Por Nicolás Alonso y Valeria Bastías Junio 12, 2014

© Roberto Setton

“Ayrton era consciente de la enorme desigualdad en Brasil. Una desigualdad inaceptable. Le hubiese gustado que así como él tuvo la posibilidad de desarrollarse como persona, los niños pudieran tener lo mismo”.

“Lo que sucede es que las personas están cada día más conscientes de que tener un mundial o unos juegos olímpicos no va a mejorar nada de lo que hay que mejorar, que es la educación, la salud, la infraestructura, la seguridad y el transporte”.

Hay un momento del funeral de Ayrton Senna que parece resumir todo. Lo que había sido entre ellos, y lo que sería después. Viviane, con 36 años y el rostro cubierto de lágrimas, levanta del ataúd el casco de su hermano, el casco más famoso de la historia de la Fórmula 1, y apoya su frente contra él, en un gesto de trágica intimidad. El resto de la familia la mira en silencio. Su pelo negro se desparrama sobre la pintura verde y amarilla.

No podemos saber qué pensó Viviane Senna en ese momento -registrado en el documental Senna de 2010-, porque aún hoy, 20 años después, ella pone como única condición para dar una entrevista, no hablar de esos días, no hablar del dolor. Pero sí sabemos que entre los dos hermanos quedó un mandato. De una conversación interrumpida en marzo de 1994, dos meses antes de esa última curva, la Tamburello del autódromo Enzo e Dino Ferrari, de la que el coche Williams de Ayrton no saldría. Un diálogo repentino que no alcanzarían a profundizar, pero en el que Ayrton le pidió a Viviane algo que marcaría su vida: que pensara en una buena forma de ocupar el dinero de sus premios para ayudar a los niños pobres de Brasil.

Pocos meses después, Viviane, psicóloga de profesión,   cumplió con la última voluntad de su hermano, y creó el Instituto Ayrton Senna, que hoy financia programas de capacitación para 75 mil profesores por año en Brasil y beneficia a dos millones de niños anualmente. Ocupando los recursos de los centenares de productos que llevan la imagen de Ayrton -entre 2012 y 2013 ingresaron US$9 millones sólo con la entrega de licencias-, y la inversión de más de 90 empresas, como Bradesco, P&G y PlayStation, la fundación ha generado un impacto en la educación pública brasilera, mejorando las tasas de graduación y deserción escolar en cerca de 1.300 municipios. Y también ha transformado a Viviane en una figura central en temas de educación e inversión social en Brasil, que ha asesorado al gobierno y a grandes empresas, y ha ganado el prestigioso premio Grand Prix BNP Paribas, que reconoce a los líderes mundiales en la materia.

Del germen de todo eso, de la imagen del casco y del pelo derramado, se cumplieron 20 años el mes pasado, con la explosión de Brasil en una gran celebración del mito de Senna, que incluyó carros alegóricos en el Festival de Río de Janeiro, homenajes de pilotos, videojuegos y festejos en todo el país. Un gran paréntesis para rendir tributo a un ídolo deportivo del pasado, en medio de las protestas contra el suceso deportivo del presente: el Mundial de Fútbol.

Viviane Senna vivió esos días con la tranquilidad de haberle cumplido a su hermano.

-El sentimiento de tristeza por Ayrton no es sólo mío. Cuando ocurrió el accidente, todos sus fans sintieron como si hubieran perdido a un miembro de la familia. Pero de un momento de dolor como ése pudimos sacar algo positivo, cumpliendo el sueño de Ayrton, que era ofrecer las mismas oportunidades que él tuvo a los niños y jóvenes de todo Brasil.

-Ayrton dijo: “No puedo vivir en una isla de prosperidad  si estoy rodeado de un mar de miseria”. ¿De dónde nació en él esa preocupación social?
-Ayrton era consciente de la enorme desigualdad en Brasil. Una desigualdad inaceptable. Le hubiese gustado que así como él tuvo la posibilidad de desarrollarse como persona, los niños pudieran tener lo mismo. Esa frase expresa lo incómodo que se sentía con esa situación característica de Brasil. Ahora estamos un poco mejor, pero todavía somos el país más desigual de América Latina.

