Por Paula Comandari Junio 6, 2013

"Si yo hubiese tenido algún problema, no habría podido regresar con mis hijos a Chile. Y vienen todos los años a pasar sus vacaciones. En nuestro país no existe un sistema de adopción justo ni claro. Y lo peor: no prioriza los derechos del niño"

"Al europeo le gusta pasear. Y combina la operación con el turismo. Mis pacientes vienen encantados a Chile. La clínica de acá tendrá mejor infraestructura que la española, con grandes jardines que permitan que los pacientes se sientan mejor"

En una casona antigua de mil metros cuadrados, en las afueras de Madrid, el cirujano plástico Héctor Valdés instaló su nueva clínica. El edificio está a pocas cuadras del monasterio de El Escorial y mira, desde lo alto, hacia la sierra. Desde hace un año, Valdés atiende allí no sólo a españoles. También, cuenta, llegan suizos, alemanes, holandeses y hasta chilenos.

Es un lugar viejo; curiosa elección para un doctor especializado en rejuvenecer rostros. Es la misma propiedad donde se filmó la película La fiesta del Chivo, basada en la novela del escritor Mario Vargas Llosa, que recrea el ambiente de los años 60. Desde ese lugar, Héctor Valdés ha vivido su propia transformación: se convirtió en estudiante, se involucró en la medicina estética y procesó uno de los episodios  “más dolorosos de su vida”: el cuestionamiento por las facilidades que supuestamente recibió de la jueza María Angélica Grimberg, que sería conocida como “jueza express”, para la adopción de sus hijos.

-Desde que salió de Chile, en 2009, quedó la sensación de que la jueza lo ayudó en el proceso de adopción. Usted nunca quiso hablar de ello.

-Fue muy doloroso. Me sentí muy desprotegido. La policía no puede entrar a una clínica y quitar, bajo presión, un archivo médico. Uno de los órganos del Estado incurrió en abuso de poder.

-Pero se investigaba un acuerdo que habría facilitado una adopción… 

-Una cosa es investigar y otra son los métodos. No se justifica para esclarecer una verdad que la policía ingrese a una clínica, mientras yo estaba fuera, y que exponga fotografías médicas, saltándose el secreto médico. Ésa es una vejación a cualquier ciudadano chileno. Se cometió un delito.

-¿Puede afirmar claramente que la jueza Grimberg no lo ayudó?

-Yo adopté cuatro hijos antes de conocerla. Hice todos los trámites que piden, fueron procesos largos. El más corto duró un año y medio. El resto tomó más de tres años. Con la adopción plena de cuatro niños, iniciamos los procesos para adoptar a nuestra quinta hija. La jueza, a quien yo no conocía, cuando vio mis papeles me dijo: “Usted ya ha pasado cuatro veces por el sicólogo, estoy en mis facultades para no hacerlo pasar otra vez por ese proceso, ya que estaba más que analizado”. Eso fue, entre comillas, el “favor especial” que tuve.

-¿Fue un proceso legal?

-Si hubiese tenido algún problema, no hubiera podido regresar con mis hijos a Chile. Y vienen todos los años a pasar sus vacaciones. En nuestro país no existe un sistema justo ni claro. Y lo peor: no prioriza los derechos del niño. Debieran entregar los niños a sus padres lo antes posible, en vez de tenerlos con cuidadoras con control precario. Fui a muchos hogares a ver niños y estaban ahí mirando el techo, esperando meses y meses, con nula estimulación. Un Estado que entrega niños después de seis meses fracasa en su gestión. Eso ocurre en Chile.

Otro flanco crítico al que Valdés ha debido hacer frente son las quejas de algunos de sus pacientes que llegaron a la prensa. En su momento, fueron dos los casos que se hicieron públicos. Pero él reconoce sólo una demanda.

-Fue un doctor que consideró haber quedado más joven de lo que quería, pero ese caso está sobreseído, porque vino a verme precisamente para rejuvenecerlo. Yo he atendido a 15 mil pacientes, y en general la gente queda satisfecha. Pero Chile es un país muy judicializado, y a veces pienso que las personas quiere sacar ventajas. Por lo mismo hay que tener cuidado: muchos llegan a operarse, piden un cambio sutil, y luego encuentran que no se nota la modificación; así como hay gente que pide retoques porque nunca queda conforme.

FUERA DEL QUIRÓFANO                                                  

La venta de la clínica en Santiago que llevaba su nombre -a Miguel Navarro, en 2009-, gatilló múltiples suspicacias sobre las razones de Héctor Valdés para deshacerse del moderno centro ubicado camino a Farellones. Incluso se habló de quiebra. Pero Valdés lo desmiente categóricamente. Dice que fue una buena venta, que se deshizo porque cumplió un ciclo, y porque no le convenía tener abierta una clínica en donde “a ningún otro médico le gustaba operar porque la clínica llevaba mi nombre”.

-Me iba cerca de cuatro o cinco meses a Marbella,  y durante ese tiempo el centro no tenía movimiento. Era una carga importante que no se justificaba.

Valdés cuenta que estuvo durante dos años alternando de clínica en clínica para operar a sus pacientes en España. Regularmente, eso sí, venía a Chile a realizar intervenciones en la consulta que desde entonces tiene en el Hotel Marriott. Hasta que se dio cuenta que sus pacientes no eran como los demás: son personas, dice, que no se sienten enfermas. Y que necesitan una atención personalizada y un ambiente que les permita pensar que no están en un recinto clínico.

