Por Paula Modiano Junio 20, 2013

La reducción de costos no es el único tema en discusión. También la calidad de los proyectos de inversión, ya que varios analistas estiman que hay iniciativas  que difícilmente se sostendrán en una etapa de cotizaciones más bajas.

Antofagasta esta semana estuvo copada. En los hoteles de la ciudad no cabía un alfiler, invadida por miles de participantes de la decimoquinta versión de Exponor, una de las principales ferias mineras del mundo. Ejecutivos de las mayores compañías y expertos de diversas instituciones se reunieron para debatir una de las principales interrogantes que hoy cruzan la industria: ¿cuál será el devenir del precio de los metales, particularmente el cobre?

Y es que tras casi una década de auge, atizado por la fuerte demanda de China, lo que contrarrestó la debilidad de Europa y Estados Unidos, la industria del metal ha comenzado a transitar por un camino más pausado, donde difícilmente se repetirán los superprecios de los últimos años.

De hecho, en lo que va del 2013 el valor del cobre se ha contraído un 13%, comparado con el mismo período del año anterior, situándose en torno a los US$ 3 por libra.

Ello, entre otras razones, por la desaceleración que está evidenciando la economía china, que en el primer trimestre creció un 7,7%, menos del 8% que había anticipado el mercado y muy por debajo de las expansiones de dos dígitos que exhibió durante gran parte del último decenio.

Las cifras de crecimiento se han complementado con preocupantes datos comerciales que mostraron que en mayo las importaciones de la segunda economía del mundo, incluyendo metales, cayeron sorpresivamente un 0,3%, contradiciendo los pronósticos que apuntaban a una expansión de 6%.

El peso de China en el mercado del cobre es indiscutible, ya que consume un 40% del cobre que se produce en el mundo. Por eso la mirada de los analistas se mantiene tan atenta a su desempeño a la hora de intentar predecir cuál será el comportamiento del precio del metal.

Pero no sólo el gigante asiático está contribuyendo a que el cobre se aleje de los valores que en su mejor momento lo empinaron por sobre US$ 4,0 por libra. También Estados Unidos ha hecho lo suyo. Tras recientes señales de la Reserva Federal de que podría comenzar a reducir los estímulos monetarios sobre la economía de ese país, lo que fortalecería su moneda e impactaría negativamente el valor de algunas materias primas, entre ellas el cobre.

Si a eso se suma un aumento en la oferta del mineral, debido al ingreso de nueva producción proveniente de proyectos que se desarrollaron durante los recientes años de bonanza, todo cuadra para configurar un escenario menos pujante, aunque tampoco dramático. Es lo que algunos economistas prefieren denominar “período de transición”, más que de fin de un ciclo porque, si bien la cotización del cobre ha tendido a la baja, nadie espera un derrumbe que la lleve a rangos inferiores a US$ 1,0  por libra, como ocurrió a principios de la década pasada. Los más cautelosos auguran que en un horizonte de mediano plazo -unos cinco años-, el valor del metal se situaría entre US$ 2,5 a US$ 3 por libra.

“Las perspectivas son positivas aunque China crezca menos que en el pasado, por el tipo de inversiones que está realizando, especialmente en urbanización”,  señala el ex director de Codelco Jorge Bande.

También destaca la demanda de otros países emergentes como India, Bangladesh, Vietnam y Brasil, que paulatinamente han ido cobrando más relevancia como importadores de cobre.

REDUCCIÓN DE COSTOS

Mientras los precios se ajustan, buena parte de la industria se apresta a tomar medidas para aminorar sus costos de producción. Éstos también se empinaron en la era de esplendor del cobre, ya que los buenos precios aseguraban rentabilidad incluso a operaciones poco eficientes.

Para las empresas que operan en Chile el tema no es menor, ya que si en el 2005 casi la mitad del cobre del país se ubicaba dentro del 25% de la producción mundial con menores costos, en el 2010 esa proporción se había reducido a un 15% y para el 2020 se proyecta que sea sólo un 7%.

La baja en las leyes del mineral, a la que se han sumado alzas salariales y en el valor de insumos como acero, neumáticos y, sobre todo, energía, son algunos de los factores que explican el incremento en los costos de producción de la industria minera local.