-¿Qué fue exactamente lo que le encomendó?
-No tuvo tiempo de profundizar. Tuvimos la conversación dos meses antes del accidente, y me dijo que le gustaría ayudar a los niños brasileros, que pensara cómo podría hacer eso. Decidimos cumplir ese deseo expreso abriendo el instituto. Yo definí que se trabajaría con niños del sector público, y escogí la educación como guía. Desde entonces trabajamos para mejorar la calidad en escuelas públicas, capacitando a más profesores al año que todas las facultades de educación del país juntas. Desarrollamos herramientas para trabajar habilidades no cognitivas, acelerar la responsabilidad y la concentración. Educamos a dos millones de alumnos por año.

-¿Han logrado generar un impacto profundo?

-Hemos creado nuevos paradigmas de trabajo para el país en el área educacional. El problema de Brasil es un problema de falta de proyección a gran escala, antes la lógica era siempre fragmentada. La gran mayoría de las escuelas no funcionan, no se necesita hacer una acción puntual en una escuela o dos, porque el problema es sistémico. Entonces había que encontrar un modelo de trabajo aplicable a gran escala. En eso innovamos, y el otro cambio fue generar una cultura de la eficiencia, no simplemente de buena intención. Ése es un punto de partida, pero el punto de llegada tiene que ser ayudar. El resultado son cambios concretos: poder medir si el niño aprendió o no. Esa lógica de buscar metas del sector privado nosotros la trajimos para el sector de la educación pública, y hoy pasó a ser un padrón de gran importancia.

-¿Qué males persisten en la educación brasilera?
-Todavía hay indicadores muy bajos de aprendizaje, estamos muy atrasados en ese sentido. En la prueba PISA,  Brasil siempre queda en los últimos lugares del ranking mundial, porque las escuelas brasileras públicas son ineficientes, y los niños aprenden muy poco. Casi la mitad de los niños brasileños comienzan a estudiar, pero no terminan la enseñanza básica, van abandonando la escuela. Van fracasando y fracasando. No llegan a destino.

-Cuando Ayrton corría, aun en un deporte de elite, Brasil lo vivía con pasión. Hoy hay protestas en contra de la Copa del Mundo. ¿Qué ha cambiado?
-Lo que sucede es que las personas están cada día más conscientes de que tener un mundial o unos juegos olímpicos no va a mejorar nada de lo que hay que mejorar, que es la educación, la salud, la infraestructura, la seguridad y el transporte. Esos son problemas que Brasil todavía no ha resuelto, y sabemos que la realización del Mundial no generará una mejoría. Por el contrario, los recursos que podrían ser utilizados en sectores mucho más importantes están siendo utilizados para hacer estadios. Se habló de mejoras en infraestructura de transporte y aeropuertos, pero están atrasadas, y una gran parte no sabemos si realmente quedarán listas. La infraestructura de eventos de este tamaño debería ser un beneficio permanente para la población, pero el beneficio va a ser muy reducido por la falta de conclusión de las obras, y de manera poco calificada. Y la gente sabe que los costos fueron mucho mayores de lo que debieron, y eso tiene que ver con la corrupción. Eso hace aún más inaceptable estas inversiones.

VEINTE AÑOS DE UN MITO
Aunque nunca se llegó a definir la causa directa del accidente que le quitó la vida a Ayrton Senna en el Gran Premio de San Marino 1994, hay cierto consenso de que los factores fueron múltiples: una curva peligrosa, problemas en la barra de dirección del auto, el asfalto disparejo de la pista, y sobre todo los contradictorios cambios de esa temporada en el reglamento tecnológico de los coches, que transformaron a su Williams en un auto desbalanceado, difícil de manejar. Viviane Senna piensa que su sacrificio sirvió para tomar medidas de seguridad que debieron implementarse antes, que el mismo Ayrton reclamaba sin ser escuchado por las autoridades de la época. Desde entonces, ningún otro piloto ha perdido la vida en una carrera.

