Por Paulo Ramírez Mayo 30, 2013

El gran mito de la clase media es que el liceo logró la movilidad social que ahora se añora. Es un mito que admiro, que cohesionó y le dio sentido republicano. Pero en la nostalgia se olvida que ellos también eran una elite en relación a las grandes mayorías

No estamos en un conflicto social en el cual haya algún sector que quiera sacar las armas. Cuando eso pase, háblenme de que la sociedad está en una crisis radical. Pero nada puede estar más lejos de la sociedad chilena. Creer que estamos en la crisis radical es casi una forma de quererla

Sol Serrano es la primera en sorprenderse de los muchos descubrimientos que ha arrojado el monumental proyecto de escribir la Historia de la Educación en Chile (1810-2010), una obra cuyo segundo tomo acaba de publicarse (La Educación Nacional: 1880-1930) y que demuestra, entre varias otras cosas, que la discusión actual sobre la enseñanza tiene poca idea de lo que cuenta nuestra historia. Ella, junto a Macarena Ponce de León y Francisca Rengifo, encabeza un equipo de investigadores que lleva cinco años sumido en bibliotecas y archivos para encontrar las raíces del problema que hoy más preocupa a los chilenos: la educación de sus hijos. No es la primera vez que asume una tarea que parece imposible: lo hizo con  Universidad y Nación: Chile en el Siglo XIX y con ¿Qué Hacer con Dios en la República: Política y Secularización en Chile (1845 - 1885), mirando en el largo plazo, y también en el detalle, fenómenos que siguen produciéndonos urticaria. Una de sus sorpresas favoritas: descubrir que la escuela fue la primera institución que creció hasta abarcar el territorio, “fue la red institucional más temprana en el territorio nacional, mucho más que las capillas y los templos y, por supuesto, que todo el resto de la institucionalidad, ¡eso es muy novedoso! Fue la escuela la que ligó el territorio: Chile tiene una toponimia infinita y en cada lugar los habitantes querían una escuela con el nombre de ese lugar… Entonces descubrimos que nuestra primera matriz no es política, es más bien cultural, y es la que constituyó después la matriz política”.

-Parece una historia de Chile con la excusa de ser una historia de la educación...

-Es que no se entiende la historia de la educación sin el conjunto de la sociedad. En nuestra discusión la miramos como el espacio de salvación de todo, y no la miramos en relación a los otros actores, instituciones, problemas. No le pidamos a la educación lo que la sociedad no puede hacer. La educación no es por sí la salvadora, y cuando vivimos crisis profundas de imaginación le pedimos a algún otro que nos salve, y ese otro es la educación. Hay una gran falacia en aquello. La educación está lejos de resolvernos todo.

-Uno ve que ciertos valores como el derecho a la educación, que hoy parecen tan naturales y obvios, no lo eran tanto: en algún momento se preguntó para qué queremos educación para todos…

-Claro, y la respuesta convencional es “porque los conservadores no querían”. O porque la oligarquía no quería. Pero es tanto más complejo: es porque los niños no iban a la escuela. La universalidad no se lograba porque no se quisiera, no se lograba porque no tenía sentido para toda la sociedad.

-Los niños estaban trabajando…

-No sólo eso: los niños eran fundamentales en la subsistencia de la familia. Hay una cantidad enorme de mitos ideológicos con respecto a la educación, que esos sí se ven reflejados en la discusión actual. Sobre el tema de la gratuidad de la educación, sobre el estado de bienestar que educó al país. Todo eso es bastante falso.

-Aun así, se avanzó hasta llegar a la universalidad…

-Sí, pero eso no es algo obvio. La gran discusión de la Ley de Instrucción Primaria es por qué los niños no iban a la escuela. ¿No iban porque sus padres eran unos ignorantes? No. No iban porque los niños eran muy pobres. No llegaban porque no tenían zapatos y les daba vergüenza. No llegaban porque no tenían colación. No llegaban porque todavía usaban una ropa que era demasiado campesina para la ciudad.

-¿Qué quebró esa realidad?

-La alimentación de los niños a través de la escuela, que fue la única política de infancia y de familia que pudo tener el Estado a comienzos del siglo XX. Los niños fueron a la escuela para comer. Entonces, es muy distinta una sociedad en la cual la introducción a la cultura escrita tiene que ver con la religión que cuando tiene que ver con el hambre. Así llegamos a la universalidad en la primaria.

-Una de las discusiones de fondo es el antiguo dilema entre derecho a la educación y libertad de enseñanza…

-Ése es un dilema falso. En la tradición chilena, el Estado docente ha sido siempre el proveedor muy mayoritario de la enseñanza; la enseñanza privada ha sido muy pequeña. Al revés de experiencias europeas, no fue la Iglesia ni la comuna ni la familia la que educó: en el caso nuestro fue el Estado. Y el Estado alfabetizó no sólo porque quisiera: es porque no había recursos suficientes para que las familias pudieran mantener un tipo de institución que fue haciéndose más compleja con los años. Pero el tema esencial en la historia no es la propiedad: es la reglamentación. No importa quién sea propietario: la va a financiar igualmente el Estado para los sectores más pobres.

LOS GRANDES MITOS

-¿Hay ausencia de Estado hoy en la educación?

-Del Estado central sí, como lo hubo en todo. Lo que no comparto, porque creo que es una consigna fácil, es el tema de que educación pública es equivalente a educación igualitaria, porque no lo es, porque la educación pública fue siempre tremendamente segmentada.

-¿La educación pública?

