Por Paula Molina Enero 9, 2014

© Vicente Reinamontes

“Creo que el problema fundamental de la adicción y el consumo de drogas no está en las drogas: está en el individuo y en el contexto social. Ésa es mi principal crítica a la criminalización de las drogas: instala el foco en el lugar equivocado, en vez de pensar en contexto”.

Históricamente, la doctrina de la abstinencia ha dominado el campo de la dependencia del alcohol y las drogas. En la gran mayoría de los tratamientos disponibles en Estados Unidos y América Latina, la abstinencia es el requisito y la única meta aceptable, y quienes no logran cumplir con ella fracasan o quedan solos, estigmatizados, expuestos a la cárcel. “Los abandonamos por el mismo problema por el que necesitan ayuda. No es un modelo que haga sentido clínica o racionalmente”, declara Andrew Tatarsky a Qué Pasa.

Tatarsky, psicólogo norteamericano especialista en adicciones, estuvo en Chile el año pasado, a fines de agosto. Entonces realizó un seminario con 400 profesionales y donó a la Fundación Paréntesis los derechos de distribución de su libro Psicoterapia de Reducción de Daños. Un nuevo tratamiento para Drogas y Alcohol, disponible gratis en español y en internet.

Como uno de los líderes de esta corriente terapéutica, Tatarsky propone que la abstinencia puede ser el mejor resultado para muchos, pero no la exige como única meta aceptable, y se enfoca, en cambio, en reducir los daños asociados al consumo.  “Como persona de ciencia y terapeuta, es mi deber hacer lo que funciona, no lo que no funciona”, declaró el psicólogo.

-¿Cuál es el principal problema de los tratamientos actuales para consumidores de alcohol o drogas?
-Si piensas en cualquier tratamiento para un problema de salud, el acercamiento médico apropiado comenzará con un diagnóstico general de la persona, porque reconoces que ese problema existe en un continuo.  La visión categórica de que las personas o son adictas o son “normales como nosotros” es problemática y no se condice con los datos que tenemos. La población que lucha con el consumo de sustancias es muy grande y muy diversa. Y es una generalización pensar que debemos exigir la abstinencia total a todos aquellos a quienes definimos como “adictos”. En esa decisión clínica lo que está quedando fuera es una evaluación comprehensiva, que permita identificar de manera específica quién es esta persona, cuán severo es su uso de sustancias, qué la motiva. Y eso nos llevará a una decisión clínica específica: cuál es el mejor tratamiento para esta persona.

-¿Cuál es la alternativa a la abstinencia? ¿Cree que es posible un consumo moderado de drogas ilegales?
-Como sicólogo, como especialista en adicciones, en general lo que vemos es que hay algo que gatilla el uso problemático de la sustancia, y por lo cual el individuo cree que es incapaz de detenerse. Desde esa definición, la solución a la adicción podría ser, la abstinencia o, como alternativa, tener un consumo que no sea problemático. Desde mi punto de vista, si un individuo es capaz de desarrollar un uso no problemático de alguna sustancia, la adicción está curada.

-¿Y ésa es una opción para cualquier persona que hoy tiene un problema de adicción?
-No. Algunos podrán y otros no. Y como no tenemos la ciencia para determinar por adelantado quiénes pueden, ésa es la pregunta de la terapia de reducción de daños: ¿cuál es tu relación ideal con la sustancia? Si el individuo puede desarrollar un uso moderado y seguro de una sustancia en su vida, el resultado sería bueno. Muchos no pueden, y con el apoyo de una terapia y a partir de su propia experiencia concluirán que la abstinencia es su única solución porque no hay forma de que el consumo de la sustancia no lo ponga en riesgo. Pero queremos que las personas se respondan a sí mismas. Queremos llegar a una elección que proponga de la propia experiencia, en vez de responder a la imposición de una abstinencia en la que, en el fondo, la persona no cree.

-¿Cuál es el origen de la abstinencia total como principio y fin de las terapias para tratar consumos de drogas o alcohol?
-Es un modelo que viene de una antigua forma de entender las adicciones que plantea (Elvin) Jellinek, quien escribió a principios del siglo XX un artículo titulado “El concepto de enfermedad del alcoholismo”. Jellinek describe la adicción como una enfermedad que sólo se resuelve con la abstinencia total, porque en cualquier otro escenario la adicción empeorará y llevará a la locura, la cárcel y la muerte. Y esa historia ha guiado a nuestra comunidad durante los últimos años. El corolario de esta perspectiva es que si tú tienes un consumo problemático de alguna sustancia, tienes una enfermedad. Y si no lo aceptas, estás en negación. Y si niegas tu enfermedad, en última instancia, vas a morir. Por lo tanto, podemos justificar cualquier medio para dejarte sobrio, en abstinencia.

-¿Pero el modelo de la abstinencia surge también de la experiencia, de los datos?
-No, esa idea no proviene de un modelo teórico clínico terapéutico, ni del análisis de las consecuencias de los tratamientos. Proviene de una ideología, y aun así el mundo ha comprado ese modelo. Y aunque es un tema clínico y terapéutico, tiene tremendas implicancias para la elaboración de políticas sociales y políticas de drogas al más alto nivel. Es debido a este set básico de ideas respecto a las adicciones y a su tratamiento que hemos destinado todos los recursos que tenemos a una perspectiva de justicia criminal que trata de controlar el problema de distribución y uso de la droga como si la única forma de ayudar a la gente a detener esta enfermedad fuera la presión externa, la coerción externa.