La abrupta partida del piloto dejó en Brasil un espacio vacío que aún hoy parece difícil de llenar. Un amplio estudio de la consultora Ibope Repucom arrojó el año pasado que Ayrton Senna continúa siendo la figura deportiva más admirada en Brasil, con 89% de aceptación. Hoy es el hijo de Viviane, Bruno Senna -cuyo padre murió poco después que Ayrton en un accidente de moto-, quien mantiene vivo a su tío en las pistas. Tras pasar por varias escuderías de F1, este año se estrenó en Fórmula E, una categoría nueva para autos eléctricos.

Viviane sigue esas carreras con la misma intensidad que hace 20 años seguía las de su hermano.

-¿Por qué la huella de Ayrton se ha mantenido tan profunda?

-Él representó un Brasil que triunfaba cuando todo lo demás estaba mal en el país. Y que estaba en la cima por lo correcto, no por caminos deshonestos. Por el esfuerzo, por el trabajo, por la disciplina. En cada carrera él luchaba, rectificaba para llegar a un resultado de una manera correcta. Representó un ideal que permanece hasta hoy, en un país que tiene pocas personas a quien admirar. No sólo fue un tricampeón mundial, lo fue compitiendo con valores. La misma lógica, la manera en que Ayrton vivió es la que hoy trasciende para la educación: hacer las cosas correctas, de la manera correcta, eficiente y con resultados. Él no tenía el don del engaño, como muchos otros. Y eso es lo que la gente admira de él, porque es lo que le falta a Brasil.

-¿Hubo algún momento que no va a olvidar de este 20 aniversario?
-Cuando una escuela de samba escogió para el carnaval a Ayrton como tema, el público aplaudía, lloraba, fue muy emocionante. Quedamos muy sorprendidos de que después de 20 años de no tenerlo, la imagen de Ayrton se mantenga tan grande, y las personas sigan emocionándose. Es casi inexplicable. Creo que ya salió de un plano personal, y las personas lo colocaron en un plano mítico, que traspasa lo generacional. Porque veo niños que ni habían nacido en la época de Ayrton y le tienen una admiración enorme. Él fue a Europa desde el Tercer Mundo, y fue a vencer: fue una saga en sí mismo. Demostró lo que se podía lograr con disciplina, con pasión, y que era posible vencer de la manera correcta. Ése es el modelo que permanece hasta hoy.

-El documental Senna intenta recalcar esa imagen: Ayrton enfrentando la corrupción.
-Ese documental demuestra que la lucha de Ayrton fue mucho más allá de las pistas, fue contra el lado oscuro de la Fórmula 1. Las personas creen que la F1 es ese glamour que aparece en la televisión, pero no la conocen. No tiene nada de glamour realmente, y sí mucho de política sucia, donde el deporte pesa cada vez menos en la escala de prioridades.

-Alain Prost se quejó de que lo pusieran como el malo para enfatizar esa visión.
-Ellos tuvieron esa rivalidad, pero hubo dos fases: un periodo de lucha alrededor del mundo, mientras compitieron, pero después se reconciliaron. Terminaron muy bien. La verdad es que Ayrton Senna nunca habría sido lo que fue sin Alain Prost, y viceversa. Fue una historia muy bonita. No conozco otra así en la Fórmula 1.

-Su hijo Bruno también ha competido en F1, y ahora en Fórmula E. ¿Qué siente al verlo correr?
-Siempre está esa ansiedad mientras están corriendo. Estás esperando que todo finalice, y que acabe bien. Es exactamente lo mismo que sentía con Ayrton. Pero es un camino que tengo que respetar. Es parte de la naturaleza de ellos.

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