Por Sabine Drysdale Junio 25, 2014

© José Miguel Méndez

“Cuando oyes hablar de los mapuches en los diarios, en la televisión, es por los conflictos, y eso es muy grave, porque el mapuche es mucho más que un conflicto, es un tremendo valor cultural. Es nuestro pasado, es parte de nuestra nacionalidad, parte de nuestro ser indígena”.

Varias veces durante esta conversación, como si pudiera palparse el subconsciente, Carlos Aldunate se dará unos golpes en la nuca con la mano derecha. Lo hará cuando compare la sobriedad de los milenarios textiles mapuches con el modo  actual del vestir chileno, tan de grises y cafés. Lo hará cuando enfatice que el mundo precolombino no está muerto en un museo, sino que vive en nuestras palabras - cancha, guagua, cocaví, guata, poto-, en nuestra cosmología. “Tenemos esa cosa un poco mágica como todos los pueblos americanos, por algo existe el realismo mágico”, dirá. Se tocará la nuca para no olvidar que nuestra historia tiene unos 20 mil años, que es cuando el hombre llegó a América,  y no los 204 que los chilenos reconocemos. Cada vez que el director del Museo Chileno de Arte Precolombino se toca la nuca, lo que quiere decir es que los pueblos originarios somos nosotros.

“Somos todos mestizos en Chile, salvo los inmigrantes. Los españoles llegaron acá sin mujeres, qué más te puedo decir”.

-¿Por qué algunos reniegan de eso, si es tan obvio?
-Por desconocimiento. La gente no sabe. Imagínate qué ridículo esto de que miremos tanto  hacia Europa y que estudiemos a los griegos, romanos, fenicios y no a nuestra gente.

Hace muchos años ya, Carlos Aldunate dejó las leyes -que lo aburrían-  y los generosos ingresos como miembro del estudio de abogados de su padre para estudiar un posgrado en Arqueología, carrera que recién se abrió en Chile cuando él tenía casi 30 años. Partió interesado en la Prehistoria, en aprender del pasado para sacar de ahí indicios para el futuro. “Ahora estamos investigando unos conchales, unos basurales de pescadores en la costa de Antofagasta. En el basural puedes estudiar cómo vivía esta gente, puedes descubrir las tremendas innovaciones que se hicieron ahí, cómo el hombre fue conquistando el espacio del mar, cómo primero era orillero y con el tiempo hizo los sedales, hizo anzuelos  que son iguales a los anzuelos que usamos hoy día,  ¡pero hace 5 mil años! Después  descubrió cómo navegar e hizo estas balsas de cuero de lobo infladas allá en el Norte, que eran ligeras y transportables, que son el antecedente del zódiac. ¡Un zódiac de hace tres mil años! Los  franceses  e ingleses que pasaban por las costas en el siglo XVII quedaban maravillados”, dice caminando entre las piezas que forman parte de la exposición “Chile antes de Chile”,  que se exhibe en el Museo Chileno de Arte Precolombino. Un museo privado que se creó en 1981 con la colección del arquitecto Sergio Larraín García-Moreno y que Aldunate dirige desde entonces.

-¿Cuál ha sido el descubrimiento que más lo ha emocionado como arqueólogo?
-A mí lo que más me han emocionado fue trabajar los sitios arqueológicos viviendo con los pueblos originarios. Compartíamos con ellos y al mismo tiempo estudiábamos los pueblos antiguos que vivieron ahí. Fue extraordinario ver cómo había tanto paralelismo entre su forma de vida, en cómo pensaban, incluso en los aspectos cosmológicos y religiosos. Nos enseñaban a leer en el cielo las constelaciones andinas, una cosa maravillosa, aprendías, aprendías, aprendías de ellos, del patrimonio vivo. Fue en el área de Ayquina, Toconce, Turi, en el río Salado, uno de los afluentes del Loa, entre 3 mil y 4 mil metros de altura.

Antes, mientras estudiaba, tuvo un descubrimiento más epifánico y personal. Haciendo un estudio de sus propias  huellas digitales se encontró con que tenía dermatoglifos amerindios en el dedo anular de ambas manos. “Me produjo una gran alegría, me encantó, me puso muy orgulloso”, dice.

Carlos Aldunate tiene una teoría: los pueblos originarios fueron invisibilizados por la república, por la ilustración, por Diego Portales, que puso un énfasis en una identidad centralista. Por Benjamín Vicuña Mackenna, artífice de la que se llamó “pacificación de la Araucanía”, pero que Aldunate prefiere calificar de “conquista”.  “Hubo  una política para que en Chile, que entonces era diverso, se borrara esa diversidad”, dice. “Se puede gobernar mucho mejor a un pueblo que tiene una sola identidad que a muchos pueblos diferentes”, explica. 

-¿La nación chilena la decidieron en una mesa?
-En una mesa, la elite política. Y a través de la educación.

Aldunate se queja de que las tradiciones del Chile central: la cueca, el rodeo, incluso los héroes, O`Higgins, Prat y Gabriela Mistral, hayan monopolizado la cultura chilena. “¡Si se baila  cueca de Arica a Magallanes!”.

