Por Juan Pablo Sallaberry Mayo 1, 2014

© Mathias Sielfeld

“Si hay institutanos que se organizan para argumentar en contra de esto, me encantaría demostrar que el IN puede ser de excelencia sin la ayuda de la selección. Los ex alumnos deberíamos apoyar esta transformación en lugar de hacer presión para impedir el cambio”, dice Mario Marcel.

Pregunta Sergio Urzúa: “¿Cuál es la opción? ¿Cuál es la educación pública de calidad que el sistema le ofrece hoy día a alguien de Conchalí, Buin o San Bernardo? Tal vez si hubiese una opción comparable con la calidad de profesores, cultura o la disciplina del IN, podemos hablar de selección”.

A un lado del teléfono, el ex senador Carlos Ominami. Al otro, el abogado radical Darío Calderón. -Esto no puede ser-. Tenemos que hacer algo-, fue el diálogo. Los telefonazos entre ex alumnos del Instituto Nacional comenzaron apenas Nicolás Eyzaguirre hizo su anuncio.

Hasta el minuto, el ministro de Educación había adelantado que los primeros proyectos de la reforma que enviará en los próximos días serán el fin de la subvención a los colegios que lucren, el fin del copago y el fin de la selección. Pero sobre este último punto, muchos se sorprendieron al enterarse de que no sólo se prohibiría a los colegios públicos discriminar a los alumnos por motivos de origen, conducta, religión, situación económica o familiar, sino que tampoco podrán seleccionar a los estudiantes según su rendimiento académico.

Para algunos institutanos la propuesta es un misil directo a uno de los pilares de los denominados liceos emblemáticos o de excelencia, y puede ser el principio del fin de este modelo de educación.  Un par de datos: según el ranking de los 100 mejores colegios de la última década elaborado por revista Qué Pasa en base a los resultados de la PSU, entre 2004 y 2013, el Instituto Nacional ocupa el décimo lugar, con 674 puntos promedio, siendo el mejor establecimiento público. Por eso no es extraño que dos mil de los mejores alumnos de toda la capital luchen año a año por entrar dando exigentes pruebas de selección para ocupar uno de los 600 cupos disponibles en séptimo básico. De los postulantes -según los datos del IN a 2010- el 41% proviene de hogares con un ingreso familiar menor a $ 500 mil, y un 15% está en situación de vulnerabilidad. Por eso ven en un instituto donde el 73% queda seleccionado en una universidad tradicional, una clara oportunidad de surgir.

Ominami y Calderón acordaron armar un frente de defensa del Instituto Nacional y desplegar todos sus contactos para hacer ver los problemas de terminar con la selección. Aprovechando la transversal red de ex alumnos -que se reactivó el año pasado durante las actividades de celebración de los 200 años del IN- comenzaron a mandar correos electrónicos a egresados que se hayan destacado en distintos ámbitos, como el psiquiatra León Cohen o el premio nacional de Ciencias Exactas, Servet Martínez. También piensan hablar del tema con el ex Presidente Ricardo Lagos, uno de los 18 gobernantes que salieron de ese establecimiento. El plan: hacer una declaración conjunta en apoyo a la selección por mérito e ir a reunirse con el rector del Instituto, Fernando Pérez, y de ser necesario con la alcaldesa de Santiago, Carolina Tohá, sostenedora del colegio, y con el propio ministro Eyzaguirre. La arremetida también buscará activar a institutanos clave al interior del gobierno, como Pablo Gutiérrez, ex vicerrector del IN, con gran influencia en el alumnado y que hoy se desempeña en el Ministerio Secretaría General de la Presidencia.

“No entendemos los fundamentos del gobierno para terminar con la selección y con un sistema que ha funcionado 150 años permitiendo la movilidad social para quienes éramos de clase media y baja. Es perder el horizonte y nivelar hacia abajo. Por eso nos estamos coordinando”, dice Calderón, quien egresó en 1963.  Ominami, de la generación del 68, lo resume así: “El IN es el buque insignia de la educación pública, el lugar donde se formaba una elite republicana y meritocrática, que hacía contrapeso a la elite de los colegios particulares.  Ahora quieren echarlo abajo”. Y advierte: “Pero vamos a hacer oír nuestra voz, Nicolás Eyzaguirre no se da cuenta de que está picaneando a un gorila grande”.

LA BATALLA DE LAS IDEAS
El movimiento contrario a los liceos de excelencia y a separar a los alumnos por su rendimiento académico empezó a permear en los sectores progresistas hace pocos años. Durante el primer gobierno de Michelle Bachelet, cuando se discutía la Ley General de Educación se resolvió eliminar la selección hasta sexto básico. Luego la ONG Educación 2020 comenzó a impulsar el debate de terminar con la selección, incluso por mérito, en toda la educación escolar. Durante su última campaña, Bachelet deslizó que pretendía que toda la educación pública fuera de excelencia, y Valentina Quiroga, coordinadora de la comisión de Educación de su comando (hoy subsecretaria de Educación) se manifestó contraria a los Liceos de Excelencia Bicentenario creados por el gobierno de Sebastián Piñera, porque no significaban una mejoría real en la calidad de la educación. Sin embargo, precisó que la selección en los establecimientos emblemáticos como el Instituto Nacional, el Carmela Carvajal o el liceo Javiera Carrera se estudiaría caso a caso, y podrían establecerse excepciones. No fue así.

