Por Juan Pablo Garnham Agosto 15, 2013

© José Miguel Méndez

“Se busca que los alumnos tengan una reflexión, defendiendo lo intransable, como los derechos humanos y el respeto a la institucionalidad. Pero lo más importante es que se den cuenta de que nosotros somos responsables de lo que pase en Chile”, dice el profesor Ernesto Reyes.


“Los profesores tienen temor de hablar del tema y sobre todo de pronunciarse sobre éste”, dice la académica de la UDP María Isabel Toledo. “Se les pide que expliquen dos, tres o cuatro corrientes como si fueran equivalentes y como si ellos no tuvieran posición. Es un dilema moral”.


“Cualquier cosa muy reciente suele ser controversial”, explica el profesor de la Universidad de Indiana Keith C. Barton. “En Estados Unidos se suele evitar la guerra de Vietnam, a pesar de que está en casi todos los currículos”.


Es el “Día de las Humanidades” en un colegio en La Reina. Los niños de sexto a cuarto medio participan en actividades relacionadas con historia, geografía y lenguaje. De repente, entre los alumnos aparecen dos estudiantes de cuarto medio. Uno lleva anteojos de marco negro grueso y un bigote falso. El otro, un uniforme militar. “Yo soy Allende”, dice el primero. “Yo soy Pinochet”, dice el segundo. Disfrazados, explican sus biografías.

La imagen, que no llamaba la atención mayormente a los niños, sí causaba algo extraño en los adultos presentes. “Impactaba verlos caminando juntos”, recuerda el profesor de Historia Sergio Ramírez, “pero a los niños no. Para ellos es algo lejano, distante. Hay algunos alumnos que a veces hacen un análisis más profundo, pero tiene que ver con sus historias familiares”.

“Muchos lo ven como si fuera la revolución de Balmaceda, como algo perdido en la historia de Chile”, explica otro docente, Eduardo Valenzuela, quien trabaja en universidades y en un colegio en Renca, “Una vez les pedí que ubiquen cronológicamente a distintos personajes y algunos pusieron a Pinochet en la Colonia”.

A 40 años del golpe de Estado, la actual generación de estudiantes comparte dos características. Por una parte, nacieron en democracia: quienes hoy están en III Medio son de 1996. A esto se suma el que estas materias ya están integradas en los currículos. Porque durante gran parte de los 90 se mantuvo el plan educacional del gobierno de Pinochet, el que planteaba como último ítem a pasar en historia “la crisis generalizada del sistema y el pronunciamiento de las Fuerzas Armadas y de Orden del 11 de septiembre de 1973”, como decía el programa de 1985, vigente hasta 1998. Ese año se comenzó a pedir que la dictadura -o régimen militar, ya que se usaban ambos conceptos- fuera parte de currículo de historia en II medio, igual que el resto de la historia del Chile independiente. La materia se debía pasar también en básica, pero de forma más breve.

Sin embargo, una cosa es el currículo y otra cosa es cómo se concreta en las clases. Entre 2006 y 2008 María Isabel Toledo, académica de la Facultad de Psicología de la Universidad Diego Portales, estudió este tema. Encuestó a alrededor de tres mil estudiantes de media y, en básica, a más de mil, para saber cómo era la enseñanza escolar del régimen militar. Además, complementó su investigación observando clases donde se pasaban estos temas. “En básica, vimos que el 60% de los profesores pasa la materia, un 5% lo hizo al año siguiente y un 35% no la pasó”, explica Toledo. En media, el porcentaje que no veía la materia llegaba a la mitad. “Los argumentos de los profesores eran simples: que nos falta tiempo”. La educación lineal de la historia de Chile dejaba este incómodo tema para el final.

Tiempo después, la Ley General de Educación aumentó el espacio para la historia chilena, que se comenzó a ver en dos años. Esto habría mejorado los índices en media.  “Este periodo se aborda en sexto básico y en tercero medio en el currículo vigente”, explica Loreto Fontaine, jefa de Curriculum y Evaluación del Mineduc. En sexto básico se ve de manera más breve y se busca relacionar con temas de educación cívica. “Se aborda también el eje de formación ciudadana, en que se aprende y profundiza sobre conceptos y la importancia de la democracia”, dice Fontaine. En tercero medio, en tanto, se busca más profundidad y, entre otras cosas, se habla de “confrontación de visiones políticas”, “la violación sistemática de los derechos humanos”  y “la transformación neoliberal en Chile”. El currículo, en todo caso, está en proceso de reevaluación. El plan es que la historia de Chile se pase en cuatro años, integrada a la historia universal. Bajo el nuevo programa, el periodo  1973 - 1990 sería visto en II medio, aunque todo esto dependerá de la aprobación del Consejo de Educación.

