Por Nicole Raymond Marzo 12, 2014

© Flow Images

El Aussie Invader 5R (arriba en la foto) es el más poderoso de los tres autos supersónicos que intentarán batir el récord mundial de velocidad terrestre a partir de 2015.

Los tres autos están en distintas etapas de desarrollo. Todos han tenido problemas de financiamiento, todos han sufrido demoras y no está claro cuál será el primero en intentar batir el récord.

Tres equipos en tres lugares del mundo llevan más de una década trabajando con la misma ambición: batir los 1.227 kilómetros por hora (km/h) del récord mundial de velocidad terrestre. Y en 2015 es probable que uno de ellos finalmente tenga la oportunidad de intentarlo.

Desde la década del 20 y la del 60, consideradas las épocas doradas de la velocidad, que no había tanta expectación por una marca que no tiene trofeo y ha cobrado varias vidas. La diferencia es que hoy la apuesta no se ha doblado, sino triplicado, con tres autos supersónicos: el Bloodhound SSC (Inglaterra), el North American Eagle (Estados Unidos) y el Aussie Invader 5R (Australia). Los tres han gastado millones de dólares para acabar con el récord que hace 17 años impuso el británico Andy Green arriba del Thrust SSC, el primer auto en romper la barrera del sonido.

Para lograrlo hay que cumplir con reglas simples, pero precisas: el auto debe completar una milla (1.609 metros), luego dar la vuelta y correr otra milla más, y regresar al punto de partida en sesenta minutos. Si cumple con esos requisitos, se promedian los tiempos de las dos carreras y así se obtiene la marca final.

Suena fácil, pero no lo es. El primer desafío es encontrar el lugar adecuado para realizar la carrera. La pista ideal debe ser una lo suficientemente larga -debe tener cerca de 30 kilómetros-y plana, para minimizar los riesgos. Por eso, la ubicación ideal es un desierto. Y, al igual que en el primer intento hace ya más de un siglo, el principal peligro es que el piloto no sobreviva a la hazaña. El segundo es que los autos, por la potencia y velocidad que alcanzan, no logren mantenerse en tierra.

“Nuestra principal preocupación es la seguridad del piloto”, cuenta desde Londres Jules Tipler, el gerente de Comunicaciones del Bloodhound SSC. “Es relativamente fácil lograr que el auto llegue a 1.000 millas por hora (1.609 km/h), pero desacelerarlo de manera segura antes de que se acabe la pista y comiencen las piedras es un desafío mayor. Nuestro equipo ha trabajado (el equivalente a) 40 años-hombre en investigación aerodinámica para asegurarse que el auto se mantendrá estable en todas las velocidades y el piloto seguro”.

Los tres autos están en distintas etapas de desarrollo y pruebas. Todos han tenido problemas de financiamiento, todos han sufrido demoras y no está claro cuál será el primero en intentar batir el récord. Pero a pesar de los millones invertidos, los años de trabajo y el deseo de ser los más rápidos del mundo, los tres equipos parecen entender que al final todos están trabajando en pos de lo mismo: inspirar a una nueva generación de fanáticos de la velocidad. “Somos amigos con Andy Green, Rosco McGlashan y Richard Noble”, comenta Ed Shadle, el conductor y dueño del North American Eagle (NAE), sobre sus colegas británicos y australiano, todos leyendas del automovilismo. “Intercambiamos e-mails de vez en cuando”. Esto lo confirma Tipler: “Esta comunidad es relativamente pequeña, así que muchos (miembros) de nuestro equipo conocen e intercambian ideas con los otros equipos de manera regular. Hay una rivalidad amistosa entre nosotros”.

PAÍS BLOODHOUND

El Bloodhound SSC (las siglas de auto supersónico) es lejos el proyecto más ambicioso de los tres. Alimentando la tradición tuerca inglesa, el equipo encabezado por Richard Noble, una leyenda de la velocidad y que en 1983 batió personalmente la marca, y Andy Green, el piloto que actualmente ostenta la marca mundial, ha invertido alrededor de US$ 70 millones en la titánico iniciativa.

“El objetivo primario de este proyecto es inspirar a la próxima generación de científicos e ingenieros al mostrarles cuán apasionantes son estos temas”, explica Tipler. Al parecer, han convencido a sus compatriotas ya que buena parte de los fondos del proyecto provienen del gobierno, respaldo que además les permitió conseguir los tres motores de jets de combate que impulsarán al Bloodhound, que aún está en construcción.

A pesar de eso, la meta ya está programada: alcanzar a fines de 2015 las 800 mph (1.287 km/h) en la pista que crearon en Sudáfrica, para volver un año más tarde y llegar a las 1.000 mph (1.609 km/h). Los ingleses son el equipo a vencer.


De izquierda a derecha: el North American Eagle, el único modelo terminado y en etapa de prueba; el Thrust SSC es el actual titular del récord de velocidad terrestre y el primer auto en romper la barrera del sonido; y el Bloodhound SSC es el candidato británico a imponer la nueva marca mundial en 2015. (Fotografías: North American Eagle (1), Bloodhound SSC (2,3))

NORTH AMERICAN EAGLE: SIEMPRE LISTO

Lejos de los millones que han gastado los británicos, el equipo estadounidense sólo ha invertido alrededor de US$ 400 mil en el North American Eagle (NAE), aunque el total sube a US$ 2 millones cuando se consideran las horas de trabajo aportadas por decenas de voluntarios y las partes y materiales que han aportado sus auspiciadores. “Hemos estado trabajando en este proyecto durante 15 años”, explica Shadle, el dueño y piloto del NAE. “No tenemos el financiamiento de los británicos. Pasamos por constantes frustraciones por la falta de apoyo del gobierno”.

A la fecha, el NAE es el único de los tres contendores que ya está listo para correr y en etapa de pruebas: ha realizado 44 carreras en 10 oportunidades distintas. El 2013 entraron en la fase de mayor velocidad, y el primer paso para acercarse a la marca lo darán a principios de septiembre, cuando la piloto Jessi Combs intente quebrar las 512 mph (823 km/h) del récord femenino de velocidad. La posible fecha para la carrera por el récord mundial, sería el segundo trimestre de 2015, pero dependerá del visto bueno de los encargados de la aerodinámica del proyecto. Eso sí, la ambición del NAE es más modesta que la de sus rivales, sólo aspiran a superar la marca actual en 1%.


LA PORFIA DEL AUSSIE INVADER 5R

Británicos y estadounidenses han tenido la exclusividad del récord mundial de velocidad. Hay que retroceder hasta 1909 para encontrar a un piloto de otra nacionalidad. Pero desde 1993 los australianos se han sumado a esta carrera con fuerza. El responsable es Rosco McGlashan, un famoso piloto local que a sus 64 años espera sentarse tras el volante del Aussie Invader 5R y batir personalmente el récord que  que ha perseguido durante 45 años. Y su meta es la misma de los ingleses: superar las 1.000 millas por hora (1.609 km/h). Su inversión, eso sí, ha sido considerablemente menor: US$ 4 millones.

En el papel, el Invader es el más poderoso de los tres autos. Su potencia total se estima en 200 mil caballos de fuerza, pesa 9,2 toneladas y es capaz de acelerar de 0 a 1.600 km/h en sólo 20 segundos. Se espera que el auto comience el periodo de pruebas el 2015, al mismo tiempo que el Bloodhound SSC, el único detalle es que aún no han definido dónde lo harán.

Quizás McGlashan dé la sorpresa y finalmente logre atrapar el récord que le ha sido tan esquivo.

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