-¿Y eso es una aberración?
-Es una pérdida, la pérdida de la diversidad. Hemos perdido lenguas, cada lengua es un tesoro de la cultura porque contiene las raíces  de una adaptación milenaria al medioambiente; cuando se pierde una lengua se pierden conocimientos. Los selk’nam u onas, que llamábamos antes, vivían desnudos en Tierra del Fuego. ¿Te das cuenta? Si hoy se conservara eso, estarían todos los biólogos del mundo estudiando ese ADN.

-Le pasamos la retroexcavadora...
-Hemos pasado una retroexcavadora, como  dices. Si entras a Chile por Arica vas a escuchar el mismo castellano que en Magallanes. Igual. Y eso ha sido un plan elaborado por todos los gobiernos, y para qué te digo en la época de Pinochet, en que esto fue mucho más agresivo: se pusieron escuelas fronterizas  de concentración donde se prohibía hablar mapuche, se prohibía hablar aimara, porque todos teníamos que hablar castellano.

-Se ha dicho que los mapuches son flojos.

-Flojos y borrachos, decía en el siglo XIX don Benjamín Vicuña Mackenna. Todos estos pueblos, que no eran pueblos agrícolas, porque el mapuche no era un pueblo agrícola, los españoles los consideraban flojos. ¿Por qué? Porque no vivían en una economía de mercado, porque no necesitaban más que lo que producían. Vivían al día,  no atesoraban, ni intercambiaban cosas y vivían en un ambiente de extraordinaria riqueza; tenían los bosque templados de Chile, llenos de fruta, de hongos, de animales que se podían cazar. Era otra manera de vivir.

-¿El pueblo que mejor se defiende, sería el rapanui?
-Y los mapuches, ¿te parece poco? Para mí los mapuches están ganando totalmente la pelea, porque los que meten ruido y hacen actos violentos serán menos del uno por ciento de todo el pueblo y consiguen lo que nunca se había conseguido. Cuando tú oyes hablar de los mapuches, en los diarios, en la televisión, es por los conflictos, y eso es muy grave, porque el mapuche es mucho más que un conflicto, es un tremendo valor cultural. Es nuestro pasado, es parte de nuestra nacionalidad, parte de nuestro ser indígena.

-Usted que nació en la elite eurocéntrica, ¿cómo lo hace con sus pares?, ¿tiene estas discusiones?

-Discuto con ellos, les pongo el otro punto de vista, pero es difícil, yo tengo amigos a los que les han quemado casas los mapuches en el Sur. ¿Te fijas?, con eso los mapuches ganan ponerse en la agenda, si no estarían completamente olvidados. Todo lo que han ganado los mapuches ha sido a través de esta violencia. Eso es muy  penoso para Chile, pero han llegado a eso justamente porque eran invisibles. Pero creo que la próxima Constitución va a arreglar mucho esto, estoy muy esperanzado, el mundo nos está llevando  hacia el reconocimiento. Y espero ahí se reconozca que Chile es un país donde existen varias culturas.

Tres años estuvo cerrado el Museo Precolombino para ampliarse mientras se preparaba esta muestra en la nueva sala subterránea, que está vestida entera de negro con vitrinas iluminadas que dan un efecto sobrecogedor. Las piezas -muchas donadas por la fundación Santa Cruz Yaconi- impactan. La museografía, o puesta en escena, fue hecha por el inglés Geoffrey Pickup, del Museo Británico de Londres, quien puso varias exigencias, como que las vitrinas no podían ocupar más de un 25% del espacio de la sala. Eso le ha costado a Aldunate las críticas de sus pares arqueólogos que resienten que no se muestren más piezas. “No mostramos muchas cosas que debiéramos mostrar , pero el espacio es reducido”.

-Buscan ser efectistas.
-No efectistas por ser efectistas, que sería una frivolidad, sino que en un sentido simbólico. Para que la gente se sorprenda  con nuestra prehistoria. Para que la gente ignorante de los mapuches, de los aimaras y de las culturas precolombinas diga: “Lo que hacía esta gente, no somos tan rascas”. Lo que decía don Sergio Larraín: que toque el corazón, que llegue al alma. Cuando nos comparamos con otros países, como Perú y México, siempre dicen que aquí no hay nada. Pero allá todos van a los museos, todos van a Machu Picchu.

-Ahora está de moda coleccionar vasijas.
-Eso es de ahora último y es una moda que muestra el avance que hemos tenido. ¡Por lo menos tienen vasijas en el living y no chinos falsificados!

-Y piedras horadadas.
-Les encantan, son trending topic -dice riendo.

-Su casa debe ser otro museo precolombino.

-Imagínate que si aquí vivo entre esas cosas,  volver a tenerlas en la casa sería una locura.

-¿Y cómo la tiene decorada?
-Mi casa es como yo no quisiera que fuese. Hice una especie de museo familiar en mi casa.

-Con puros muebles de estilo europeo.
-Claro, total, ¿lo puedes creer?

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