El ministerio orienta, pero también deja bastante flexibilidad a los profesores, quienes tienen el desafío de elegir métodos de enseñanza y evaluación, lo que, en este caso, a veces no es tan fácil. Ernesto Reyes trabaja en una red de  colegios de una congregación religiosa. Él recuerda que, a principios de los 90, les mostró a los alumnos un documental sobre el Movimiento Sebastián Acevedo, agrupación que luchó contra la tortura en los 80. Al día siguiente lo llamó el rector. Había mostrado el video en el Día del Carabinero y un apoderado que era oficial de esa institución había reclamado. “Él me dio su respaldo, pero ese hito me marcó”, recuerda Reyes. “Yo no puedo tener posición; hablo de crisis institucional, no de dictadura, aunque me tenga que morder la lengua”. Reyes dice que prefiere mostrar las posturas, ilustrar con imágenes y documentos de ambos lados. “Lo que se busca es que ellos tengan una reflexión, defendiendo los elementos intransables, como los derechos humanos y el respeto a la institucionalidad. Pero, lo más importante, trato de que se den cuenta de que nosotros somos responsables de lo que pase en Chile”.

 

HABLEMOS DE DERECHOS HUMANOS

-¿Qué saben ustedes del día del golpe de Estado?

No hay respuesta. Sólo se escucha la lluvia afuera del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Un grupo de 35 alumnos del San Ignacio de El Bosque comienza su visita guiada por el recinto. El colegio está haciendo una serie de actividades con ocasión del aniversario del 11 de septiembre y ésta es una de ellas.

-¿Los militares tomaron una decisión drástica? -dice un alumno tímidamente.

-Hubo apoyo de Estados Unidos -dice otro.

Están en segundo medio, así que el recuerdo de la materia de sexto ya es lejano. Los guías explican que cada curso es distinto. Algunos conocen muy bien la materia, otros menos. “Patinan en fechas, en personajes, en conceptos generales. Llegan con información muy ambigua a menos de que el tema esté fresco a nivel familiar”,  explica uno de los guías, “muchas veces confunden o justifican hechos de violencia. Esto ocurre para ambos lados”.

Los profesores también se enfrentan a estos problemas. “Es complicado, porque hay alumnos que en tercero medio vienen con posturas muy definidas”, dice José Elgueta, profesor de historia y director del Liceo Polivalente Sergio Silva Bascuñán, en La Pintana. “El tema más complejo es la violación a los derechos humanos. Se les explica tal cual lo que pasó, pero sin detalles morbosos”.

Mientras en las escuelas municipales y liceos los profesores tienen cuidado con el tema de los derechos humanos y las experiencias familiares en ese sentido, en establecimientos particulares existen otras preocupaciones. En el Colegio Cumbres, por ejemplo, es común que los alumnos hablen de los problemas económicos durante el gobierno de Allende y relaten historias familiares de la reforma agraria. “Dejamos que se expresen, pero con respeto”, dice el profesor de historia Miguel Ángel Olea, del Cumbres. “Lo principal es abordarlo desde todos los flancos. Mostramos la evidencia a través de distintas fuentes”.  Esperan que los alumnos conozcan las definiciones y puedan hacerse sus propios juicios, dicen. 

Marianne Schaale, profesora en un colegio inglés en Providencia, aprovecha documentales y películas. Los alumnos y profesores hacen referencias a Los 80, Los Archivos del Cardenal y documentales como La batalla de Chile o Actores secundarios. “Hablo de dictadura, de régimen, de gobierno militar. Hago explícitos los conceptos. Que ellos construyan desde la teoría. Pero les digo que no puede ser una democracia a medias”, explica. 

También son comunes las visitas a lugares como Villa Grimaldi, el centro de detención de Londres 38 y el mismo Museo de la Memoria. Hay profesores que tratan de aplicar esta idea de que generen su propia opinión a las visitas. Eduardo Valenzuela, por ejemplo, ha llevado a sus alumnos de Renca al Cementerio General: “Ahí está Jaime Guzmán y, a unos pasos, Salvador Allende. Y un poco más allá, el memorial a los detenidos desaparecidos”.

Un colegio que hace constantes visitas es el Raimapu, de La Florida. El tema se comienza educando desde preescolar, donde se hace un énfasis en que los niños sepan cuáles son los derechos humanos. “Para nosotros esto va más allá de una clase de historia”, recuerda Diego Villablanca, ex alumno y actual profesor del Raimapu, lugar donde estudió la candidata a diputada Camila Vallejo. 

