Por Rosario Zanetta y Paula Comandari Enero 2, 2014

Douglas Tompkins (70) está acostumbrado a recibir visitas. Sin embargo, la de este sábado será especial. El presidente Sebastián Piñera llegará hasta Caleta María, en Tierra del Fuego, para recibir de manos del ex empresario 38.780 hectáreas para la formación del Parque Nacional Yendegaia. El  traspaso se concretará después de varios meses de intensas negociaciones. Es el mismo resultado que Tompkins espera lograr con las otras 450.000 hectáreas que tiene en Chile y que pretende entregar al país, según dice, en un plazo máximo de 10 años. Pumalín, su parque más emblemático, está incluido en esa lista, y desde ya se prevé que para su traspaso mediará una compleja negociación.

Esos no son los únicos planes que tiene en mente. Por estos días trabaja en dos proyectos para crear nuevos parques nacionales en Argentina. Además, sigue colaborando como figura clave y gran financista del activismo en el sur de Chile y, de paso, está dedicado a la publicación de un libro sobre filantropía y conservacionismo: Wildlands Philantropy. La idea, cuenta, es recoger casos de donaciones de terrenos y conservación en distintas partes del mundo. Para ejemplificar lo que se hace en Chile, ya escogió a su único protagonista: Sebastián Piñera y el parque Tantauco.

La relación de Tompkins con las autoridades hoy pasa por uno de sus mejores momentos. Sin embargo, no siempre fue así. Durante los últimos 20 años, las consecutivas compras de terrenos por parte del ex dueño de The North Face generaron suspicacia en sectores empresariales, académicos y políticos. En 2006, por ejemplo, el ambientalista protagonizó duros rounds con el senador Eduardo Frei, quien lo acusó de creerse el dueño de Chile y de obstaculizar la conectividad del país. Las desconfianzas en torno a su figura traspasan nuestras fronteras: en Argentina, donde posee cerca de 200 mil hectáreas, lo culpan de querer apropiarse del mayor acuífero de América del Sur, luego de que adquiriera 150.000 hectáreas en los esteros del Iberá.

Hoy, él piensa que esa desconfianza que se generó en Chile es el resultado de la escasa cultura filantrópica que existe en el país, sobre todo  en materia de conservación. Tompkins ha hecho varios esfuerzos en esa línea. A la donación de Yendegaia se suma la entrega, en 2005, del parque El Corcovado, el cual inauguró con el ex presidente Ricardo Lagos.

Con Bachelet, sin embargo, las cosas han sido distintas.

-Usted tuvo buenas relaciones con Ricardo Lagos y con Sebastián Piñera. En ambos gobiernos donó terrenos. Sin embargo, con Michelle Bachelet no hay mayor cercanía. ¿A qué se debe esta situación?

-Nuestras fundaciones están trabajando en distintos proyectos de conservación y toma tiempo que cada uno esté listo. El parque Pumalín fue afectado, durante la administración de Bachelet, por la erupción del volcán Chaitén. Eso fue un desastre y su restauración nos costó millones de dólares. En la nueva administración de Bachelet vamos a tener finalmente terminada la restauración de Pumalín.

-¿Eso quiere decir que la donación de Pumalín se podría concretar en el gobierno de Bachelet?
-Pienso que sí. Esperamos tener una buena recepción por parte de la presidenta. Para eso necesitamos poner todo en orden y hacer el mismo proceso que llevamos a cabo con la administración Piñera. Nosotros tenemos el corazón puesto en Pumalín, pero siempre nuestra meta fue entregarlo porque sabemos que es un parque de calidad muy alta.

-¿Ya se ha contactado con el círculo cercano a Michelle Bachelet?

-Después de todos estos años, tenemos contactos en los distintos lados del espectro político. No dudo de que con Bachelet vamos a tener una reunión, pero primero ella tiene que instalarse. En agosto o septiembre del próximo año vamos a tener un proyecto listo para discutir.

-Hace poco, usted dijo que durante su primer gobierno no tuvo distanciamientos con Bachelet, pero tampoco acercamientos. ¿Por qué?
-Por casualidad. En el mandato de Bachelet no hubo muchas cosas por discutir. Como decía, la erupción del volcán Chaitén fue nuestra vida en esos momentos.

-¿Pero nunca se ha reunido con Michelle Bachelet?
-No, nunca.

-En la campaña, Bachelet dijo que HidroAysén le parecía un proyecto inviable tal y como está ahora, pero no se opuso enérgicamente a él. ¿Qué piensa de eso?
-Ésa es la pregunta del millón. Todo el mundo está preguntándose lo mismo: ¿Qué significa esa declaración de que no es viable? Pienso -y lo he escuchado en la calle y entre amigos- que eso es retórica política. Es entendible, porque en la campaña probablemente la presidenta no quiso declarar y jugarse con una opción. Vamos a ver cómo su administración enfrenta este tema.

-Algunos de los miembros del entorno de Bachelet se han mostrado a favor del proyecto. ¿Qué expectativas tiene de la próxima administración?
-Obviamente en el movimiento ambiental y en Patagonia sin Represas están bien conscientes de estas tendencias. Los asesores son gente razonable y van a escuchar buenos argumentos, van a buscar alternativas, porque hay otras alternativas.

