Por Rosario Zanetta Julio 4, 2013

Hoy se dan colaboraciones impensadas hace unos años entre planteles ideológicamente diversos. Por ejemplo, filósofos de la U. de los Andes editan en conjunto con sus pares de la UNAB un libro sobre el matrimonio gay.

El surgimiento del movimiento estudiantil es sindicado como uno de los motores de la llegada de nuevos alumnos a las aulas de Filosofía: los contextos de crisis genuinamente impulsan el pensamiento filosófico.

A comienzos del año pasado, José Tomás Alvarado (44), profesor de Filosofía de la Universidad  Católica, presentó un paper de unas 20 páginas sobre “Necesitismo de Segundo Orden” para publicarlo. El texto fue sometido a la revisión de sus pares, los que le devolvieron su trabajo con 10 páginas de comentarios. Alvarado quedó impresionado. La profunda revisión tenía la extensión de la mitad de su trabajo y sus colegas la hicieron ad honórem. Esta colaboración era impensada hace años.

La vieja escuela de filósofos, la de sus maestros, era distinta. Estudiaba en la Chile o en la Católica, dos universidades antagónicas y por entonces poco dialogantes entre ellas. La cooperación era escasa, los coloquios y congresos poco frecuentes y, por lo tanto, la interacción entre académicos casi nula. Ambos planteles funcionaban como estancos.

La nueva generación de filósofos (que bordean los 40 años) puso fin a ese paradigma. Hoy se conocen entre ellos, se leen y se invitan. Comparten su pasión y enfrentan sus ideas. Estudian doctorados en el extranjero y también escriben en conjunto. No sólo han aumentado en número, sino que además cada vez están más especializados y profesionalizados. En los últimos 15 años la forma de hacer filosofía en Chile cambió.

“Hay diferencias marcadas entre la antigua generación y la nueva”, comenta Alvarado, experto en Metafísica Analítica. Hoy hay más exigencia y a los profesores se les pide publicar constantemente para estar vigentes, eso antes no sucedía. Cree que ha habido grandes progresos en la calidad y la cantidad de las investigaciones. También piensa que hoy son más. “Nunca antes habíamos tenido tantos filósofos activos como ahora a nivel mundial y probablemente en Chile pasa lo mismo”.

EL RENACIMIENTO

“Esto no es un boom de la filosofía y decirlo sería pretencioso”, dice Juan Manuel Garrido (38), director del Instituto de Humanidades de la Universidad Diego Portales. Los filósofos prefieren hablar de un renacimiento o resurgimiento, pero nunca de un auge explosivo de los interesados por la disciplina. “Hablaría del nacimiento de una nueva generación. Claro que eso es una promesa, porque en filosofía las cosas maduran más lento”, matiza Daniel Mansuy, de la Universidad de los Andes. Eso sí, reconocen que cada vez son más los alumnos que año a año se matriculan en las distintas facultades del país. Según un estudio del Consejo Nacional de Educación, en 2005, 343 estudiantes se inscribieron para cursar el primer año de la carrera. En 2013 esa cifra se elevó a 523.

El surgimiento del movimiento estudiantil en 2011 es sindicado como uno de los motores de la llegada de nuevos alumnos a las salas. Manfred Svensson, director del magíster en Filosofía de la Universidad de los Andes, y Andrés Covarrubias, director de asuntos estudiantiles del Instituto de Filosofía de la Universidad  Católica, defienden esa idea. Covarrubias explica que los contextos de crisis genuinamente impulsan el pensamiento filosófico y que, ante el aumento de las demandas estudiantiles, los jóvenes tienen hoy una actitud más reflexiva.

Los planteles han captado esa mayor demanda. En 2011, por ejemplo, la UC reabrió filosofía como carrera de pregrado, con acceso a través de la PSU. La Diego Portales inició su doctorado en asociación con la universidad holandesa de Leiden, y otras actualmente evalúan ofrecer nuevos programas de magíster para atraer alumnos.

INTERACCIÓN INTELIGENTE

El 7 de junio pasado, Marcelo Boeri, profesor de la Universidad Alberto Hurtado, llegó hasta el campus San Joaquín de la Universidad Católica. Era el invitado estrella de “Viernes en el Ágora”, encuentros filosóficos que la UC realiza quincenalmente y en los cuales los expositores presentan diferentes temas. Para esa ocasión Boeri escogió una ponencia sobre el “Fisicalismo Psicológico Estoico”, tema que presentó ante profesores y alumnos.

