mi gorda.
-¿Qué lugar eres, mamá?
-Última.

“Mi hija lo encontró terrible. Para la gente era espantoso, pero yo me alegré mucho de que esto bajara en 7 días porque claramente no tenía que ver con lo que yo hubiera hecho o dejado de hacer sino que con el cargo”.

-¿La quemaron políticamente en Educación?
-Yo no lo siento así. Soy una persona que tiene vocación de servicio público, lo que no me convierte en una política. No tengo historia política, ni vocación política. Yo no entré al Sernam para hacer una trayectoria política. Nunca. No. Jamás.

-Entonces su paso por el gobierno fue sólo una etapa más en su vida laboral.
-Fue mi vocación de servicio público, la misma que hoy me lleva a tomar un tremendo sueño que es la dirección del Teatro del Lago. Cuando me pidieron que tomara un cargo en el Senado, siempre dije que no. No es el tema que a mí me interesa. Todo el tiempo me pidieron meterme a partidos y siempre dije que no. Yo soy una persona ejecutora, a mí me gusta hacer cosas.

-Pero cuando uno entra a un gobierno y a una coalición es como para formar un proyecto más allá de un solo gobierno. Entrar a un gobierno y salir pareciera que fuera un viaje de estudios.
-No lo comparto para nada, creo que uno de los grandes aportes que hizo el presidente Piñera fue que invitó a muchas  personas que tienen vocación de servicio público a jugársela por su país y fuimos muchos lo que dejamos todo y lo hicimos. Eso no nos convierte a todos en políticos.

-Pero está desmantelado el proyecto de Piñera. Rodrigo Hinzpeter está en Quiñenco, Laurence Golborne en Ripley, Rodrigo Pérez Mackenna en las AFP, usted en el Teatro del Lago...
-Se perdieron las elecciones. Todas esas personas que dejaron todo por jugársela, tantos aquellos con vocación política y aquellos sin, cuando pierden las elecciones y llega un nuevo gobierno pueden seguir contribuyendo al tema público desde distintos ámbitos, no necesariamente desde el Estado. Y están los Felipe Kast que han formado un movimiento.

-¿No le ofrecieron nada en la política?
-Sí, me ofrecieron muchas cosas en la política y en el ámbito ejecutivo. Pero no es donde yo siento que pueda hacer la mayor contribución. A mí lo que me gusta es hacer cosas que mejoren la vida de otras personas, eso es lo que me mueve.

-¿Por qué ha estado ausente del debate educacional?

-No he estado ausente, he estado casi tres meses fuera del país. Cuando los medios me han solicitado mi opinión, yo la he dado. Aquí hay un debate muy político y es muy importante que las voces políticas tomen el debate.

-¿No se siente llamada?
-Yo me siento llamada por el servicio público, voy a colaborar y he colaborado en todo lo que sea necesario, pero creo que cada uno tiene que hacer un aporte desde su lugar.

-¿Qué es lo que no le gusta de la política?

-Que uno siempre tiene que encontrarle al otro lo contrario. No es algo que a mí me guste. Siempre, cuando discuto, le encuentro algo de razón al otro sector y busco mucho más la conciliación que la confrontación.

-Este gobierno está refundando el sistema educacional chileno. ¿Cómo siente eso como ex ministra?
-En educación los cambios radicales no son positivos. Las cosas se tienen que perfeccionar, pero desmantelar un sistema para crear otro totalmente diferente, que no tiene los consensos, no va a ser una política exitosa. Sólo con  los consensos necesarios se pueden hacer cambios estables que permitan avanzar y no retroceder.

-¿Le bajó depresión cuando se bajó del tren?
-No. Todos me decían eso, que me iba a morir porque no suena el teléfono. “Prepárate”, me dijeron. Pero uno no tiene puestos todos los intereses en un solo ámbito. Hay bastantes ámbitos que me mueven profundamente, la política no es el corazón de mi vida.

Carolina Schmidt estudió Ingeniería Comercial, pero pudo haber sido sicóloga o periodista, carreras a las que postuló, o bailarina profesional de ballet, disciplina que practicó varios años en el Teatro Municipal. Ahora sólo baila en las fiestas. “Me gusta disfrutar intensamente, soy apasionada, la parte lúdica siempre ha estado presente  en mi vida”, dice. A su lado hay una guitarra acústica, regalo de su marido, el abogado Gonzalo Molina. Pero ésa la toca en privado cuando quiere desahogarse.

-Albert Einstein decía que la imaginación es más importante que el conocimiento y que las mejores ideas se le habían ocurrido tocando el violín. Es verdad. Cuando uno toca un instrumento uno se desconecta del lado racional y saca la parte más imaginativa, más libre y emocional. A mí, es algo que me encanta. Tú te dejas ir cuando tienes la posibilidad de tocar un instrumento, o con la danza, o la música.

Alejada de la política, su nuevo cargo en el Teatro del Lago es una alquimia entre su sensibilidad artística, su experiencia en educación y el manejo comercial de sus estudios en Economía, ya que una de sus metas es hacerlo financieramente sustentable.

-Tenemos que cambiar la mirada de la educación de las artes. Se ha privilegiado tanto matemática y lenguaje, y el resto no importa nada, cuando es justamente la capacidad de crear, de innovar, de formar el carácter, lo que te prepara mejor para el futuro. Espero desde el Teatro del Lago contribuir a cambiar esto.

