Por Nicolás Alonso Abril 10, 2014

© Jaime Navarro

1. CENTRO CULTURAL ELENA GARRO

El barrio de Coyoacán, al centro del Distrito Federal, es una zona famosa por concentrar a artistas e intelectuales. Un lugar turístico donde no se puede simplemente derribar una casona de principios del siglo pasado, aunque sea para levantar un centro cultural. Por eso, la joven arquitecta mexicana Fernanda Canales junto al estudio Arquitectura 911sc crearon una solución intermedia: fundir la antigua vivienda y el nuevo centro en una sola estructura bicéfala, en la que el espacio moderno sirve como una especie de marco fotográfico para la belleza de la construcción anterior. Una escalera permite acceder, siguiendo la ruta de la preexistente, a dos pisos de librería, iluminados por lámparas que evocan libros abiertos cayendo desde el cielo. Los jardines, que abarcan los 1.500 m2 del lugar, invitan a los visitantes a pasar, para una vez adentro ver cómo los árboles, materia prima del libro, atraviesan el centro del salón y se escapan por el techo.

 

 

Fotos: Jaime Navarro.

 

 

2. VIVIENDAS RUCA

La tarea era simple: construir 25 viviendas sociales para una comunidad mapuche en La Pincoya, Huechuraba. Pero el arquitecto chileno Cristián Undurraga se propuso una meta mayor: concebir el proyecto desde la propia cosmovisión araucana, a partir de su modelo de vivienda tradicional, la ruca. Tras consultar a los futuros propietarios -dispuestos a vivir en la urbe, pero sin renunciar a sus tradiciones-, las principales características de las neorrucas comenzaron a emerger: fachada hacia el oriente, para preservar la costumbre ancestral de dejar entrar al sol naciente; cocina amplia, capaz de contener un fogón mapuche; y revestimiento de cañada de coligüe sobre el frontis y las ventanas, manteniendo la separación mínima para generar la penumbrosa luz de las verdaderas rucas. De 61 m2 cada una, hoy adornan, como un trozo simulado de Araucanía moderna, la falda de los cerros del sector.

 

 

Fotos: Pilar Undurraga.

 

 

 

3. CASA MIRADOR

Sobre el valle de Casablanca, en una colina rodeada de viñedos, la Casa Mirador del arquitecto nacional Matías Zegers logra su propósito: ceder todo el foco a lo que la rodea, al paisaje. Levantada junto a un retorcido espino, su estética entre vernácula y moderna tiene como elemento principal un enorme ventanal que mira hacia el poniente, obteniendo una visión panorámica de las viñas del valle. Para conseguir un tono semiartesanal en la fachada, que diera a la construcción el efecto de estar presente en el lugar desde un pasado remoto, se fabricó y pigmentó el hormigón capa por capa, en el sitio mismo de la construcción, hasta lograr una premeditada imperfección. Por último, se instalaron paneles fotovoltaicos, única fuente de energía del proyecto, para que ningún cable interfiriera entre la casa y el paisaje.

 

 

Fotos: Cristobal Palma / Estudio Palma.

Relacionados