Por eso, ante un escenario de precios menos auspicioso, los mayores productores creen que es indispensable aplicar “disciplina” en toda la cadena productiva. “No hay ninguna empresa que no tenga como objetivo implementar medidas que mitiguen el alza de costos y lograr mayor eficiencia y productividad en sus operaciones”, sostiene el presidente ejecutivo de Codelco, Thomas Keller.

En el caso de Codelco, la tendencia alcista en sus costos directos de producción ha sido sostenida desde el 2010, hasta llegar a US$ 2,47 por libra el año pasado, lo que incluye contratos eléctricos, laborales y servicios de terceros.

Debido a ello la corporación está embarcada en un plan que apunta de lleno a mejorar su competitividad, para empezar a evidenciar una reducción de costos en torno a un 11% el 2015.

MENOS PROYECTOS

Pero la reducción de costos no es el único tema en discusión en la industria minera. También está en tela de juicio la calidad de los proyectos de inversión, ya que varios analistas estiman que el largo ciclo de precios altos redundó en el impulso de iniciativas que difícilmente se sostendrán en una etapa con cotizaciones del metal más bajas.

Por eso, si hasta hace un tiempo se hablaba de una cartera de proyectos por US$ 100.000 millones hacia el 2020, actualmente los pronósticos se han ajustado a unos US$ 70.000 o US$ 57.000 millones.

Para Codelco, sin embargo, la inversión en nuevas minas o en la reconversión de las actualmente en explotación es un imperativo para evitar que, como consecuencia de la baja en la ley de sus minerales, su producción descienda dramáticamente.

En ese contexto se enmarca la explotación de la mina Ministro Hales, que debería entrar en producción a fines de este año; Radomiro Tomic Sulfuros; el nuevo nivel de explotación de El Teniente; Chuquicamata subterránea; y la expansión de Andina, que debería triplicar su producción.

No obstante, la mayoría de estos proyectos únicamente servirán para reemplazar la producción que se está perdiendo. Sólo la expansión de Andina aportaría nuevo tonelaje a la minera estatal.


IMPACTO EN LA ECONOMÍA

En la economía chilena, altamente dependiente de sus exportaciones de cobre, la baja en la cotización del metal ya se ha comenzado a sentir.

Hasta abril acumuló un crecimiento de 4,2%, mientras que en mayo la inflación mostró una variación nula, a lo que se suma una menor expansión de la inversión. Esos datos han dado pie para que buena parte de los analistas apuesten por un recorte de las proyecciones de expansión del producto del Banco Central para este año desde un rango de 4,5% a 5,5%, a uno de 4% a 5%.

“El crecimiento de la economía chilena de los últimos tres años ha sido impulsado por el positivo ciclo del cobre y por la demanda interna, que ha crecido todos los años por sobre el PIB. Ninguno de estos dos elementos es sostenible en el mediano plazo, por lo que la actual desaceleración, que en todo caso será suave, tiene que ver con ambos factores”, afirma el investigador de Cieplan Jorge Rodríguez.

Pese a ello, varios analistas consideran que Chile se encuentra preparado para asumir un menor crecimiento económico como consecuencia de un precio del cobre más bajo, entre otras cosas, por la regla de superávit estructural del fisco, que hace que el país gaste en función de un valor del metal de largo plazo, lo que permite generar ahorros en tiempos de holgura y disponer de esos fondos cuando la cotización del metal cae.

De todas formas y precisamente cuando el precio del cobre comienza a bajar, resurgen los cuestionamiento sobre la excesiva dependencia de Chile del comportamiento del metal, que continúa representando  53,6% del total de sus exportaciones y cerca de un 25% del PIB.

“En términos de la estructura productiva del país, el sector minero es muy importante y ha hecho grandes contribuciones al crecimiento. Pero se podría argumentar que estamos al debe por no haber aprovechado el superciclo de altos precios del cobre para invertir en desarrollar otras industrias, partiendo por los mismos proveedores del cluster minero. Para esto urge invertir más en innovación, ciencia y tecnología”, señala Rodríguez.

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