-Pero ¿tiene aprensiones sobre la futura administración? En el primer gobierno de Bachelet se aprobaron varias centrales termoeléctricas...
-En los últimos años han cambiado mucho las condiciones. Por ejemplo, las megacentrales están enfrentando oposición en todas partes y no se trata de una pequeña oposición, sino de una ola enorme. La ciudadanía está ahora mucho más informada que antes. Hoy la gente sabe que el gobierno no tiene un plan energético integral.

-¿Es esa es la gran deuda del presidente Piñera?
-Pienso que la administración de Piñera perdió la oportunidad de contratar a alguien como Amory Lovins del Rocky Mountain Institute. No tiene para que ser él, pueden ser otros. En el movimiento ambiental estamos siempre impacientes y queremos que las cosas anden más rápido. Ahora, es importante decir que Chile es el único país del mundo, en la historia, donde el presidente es, al mismo tiempo, el principal conservacionista.

-Usted ha hecho esfuerzos de conservación en Chile y en Argentina. ¿Cuáles son las diferencias en cómo se hace esto acá y allá?
-Tanto Chile como Argentina están a la vanguardia en conservación. Tienen buenas redes de parques nacionales. Eso sí, Argentina está mejor organizado. Tiene una mejor administración. Ahí a Chile le falta.

-¿En qué, por ejemplo?
-Chile tiene a la Conaf, que es una agencia público privada formada en otros tiempos. Las administraciones de Lagos, Bachelet y Piñera no han cumplido la idea de formar una administración de parques bajo el Ministerio de Medio Ambiente. En Argentina, por un siglo, han tenido una administración bien formada y ha funcionado bastante bien.

-¿Cree que la nueva institucionalidad medioambiental no ha funcionado bien en Chile?
-No todavía. Está en formación. A ver si en esta nueva administración de Bachelet se pueda formar el nuevo Conaf, como en todos los países del mundo.

EL ACTIVISTA

-Durante los últimos cinco años, los círculos empresariales chilenos han tomado mayor conciencia de la importancia de proteger el medioambiente. ¿Cree que ha habido un cambio de mentalidad?
-Hay una evolución cultural que está pasando en cada sociedad del mundo. Algunas están a la vanguardia y otras están algunos pasos más atrás. Chile está evolucionando en su cultura. En California del Norte, donde me crié, estuvimos discutiendo este tipo de cosas hace 50 años. Ahora ellos están mucho más adelante que Chile, pero desde la llegada de la democracia, aquí ha habido un tremendo salto hacia adelante.

-Usted se opone a la construcción de la carretera austral por el interior, porque considera que ese trazado es más caro y dañino que el costero. Pero hay quienes piensan que esto mejoraría la conectividad. ¿No cree que la preocupación por el medioambiente tiene como contraparte una eventual mejora de la calidad de vida para la gente de la zona?
-No estoy en contra de la carretera. Estoy en contra de hacerla ahora y por el interior. Eso es demasiado caro. Para mí, la mejor idea es la de la ruta costera, porque es más barata, más inmediata y mucho más rápida. Las fuerzas políticas que están golpeando la mesa por el camino interior están obstaculizando el progreso, porque la construcción va a demorar 20 años y porque el camino es mucho más largo. Dicen que necesitamos unir Chile con Chile. Pero eso es un chiste. Chile ya está unido con Chile ahora, por barcazas.

-¿Por qué cree que hay gente que promociona la ruta interior?
-Los promotores de los caminos al interior han convencido a una masa de personas de que es la mejor opción. Ellos quedarían como los tontos del pueblo si ahora dicen “me equivoqué, prefiero la ruta de la costa”. Es la porfía humana. No creo que esto tenga que ver con intereses personales, pero hay una masa de gente mal informada que piensa que la ruta entre Chaitén y Puerto Montt tiene que pasar sólo por vía terrestre.

-¿Eso es un dardo contra el presidente y la gente que trabaja con él en temas medioambientales?
-Hace unos años sobrevolé la ruta interior con el presidente Piñera en mi propia avioneta, para demostrarle que la ruta costera es superfácil de construir. No hay montañas, es plana, directa, más corta…

-Parece que no lo convenció.
-No. Porque políticamente los promotores de la ruta interior son mucho más ágiles que yo.

-Una de sus luchas más emblemáticas ha sido contra la construcción de HidroAysén. ¿Existe algún tipo de viabilidad para ese proyecto?
-El problema con HidroAysén  es que el concepto es el equivocado: estamos represando ríos en el sur de Chile para mandar toda la energía al norte, cuando en el norte hay abundancia de energía solar. Hay que desarrollar la energía cerca del usuario y así no sería necesario poner líneas de alta tensión.