Los coloquios y los congresos han proliferado en el último tiempo. Los primeros son más específicos y en ellos se encuentran los especialistas en determinados autores o temas. Los segundos son más masivos y generales y sirven, sobre todo, de punto de reunión para que filósofos de distintas corrientes se pongan al día sobre sus respectivos trabajos. La Asociación Chilena de Filosofía (Achif) ha jugado un rol relevante en esto. Después de dos décadas sin actividad, la agrupación resurgió en 2008 para volver a organizar congresos. “A esas reuniones va de chincol a jote, lo que es muy positivo para generar diálogo”, destaca José Tomás Alvarado. En 2009 se realizó el primero, en 2011 el segundo y el tercero está programado para noviembre de este año, cuando 150 expositores llegarán a Valparaíso para presentar sus trabajos.  Además, 10 filósofos brasileros participarán de la instancia que  busca crear puentes con otros académicos de la región.

MENTES PROLÍFERAS

Esa misma interacción ha llevado a los académicos a aumentar sus publicaciones conjuntas. Incluso se han dado colaboraciones impensadas entre casas de estudio ideológicamente diversas. Un ejemplo es el de Manfred Svensson, quien desde la Universidad de los Andes está actualmente editando un libro junto con Mauro Basaure de la Andrés Bello sobre el matrimonio homosexual. Ambos están dedicados a coordinar dos equipos: uno a favor y otro en contra del matrimonio gay para crear una obra conjunta que recoge distintas posturas. No es el primer trabajo que Svensson realiza con académicos de otros planteles. En 2012, él, Hugo Herrera y Juan Manuel Garrido publicaron La excepción universitaria, bajo Ediciones UDP. En palabras de Svensson, el libro busca iluminar el debate sobre la educación superior: los tres filósofos llegaron a la conclusión que nadie estaba diciendo en público las reflexiones que ellos hacían en privado. “La idea fue llenar el espectro que queda entre el Instituto Libertad y Desarrollo y Alberto Mayol”, comenta con ironía. La lista de trabajos conjuntos entre académicos de distintas universidades es larga. “La cultura filosófica antes era de poco diálogo y no estaba acostumbrada al debate, hoy es distinto. Las mentes están abiertas a las ideas de otros, los filósofos están más activos y estamos enterados de lo que hace el resto”, comenta José Tomás Alvarado.

AL ASALTO DE LO PÚBLICO

A pesar de todos los progresos, los mismos académicos reconocen que todavía queda camino por recorrer, sobre todo para alcanzar el nivel de países vecinos y otros más desarrollados. Mansuy comenta que si bien se ha acortado la brecha que nos separaba de la filosofía que se hace en ciudades como Buenos Aires, el nivel aún no es igual. Svensson agrega que cuando cursaba su doctorado en Alemania, en su universidad tenía acceso a unos 6 millones de libros. La biblioteca de la Universidad de los Andes, en la cual hoy trabaja, cuenta con 130.000 volúmenes.

Los obstáculos van más allá. Juan Manuel Garrido sostiene que todavía son pocos los recursos que en Chile se destinan a la filosofía. En el último concurso de Fondecyt se presentaron 1.135 proyectos entre las distintas disciplinas. Treinta de ellos eran de filosofía y sólo 10 se adjudicaron fondos. A estos proyectos se les asignaron $418 millones: el 0,55% de los recursos totales destinados a investigación. Otro de los problemas que han detectado es la baja participación que todavía tienen en el debate público. José Andrés Murillo, filósofo de la Universidad Católica, cuenta que al día siguiente de una marcha estudiantil en París, el diario Le Monde publicó artículos en los que incluía la opinión de distintos filósofos. “La opinión de los filósofos en otros países, como Francia, forma parte del espacio público y no sólo de los chistes privados de las salas de profesores”, comenta.

En la misma línea, Sebastián Kaufmann, director de Licenciatura y Pedagogía en Filosofía de la Universidad Alberto Hurtado, defiende la idea de que los intelectuales tienen una responsabilidad social. Por eso echa de menos la presencia de más filósofos en el terreno de lo público, sobre todo porque considera que su aporte podría enriquecer el debate.

Juan Manuel Garrido resume la postura: “La comunidad filosófica ha vuelto a crecer pero todavía nos falta romper el cascarón”.

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