La semana pasada, Eyzaguirre confirmó que estos liceos serán incluidos en el fin de la selección, aunque la medida se aplicará con especial gradualidad para que puedan adaptarse a la normativa. Los argumentos contra la selección académica apuntan principalmente a que para reforzar toda la educación pública es necesario no “descremar” a los colegios de sus mejores alumnos y que los estudiantes más aplicados compartan la sala de clase con los más rezagados para así potenciarlos. También sostienen que la selección por rendimiento a estudiantes de 12 años es discriminatoria y no mide realmente el mérito, ya que a esa edad la capacidad  académica se debería principalmente a factores externos familiares, como la escolaridad de los padres, la cantidad de libros en la casa o la estimulación temprana que recibieron.

Un tercer punto, a juicio de los detractores de los liceos de excelencia, es que éstos basan su éxito solamente en la selección y en el denominado “efecto par”: el resultado de poner a competir a buenos alumnos con buenos alumnos. Afirman que si de verdad el Instituto Nacional es de excelencia gracias a otros factores, como la malla curricular, los profesores o la cultura institucional, podría demostrarlo recibiendo en sus aulas a alumnos con mayores dificultades de aprendizaje.

IZQUIERDA DIVIDIDA
El debate genera pasiones. En la derecha están cuadrados detrás del modelo de los liceos de excelencia y van a defender el sistema de selección en el Congreso, ya que muchos talentos terminarán perdiéndose en colegios de mala calidad. Pero en los sectores de izquierda no hay acuerdo. Personeros como el nuevo presidente del directorio de TVN, Ricardo Solari, socialista y ex alumno del IN generación 1972, han hecho ver en privado su inquietud respecto al proyecto, ya que si no se toman resguardos necesarios, podría terminar destruyendo al establecimiento. La principal duda es qué sistema de selección alternativo se empleará para elegir a los alumnos, si es un sorteo o tómbola, un método de cupos especiales para estudiantes de menor rendimiento, o el modelo “francés”, donde sólo puedan acceder quienes viven en el barrio cercano a cada liceo.

Sin embargo, otro ex institutano y militante del PS, Mario Marcel -generación 76-, está en la vereda opuesta. El subdirector de Gobernabilidad y Desarrollo Territorial de la OCDE, quien en julio asumirá como director de Governance Global Practice del Banco Mundial, sostiene que está “en contra de cualquier tipo de selección de alumnos por rendimiento en cualquier establecimiento que reciba fondos públicos. La selección es totalmente contraria a la esencia de la educación pública, que es entregar una buena educación a todos los alumnos, reduciendo las diferencias de origen entre ellos”.

A su juicio, la selección se entendía en los años 70 por la baja cantidad de alumnos que existía, pero el sistema terminó por debilitar el modelo pedagógico del IN, ya que su éxito se basa no en la calidad de los profesores o el liceo, sino en la calidad de los alumnos.  Marcel va más allá y dice ser partidario de una reestructuración profunda del instituto, convirtiéndolo en un establecimiento mixto (hombres y mujeres), con cursos más pequeños, que identifique y apoye a los alumnos con problemas y que cultive la diversidad y la tolerancia.

A la izquierda, en la foto:  Darío Calderón, Mario Marcel, Carlos Ominami y Ricardo Solari, cuatro ex institutanos entran al debate sobre el fin de la selección en los liceos de excelencia.

 

 

Y frente a la coordinación que se ha levantado contra el proyecto, agrega: “Si hay institutanos que se organizan para argumentar en contra de esto, me encantaría colaborar en cualquier otra instancia para demostrar que el IN puede ser un colegio público de excelencia sin la ayuda de la selección. Los ex alumnos deberíamos apoyar esta transformación en lugar de hacer presión para impedir el cambio”.


EL IMPACTO REAL DEL IN

Lo cierto es que son contados los estudios que midan el real impacto del Instituto Nacional en los estudiantes. Uno de ellos es el que hicieron para el Centro de Estudios Públicos cuatro economistas y ex alumnos institutanos: Sergio Urzúa, Alonso Bucarey, Pablo Muñoz y Miguel Jorquera. Buscando determinar si el IN entrega un valor agregado a los alumnos que ingresan a ese establecimiento, determinaron a través de casos comparados que un egresado de allí obtiene 29,6 puntos más en la PSU respecto a su compañero de similares capacidades, pero que no alcanzó a entrar al instituto. Es decir, el modelo educacional del establecimiento sí genera un plus a los alumnos, que va más allá de las capacidades propias de éstos.

Urzúa reconoce que no es posible determinar cuánto influye el “efecto par” en el éxito de los alumnos del instituto frente a otras variables, pero que tampoco hay estudios en Chile que determinen si mezclar a buenos y malos alumnos en el aula mejora la calidad de la educación. Apunta a que ésta es una discusión ideológica y que el problema es que hoy no existen buenas alternativas de educación pública similares al IN. Urzúa se pregunta “¿Cuál es la opción? ¿Cuál es la educación pública de calidad que el sistema le ofrece hoy día a alguien de Conchalí o al que viaja de Buin o San Bernardo al Instituto Nacional? Tal vez si hubiese una segunda opción comparable con la calidad de los profesores, la cultura o la disciplina del IN, podemos hablar de selección”. Y ejemplifica con los cuatro autores de su investigación: “Hoy, Bucarey está haciendo un doctorado en el MIT; Muñoz está haciendo un doctorado en Berkeley; Jorquera trabaja en la Fiscalía Nacional Económica y yo tengo un doctorado en Chicago….  Sinceramente, qué probabilidades tendrían estos cuatro tipos de llegar a eso si no hubiéramos ido al Instituto Nacional y nos hubiesen puesto en los colegios de nuestras comunas. La probabilidad es cero”.

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