Por Danilo Díaz, desde Belo Horizonte Junio 26, 2014

La postura del técnico de apurar la recuperación de Arturo Vidal, no sólo refleja que el volante es una pieza clave en su planteo. También implica que lo prefería convaleciente antes que reemplazarlo por jugadores sanos.

La contingencia nos lleva a mirar el partido ante Brasil, por los octavos de final de la Copa del Mundo, con la pasión natural de un cotejo que comienza a resolver la trama de la fiesta que la FIFA  organiza cada cuatro años.

El inicio extraordinario, en las dos jornadas iniciales, con triunfos sobre Australia (3-1) y España (2-0), amplió las expectativas y generó un clima triunfalista. Se habló, como suele ocurrir cuando las selecciones nacionales consiguen éxitos, de la mejor generación de la historia. La relación entre el costo de los pases de los jugadores, sus contratos en el fútbol europeo y la manera en que Chile afronta sus compromisos, de inmediato lleva a la comparación y a veces a la desmesura.

Lo concreto es que este grupo de futbolistas posee un par que con seguridad estarán en la discusión por el mejor de todos los tiempos. Alexis Sánchez en el Barcelona y Arturo Vidal en la Juventus, ambos protagonistas de la primera línea del fútbol europeo, disponen de ese reconocimiento y dependerá de los próximos cinco años el sitio que obtengan. Claudio Bravo se instaló en esta elite con su fichaje en el Barcelona, ser el capitán en dos mundiales y la regularidad que alcanzó en la Real Sociedad. En esa misma línea se inscribe Gary Medel, aún con espacio para crecer y superar la mala decisión que dio en su carrera al fichar en el Cardiff, descendido en la Premier League. Su representante, Fernando Felicevich, miró el futuro económico, pero no el futuro deportivo.

Fueron estos cuatro nombres las columnas sobre las que Jorge Sampaoli construyó su proyecto, con el soporte de Charles Aránguiz y el aporte de Marcelo Díaz y Eduardo Vargas. Los dos formados en Cobreloa (Aránguiz y Vargas) debieran crecer porque aún están jóvenes y en crecimiento.

Surge acá el tema central, que deberá cruzar el debate del fútbol local cuando concluya el Mundial. ¿Con cuántos jugadores vino Jorge Sampaoli a Brasil?

La respuesta es lapidaria: con menos de 15, sin contar a los arqueros. El entrenador no lo comentó, quizás lo habló con su círculo más íntimo, pero en sus formaciones y en la cantidad de minutos que otorgó a los suplentes, el diagnóstico es contundente.

En la fase de grupos el peso se lo llevaron Claudio Bravo, Mauricio Isla, Gary Medel, Gonzalo Jara, Eugenio Mena, Charles Aránguiz, Marcelo Díaz, Arturo Vidal, Eduardo Vargas, Alexis Sánchez, Jorge Valdivia, Francisco Silva, Jean Beausejour y Felipe Gutiérrez. Mauricio Pinilla ingresó en los 88 y 81, ante Australia y Holanda. Carlos Carmona lo hizo en los 88 frente a España.

De los 20 futbolistas de campo (no se mencionan los porteros) cinco no tuvieron espacio ni siquiera como alternativa. Una cifra relevante, porque disminuyen las opciones de variantes. La postura del técnico de apurar la recuperación de Arturo Vidal, desafiando la opinión del cuerpo médico, no sólo refleja que el volante de la Juventus es una pieza clave en su planteo. También implica que lo prefería convaleciente, sin su postura ideal, antes que reemplazarlo por jugadores sanos.

El duro análisis que el entrenador ofreció, a través de sus formaciones, tuvo su expresión mayor en la defensa. Es cierto que el esquema de Chile apunta al protagonismo, ir al frente sin pausas, con presión en la salida del rival. Los defensores deben pararse lejos de su arquero. Por eso apela a zagueros veloces, de buena técnica, capaces de jugar mano a mano y responder en trechos largos.

Así se explica que optara por ubicar en el fondo a Medel de marcador central derecho, junto a Jara de central izquierdo, ante Australia, y al mismo Pitbull como líbero frente a España y Holanda. Francisco “Gato” Silva, habitual mediocampista de contención, fue usado como zaguero derecho con España y Holanda, cuando Sampaoli decidió utilizar una línea de tres.

Nadie duda de la decisión, a juzgar por el rendimiento. Sin embargo, esta medida -por necesidad - quita potencialidad al equipo. La mitad del campo con Medel mejoraba. Su intensidad, capacidad de recuperación, técnica y remate de media distancia se pierden en desmedro de afirmar la estantería. Silva, sin estar en la dimensión de su compañero, también daba mayores alternativas en una zona del campo donde se requiere claridad, frescura y espíritu combativo.

Las razones de por qué el fútbol chileno se encuentra desprotegido en esa zona puede encontrarse en la cantidad de extranjeros que militan en la competencia local, en que hubo mala fortuna con la lesión de Waldo Ponce, y la falta de continuidad de Marcos González, uno que era fijo para Sampaoli. Ambos le daban otro tono a la zaga.

A juicio del entrenador, Enzo Andía no estuvo listo para Brasil. El defensa de la UC se cayó pronto de la nómina, a pesar de que su altura de  casi 1,90 metros hizo falta. Debiera estar en los próximos procesos si sigue en alza.

EL FUTURO DEFENSIVO
El panorama indica que vienen nombres con opciones de dar el salto. Benjamín Vidal, reciente fichaje de Universidad de Chile, proveniente de O’Higgins, posee condiciones. Su ex compañero Nicolás Vargas debiera ser observado. El antofagastino Erick Pulgar, quien despertó interés de Colo Colo y Universidad Católica, es otro defensa para el recambio. No hay que olvidar a Andrés Robles, de Santiago Wanderers, quien puede actuar como central o volante. Es necesario además que Igor Lichnowsky retome lo que insinuó en 2012, cuando surgió en Universidad de Chile.

El fútbol es un deporte donde lo que prevalece es la técnica, pero existen puestos en que la envergadura física y una buena estatura son vitales. Todas las selecciones muestran defensores centrales que superan con largueza el metro ochenta. En funciones específicas, como los arqueros o los mediocampistas de contención, se necesita un biotipo especial.

La Copa del Mundo y los cabezazos del australiano Tim Cahill y el holandés Leroy Fer lo dejaron más que claro.       

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