Fue entonces cuando decidió abrir su propia clínica.

-Estos pacientes necesitan sábanas de algodón de 350 hilos, almohadas de pluma. Esto no cuesta darlo, pero no está dentro de la estructura de una clínica cualquiera. Las enfermeras no ven en estos pacientes una prioridad, entonces se sienten descuidados.

Europa le sirvió para adentrarse en otro mundo: aprendió allá que hay una rama intermedia, la medicina estética, bastante menos invasiva y que genera, con diversos productos, tan buenos resultados como la cirugía. Para entender más realizó un máster en esta materia, en la Universidad Rey Juan Carlos, el año pasado.

-Esta medicina es utilizada por la gente que le teme a la cirugía, y para todos los que buscan procedimientos con menor convalecencia. Hoy el Botox y ciertos productos permiten afinarle el rostro a una persona y que ésta pueda estar trabajando al otro día. Es una herramienta genial, que les ha abierto a mis pacientes un nuevo espectro de tratamientos.

El problema para Valdés es que intervenir fuera del quirófano requiere medicamentos inexistentes en Chile. Y ahí está su mayor queja.  

-Aquí hay una regulación que agota a cualquiera que intente registrar un producto médico. Varios fabricantes que abastecen a Medio Oriente, Rusia o China no exportan a Chile por la cantidad de exigencias que les piden. Chile debiera reconocer de inmediato los productos autorizados y aprobados por la FDA de Estados Unidos o la Comunidad Europea, porque no les llegamos a los talones en cuanto a certificación y garantía de los productos. El gobierno y el Instituto de Salud Pública están obstaculizando el desarrollo de la industria médica: tenemos capital humano e infraestructura de primera, pero no puede ser que varias especialidades en Chile no cuenten con los insumos para liderar un desarrollo regional.

Valdés cuenta que ha traído algunos productos franceses, el aceite de argán y un tipo de colágeno que no existía en el país. Pero le tomó más de un año hacerlo.

-Acá hay que registrar producto por producto, aunque sea de la misma línea. Pienso que hay mucha burocracia y cierto proteccionismo de algunos laboratorios locales para impedir el ingreso de competencia externa.

Por eso, anuncia que planea reunirse con las comisiones de Salud de la Cámara de Diputados y del Senado para que se vote una ley “que es de suma importancia para el país”.

UNA CLÍNICA BOUTIQUE

Desde hace algún tiempo, Héctor Valdés ha dedicado parte de su tiempo a recorrer decenas de las mejores clínicas que existen en el mundo. Unos meses atrás, estuvo en Suiza visitando los centros más exclusivos.

-Son recintos con parques, que no parecen hospitales, cuentan con un helicóptero de emergencia y habitaciones grandes con terrazas. Los pasillos son quebrados y no eternos como los lugares usuales, y hasta los productos de baño son exclusivos.

Algo así es lo que Valdés quiere replicar en Chile. El médico pretende levantar su clínica boutique en las afueras de Santiago, para resguardar la intimidad y privacidad de las personas. Lo había pensado hace tiempo, pero decidió concretar el plan hace dos meses, cuando reunió a algunos socios, y juntos ya levantaron un capital de US$ 10 millones para desarrollar la iniciativa clínica que bautizará con el nombre “The Santiago Country Clinic”. La idea del doctor es que en este nuevo recinto -que tendrá 15 piezas y tres quirófanos- operen otros cirujanos y especialistas en antiage y rejuvenecimiento.

El médico pretende iniciar la construcción antes de diciembre, para que la clínica esté operativa en un año y medio. Su expectativa es que buena parte de sus pacientes sean extranjeros.

-Antes eran unos pocos los que se operaban. La gente llegaba con chofer. Hoy se ha masificado, y no sólo llegan personas adineradas. Lo hacen mujeres y hombres de clase media con las mismas ganas de mantenerse atractivos, de retrasar el envejecimiento, de sentirse más jóvenes.

-¿Y por qué un europeo va a venir al otro lado del mundo a operarse?

-Tengo la convicción que lo hará. Al europeo le gusta pasear. Y combina la operación con el turismo. Mis pacientes vienen encantados a Chile, incluso lo hacían en mi antigua clínica. La de acá tendrá mejor infraestructura que la española, con grandes jardines que permitan que los pacientes se sientan mejor. Ya estoy en conversaciones con un operador de viajes para que una persona venga a operarse y luego viaje dentro de Chile unos diez días, y que vuelva sólo para darla de alta.

Valdés está tan entusiasmado con el proyecto, que incluso piensa involucrarse en la gestión. Por eso comenzó a prepararse: desde marzo estudia un máster en administración de Empresas en la Escuela de Negocios EAE de Madrid. Su idea es más ambiciosa aún.

-Me gustaría levantar un centro de posgrados de cirugía plástica, para que Chile sea lo que Brasil ha sido todos estos años. Me ofrecieron llevarlo a cabo en España, pero ellos ya son una escuela internacional importante. Para hacerlo aquí, lo único que necesito es que alguna universidad valide nuestro currículo. Creo que no será difícil.

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