Por Sebastián Rivas Mayo 20, 2014

“Dilma no tiene un vínculo con el fútbol, al revés de Lula. Él era un fanático del Corinthians, que se siente bien con las cosas del fútbol. Dilma no,es más bien una tecnócrata a la que no le gusta hacer las cosas simplemente para ser popular”.

“Yo estaba en Zúrich en 2007 cuando fue anunciada la elección de Brasil para el Mundial”, dice el periodista brasileño Clóvis Rossi.  Columnista del diario Folha de São Paulo y uno de los más respetados analistas de su país, recuerda que el anuncio fue el inicio de un período espectacular para el gigante sudamericano, donde Brasil era sinónimo de progreso a nivel mundial, y el optimismo interno era la constante. “Era un ambiente de un patriotismo, de un nacionalismo impresionante, la oportunidad que Brasil tendría de enseñar su mejor cara al mundo”, recuerda. “Pero el problema es que la cara que Brasil está enseñando no es la mejor”.

Los últimos dos años han presentado fuertes protestas sociales, los retrasos en los estadios y los costos de las obras han acaparado titulares en todo el mundo, y el Mundial, que alguna vez fue sólo orgullo, hoy se ve con escepticismo en el mismo país. Además, si Lula da Silva fue -y continúa siendo- el gran promotor del evento, Dilma Rousseff ha tenido una mirada más escéptica, distanciada y crítica con la FIFA, sobre todo luego de que su popularidad comenzara a bajar a cinco meses de enfrentar su reelección, aun cuando sigue liderando las encuestas de cara a los comicios de octubre. Para Rossi, la presidenta enfrentará en junio y julio un panorama con muchos escollos más que oportunidades.

-¿Qué comparación se puede hacer entre estos dos momentos de Brasil, cuando fue escogido para ser la sede del Mundial en 2007, y ahora, en 2014?
-La elección fue un año antes de la crisis global de 2008, cuando el mundo parecía luminoso. El 2007, todo el mundo crecía, eran cinco o seis años de gloria. Ahí viene el 2008, 2009, dos años muy difíciles en todo el mundo, y en Brasil también. Pero en 2010, que es el último año de Lula en la presidencia, el crecimiento de Brasil fue espectacular, el más grande que hubo en muchísimos años. Y el hecho de que la crisis haya sido vencida con más facilidad que en Europa, por ejemplo, hizo que la imagen de Brasil estuviera buenísima en los años previos al Mundial. Ahí viene Dilma y no sé lo que pasa.

-¿Por qué?
-Hay montones de explicaciones, y yo no estoy satisfecho con ninguna de ellas. Todavía hay casi pleno empleo, pero hay menos contrataciones hoy y más gente que deja de buscar trabajo, jóvenes, por ejemplo, que prefieren estudiar por las facilidades que da el gobierno, incluso con créditos. El hecho de que la economía se está estancando o creciendo muy poco -nunca más del 2% en el período de Dilma-, la inseguridad, los gastos excesivos como, por ejemplo, el estadio de Brasilia, que no tiene ningún equipo en la primera división del fútbol brasileño y es el segundo más caro del mundo, después del estadio de Wembley: 900 millones de dólares, tras un presupuesto inicial de 300 millones…

-Pero la impresión es que la calidad de vida ha mejorado.
-En eso el gobierno tiene razón al decir que las protestas del año pasado fueron por el hecho de que la gente ve que adentro de su casa las cosas han mejorado, ha aumentado el salario, hay prácticamente pleno empleo. Pero afuera, la educación sigue mala, la salud sigue mala, el transporte sigue malo, la violencia es tremenda. Entonces, la gente se dio cuenta de que el progreso que hubo en los años de Lula no es suficiente para satisfacerla ahora, así que sale a la calle.

-¿Qué es lo que se juega Dilma Rousseff?
-Hay dos cosas que la pueden perjudicar: primero, que las cosas no salgan bien, sea porque los estadios no estén completamente terminados, porque haya algún accidente, o porque las vías de acceso no estén listas. Ése es un factor que la puede perjudicar mucho, porque ella intentó vender la imagen de gerente: eficaz, eficiente. Y si no sale bien la gerencia del Mundial, seguramente la va a perjudicar. El segundo factor serían las manifestaciones, el volumen de ellas, posibles incidentes, eventualmente una u otra muerte, alguna manifestación que impida el acceso de los hinchas a los estadios, en fin. Ahora, mi sensación personal es que las manifestaciones no tendrán el mismo impacto que tuvieron el año pasado. Pero habría que estar más cerca de los eventos para saber lo que va a pasar.

-Al revés, ¿qué oportunidades tiene para lucirse?
-Puede intentar vincularse a un eventual éxito de la selección. Si Brasil llega a la final, lo que me parece muy probable, Dilma podría tener ahí sus 90 minutos de fama, presente en el estadio con la bandera brasileña, un poco como Jacques Chirac lo hizo en el Mundial de 1998 en Francia. Eso tendría algún efecto, pero muy efímero; no creo que llegaría de julio a octubre, cuando son las elecciones, pero ella podría intentarlo. Sin embargo, tiene más riesgos que posibilidades de beneficiarse con el Mundial.

-¿Cómo se ha dado la relación entre Dilma y la selección? ¿Hay un vínculo cercano?
-No, no. Hay una mala relación  con la gente de la Confederación Brasileña de Fútbol, incluso con la FIFA. La semana pasada dijo que está harta de las presiones y las declaraciones de la FIFA diciendo que Brasil no es Alemania. ¡Por supuesto que no es Alemania, nunca pretendió serlo! Como dijo Jérome Valcke (secretario general de la FIFA) el otro día, que nadie se atreva a dormir en el automóvil en Brasil… por supuesto: si alguien duerme en el auto en São Paulo o en Río, va a aparecer muerto al día siguiente. Pero ese tipo de cosas a la gente del gobierno le cae muy mal.

-Habitualmente los gobiernos tratan de ir de la mano de estos eventos. ¿Por qué Dilma se desmarca?
-Porque no tiene un vínculo con el fútbol, al revés de Lula. Él era un fanático del Corinthians, uno de los dos equipos más populares del país. Así que se siente bien con las cosas del fútbol. Dilma no. Además, no es alguien que tenga tintes populistas, es más bien una tecnócrata a la que no le gusta hacer las cosas simplemente por el gusto del público, para ser popular. Ella cree, y no sé si está en lo correcto o no, que hacer las cosas que tiene que hacer es suficiente, que no necesita demostrar que es fanática por el fútbol, que le gusta Neymar o quien sea.

-La semana pasada, Lula publicó una columna donde defendía el Mundial y señalaba que había grupos que esperaban un fracaso por razones electorales...
-Yo he leído el artículo de Lula, pero no tiene nada que ver con la realidad brasileña. No es la oposición: son movimientos sociales, algunos de los que estuvieron vinculados históricamente al Partido de los Trabajadores. Y sin embargo, esos dirigentes critican los costos del Mundial y que, supuestamente, no se dé a la educación y a la salud la misma dedicación. Por ejemplo, la semana pasada en las calles había un cartel que decía: “Queremos educación patrón FIFA”. Porque se quieren las cosas tan buenas como se piden los estadios. El “patrón FIFA” se volvió un eslogan permanente.

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