“Nosotros no tenemos miedo de enseñar las cosas por su nombre”, dice Juan Colil, director del Raimapu. “En educación está el gran mito de que ésta es objetiva, cuando en realidad tú educas desde un punto de vista. Nosotros tomamos los contenidos mínimos y obligatorios, pero les damos nuestra propia arista”.

Los colegios se dividen entre dos posturas: la de quienes, como el Raimapu, plantean los abusos a los derechos humanos como el tema esencial, y la de quienes matizan, incluyendo las causas que llevaron al quiebre democrático y los éxitos económicos de Pinochet. Un balance complejo, donde es fácil caer en una “teoría del empate” o en una caricaturización de “buenos versus malos”. En su estudio, la académica de la UDP María Isabel Toledo pudo ver esta tensión: “Los profesores tienen temor de hablar del tema y sobre todo de pronunciarse sobre éste. Se les pide que expliquen dos, tres o cuatro corrientes como si fueran equivalentes y como si ellos no tuvieran posición. Es un dilema moral”.

Toledo califica esta postura como “neutralidad activa” y explica que, junto con una actitud adoctrinadora, son los dos vicios en los que caen los docentes.  “Debe haber una neutralidad comprometida, donde el profesor presenta, promueve la discusión, manifiesta en un momento oportuno su opinión y plantea que siempre hay que estar cuestionando. Ésa es la lógica”, dice Toledo. 

 

UN PROBLEMA INTERNACIONAL

Sergio Ramírez recuerda una reunión de apoderados de sexto básico, a principios de la década pasada, donde un papá levantó la mano y empezó a hablar del libro de historia que se usaba. Había contado las páginas y las fotos que se le dedicaba a cada lado del conflicto. “Pusieron en apuros a la profesora jefe, le preguntaron qué criterios usaba, qué les enseñaba a los niños, que los textos eran peligrosos”, recuerda. Los expertos dicen que esta realidad es extremadamente común, no sólo en Chile. El país y el tabú cambian, pero las situaciones son muy similares: en Estados Unidos es la guerra de Vietnam; en Irlanda del Norte es el conflicto entre católicos y protestantes; en la ex Yugoslavia son los conflictos étnicos.

Lo que también se repite es el que a los profesores se les “acaba el tiempo”. “Cualquier cosa muy reciente suele ser controversial”, explica el profesor de la Universidad de Indiana Keith C. Barton. “Acá se suele evitar la guerra de Vietnam, a pesar de que está en casi todos los currículos. Es muy conveniente que se les acabe el año”.

La tarea, explican los académicos, es difícil en todos los niveles. Desde el ámbito político, donde países como España han tenido serios problemas para encontrar soluciones, hasta la enseñanza misma. “La guerra civil y la dictadura española se tocan de manera muy leve”, explica Mario Carretero, investigador de Flacso y catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, “durante los primeros veinte años de democracia hubo un gran pacto de olvido”. En Argentina, en cambio, Carretero explica que ha habido grandes avances durante los gobiernos de los Kirchner. “Hubo una intencionalidad muy clara del gobierno de llevar esto a las aulas”, dice Carretero.

Sin embargo, en Argentina algunos materiales han sido criticados. “A veces existe una tendencia a los hechos más corpóreos, con una descripción algo simplista, de buenos y malos, de víctimas y victimarios. Lo que se debe hacer es que tengan una visión compleja”, comenta el académico.

En Chile, mientras tanto, hay que recordar que no es la primera vez que el país vive un episodio de división. La guerra civil entre balmacedistas y congresistas, en 1891, dejó entre cinco y diez mil muertos. Sin embargo, el historiador de la UC Claudio Rolle advierte que hay grandes diferencias entre ese conflicto y el gobierno de Pinochet. Para él, la guerra civil de 1891 fue un conflicto de las elites. “La sociedad de hoy es más compleja y hubo un golpe que marcó todos los sectores de la vida”, dice Rolle, “además, tuvo un sello homicida, de eliminar al enemigo”. 

Por esto, Rolle cree que la herida acá va a doler por más tiempo. Mientras tanto, lo principal para él es que no se haga caso omiso de ésta. “Lo fundamental es que se discuta y que nosotros seamos capaces de plantear estos temas críticamente”, explica Rolle, “la historia es interpretación, tenemos que trabajar las versiones y estudiarlas para tener personas más libres y capaces de respetarse”. 

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