-Pero si la transmisión fuese por vía subterránea, ¿habría alguna posibilidad de que apoyara HidroAysén?
-No, bajo ninguna condición. Es ilógico. El problema es que tenemos una empresa transnacional que sabe hacer una cosa: grandes megacentrales. Ése es su negocio y ahí ha focalizado su interés. A las grandes empresas no les gusta descentralizar. Eso es un dolor de cabeza para ellos.

-Otra de sus campañas apunta a la acuicultura, por el uso de antibióticos y colorantes. ¿Se opone a esa industria?
-Ése es otro quilombo. Algunas transnacionales y algunos empresarios grandes vieron plata en esta industria. La política del Estado, desde mi punto de vista, fue muy equivocada.

-¿Qué haría con esa industria?
-Hay que eliminarla. Soy un abolicionista, ¿sabe por qué?, porque Chile tiene el potencial de tener la pesquera más importante del mundo, porque tiene una enorme cantidad de kilómetros de costa y en toda esa costa hay alta producción biológica. Pero, por mal manejo, han dejado a los pescadores artesanales e industriales sobreexplotar la pesca chilena. Eso es una bomba de tiempo.

"NO ME MOLESTA SI ME DICEN ELITISTA"

-Usted siempre ha defendido la “ecología profunda”, una ideología bastante radical. ¿Ha cambiado su filosofía con el tiempo?
-La ecología profunda aún es poco entendida en Chile. En términos simples, la gente pone los intereses de los seres humanos antes que los de la naturaleza. Desde mi punto de vista, debería ser al revés: la naturaleza manda todas nuestras actividades y el cambio climático es indicativo de estos problemas. Hoy tenemos una economía mundial que es como una locomotora sin freno, y las implicaciones de eso están bastante claras.

-El cambio climático es un gran tema, pero la gente pobre está más preocupada de tener un hospital cerca…
-Hemos escuchado esto por años. Por eso hay que volver a la primera pregunta y ésa es si es factible tener este boom económico en un planeta muerto. Estamos enfrentando una contradicción entre el desarrollo y la realidad ecológica. Ése es el punto de choque.

-En la campaña, Marcel Claude lo criticó por tener una aproximación elitista a los temas medioambientales. Dice que como usted tiene buena situación económica no se pone en el lugar de la gente más pobre.
-Eso es puro chamullo. Pienso que no hay justicia social en un planeta muerto, y Marcel Claude tiene que enfrentar ese hecho. No importa si un conservacionista o un ambientalista es rico o pobre. Estamos en el mismo planeta y estamos afectados por los mismos problemas de la naturaleza.

-¿Pero le molesta que lo cataloguen de elitista?
-No tengo problema. No me molesta si un socialista, un empresario o un magnate me dice elitista. Yo me río.

-Ud. ha recibido varios reconocimientos a nivel internacional, pero en Chile tiene grandes detractores. ¿Le afecta que en Chile genere desconfianza?
-No, tengo cuero de chancho. Hace 20 años tuvimos mucha oposición a nuestras iniciativas: mucha gente no nos creyó que donaríamos los terrenos. Eso era entendible, porque en Chile no hay tradición de filantropía. No culpo al pueblo chileno por no haber entendido esto, porque era algo novedoso. Hoy, en cambio, los empresarios y algunos políticos me han hecho una figura pública, un personaje. No era la idea, pero sí buscábamos los resultados del proceso. Hoy, para bien o para mal, soy un referente. Me entregaron el micrófono y ahora puedo plantear ideas e influir en un proceso que es el de mejorar Chile en todo sentido.

DE YENDEGAIA Y OTRAS HECTÁREAS

-En diciembre se anunció la donación de cerca de 40.000 hectáreas para la creación del Parque Nacional Yendegaia, las que se sumarán a otras 112.000 hectáreas colindantes donadas por el Estado. ¿Cómo se gestó el acuerdo?
-Empezó hace años. La formación de parques nacionales en cualquier país del mundo no es algo fácil, porque hay todo tipo de intereses involucrados. Hace un año, me acerqué al presidente Piñera para explicarle la idea de la donación y él la tomó con entusiasmo. Nombró a Santiago Valdés como su representante y él hizo el trabajo pesado dentro de La Moneda.

-¿Cuáles fueron las condiciones para el traspaso?
-La condición primordial fue que las tierras queden siempre en la categoría de parque nacional. Ningún donante, en ninguna parte del mundo, estaría dispuesto a entregar tierras si un futuro gobierno tuviera la opción de venderlas o expropiarlas.

-Más allá de lo donado en Yendegaia, ¿cuántas hectáreas tiene todavía en Chile?
-Tenemos alrededor de 450.000 hectáreas en Chile y unas 200.000 en Argentina.

-¿Cuánto ha pagado por esas tierras?
-En los últimos 20 años hemos invertido en total más de US$ 300 millones entre Chile y Argentina.

-Y de esas 450.000 hectáreas, ¿cuántas piensa donar?
-Tenemos 450.000 hectáreas para entregar. Estamos trabajando en distintos proyectos. Yo no sé cuántos años más me quedan, por eso estamos pensando terminar nuestro plan de parques nacionales en la próxima década.

-O sea que en 10 años más, dirá “misión cumplida”...
-¡Ésa es la idea!

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