-En esa lógica, ¿a qué modelo pertenecen las terapias de reducción de daños y cuáles serían sus consecuencias para las políticas sociales y contra drogas?
-Forman parte de un modelo que propone una nueva forma de entender la adicción y los consumos problemáticos y que constituye una revolución científica respecto a nuestra capacidad de entender el tema. Es un paradigma psicológico, biológico y sociológico de múltiples significados. El modelo sico-bio-social entiende la adicción y el consumo problemático como el reflejo de múltiples factores. Éstos son factores únicos que interactúan de forma única con las personas para el desarrollo de estos problemas.

-Usted plantea que las drogas no son la enfermedad, pero causan daño...
-La adicción o el consumo problemático no son una enfermedad como el cáncer, que tiene una vida propia y que debe ser puesto en remisión antes de lidiar con sus consecuencias, independiente del contexto, el comportamiento y la experiencia de la persona. En el paradigma de la reducción de daños, se entiende que el problema de adicción existe en una matriz personal y biológica, en un contexto de factores y presiones sociales que se interrelacionan y que se pueden expresar en un problema de adicción. Y ese cambio en la forma de entender la situación tiene profundas implicancias para el tratamiento de estos consumos, pero también para el desarrollo de las políticas sociales.

-¿Y esas políticas sociales frente a la droga plantearían un modelo similar al que existe frente al alcohol por ejemplo, donde se estima que si bien un porcentaje de la población tendrá un consumo problemático, otra parte podrá tener un consumo moderado y  frente a ellos, lo que se impone son ciertas restricciones?
-Sí. El alcohol está permitido en muchos países y asumimos que no todos los que toman alcohol están severamente descontrolados o necesitan tratamiento. La mayoría no lo necesita, o necesita un tratamiento mínimo. Y luego hay una fracción de personas que consumen alcohol en forma severa y crónica y que necesitarán recibir cuidado y rehabilitación o incluso ser internadas. Así que frente al alcohol tendemos a aceptar este nuevo paradigma. Pero luego cuando las personas tienen un problema con el alcohol perdemos toda sofisticación y volvemos al paradigma antiguo y asumimos que “es” un “alcohólico”. Pero a nivel general, aceptamos una visión más compleja del problema. Pese a que el alcohol es una droga como cualquier otra  y genera uno de los mayores costos asociados al consumo de sustancias.

-Pero el alcohol ha sido prohibido y autorizado en distintos momentos de la historia, en Estados Unidos, por ejemplo. Desde este nuevo paradigma que usted explica, ¿cree que las drogas o algunas drogas deberían ser legalizadas?
-Yo pienso que sí. También pienso que no está claro cómo. Creo que necesitaríamos comprometernos en una reflexión y una planificación seria respecto a cómo hacerlo. Creo que el problema fundamental de la adicción y el consumo de drogas no está en las drogas: está en el individuo y en el contexto social. Ésa es mi principal crítica a la criminalización de las drogas: instala el foco en el lugar equivocado, en vez de pensar en contexto: cuáles son las condiciones que aumentan la vulnerabilidad de las personas a caer en problemas y cómo podemos enfrentarlos y generar el apoyo para reducirla.

-¿Son más atractivas las drogas porque son ilegales?
-Lo que he visto en programas de prescripción legal de heroína, en Vancouver y Londres, es que cuando la gente se enfrenta a una droga que le es prescrita, que no debe comprar en el mercado negro, en muchos casos la droga pierde su atractivo. Pasa lo mismo con muchas personas y psicotrópicos aceptados, como los antidepresivos. La gente a veces los encuentra útiles, a veces pueden salvar tu vida.  Pero una vez que las personas se estabilizan, empiezan a pensar si podrían dejar de tomarlos.

-¿Qué pasa con los consumidores que son encarcelados?
-Yo he llegado a creer que cualquier uso excesivo, adictivo de sustancias ilegales está ligado de alguna manera a un trauma. Cuando miras la data -y es lo que hicimos en Chile con Paréntesis-, los números muestran una poderosa correlación entre trauma y uso problemático de sustancias. Y hay varios estudios en varios lugares que arrojan los mismos datos. La gente no tiene consumos problemáticos porque quiere, hay algo que los lleva a eso. Si los encarcelamos, estamos añadiendo otro trauma. Quizás no los encarcelamos y los internamos a la fuerza en clínicas de rehabilitación. Cuando encerramos a las personas en vez de darles el tratamiento complejo que esta situación requiere, empeoramos la condición.

-Usted plantea que el paradigma tradicional no funciona. ¿Por qué persiste entonces?
-Los paradigmas organizan nuestro sentido de la realidad y nuestro sentido de nosotros mismos, nos dan estabilidad. Nos dan una sensación de control y predicción frente al terror de ser humanos y sobre las fuerzas que no controlamos. No somos buenos para abandonar ninguna de nuestras nociones familiares acerca de las cosas, a menos que sintamos que tenemos que hacerlo.

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