-¿Qué desafío se impuso?
-El gran desafío es cumplir un sueño y hacer de las regiones de nuestro país un polo de desarrollo educacional y cultural. Es bien loco hacer sustentable un proyecto de este tipo: tener uno de los mejores teatros del mundo a las puertas de la Patagonia. Es un sueño. Yo me enamoré de este sueño.

El Teatro no sólo brinda espectáculos de clase mundial, donde siempre hay butacas para niños becados, sino que permite a más de 20 mil niños del sur de Chile educarse en las artes de la mano de maestros de la talla de Cristina Gallardo Domas, que enseña canto lírico, o de connotados artistas, músicos, bailarines de la Royal Academy de Londres, con quienes tienen un convenio.

Es un cargo, que en lo más personal, también le permite conciliar trabajo y familia, el mayor costo que tuvo que pagar tras su paso por el gobierno. “Lo más difícil para mí en los cuatro años fue la parte personal. Nunca pude desconectarme y eso lo siente uno y lo sienten las personas que están con uno. Tuve poca capacidad de controlar mi tiempo. Iba al Congreso y sabía cuándo partía la discusión, pero nunca cuándo terminaba. Es complicado no poder comprometerte con tu tiempo”, dice.

-¿Estamos recuperando el tiempo perdido?

-No se recuperan los tiempos perdidos.

-¿Salió con culpa del gobierno?
-No soy una persona culposa, salí con ganas de tener tiempo, tiempo para estar y hacer nada con mi familia. Yo soy la única mujer entre seis hermanos y muy apegada a mis padres, pero estos 4 años, todo el tiempo que tuve lo usé para estar con mis hijos. Mis padres estaban, no sé si la palabra es dolidos, pero sí con mucho sentido de ausencia. Eso de poder estar con ellos casi un mes, solos en un viaje los tres, fue un regalo de Dios.

-¿Se resiente el matrimonio?
-No es fácil ver a tu señora de un día para otro de “Miss gabinete” colgada en todos los diarios del país o ver que se le ataca. No es fácil para nadie en un país machista como es Chile, de una día para otro estar casada con una mujer pública, con la guaripola de los derechos de las mujeres. No es fácil ni para el más progre de los hombres.

Cuenta que cuando estuvo definido el gabinete hubo una comida de camaradería que incluía a las parejas de los nuevos ministros. Mientras las señoras de los ministros recibían felicitaciones por el importante cargo de sus maridos, a los maridos, les decían: “Te compadezco hombre, qué espantoso, lo siento tanto”.

“A todos les daban el pésame. No es grato  para nadie que te digan pucha, pobre gallo. En cada lugar, a mi marido, le decían, oye pero no has visto a tu señora ni en pintura, qué espantoso. Durante los cuatro años fue permanente. Incluso a los niños les decían pobrecitos, no ven a su mamá. Tenían que salir a defenderse. Es una mentalidad absolutamente machista.

-Y dentro de eso debe ser complicado que la mujer le haga sombra al marido.
-Yo nunca lo sentí así. Mi marido es una persona muy segura de sí misma, le va muy bien en todo lo que hace, no siento para nada que le haga sombra. Sí el hecho de ser una persona pública versus ser una persona privada es complejo de manejar. ¿Viste la película de Kramer, cuando ella lo acompañaba a comprar una alfombra? La gente se le acercaba, le pedía una foto y ella no existía. Para la otra persona es incómodo.

Uno de los momentos en que se le vio más complicada públicamente -a punto de quebrarse frente a las cámaras- fue tras un viaje a Italia junto a su familia para celebrar sus 20 años de matrimonio. Un viaje que realizó cuando la Confech llamaba a paro nacional y, cuando, a días de las elecciones primarias, los colegios, que eran locales de votación estaban tomados. Su ausencia generó críticas transversales.

“Yo dije claramente cuando volví que hay momentos en la vida de una familia donde uno no puede estar ausente porque nadie te puede reemplazar. Una de las razones por la cual yo tomé un cargo público en nuestro país es por avanzar en conciliación trabajo-familia, que es un tema en el que creo profundamente y en lo que he trabajado toda mi vida.

-¿Se arrepiente?
-Insisto. Hay momentos en una familia en que uno tiene que estar porque nadie la puede reemplazar. He tratado de ser congruente en mi vida siempre.

-¿Finalmente, la política y la familia no son compatibles?
-Yo traté de jugármela siempre por mi familia en los cuatro años y soy una agradecida del apoyo que ellos me dieron, a pesar de que muchas veces era a contrapelo, no es lo que ellos hubieran querido, pero estuvieron ahí y me apoyaron y, por lo mismo, siento que ahora tengo que darles tiempo a ellos.

-¿Cómo fue despertar este 12 de marzo?
-¿Si amanecí aliviada? No. Yo fui muy feliz en los cuatro años en el gobierno. Siempre la gente piensa que es un cargo duro, espantoso y tengo que decir que yo fui muy feliz. Fue una de las mejores experiencias de mi vida.

Carolina Schmidt se acerca a su hijo Max, que juega en un computador.
Le pregunta:
-¿Cierto que no fueron tan terribles los años en el ministerio?
Pero el hijo le dice que sí.

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