-La educación es tan segmentada como la sociedad. En 1910, el año del centenario, había 150 mil alumnos en las escuelas primarias superiores: la terminaron 2 mil y 280 personas terminaron el liceo. ¿Te das cuenta de la forma de la pirámide? En 1960, sólo el 20% de los jóvenes entre 15 y 19 años estaban en el liceo. Y el cuatro por ciento entraba a la universidad. ¡Un sistema terriblemente segmentado!

-¿Tiene base la visión de que una educación gratuita para todos disminuiría la segregación?

-Hay que distinguir entre lo que se llama la escuela gratuita y lo que se llamó en el siglo XIX y comienzos del XX la escuela común. La escuela fue siempre gratuita, desde 1860 el Instituto Nacional era gratuito y la Universidad de Chile también. O sea, la educación del estado republicano es gratuita siempre y es igualmente segmentada. El hijo del obrero que no paga y el hijo del profesional que no paga van al Instituto Nacional, pero nunca se encuentran entre ellos. La escuela común requiere un tipo de sociedad menos segmentada, un espacio urbano menos segmentado. En las pocas escuelas de comienzos del XIX, antes que se formara el sistema educacional, los niños ricos y pobres estaban en la misma sala, los ricos pagaban y los pobres hacían el aseo y se sentaban atrás. Esto se extirpa con la igualdad ante la ley y la gratuidad, pero lo que pasa entonces es que se separan de escuelas. Lo gratuito no es necesariamente lo igualitario.

-¿La gratuidad de universidades como la Chile y la Católica tampoco significó disminuir la segregación?

-No masivamente, era demasiado restringida. Lo que hizo, y creo que fue fundamental, fue hacer una elite plural. Ése fue un gran logro de la Universidad de Chile. Plural ideológicamente, regionalmente, socialmente. Allí se encontraban, como posteriormente en otras universidades, personas que antes no habían convivido. Son muy pocos, pero convivían y tuvo incidencia en el sistema político más que en el empresarial, posiblemente. Todavía existen la Universidad de Chile y la Universidad Católica, pero cada vez un sector mayor de la elite tiende a replegarse sobre sí mismo. Y eso me parece fatal para una democracia.

-¿En esto el sistema educacional es causa o efecto? Lo que hoy dicen los expertos es que el sistema educacional causa segregación, y que una corrección de ese sistema disminuiría la segregación...

-Históricamente no tiene sustento el que el sistema educacional pueda corregir el sistema social. Sólo lo corregía en una movilidad uno a uno, no en la movilidad de grupo. El gran mito de la clase media es que el liceo logró la movilidad social que ahora se añora. Es un mito que admiro, que cohesionó y dio sentido republicano. Pero en la nostalgia se olvida señalar que fueron realmente una minoría. Ellos también eran una elite en relación a las grandes mayorías.

-Si la educación y la sociedad son inseparables en la historia, también lo deben ser hoy. ¿Cómo se vincula la educación con, por ejemplo, el descontento social?

-Creo que la individuación de nuestra conciencia, de ser quienes somos y de cuáles son nuestros derechos, ha tenido mucho que ver con la educación, y ha tenido que ver con el acceso autónomo al mercado. En esta economía de mercado, las personas tienen una libertad que desconocían, y por tanto una posibilidad de reclamar, de exigir, que era también desconocida. En todo caso, esto lo veo como una forma de cohesión social y no como una crisis radical. Estamos ante una crisis de credibilidad institucional importante porque los individuos hoy -al fin- pueden pararse ante las instituciones. El engaño tiene una sanción social bárbara y eso me parece una sociedad sana, no una sociedad en crisis radical.

-¿Pero ese descontento va camino de una crisis más profunda, una crisis que requiera, por ejemplo, de una nueva Constitución?

 -Hay algunos que así lo sostienen, y yo quisiera preguntarles a ellos quién tiene armas en su casa. Quién quiere salir a las calles a matarse. Quién en este país quiere destruir lo que tiene en forma radical. No estamos en un conflicto social en el cual queramos destruir a otro y que haya algún sector de la sociedad que quiera sacar las armas por ello. Cuando eso pase, háblenme de que la sociedad está en una crisis radical. Pero nada puede estar más lejos de la sociedad chilena. Creer que estamos en la crisis radical es casi una forma de quererla.

-O sea, asamblea constituyente no...

-La asamblea constituyente es un gran acierto comunicacional: dos palabras que evocan todo lo republicano, todos los cambios que queremos. Proponerla demora dos segundos. ¡Estar en contra demora como media hora! Las tres constituciones chilenas han sido producto de crisis muy profundas, siguieron el poder de las armas. Ninguna fue democrática en su origen, ni siquiera la del 25, pero la del 25 fue, en su aplicación, una Constitución democrática. La del 80 ha tenido reformas y faltan las que sabemos, no todas de rango constitucional, como el binominal. Pero la falta de reformas políticas está minando el sistema.

-¿La gobernabilidad corre peligro?

-Estamos en un momento muy complejo. Creo que vamos a tener serios problemas de gobernabilidad, la misma que se necesita para los cambios urgentes del país. Estamos ante un cambio de coalición de hecho. El PC no sólo apoya a Bachelet, sino que entra al comando. Y resulta que el PC no es de la Concertación, ¡y las primarias son de la Concertación! Entonces de hecho aquella alianza ya cambió. Creo que la mayoría creía que la nueva baraja venía ahora, pero no, falta un poco todavía. Soy optimista. La política, aunque parezca lo contrario, irá en alza.

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